Cáguense en el Parlamento y en su Constitución, dijo el Presidente de EE.UU. Grecia, 1964-1974.
“El mundo se divide en dos; están de un lado los comunistas y de este lado el mundo libre. Rusos y norteamericanos, nadie más. ¿Qué somos nosotros? Norteamericanos. Detrás de mi está el gobierno, detrás del gobierno está la OTAN, detrás de la OTAN está EE.UU. Ustedes no pueden enfrentarnos, somos norteamericanos"
(Basil Lambrou, inspector jefe de la policía griega durante la Dictadura de los Coroneles y uno de los torturadores más conocidos, dirigiéndose a los prisioneros)
Papadópoulos es "el primer agente de la CIA en convertirse en primer ministro de un país europeo".
(Comentario jocoso de los veteranos militares estadounidenses en Grecia)
Os brindamos un nuevo capítulo del imprescindible libro de William Blum, Killing Hope (Asesinando la Esperanza),
a partir de la edición y traducción al castellano que hizo la editorial
Oriente de Cuba, solo disponible en edición impresa. Se trata del capítulo 35, que está dedicado al llamado "golpe de los coroneles" en Grecia, dirigido por la CIA en colaboración con militares griegos que trabajaban para la Agencia y
con el apoyo de la monarquía griega (encabezada por el rey Constantino
II, hermano de Sofía, actual "reina consorte" de España).
La transcripción del texto es nuestra (no existe o no conocemos en castellano una versión digital en Internet, aunque sí en inglés). Hemos respetado la traducción realizada por la editorial cubana; de forma puntual y singular, retocamos la construcción sintáctica en algún párrafo o cambiado alguna palabra del español caribeño al español peninsular, pero esto de forma muy excepcional.
La transcripción del texto es nuestra (no existe o no conocemos en castellano una versión digital en Internet, aunque sí en inglés). Hemos respetado la traducción realizada por la editorial cubana; de forma puntual y singular, retocamos la construcción sintáctica en algún párrafo o cambiado alguna palabra del español caribeño al español peninsular, pero esto de forma muy excepcional.
Las imágenes, pies de foto y negrita son añadidos nuestros para hacer el texto más ameno. Los enlaces del texto lógicamente también son nuestros.
Os recordamos que al final encontraréis el índice del libro y los enlaces a los capítulos ya publicados en este blog.
Referencia documental:
Blum, William: "Grecia, 1964-1974. 'Cáguense en el Parlamento y en su Constitución', dijo el presidente de Estados Unidos", capitulo 35 del libro Asesinando la Esperanza. Intervenciones de la CIA y del Ejército de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial pp. 261-268. Editorial Oriente, Santiago de Cuba (Cuba), 2005. Original en inglés: Killing Hope: U.S. Military and CIA Interventions Since World War II, Common Courage Press, 2004.
Fuente de digitalización y correcciones (cítese y manténgase el hipervínculo en caso de reproducción): blog del viejo topo
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35. GRECIA 1964-1974
“Cáguense en el Parlamento y en su Constitución”, dijo el presidente de Estados Unidos.
“Es el mejor gobierno desde Pericles", declaró el general norteamericano de dos estrellas (1)
(las noticias no mencionan si mascaba un gran tabaco). El gobierno que
tenía tan entusiasmado al buen general era la junta de coroneles que
llegó al poder con el golpe militar de abril de 1967, con la inmediata y
tradicional consecuencia del establecimiento de la ley marcial,
censura, arrestos, palizas, tortura y asesinatos, hasta la cifra de
8.000 víctimas en el primer mes. Esto fue acompañado por la igualmente
tradicional declaración de que todo se hacía para salvar a la nación del
“dominio comunista". Las influencias corruptoras y subversivas debían
ser eliminadas de la vida griega: entre ellas las minifaldas, el pelo largo en los hombres y los periódicos extranjeros. La asistencia de los jóvenes a las iglesias se convirtió en obligatoria (2).
Tan continua y brutal fue la ola represiva que para septiembre
Dinamarca, Noruega, Suecia y Holanda acudieron a la Comisión Europea de
Derechos Humanos para acusar a Grecia de violar la mayoría de los
artículos de la Convención. Antes de que terminara el año, Amnistía
Internacional había enviado representantes al país para investigar la
situación; los mismos informaron que “la tortura es llevada a cabo como
práctica deliberada por la policía de seguridad y la militar” (3).
El golpe había ocurrido dos días antes del inicio de la campaña electoral nacional, que parecía presagiar el seguro regreso del veterano dirigente liberal Georges Papandreou al puesto de primer ministro. Papandreou había sido electo en febrero de 1964 en el único caso de mayoría directa de las elecciones griegas en la historia moderna. Las maquinaciones para destituirlo habían comenzado de inmediato, un esfuerzo conjunto de la corte real, los militares griegos y norteamericanos y la estación de la CIA.
Philip Deane (nombre literario de Gerassimos Gigantes) es griego, antiguo funcionario de la ONU que trabajó durante este periodo para el rey Constantino y también como enviado a Washington del gobierno de Papandreou. Ha escrito unas memorias personales de las sutilezas, y de las groserías, de la conspiración para minar al Gobierno y fortalecer la posición de los militares conspiradores, y sobre el poder desembozado que ejerció la CIA en su país (4). Vimos anteriormente que Grecia era vista casi como una propiedad para desarrollar según la conveniencia de EE.UU. [Nota editor del blog: se refiere al cap. 3: "Grecia. De 1947 hasta inicios de la década de 1950: de cuna de la democracia a estado cliente", que todavía no hemos reproducido en el blog]. Un episodio relatado por Deane ilustra el mantenimiento de esta actitud y, por tanto, la precariedad de la posición de Papandreou: durante una de las perennes disputas entre Grecia y Turquía acerca de Chipre, que tenía lugar ahora en el seno de la OTAN, el presidente Johnson citó al embajador griego para darle a conocer la “solución” de Washington. El embajador protestó que la misma sería inaceptable para el Parlamento griego y contraria a la Constitución.
Lo que más preocupaba a los oponentes del ex primer ministro era su hijo, Andreas Papandreou, quien había sido el director del Departamento de Economía en la Universidad de Berkeley, California, y ministro de su padre, y era evidente que estaba destinado a un papel protagonistas en el nuevo Gobierno. Pero no se trataba en modo algunos de un radical. En EE.UU. había sido partidario activo de liberales moderados tan clásicos como Adlai Stevenson y Hubert Humphrey (7). Sus opiniones económicas eran “las del Nuevo Orden norteamericano”, escribió el columnista Marquis Childs en el Washington Post (8). Pero Andreas no ocultaba su deseo de sacar a Grecia de la Guerra Fría. Cuestionaba en público la pertenencia del país a la OTAN, o al menos el comportamiento de satélite estadounidense en esta organización. Se inclinaba a la apertura de relaciones con la URSS y otros países comunistas fronterizos y señalaba que los hinchados aparatos militar y de inteligencia de EE.UU. en Grecia comprometían la libertad de acción en la nación. También veía al ejército nacional como una amenaza para la democracia y deseaba depurarlo de sus altos oficiales más dictatoriales y monárquicos (9).
Sus ladridos eran más fuertes que su mordida, como se demostró cuando asumió años más tarde la presidencia (ni sacó a Grecia de la OTAN ni eliminó las bases norteamericanas en su territorio), pero en el Washington de Johnson, si usted no estaba de nuestro lado de manera incondicional y total, entonces estaba en contra nuestra. El presidente sentía que Andreas —que se había naturalizado como ciudadano norteamericano— había “traicionado a Norteamérica“. Decía:
En cuanto al padre, sus credenciales anticomunistas eran impecables, desde su época de primer ministro instalado por los británicos durante la guerra civil contra la izquierda en los años 1944 y 1945, pero también mostraba atisbos de independencia de la superpotencia occidental. Rehusó ceder a la presión de Johnson para lograr un compromiso con Turquía acerca de Chipre; aceptó una invitación para visitar Moscú y cuando su gobierno dijo estar dispuesto a aceptar ayuda soviética para la preparación de una posible guerra con Turquía, la Embajada norteamericana le exigió una explicación. Además, intentando curar las viejas heridas de la guerra civil, Papandreou comenzó a reintroducir ciertas libertades civiles y a readmitir en Grecia a algunos de los que habían luchado contra el Gobierno en aquella etapa (12).
Cuando Andreas asumió su cargo ministerial en 1964, quedó espantado al comprobar lo que se ha convertido en un hecho para todo estado tecno-industrial en el mundo: la existencia de un servicio de inteligencia fuera de control, un gobierno en la sombra más allá del poder de los dirigentes nominales de la nación. Esto, pensó él, era la causa de muchos de los obstáculos que el gabinete encontraba para llevar a cabo su política (13). Como ya vimos, el servicio de inteligencia griego, KYP, fue creado por la CIA durante la guerra civil, y cientos de sus oficiales fueron entrenados en EE.UU. Uno de ellos, Georges Papadopoulos, fue el jefe de la junta que tomó el poder en 1967. Andreas Papandreou descubrió que el KYP escuchaba de manera rutinaria todas las conversaciones ministeriales y entregaba la información a la CIA (muchas agencias occidentales entregaban de forma habitual información a la CIA acerca de sus gobiernos y ciudadanos, y en ocasiones han obtenido reciprocidad. La naturaleza de la mayor parte de esta información hubiera hecho que un ciudadano privado fuese acusado de traición si la hubiera dado a conocer a un gobierno extranjero). Como resultado de tal descubrimiento, el joven Papandreou despidió a los dos jefes principales del KYP y los reemplazó por oficiales de confianza. Al nuevo director se le ordenó proteger el gabinete contra todo tipo de espionaje. “Regresó pidiendo disculpas porque no podía hacerlo [recuerda Andreas]. Todo el equipamiento era norteamericano, controlado por la CIA, o por griegos bajo supervisión de la CIA. No había distinción alguna entre los dos servicios: duplicaban sus funciones en una relación complementaria. De hecho, eran una sola agencia” (14).
La orden de eliminar las escuchas electrónicas del gabinete hizo que el jefe delegado de la misión de la Embajada norteamericana, Norbert Anshutz (o Anschuetz) visitara a Andreas. Se trataba de un hombre que había estado vinculado con la ClA y exigió revocar la orden. Andreas ordenó al estadounidense que saliera de su oficina, lo que hizo, pero no sin antes alertar de que "habría consecuencias" (15). Papandreaou pidió entonces al nuevo director del KYP una búsqueda exhaustiva en su casa y oficina para eliminar dispositivos electrónicos de vigilancia. "No fue sino hasta mucho después que descubrimos que él simplemente colocó una nueva dotación de micrófonos. Vean pues que habíamos colocado a otro asalariado de los norteamericanos como nuestro hombre Nº 2", escribe Andreas (16). El intento de terminar con la práctica de que los fondos para el KYP fueran enviados a éste directamente por la CIA sin pasar antes por ningún ministerio griego, también fracasó, pero Andreas tuvo éxito en transferir al hombre que había servido como contacto entre las dos agencias por varios años. Era Papadopoulos. El cambio de posición parece haber significado poco más que una formalidad, si embargo la organización siguió subordinada a él; incluso luego, los "políticos opositores [griegos] que buscaban ser escuchados [o pagados] por James Potts, el jefe [delegado] de la estación de la CIA en Atenas antes del golpe, recibían a menudo como respuesta: Vean a George, él es mi muchacho" (17).
A mediados de febrero de 1967 se efectuó una reunión en la Casa Blanca, reportada por Marquis Childs, para analizar los informes de la CIA que "no dejaban dudas de que un golpe militar estaba elaborándose [...]. No podía haber sido un secreto. Desde 1947 el ejército griego y el grupo de ayuda norteamericano en Atenas han trabajado en el mismo equipo [...]. La cuestión solemne era si el golpe podía ser evitado mediante alguna sutil intervención política" y de esta forma preservar el gobierno parlamentario. Se decidió que "no había curso de acción factible. Según recuerda uno de los altos funcionarios presentes, Walt Rostow, asesor presidencial en asuntos de seguridad nacional, cerró la reunión con estas palabras: "Espero que entiendan señores, que lo que aquí hemos concluido, o más bien, no hemos podido concluir, hace inevitable la marcha futura delos hechos en Grecia" (18). Un informe de la CIA fechado el 23 de enero de 1967 había nombrado específicamente al grupo de Papadopoulos como organizador de un golpe, y fue al parecer uno de los informes debatidos en la reunión de febrero (19).
De los cinco oficiales que tomaron el poder en abril, se decía que cuatro estaban íntimamente conectados por la CIA o el ejército norteamericano en Grecia. El quinto había sido incorporado por ser el comandante de fuerzas blindadas (20). Georges Papadopoulos emergió como el líder de facto y tomó el título de primer ministro un poco más tarde. El comentario entre los veteranos de la misión militar de EE.UU. en Grecia era que Papadopoulos era "el primer agente de la CIA en convertirse en primer ministro de un país europeo". "Muchos griegos lo consideraban verdad", reportó Charles Foley en The Observer, de Londres (21). En el momento del golpe el militar griego llevaba ya 15 años en la nómina de la CIA (22). Una razón para el éxito de esta relación era el historial del coronel durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando los alemanes invadieron Grecia, Papadopoulos surgió como capitán en los batallones de seguridad nazis cuya principal tarea era rastrear a los combatientes de la resistencia griega (23). Era también un fervoroso creyente en el "nuevo orden" hitleriano, y su trayectoria en el poder no creó duda alguna acerca de esto. Foley escribe que cuando mencionó el pasado pro germánico del nuevo líder a un asesor militar norteamericano al que encontró en una fiesta en Atenas, éste le indicó que ello influía en la obediencia de Papadopoulos a los deseos de EE.UU.: "George sirve bien porque hay documentos en Washington que no le gustaría que saliesen a la luz", comentó sonriente (24).
Foley relata que bajo su gobierno "la intensa propaganda oficial presentó al comunismo como el único enemigo que Grecia había tenido y minimizó la ocupación alemana hasta el punto de que las atrocidades de los nazis aparecieron como si hubieran sido provocadas por los comunistas. Esta reescritura de la historia refleja la preocupación del dictador ante el peligro de que un día se lograra llenar el vacío en su biografía oficial" (25). Como parte de esto, los miembros de los batallones de seguridad se convirtieron en "héroes de la resistencia" (26).
Fue la tortura, sin embargo, la que marcó de manera más indeleble los siete años de pesadilla griega. James Becket, un fiscal norteamericano enviado a Grecia por Amnistía Internacional, escribió en diciembre de 1969 que “una estimación conservadora establecería en no menos de 2.000 las víctimas de la tortura” (27). Para Becket era una tarea odiosa hablar con algunas de las víctimas:
La delegación de Amnistía describió varios métodos de tortura comúnmente empleados. Entre ellos estaban:
Estas no eran las peores. La peor está descrita en muchos testimonios individuales, pero son demasiado largos para repetirlos aquí. (31).
La respuesta de la junta al primer informe de Amnistía fue declarar que estaba conformado por acusaciones provenientes del “comunismo internacional" y contratar a empresas de relaciones públicas en Nueva York y Londres para mejorar su imagen (32).
En 1969 la Comisión Europea de Derechos Humanos encontró a Grecia culpable de tortura, asesinato y otras violaciones. Por tales razones, y en particular por la abolición de la democracia parlamentaria efectuada por la junta, el Consejo de Europa —un cuerpo consultivo que controlaba a la Comisión, integrado por 18 países en aquel momento— se preparaba para expulsar a Grecia de su seno. El Consejo rechazo categóricamente el argumento griego de que sus acciones estaban motivadas por el peligro de caer en manos de los comunistas. Amnistía Internacional informó más tarde que EE.UU., aunque no era miembro del Consejo, realizó activas presiones diplomáticas sobre los integrantes para que no votasen por la expulsión (no obstante, mientras el Consejo estaba deliberando, el New York Times informó: “El [...] Departamento de Estado dijo hoy que Estados Unidos ha evitado con toda intención el tomar una posición en el tema de la continuación de la membresía griega en el Consejo de Europa”). Los miembros europeos, dijo Amnistía, creían que sólo EE.UU. tenía el poder de introducir cambios en Grecia, y a pesar de ello se limitaba a defender a la junta (33). Sobre el tema específico de la tortura. el informe de Amnistía concluía que “la política norteamericana sobre la cuestión de la tortura expresada en declaraciones y testimonios oficiales ha sido negarla donde es posible y minimizarla donde no lo es. Esta política emana naturalmente del apoyo general al régimen militar” (34). En vista de la situación enfrentada, Grecia se retiró del Consejo antes de ser expulsada.
En un mundo crecientemente hostil, el apoyo de la mayor superpotencia era esencial para la junta. Los dos gobiernos se beneficiaban mutuamente. El embajador norteamericano en Grecia, Henry Tasca, dijo: “Este es el grupo más anticomunista que se pueda encontrar. No hay lugar como Grecia que ofrezca estas facilidades, con el apoyo del tipo de gobierno que ustedes tienen aquí” (el reportero hizo notar que el “ustedes”, en lugar de “nosotros”, era la única nota falsa) (35). Las facilidades a que se refería el embajador eran las docenas de instalaciones militares estadounidenses, desde bases de misiles nucleares a importantes puestos de comunicación, que albergaban decenas de miles de norteamericanos en servicio. Estados Unidos a su vez proveía a la junta con equipamiento militar abundante, a pesar de un embargo oficialmente aprobado por el Congreso, al igual que suministraba a la policía griega el material requerido para mantener su rígido control.
En
un intento por terminar de manera formal el embargo, la administración
Nixon pidió a Papadopoulos que hiciera algún gesto de vuelta a la
constitucionalidad que pudiera ser esgrimido por la Casa Blanca en su
defensa. El primer ministro griego debía estar seguro, decía un
documento secreto de Washington, de que la administración aceptaría sin
reservas la simple proclamación de cualquier gesto en este sentido (36). El vicepresidente Spiro Agnew,
en una visita a la tierra de sus ancestros, se sintió llamado a exaltar
los “logros” del Gobierno griego y su “cooperación constante con las
necesidades y deseos de EE.UU.” (37). Una de las necesidades satisfechas que podía tener en mente era la
contribución hecha por la junta a la campana electoral Nixon-Agnew.
Aparte de cualquier otra consideración, se sospechaba que el dinero
había sido entregado a la junta por la CIA para encontrar así un camino
hasta Washington. Una investigación del Senado sobre el asunto fue bruscamente cancelada por petición directa de Henry Kissinger (38).
Quizás nada expresa mejor la naturaleza del vínculo que los griegos sentían con sus guardianes norteamericanos que la historia relacionada con el inspector jefe de la policía Basil Lambrou, uno de los torturadores mejor conocidos:
Amnistía
Internacional añade que algunos torturadores decían a sus víctimas
cosas como éstas: “La Comisión de Derechos Humanos no te puede ayudar
ahora”, “La Cruz Roja no puede hacer nada por ti”, “Dile todo lo que
quieras, no servirá de nada”. Según Amnistía, “los torturadores desde el inicio habían dicho que EE.UU. los apoyaba y eso era lo que importaba" (40).
En noviembre de 1973, las discrepancias en los círculos de poder internos de Grecia culminaron con la salida de Papadopoulos y su sustitución por el coronel Demetrios loannidis, comandante de la Policía Militar, torturador, graduado de cursos norteamericanos sobre técnicas antisubversivas, confidente de la CIA (41). loannidis nombró como primer ministro a un greco-norteamericano: Adamantios Androutsopoulos, quien había llegado a Grecia después de la Segunda Guerra Mundial como empleado oficial de la CIA, un hecho del que a menudo se vanagloriaba (42). Ocho meses más tarde, el régimen de loannidis derrocó al Gobierno de Chipre. Fue una mala jugada. Turquía invadió la isla y la repercusión en Atenas condujo a la entrega del poder de los militares a un gobierno civil. La pesadilla griega tocaba a su fin.
La complicidad norteamericana en el golpe de 1967 y sus consecuencias puede no llegara ser nunca conocida en su totalidad. En los juicios efectuados en 1975 a los miembros de la junta y los torturadores, muchos testigos hicieron referencia al papel de EE.UU. Esta puede haber sido la razón para que se planease hacer una investigación de este aspecto por separado por parte de la Corte de Apelaciones griega (43). Pero al parecer no se informó nunca de los resultados de la misma, si llegó a llevarse a cabo. Philip Deane, tras su regreso a Grecia varios meses después de la toma del poder por los civiles, escuchó a destacados políticos decir “para conservar las buenas relaciones con EE.UU., la evidencia de la complicidad de EE.UU. no se hará pública por completo" (44).
Andreas Papandreou había sido arrestado en el momento del golpe y guardó prisión por ocho meses. Poco después de su liberación, él y su esposa Margaret visitaron al embajador norteamericano Phillips Talbot, en Atenas. Papandreou relató lo siguiente: "Le pregunté si América podía haber intervenido la noche del golpe para impedir la muerte d ela democracia en Atenas. Negó que pudieran haber hecho algo. Entonces Margaret hizo una pregunta crítica: ¿Y si hubiera sido un golpe comunista o de izquierda? Talbot respondió sin dudar: Entonces habrían intervenido, por supuesto, y habrían aplastado el golpe" (45).
El golpe había ocurrido dos días antes del inicio de la campaña electoral nacional, que parecía presagiar el seguro regreso del veterano dirigente liberal Georges Papandreou al puesto de primer ministro. Papandreou había sido electo en febrero de 1964 en el único caso de mayoría directa de las elecciones griegas en la historia moderna. Las maquinaciones para destituirlo habían comenzado de inmediato, un esfuerzo conjunto de la corte real, los militares griegos y norteamericanos y la estación de la CIA.
Philip Deane (nombre literario de Gerassimos Gigantes) es griego, antiguo funcionario de la ONU que trabajó durante este periodo para el rey Constantino y también como enviado a Washington del gobierno de Papandreou. Ha escrito unas memorias personales de las sutilezas, y de las groserías, de la conspiración para minar al Gobierno y fortalecer la posición de los militares conspiradores, y sobre el poder desembozado que ejerció la CIA en su país (4). Vimos anteriormente que Grecia era vista casi como una propiedad para desarrollar según la conveniencia de EE.UU. [Nota editor del blog: se refiere al cap. 3: "Grecia. De 1947 hasta inicios de la década de 1950: de cuna de la democracia a estado cliente", que todavía no hemos reproducido en el blog]. Un episodio relatado por Deane ilustra el mantenimiento de esta actitud y, por tanto, la precariedad de la posición de Papandreou: durante una de las perennes disputas entre Grecia y Turquía acerca de Chipre, que tenía lugar ahora en el seno de la OTAN, el presidente Johnson citó al embajador griego para darle a conocer la “solución” de Washington. El embajador protestó que la misma sería inaceptable para el Parlamento griego y contraria a la Constitución.
Entonces escúcheme, cáguense en el Parlamento y en la Constitución [dijo el presidente de EE.UU.]. Somos un elefante y Chipre es una pulga: si estas dos pulgas siguen fastidiando al elefante, pueden acabar aplastadas por su trompa, bien aplastadas [...] Le damos a los griegos un buen montón de dólares, señor embajador; si su primer ministro me da una charla sobre democracia, parlamento y constituciones, él, su Parlamento y su Constitución pueden no durar mucho.“ (5)En julio de 1965, Papandreou fue finalmente depuesto mediante la prerrogativa real de sustituirlo. El rey tenía una coalición de diputados disidentes de la Unión del Centro (el partido de Papandreou) y otros derechistas a la espera de formar un nuevo gobierno. Un funcionario del Departamento de Estado reveló más tarde que el jefe de la estación de la CIA en Atenas, John Mary, había "trabajado a nombre del Palacio en 1965. Él ayudó al rey Constantino a comprar a los diputados de la Unión del Centro para poder derribar al gobierno de Georges Papandreou" (6). Durante cerca de dos años varios gabinetes de corta duración se sucedieron en el gobierno, hasta que ya no fue posible evadir la realización de elecciones según lo prescrito en la Constitución.
Lo que más preocupaba a los oponentes del ex primer ministro era su hijo, Andreas Papandreou, quien había sido el director del Departamento de Economía en la Universidad de Berkeley, California, y ministro de su padre, y era evidente que estaba destinado a un papel protagonistas en el nuevo Gobierno. Pero no se trataba en modo algunos de un radical. En EE.UU. había sido partidario activo de liberales moderados tan clásicos como Adlai Stevenson y Hubert Humphrey (7). Sus opiniones económicas eran “las del Nuevo Orden norteamericano”, escribió el columnista Marquis Childs en el Washington Post (8). Pero Andreas no ocultaba su deseo de sacar a Grecia de la Guerra Fría. Cuestionaba en público la pertenencia del país a la OTAN, o al menos el comportamiento de satélite estadounidense en esta organización. Se inclinaba a la apertura de relaciones con la URSS y otros países comunistas fronterizos y señalaba que los hinchados aparatos militar y de inteligencia de EE.UU. en Grecia comprometían la libertad de acción en la nación. También veía al ejército nacional como una amenaza para la democracia y deseaba depurarlo de sus altos oficiales más dictatoriales y monárquicos (9).
Sus ladridos eran más fuertes que su mordida, como se demostró cuando asumió años más tarde la presidencia (ni sacó a Grecia de la OTAN ni eliminó las bases norteamericanas en su territorio), pero en el Washington de Johnson, si usted no estaba de nuestro lado de manera incondicional y total, entonces estaba en contra nuestra. El presidente sentía que Andreas —que se había naturalizado como ciudadano norteamericano— había “traicionado a Norteamérica“. Decía:
“Le dimos al hijo de puta la ciudadanía, ¿no es asi? Era un norteamericano con todos los derechos y privilegios. Y le juró lealtad a la bandera. Y entonces entregó su ciudadanía y se volvió nuevamente un griego a secas. No se puede confiar en un hombre que rompe su juramento de lealtad a la bandera de Estados Unidos" (10).¿Qué podemos pensar entonces del hecho de que luego se informó que Andreas Papandreou había trabajado con la CIA a principios de los 60? (Él criticó la publicación del informe, pero no negó la acusación (11)). De ser cierto, esto no era incompatible con su condición de liberal, sobre todo en aquel tiempo. Sólo era incompatible con su compromiso con una Grecia independiente de la política exterior norteamericana, como aprendería más tarde.
En cuanto al padre, sus credenciales anticomunistas eran impecables, desde su época de primer ministro instalado por los británicos durante la guerra civil contra la izquierda en los años 1944 y 1945, pero también mostraba atisbos de independencia de la superpotencia occidental. Rehusó ceder a la presión de Johnson para lograr un compromiso con Turquía acerca de Chipre; aceptó una invitación para visitar Moscú y cuando su gobierno dijo estar dispuesto a aceptar ayuda soviética para la preparación de una posible guerra con Turquía, la Embajada norteamericana le exigió una explicación. Además, intentando curar las viejas heridas de la guerra civil, Papandreou comenzó a reintroducir ciertas libertades civiles y a readmitir en Grecia a algunos de los que habían luchado contra el Gobierno en aquella etapa (12).
Cuando Andreas asumió su cargo ministerial en 1964, quedó espantado al comprobar lo que se ha convertido en un hecho para todo estado tecno-industrial en el mundo: la existencia de un servicio de inteligencia fuera de control, un gobierno en la sombra más allá del poder de los dirigentes nominales de la nación. Esto, pensó él, era la causa de muchos de los obstáculos que el gabinete encontraba para llevar a cabo su política (13). Como ya vimos, el servicio de inteligencia griego, KYP, fue creado por la CIA durante la guerra civil, y cientos de sus oficiales fueron entrenados en EE.UU. Uno de ellos, Georges Papadopoulos, fue el jefe de la junta que tomó el poder en 1967. Andreas Papandreou descubrió que el KYP escuchaba de manera rutinaria todas las conversaciones ministeriales y entregaba la información a la CIA (muchas agencias occidentales entregaban de forma habitual información a la CIA acerca de sus gobiernos y ciudadanos, y en ocasiones han obtenido reciprocidad. La naturaleza de la mayor parte de esta información hubiera hecho que un ciudadano privado fuese acusado de traición si la hubiera dado a conocer a un gobierno extranjero). Como resultado de tal descubrimiento, el joven Papandreou despidió a los dos jefes principales del KYP y los reemplazó por oficiales de confianza. Al nuevo director se le ordenó proteger el gabinete contra todo tipo de espionaje. “Regresó pidiendo disculpas porque no podía hacerlo [recuerda Andreas]. Todo el equipamiento era norteamericano, controlado por la CIA, o por griegos bajo supervisión de la CIA. No había distinción alguna entre los dos servicios: duplicaban sus funciones en una relación complementaria. De hecho, eran una sola agencia” (14).
La orden de eliminar las escuchas electrónicas del gabinete hizo que el jefe delegado de la misión de la Embajada norteamericana, Norbert Anshutz (o Anschuetz) visitara a Andreas. Se trataba de un hombre que había estado vinculado con la ClA y exigió revocar la orden. Andreas ordenó al estadounidense que saliera de su oficina, lo que hizo, pero no sin antes alertar de que "habría consecuencias" (15). Papandreaou pidió entonces al nuevo director del KYP una búsqueda exhaustiva en su casa y oficina para eliminar dispositivos electrónicos de vigilancia. "No fue sino hasta mucho después que descubrimos que él simplemente colocó una nueva dotación de micrófonos. Vean pues que habíamos colocado a otro asalariado de los norteamericanos como nuestro hombre Nº 2", escribe Andreas (16). El intento de terminar con la práctica de que los fondos para el KYP fueran enviados a éste directamente por la CIA sin pasar antes por ningún ministerio griego, también fracasó, pero Andreas tuvo éxito en transferir al hombre que había servido como contacto entre las dos agencias por varios años. Era Papadopoulos. El cambio de posición parece haber significado poco más que una formalidad, si embargo la organización siguió subordinada a él; incluso luego, los "políticos opositores [griegos] que buscaban ser escuchados [o pagados] por James Potts, el jefe [delegado] de la estación de la CIA en Atenas antes del golpe, recibían a menudo como respuesta: Vean a George, él es mi muchacho" (17).
A mediados de febrero de 1967 se efectuó una reunión en la Casa Blanca, reportada por Marquis Childs, para analizar los informes de la CIA que "no dejaban dudas de que un golpe militar estaba elaborándose [...]. No podía haber sido un secreto. Desde 1947 el ejército griego y el grupo de ayuda norteamericano en Atenas han trabajado en el mismo equipo [...]. La cuestión solemne era si el golpe podía ser evitado mediante alguna sutil intervención política" y de esta forma preservar el gobierno parlamentario. Se decidió que "no había curso de acción factible. Según recuerda uno de los altos funcionarios presentes, Walt Rostow, asesor presidencial en asuntos de seguridad nacional, cerró la reunión con estas palabras: "Espero que entiendan señores, que lo que aquí hemos concluido, o más bien, no hemos podido concluir, hace inevitable la marcha futura delos hechos en Grecia" (18). Un informe de la CIA fechado el 23 de enero de 1967 había nombrado específicamente al grupo de Papadopoulos como organizador de un golpe, y fue al parecer uno de los informes debatidos en la reunión de febrero (19).
De los cinco oficiales que tomaron el poder en abril, se decía que cuatro estaban íntimamente conectados por la CIA o el ejército norteamericano en Grecia. El quinto había sido incorporado por ser el comandante de fuerzas blindadas (20). Georges Papadopoulos emergió como el líder de facto y tomó el título de primer ministro un poco más tarde. El comentario entre los veteranos de la misión militar de EE.UU. en Grecia era que Papadopoulos era "el primer agente de la CIA en convertirse en primer ministro de un país europeo". "Muchos griegos lo consideraban verdad", reportó Charles Foley en The Observer, de Londres (21). En el momento del golpe el militar griego llevaba ya 15 años en la nómina de la CIA (22). Una razón para el éxito de esta relación era el historial del coronel durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando los alemanes invadieron Grecia, Papadopoulos surgió como capitán en los batallones de seguridad nazis cuya principal tarea era rastrear a los combatientes de la resistencia griega (23). Era también un fervoroso creyente en el "nuevo orden" hitleriano, y su trayectoria en el poder no creó duda alguna acerca de esto. Foley escribe que cuando mencionó el pasado pro germánico del nuevo líder a un asesor militar norteamericano al que encontró en una fiesta en Atenas, éste le indicó que ello influía en la obediencia de Papadopoulos a los deseos de EE.UU.: "George sirve bien porque hay documentos en Washington que no le gustaría que saliesen a la luz", comentó sonriente (24).
Foley relata que bajo su gobierno "la intensa propaganda oficial presentó al comunismo como el único enemigo que Grecia había tenido y minimizó la ocupación alemana hasta el punto de que las atrocidades de los nazis aparecieron como si hubieran sido provocadas por los comunistas. Esta reescritura de la historia refleja la preocupación del dictador ante el peligro de que un día se lograra llenar el vacío en su biografía oficial" (25). Como parte de esto, los miembros de los batallones de seguridad se convirtieron en "héroes de la resistencia" (26).
Fue la tortura, sin embargo, la que marcó de manera más indeleble los siete años de pesadilla griega. James Becket, un fiscal norteamericano enviado a Grecia por Amnistía Internacional, escribió en diciembre de 1969 que “una estimación conservadora establecería en no menos de 2.000 las víctimas de la tortura” (27). Para Becket era una tarea odiosa hablar con algunas de las víctimas:
“Hay gente que ha sido torturada sin piedad simplemente por haberles encontrado una octavilla que critica al régimen. Brutalidad y crueldad por un lado, frustración e indefensión por el otro. Fueron torturados y no había nada que hacer. Era como escuchar a un amigo que tiene cáncer. ¿Qué alivio, qué palabra de consuelo puede dar alguien que no lo ha padecido? La tortura puede durar poco tiempo, pero la persona no volverá a ser la misma" (28).Becket informó que algunos torturadores habían dicho a los prisioneros que parte de su equipamiento había venido como ayuda militar estadounidense: uno de estos instrumentos era un látigo formado por un “cable doble grueso y blanco"; otro era conocido como "corona de hierro", que se apretaba más y más en torno a la cabeza o los oídos de la víctima“ (29).
La delegación de Amnistía describió varios métodos de tortura comúnmente empleados. Entre ellos estaban:
- a) Golpear las plantas de los pies con un tubo o un palo. Después de cuatro meses de esto, los pies de un prisionero estaban cubiertos con gruesas cicatrices. Otro había quedado inválido por la fractura de los huesos.
- b) Numerosos incidentes de tortura sexual: introduciendo dedos u objetos en la vagina y retorciéndolos y arañando con brutalidad; lo mismo se hacía con el ano, o se insertaba en el mismo una manguera y se bombeaba agua a muy alta presión.
- c) Técnicas de amordazamiento: la garganta es apretada de tal forma que se parte la tráquea, o se introduce a la fuerza en la garganta un trapo empapado en orina y, a veces, excremento.
- d) Arrancar el pelo de la cabeza y del pubis.
- e) Saltos sobre el estómago del prisionero.
- f) Extracción de las uñas de manos y pies. (30)
Estas no eran las peores. La peor está descrita en muchos testimonios individuales, pero son demasiado largos para repetirlos aquí. (31).
La respuesta de la junta al primer informe de Amnistía fue declarar que estaba conformado por acusaciones provenientes del “comunismo internacional" y contratar a empresas de relaciones públicas en Nueva York y Londres para mejorar su imagen (32).
En 1969 la Comisión Europea de Derechos Humanos encontró a Grecia culpable de tortura, asesinato y otras violaciones. Por tales razones, y en particular por la abolición de la democracia parlamentaria efectuada por la junta, el Consejo de Europa —un cuerpo consultivo que controlaba a la Comisión, integrado por 18 países en aquel momento— se preparaba para expulsar a Grecia de su seno. El Consejo rechazo categóricamente el argumento griego de que sus acciones estaban motivadas por el peligro de caer en manos de los comunistas. Amnistía Internacional informó más tarde que EE.UU., aunque no era miembro del Consejo, realizó activas presiones diplomáticas sobre los integrantes para que no votasen por la expulsión (no obstante, mientras el Consejo estaba deliberando, el New York Times informó: “El [...] Departamento de Estado dijo hoy que Estados Unidos ha evitado con toda intención el tomar una posición en el tema de la continuación de la membresía griega en el Consejo de Europa”). Los miembros europeos, dijo Amnistía, creían que sólo EE.UU. tenía el poder de introducir cambios en Grecia, y a pesar de ello se limitaba a defender a la junta (33). Sobre el tema específico de la tortura. el informe de Amnistía concluía que “la política norteamericana sobre la cuestión de la tortura expresada en declaraciones y testimonios oficiales ha sido negarla donde es posible y minimizarla donde no lo es. Esta política emana naturalmente del apoyo general al régimen militar” (34). En vista de la situación enfrentada, Grecia se retiró del Consejo antes de ser expulsada.
En un mundo crecientemente hostil, el apoyo de la mayor superpotencia era esencial para la junta. Los dos gobiernos se beneficiaban mutuamente. El embajador norteamericano en Grecia, Henry Tasca, dijo: “Este es el grupo más anticomunista que se pueda encontrar. No hay lugar como Grecia que ofrezca estas facilidades, con el apoyo del tipo de gobierno que ustedes tienen aquí” (el reportero hizo notar que el “ustedes”, en lugar de “nosotros”, era la única nota falsa) (35). Las facilidades a que se refería el embajador eran las docenas de instalaciones militares estadounidenses, desde bases de misiles nucleares a importantes puestos de comunicación, que albergaban decenas de miles de norteamericanos en servicio. Estados Unidos a su vez proveía a la junta con equipamiento militar abundante, a pesar de un embargo oficialmente aprobado por el Congreso, al igual que suministraba a la policía griega el material requerido para mantener su rígido control.
Spiro Agnew |
Quizás nada expresa mejor la naturaleza del vínculo que los griegos sentían con sus guardianes norteamericanos que la historia relacionada con el inspector jefe de la policía Basil Lambrou, uno de los torturadores mejor conocidos:
Cientos de prisioneros han escuchado el pequeño discurso del inspector Basil Lambrou, sentado en su escritorio que muestra la mano cerrada roja, blanca y azul que simboliza la ayuda norteamericana. Trata de mostrar al prisionero la completa inutilidad de hacer resistencia: “Usted se pone en ridículo al pensar que puede hacer algo. El mundo se divide en dos; están de un lado los comunistas y de este lado el mundo libre. Rusos y norteamericanos, nadie más. ¿Qué somos nosotros? Norteamericanos. Detrás de mi está el gobierno, detrás del gobierno está la OTAN, detrás de la OTAN está EE.UU. Ustedes no pueden enfrentarnos, somos norteamericanos" (39).
Basil Lambrou, policía torturador. |
En noviembre de 1973, las discrepancias en los círculos de poder internos de Grecia culminaron con la salida de Papadopoulos y su sustitución por el coronel Demetrios loannidis, comandante de la Policía Militar, torturador, graduado de cursos norteamericanos sobre técnicas antisubversivas, confidente de la CIA (41). loannidis nombró como primer ministro a un greco-norteamericano: Adamantios Androutsopoulos, quien había llegado a Grecia después de la Segunda Guerra Mundial como empleado oficial de la CIA, un hecho del que a menudo se vanagloriaba (42). Ocho meses más tarde, el régimen de loannidis derrocó al Gobierno de Chipre. Fue una mala jugada. Turquía invadió la isla y la repercusión en Atenas condujo a la entrega del poder de los militares a un gobierno civil. La pesadilla griega tocaba a su fin.
La complicidad norteamericana en el golpe de 1967 y sus consecuencias puede no llegara ser nunca conocida en su totalidad. En los juicios efectuados en 1975 a los miembros de la junta y los torturadores, muchos testigos hicieron referencia al papel de EE.UU. Esta puede haber sido la razón para que se planease hacer una investigación de este aspecto por separado por parte de la Corte de Apelaciones griega (43). Pero al parecer no se informó nunca de los resultados de la misma, si llegó a llevarse a cabo. Philip Deane, tras su regreso a Grecia varios meses después de la toma del poder por los civiles, escuchó a destacados políticos decir “para conservar las buenas relaciones con EE.UU., la evidencia de la complicidad de EE.UU. no se hará pública por completo" (44).
Andreas Papandreou había sido arrestado en el momento del golpe y guardó prisión por ocho meses. Poco después de su liberación, él y su esposa Margaret visitaron al embajador norteamericano Phillips Talbot, en Atenas. Papandreou relató lo siguiente: "Le pregunté si América podía haber intervenido la noche del golpe para impedir la muerte d ela democracia en Atenas. Negó que pudieran haber hecho algo. Entonces Margaret hizo una pregunta crítica: ¿Y si hubiera sido un golpe comunista o de izquierda? Talbot respondió sin dudar: Entonces habrían intervenido, por supuesto, y habrían aplastado el golpe" (45).
William Blum
Fuente de esta transcripción: blog del viejo topo
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Notas del capítulo
(1) The Observer, Londres, 1 de julio de 1973, artículo de Charles Foley.
(2) Sobre las acciones de la junta ver James Becket: Barbarism in Greece. New York, 1970, p. 1; Bernard Nossiter: “Saving Greece’ from the Greeks”, en New Republic, Washington, 20 de mayo de 1967, p. 10; The Nation, New York, 22 de mayo de 1967, p. 644.
(3) Becket, p. 90.
(4) Philip Deane: I Should Have Died. Atheneum, New York, 1977, pp. 92-124, integrado por conversaciones con griegos y norteamericanos que estuvieron dentro de la conspiración o cercanos a ella, y por referencias a testimonios de los juicios efectuados a los miembros de la junta y los torturadores en 1975.
(5) Ibid, pp. 113-114.
(6) New York Times, 2 de agosto de 1974, p. 3; ver también Newsweek, 12 de agosto de 1974, p. 36, acerca de las maniobras de la CIA para comprar votos y políticos antes del golpe.
(7) Stephen Rousseas: “The Deadlock in Greece”, en The Nation, New York, 27 de marzo de 1967, p. 392.
(8) Washington Post, 15 de mayo de 1967, p. A18.
(9) Sobre las ideas políticas de Andreas Papandreou ver Nossiter, p. 9; Deane, p. 116; Lawrence Stern: The Wrong Horse: The Politics of intervention and the Failure of American Diplomacy, NY Times Books, New York, 1977, pp. 20-30.
(10) Deane, pp. 116-117.
(11) New York Times, 2 de agosto de 1974, p. 3; 3 de agosto, p. 4.
(12) Sobre George Papandreou: Rousseas, pp.390-391; Nossiter, p. 9; Deane, p. 115.
(13) The Observer, artículo citado.
(14) Ib¡d.; ver también Deane, p. 96.
(15) Deane, p. 96, cita a Andreas Papandreou como fuente. Julius Mader: Who’s Who in CIA. RDA, 1968, señala que Anscuetz sirvió en el Servicio de Inteligencia Militar de EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial y se unió a la CIA en 1950; no obstante, este libro no ha demostrado ser fiable en su totalidad.
(16) The Observer, articulo citado.
(17) Ibid; Deane, p. 96; Becket, p. 13.
(18) Washington Post, 15 de mayo de 1967, p. A18.
(19) Stern, pp. 42-43.
(20) The Observer, artículo citado.
(21) Ibid.
(22) New York Times, 2 de agosto de 1974, p. 1; Deane, p. 96.
(23) The Observer, artículo citado; Deane, p. 126.
(24) The Observer, artículo citado.
(25) Ibid.
(26) Becket, p. 8.
(27) Ibid., p. 10.
(28) Ibid., p. XI.
(29) Ibid., p. 15.
(30) Ibid., p. 91.
(31) Ver Becket, pp. 18-85; Deane, pp, 128-133; Amnistía internacional: Torture in Greece: The First Torturers Trial in 1975. Londres, 1977, passim.
(32) Becket, pp. 4 y 115.
(33) Amnistia Internacional: Report on Torture. Londres, 1973, pp. 93-94; ver también Deane, p. 119 para evidencias de la naturaleza fraudulenta de la supuesta amenaza comunista esgrimida por la junta; acerca de la declaración del Departamento de Estado de EE.UU. ver New York Times, 11 de diciembre de 1969.
(34) Report on Torture, p. 77; ver pp. 88, 89, 95 y 98 para ejemplos de los planteamientos de Amnistia.
(35) The Observer, articulo citado.
(36) Seymour Hersh: Kissinger: The Price of Power. New York, 1983, p. 140.
(37) The Observer, articulo citado. ' -
(38) Hersh, pp. 137-138, 648; Los Angeles Times, lro‘ de agosto de 1990, p. 5.
(39) Becket, p. 16, ver también p. 127.
(40) Report on Torture, p. 96.
(41) Deane, p. 134; New York Times, 2 de agosto de 1974, p. 1.
(42) Deane, p. 134.
(43) New York Times, 7 de septiembre de 1975, p. 6.
(44) Deane, p. 125.
(45) Andreas Papandreou: Democracy at Gunpoint: The Greek Front. New York, 1970, p. 294.
(2) Sobre las acciones de la junta ver James Becket: Barbarism in Greece. New York, 1970, p. 1; Bernard Nossiter: “Saving Greece’ from the Greeks”, en New Republic, Washington, 20 de mayo de 1967, p. 10; The Nation, New York, 22 de mayo de 1967, p. 644.
(3) Becket, p. 90.
(4) Philip Deane: I Should Have Died. Atheneum, New York, 1977, pp. 92-124, integrado por conversaciones con griegos y norteamericanos que estuvieron dentro de la conspiración o cercanos a ella, y por referencias a testimonios de los juicios efectuados a los miembros de la junta y los torturadores en 1975.
(5) Ibid, pp. 113-114.
(6) New York Times, 2 de agosto de 1974, p. 3; ver también Newsweek, 12 de agosto de 1974, p. 36, acerca de las maniobras de la CIA para comprar votos y políticos antes del golpe.
(7) Stephen Rousseas: “The Deadlock in Greece”, en The Nation, New York, 27 de marzo de 1967, p. 392.
(8) Washington Post, 15 de mayo de 1967, p. A18.
(9) Sobre las ideas políticas de Andreas Papandreou ver Nossiter, p. 9; Deane, p. 116; Lawrence Stern: The Wrong Horse: The Politics of intervention and the Failure of American Diplomacy, NY Times Books, New York, 1977, pp. 20-30.
(10) Deane, pp. 116-117.
(11) New York Times, 2 de agosto de 1974, p. 3; 3 de agosto, p. 4.
(12) Sobre George Papandreou: Rousseas, pp.390-391; Nossiter, p. 9; Deane, p. 115.
(13) The Observer, artículo citado.
(14) Ib¡d.; ver también Deane, p. 96.
(15) Deane, p. 96, cita a Andreas Papandreou como fuente. Julius Mader: Who’s Who in CIA. RDA, 1968, señala que Anscuetz sirvió en el Servicio de Inteligencia Militar de EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial y se unió a la CIA en 1950; no obstante, este libro no ha demostrado ser fiable en su totalidad.
(16) The Observer, articulo citado.
(17) Ibid; Deane, p. 96; Becket, p. 13.
(18) Washington Post, 15 de mayo de 1967, p. A18.
(19) Stern, pp. 42-43.
(20) The Observer, artículo citado.
(21) Ibid.
(22) New York Times, 2 de agosto de 1974, p. 1; Deane, p. 96.
(23) The Observer, artículo citado; Deane, p. 126.
(24) The Observer, artículo citado.
(25) Ibid.
(26) Becket, p. 8.
(27) Ibid., p. 10.
(28) Ibid., p. XI.
(29) Ibid., p. 15.
(30) Ibid., p. 91.
(31) Ver Becket, pp. 18-85; Deane, pp, 128-133; Amnistía internacional: Torture in Greece: The First Torturers Trial in 1975. Londres, 1977, passim.
(32) Becket, pp. 4 y 115.
(33) Amnistia Internacional: Report on Torture. Londres, 1973, pp. 93-94; ver también Deane, p. 119 para evidencias de la naturaleza fraudulenta de la supuesta amenaza comunista esgrimida por la junta; acerca de la declaración del Departamento de Estado de EE.UU. ver New York Times, 11 de diciembre de 1969.
(34) Report on Torture, p. 77; ver pp. 88, 89, 95 y 98 para ejemplos de los planteamientos de Amnistia.
(35) The Observer, articulo citado.
(36) Seymour Hersh: Kissinger: The Price of Power. New York, 1983, p. 140.
(37) The Observer, articulo citado. ' -
(38) Hersh, pp. 137-138, 648; Los Angeles Times, lro‘ de agosto de 1990, p. 5.
(39) Becket, p. 16, ver también p. 127.
(40) Report on Torture, p. 96.
(41) Deane, p. 134; New York Times, 2 de agosto de 1974, p. 1.
(42) Deane, p. 134.
(43) New York Times, 7 de septiembre de 1975, p. 6.
(44) Deane, p. 125.
(45) Andreas Papandreou: Democracy at Gunpoint: The Greek Front. New York, 1970, p. 294.
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