El “cuando” del “colapso” europeo
Olivier Blanchard, que fue hasta hace unos meses el economista jefe del FMI y uno de los hombres que justificó la austeridad para Portugal y la zona euro, ahora parece haberse arrepentido y busca soluciones fuera de la normativa austeritaria: su propuesta, al menos para Japón, es un incremento del 5 al 10% de los salarios, para impulsar la demanda y tratar de evitar la recesión. Buena idea, que podría pensarse también para Europa.
Los Estados Unidos, cuyas autoridades aplican desde hace mucho tiempo una política expansiva -no en los salarios como ha sugerido Blanchard, pero si, al menos, favoreciendo la recuperación de la demanda agregada a través de la inversión y el consumo público-, han conseguido algún efecto, aunque pequeño: ocho años de tasa de interés cerca de cero y la compra de activos por valor de 3.800 millones de dólares por la Reserva Federal. El resultado fue un crecimiento anual promedio del 2% y una reducción del desempleo, pero las condiciones son diferentes de todas las otras economías (y monedas) y el precio fue inmenso. La consecuencia más amenazante de esas tasas de interés muy bajas y el pago de rescates bancarios: la reactivación de los mercados de riesgo, la inflación de los activos financieros. Volvemos siempre a lo mismo.
En Europa, el problema es aún más difícil. La austeridad empeoró la recesión, era su función, y también dio lugar a la deflación, que ni se esperaba ni se quería. Pero al mismo tiempo, aumento la deuda pública, que paso en la zona euro, desde la recesión de las subprime hasta la fecha (2008-2015), del 66% del PIB al 93% (también aumentó del 64% al 104% en los EE.UU., y en Japón del 176% al 237%). Y la deuda privada se disparó en la misma dirección. El crecimiento desmesurado de la deuda afecta aún más a la respuesta que los gobiernos deberían promover, la recuperación de la inversión, y conduce al peor de los errores, la venta de activos, es decir, la privatización.
Sin embargo, la respuesta de emergencia se está agotando, ya que ha dejado de tener efecto y Draghi lo sabe: ¿quién va a decidir una inversión, porque le ofrezcan una tasa de interés del 0,00% en vez del 0,01%? La inversión no realizada es la inversión que seguirá sin hacerse y, sin embargo, la inyección de liquidez del BCE tiene una implicación perversa que conoce perfectamente: el dinero no entra en la producción y, por tanto, va a los mercados financieros, eleva el valor de las acciones (lo que tiene un efecto riqueza que exacerba la desigualdad social, ya que son los de arriba los que tienen los activos financieros, no los de abajo) y por lo tanto inflán una nueva burbuja. Pero cada burbuja es una crisis, es ley de la vida.
¿Estamos al borde del abismo, como advierte un banco normalmente tan circunspecto como Credit Suisse? Lo que es seguro es que los bancos se ven afectados. Algunos escondieron en sus cuentas todo lo que compraron a precios errados o artificialmente sobrevalorizados, otros se ven simplemente presionados por la deflación y la reducción de los márgenes y por lo tanto de sus beneficios.
Otros sufren dificultades específicas: el Santander y el BBVA, los dos mayores bancos españoles, son los menos capitalizados de Europa y están expuestos a problemas previsibles (el Santander obtiene un 20% de sus beneficios en Brasil y el BBVA posee el mayor banco de México, Bancomer, y obtiene el 40% de sus beneficios de los mercados emergentes, que ahora están en crisis). Se entiende así por qué el Santander celebró con tanto entusiasmo lo que a su escala no es sino una pequeña operación, la compra de Banif – con una ganancia del 190% en 11 días, qué buena falta le hace. Sin embargo, no es con operaciones de esta dimensión como podrán salir del atolladero.
Deutsche Bank, uno de los mayores bancos europeos, que registró una pérdida de más de 5 mil millones el año pasado, va a vender Postbank, una de sus unidades, que es un importante banco minorista en Alemania. La exposición de la casa madre al mercado de derivados es, en valor nocional, quince veces el total de las economías de la zona euro. En otras palabras, una pequeña pérdida sería suficiente para poner en peligro al banco.
Es decir, la política de dinero barato ya no es suficiente para evitar un estancamiento; la deflación exacerba los riesgos y en especial el de recesión; falta inversión y falta consumo, tenemos una crisis de la demanda agregada; el sistema financiero absorbe la liquidez inyectada por los bancos centrales, en particular el BCE, y aumenta el precio de los bonos, inflando una burbuja especulativa; la banca está abrumada por los márgenes de beneficios tan reducidos, lo que complica aún más la deflación, y eso alienta las fusiones y las operaciones de riesgo; las presiones de la deuda y las dificultades de algunos agentes financieros se combinan para provocar nuevas presiones a favor de las privatizaciones que aseguren beneficios que protegen a sus propietarios.
El “cuando” de la crisis está escrito en estas piedras. No hay una respuesta a estos elementos de crisis o, peor aún, todas estas respuestas están exacerbando la crisis.
catedrático
de economía de la Universidad de Lisboa, ex parlamentario y miembro del
Bloco de Esquerda, actualmente es Consejero de Estado.
Público (Portugal), 16 de marzo 2016
Traducción:G. Buster
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