El verano del 2015 empezaba francamente mal en la bolsas chinas. La fecha clave es el día 12 de junio, cuando Shanghái y SZSE Component (la bolsa de Shenzhen) se vinieron abajo perdiendo 1.500 y 7.000 puntos respectivamente. Hong Kong no tardaría en seguirles, y las tres tocaban un primer fondo el pasado 8 de julio. El pánico financiero, con todos sus morbosos rumores –la posibilidad de un corralito ante la fuga de capitales, suicidios de directivos de grandes compañías– sorprendieron a los medios de comunicación, pero no a los pequeños inversores chinos.
El pánico financiero, con todos sus morbosos rumores sorprendió a los medios de comunicación, pero no a los pequeños inversores chinos
Huang Bo, profesor asociado en una universidad de China, me comentaba que llevaba desde diciembre del año anterior invirtiendo una cantidad importante de ahorros en bolsa con la esperanza de obtener un buen rédito para comprarse un piso, un coche y así tener las condiciones materiales que socialmente son necesarias para casarse. “De momento llevo ganado bastante, pero aún no suficiente. He invertido en algunas empresas de ferrocarriles, pero mi padre invirtió en una empresa tecnológica y ha triplicado beneficios”. ¿Y por qué crees que es un momento bueno para invertir? “Bueno... el Gobierno tiene que ver con todo esto, para no ralentizar el crecimiento económico ha estado inyectando dinero para revitalizar la bolsa a niveles del 2007, pero eso quiere decir que esto se desplomará en algún momento, en un año o así”. Un mes después empezó todo y prácticamente perdió la mitad de lo que había invertido.
Si observamos a larga distancia la evolución de la bolsa de Shanghái, podemos observar como después de 2008, pese a una recuperación más o menos estable, no se había vuelto a los niveles previos en un estado generalizado de estancamiento. A partir de enero del año 2014 comienza un rápido ascenso que culminó en este último desplome. Todo pareció repuntar el 7 de julio cuando las bolsas respondieron positivamente a las medidas que el Gobierno había tomado para “poner fin al caos financiero”: obligar a los brokers a comprar acciones por un valor muy superior al precio de mercado para detener el estallido a costa de empujar a estos operadores a registrar pérdidas multimillonarias, legislar para que las compañías de seguros puedan invertir también en el mercado para que actúen de contrapeso en la caída de la bolsa, prohibir a los grandes accionistas y a los directivos que vendan títulos de sus propias compañías, suspender las nuevas salidas a bolsa, prohibir a las empresas estatales reducir su exposición al mercado sufriendo pérdidas, además de realizar una inyección de más de 80.000 millones de dólares en el mercado interbancario. Posteriormente, y como medida complementaria, se toma la decisión política de devaluar el yuan, lo que tiene efectos negativos para otras economías, pero suele ser una medida útil y muy recurrente para la República Popular desde 1981.
Como si se tratase de una reacción en cadena, una semana más tarde las bolsas de Shanghái, Shenzhen y Hong-Kong volvieron a estallar
Cuando los efectos de la burbuja parecían haberse detenido por la acción contundente del Gobierno ocurrió un nuevo desastre en el verano más catastrófico que se recuerda en China desde 1996. El 12 de agosto una explosión en el puerto de la ciudad de Tianjin –una de las ciudades más importantes de toda la república popular– equivalente a la de 21 toneladas de TNT provocó la muerte de 159 personas demás de 797 heridos y 14 desaparecidos. En principio ambas explosiones –la de la burbuja bursátil y la de unos contenedores en el puerto– no mantienen una relación aparente, salvo en las causas: falta de prevención, falta de eficacia en las inspecciones, pero lo más importante: corrupción e incompetencia de la Administración. El responsable al que todos apuntan (además de los empresarios dispuestos a reducir costes arriesgando la seguridad de los habitantes de la ciudad,y los oficiales del puerto y responsables políticos que cobraban mordidas por mirar hacia otro lado ya detenidos por las autoridades) fue obviamente un gobierno que se muestra incompetente para evitar que la avaricia se imponga por encima de todo lo demás.
Como si se tratase de una reacción en cadena, una semana más tarde –una vez conocidas las corruptas causas de la explosión– de nuevo las bolsas de Shanghái, Shenzhen y Hong-kong volvieron a estallar, cayendo la Bolsa de Shanghái en 1.000 puntos básicos en menos de 10 días, la caída más grave en las bolsas chinas desde la llamada crisis “asiática” de mediados de la década de los noventa. El gobierno vuelve a aplicar de nuevo un paquete de medidas (reducir la tasa de interés a un 4,6%, reducir la cantidad de capital que deben conservar los bancos aumentando la capacidad de préstamo) y continúa con la política de la depreciación del yuan pese a las protestas de Washington.
Hoy, cuando llegamos al final de la crónica de un verano catastrófico, los mercados financieros parecen haberse estabilizado de nuevo, pero la manera en la que se ha desenvuelto toda esta situación deja muchos interrogantes en el aire: ¿se trata simplemente de fluctuaciones de los mercados especulativos o estamos ante el principio del fin del “gigante económico chino”? Ante esta cuestión y tratando de ofrecer una respuesta pausada, basta con ver la evolución de las bolsas para ver que los niveles actuales aún son superiores a los del principio de la burbuja bursátil en enero de 2014.
En cualquier caso, la pregunta clave es: ¿está relacionada esta crisis con la llamada economía real? ¿Se trata del preludio de la recesión del país? Hao Qi, licenciado economista investigador en la Universidad de Beijing, comenta lo siguiente sobre ello: “No se puede saber con exactitud hasta que no pasen un par de meses y salgan los datos sobre la evolución de la producción industrial, ahí se verá como las empresas de la economía real se involucran en especulaciones. En cualquier caso aún no ha afectado a nadie más que a los inversores directos. En caso de que sea así, el Gobierno lleva a cabo políticas a través del sector de propiedad estatal, lo que obviamente es la ventaja de China –con respecto a otros países–, pero lo irónico es que las políticas se llevaron a cabo con pleno respeto a las reglas del mercado. El Gobierno interviene en el mercado a través de la obediencia a los comportamientos del mercado en lugar de desafiar las reglas del mercado. La verdad, no sé que puede suceder ”
De lo que no cabe duda es que quien ha perdido más este verano ha sido la administración de Xi Jinping y Li Keqiang, cuyo papel como guardián del “Sueño Chino” está cada vez más entredicho a expensas de qué ocurrirá este otoño.
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