Guerra, economía y política
José Luis Rodríguez
Cuba Debate
I
Con posterioridad al derrumbe del socialismo en Europa se proclamó el
fin de la guerra fría y al mismo tiempo se anticipó el fin de la
historia suponiendo –según Francis Fukuyama- que el capitalismo
permanecería como sistema social único para el desarrollo de la
humanidad.
Sin embargo, han pasado ya 25 años y las
recetas para el progreso del capitalismo neoliberal consideradas
preponderantemente entonces, han perdido el efímero brillo que lograron
ostentar y la crisis más intensa luego de la Gran Depresión de los años
treinta no da señales de haberse superado. Por otro lado la potencial
confrontación militar y la carrera armamentista que primaron durante la
guerra fría han reaparecido otra vez.
Un elemento
básico para comprender los cambios que se producen en estos años está en
las modificaciones que globalmente han ocurrido en la economía mundial a
partir de la desaparición del socialismo como sistema en Europa entre
1989 y 1991. Este catastrófico proceso conllevó una cruenta transición
al capitalismo dependiente mediante la aplicación del recetario
neoliberal más ortodoxo en las economías de la antigua URSS y las ocho
Repúblicas Populares de Europa oriental,[1] que cubrían un enorme
territorio con más de 400 millones de habitantes.[2]
En
esta nueva fase de la historia contemporánea la dinámica de crecimiento
mundial se alteró producto de la incorporación a la órbita de la
competencia capitalista de 28 estados económicamente subordinados en
diverso grado a la Unión Europea y Estados Unidos.[3]
Por
otro lado la emergencia de China introdujo un potente competidor en el
mercado mundial desafiando especialmente la hegemonía económica de
Estados Unidos. Finalmente, la propia hegemonía disputada, unida a
avances sin precedentes en las tecnologías de la comunicación y la
automatización de los procesos productivos y de servicios, brindaron la
posibilidad de acelerar la rotación del capital y el crecimiento de las
ganancias a partir de la esfera de la circulación, mediante la
financierización de la economía global.
Sin embargo,
la especulación financiera divorciada completamente de la economía
real, basada en los postulados del neoliberalismo que se aplicó sin
cortapisas a partir de los años 90, produjo el estallido de crisis más
profundas y severas en el proceso de reproducción del capitalismo como
sistema, lo que exacerbó los enfrentamientos entre los diferentes
actores económicos, con un claro reflejo también en la geopolítica
mundial.
Este proceso de agudización de los
enfrentamientos ha transitado durante los últimos años por la sucesión
de diferentes fases que sintetizan la base de los mismos en los planos
económico, político, ideológico y militar.[4] De este modo: • Estalla
una gran crisis económica global en 2008-09 que se inicia como crisis
financiera ya en los años 90 y que se manifiesta multilateralmente ahora
–además de la caída del PIB- como crisis alimentaria, energética,
social y medioambiental, extendiéndose en el tiempo a través de una
depresión crónica que se mantiene hasta hoy. • El salto hacia formas de
valorización del capital más avanzadas y rentables que chocan con las
formas anteriores dando lugar a gigantescos procesos de concentración y
centralización del capital. • La emergencia de nuevos actores y el
desarrollo de la multipolaridad empieza a cobrar forma, como es el caso
de los BRICS a partir de 2008. • Se manifiesta la existencia de una
crisis de hegemonía y lucha en el plano ideológico dentro del propio
sistema capitalista. • Es evidente la crisis de la estructura clásica de
Estado-Nación. • Se generaliza el enfrentamiento de los diferentes
actores económicos y políticos mediante el uso de nuevos instrumentos de
lucha por el poder, que van desde el soft power, hasta diversas
manifestaciones de la guerra no convencional. • Aparecen nuevos procesos
revolucionarios en la periferia que se enfrentan al sistema de
dominación de Estados Unidos y la UE y reivindican la opción de un
socialismo posible frente al neoliberalismo, tal y como se aprecia en el
caso de América Latina durante los últimos 15 años en Venezuela (1999),
Bolivia (2006), Ecuador (2007). Igualmente surgen gobiernos reformistas
en Brasil y Argentina que se mueven en un grupo de aspectos fuera de
las tendencias tradicionales de los gobiernos subordinados completamente
al capitalismo transnacional. De tal forma, durante los últimos años el
mundo ha venido enfrentando un conjunto de transformaciones económicas
que tienen un fuerte impacto sobre las tendencias de desarrollo para el
presente y el futuro inmediato de la humanidad. Una visión resumida
–aunque incompleta- de esas transformaciones cubre, aun así, una amplia
gama de aspectos.
* A pesar de las enormes
contradicciones que engendra, pero alentado por las elevadas ganancias
que genera, continúa desarrollándose el fenómeno de la financierización
de la economía mundial y se incrementa el potencial de nuevas crisis
económicas globales con recaídas graves como ha ocurrido en el caso de
la Unión Europea.
* Se acelera el agotamiento del
modelo económico capitalista basado en el crecimiento de la demanda de
los países capitalistas desarrollados y se observa la transición hacia
el aumento de la demanda de los países subdesarrollados y emergentes,
especialmente en los segmentos de menores ingresos –que se alejan en
alguna medida de sus posiciones más precarias- y también de la clase
media.
* Está ocurriendo –al menos hasta el 2014-
una diseminación del poder económico hacia un mundo más multipolar con
un desplazamiento de los procesos más dinámicos de crecimiento desde los
países capitalistas desarrollados hacia los países subdesarrollados y
emergentes.
* Producto de las transformaciones
económicas que tienen lugar, se han incrementado los cambios en la
geopolítica internacional incluyendo el incremento del nacionalismo, el
crecimiento de la desigualdad económica entre países y regiones, el
debilitamiento de la gobernanza internacional, el incremento de la
inestabilidad regional y el aumento del potencial de conflictos internos
y externos.
* Igualmente se manifiestan cambios en
la dinámica sociopolítica interna de los países, lo que ha impactado en
la contracción del rol que desempeña el estado, unido a las
transformaciones en la dinámica demográfica, incluyendo la disminución
de la pobreza absoluta y el aumento de la desigualdad.
*
Se mantiene un crecimiento desigual de la población del planeta, que
contrasta con la presencia igualmente desigual de recursos escasos en lo
referido a energía, agua y alimentos. Lo anterior unido a los
conflictos que surgen por el dominio de esos recursos, impulsa una nueva
ola migratoria hacia los países de mayores ingresos, que tienden a
rechazar la entrada de los migrantes ante la recesión o estancamiento
que enfrentan.
* Se agravan los efectos del cambio
climático y el deterioro medioambiental producto de acciones del hombre
frente a la naturaleza.
• Existen elementos que
apuntan a un mayor impacto y diseminación de la tecnología, incluyendo
una Tercera Revolución Industrial, pero sus frutos se concentran solo en
una parte de la sociedad.
El agravamiento de los
desequilibrios y las contradicciones en la economía globalizada se
aprecia claramente cuando se revisan las tasas de crecimiento de los
últimos 20 años en los diferentes escenarios de la economía mundial.[5]
En
efecto, si se examina la evolución de estos escenarios en los últimos
20 años se aprecia que el ciclo de crecimiento más elevado se logró de
1997 a 2006, cuando el mundo creció a un ritmo medio del 4% anual, que
disminuye a 3,5% entre 2007 y 2015, pero –además- con un desempeño
notablemente distinto de los diferentes grupos de actores a nivel de
países y regiones del mundo. De este modo en ese total los países
capitalistas desarrollados bajaron su ritmo de incremento del PIB de 2,8
a 1,8%, con una situación crítica de la eurozona que desciende de 2,3 a
0,8% y Japón que continua reflejando un estancamiento que dura ya más
de 20 años con tasas de 0,9 y 0,4%, mientras que EEUU también desciende
en sus ritmos de crecimiento de 3,3 a 1,3%, lo que representa una
notable desaceleración que apunta a la disminución de su poderío
económico, aunque sigue ocupando el primer lugar en el mundo.
Por
otro lado las economías emergentes y los países en desarrollo
incrementaron su nivel de crecimiento de 5,4 a 5,6%, con el mayor avance
en Asia que eleva su desempeño de 7,1 a 7,9% promedio anual y en ese
ámbito destaca China que se mantiene creciendo entre 9,4 y 9,2%
anualmente hasta 2015, así como la India que pasó de un ritmo de
incremento de 6,6% en su PIB a 7,3% en el período analizado. De otro
lado, ocurre una significativa desaceleración en Rusia que desciende de
un 5 a un 1,9%, la CEI que baja de 5,5 a 2,3% y Europa Oriental que pasa
de 4,1 a 2,9%, lo que refleja en estos casos las limitaciones que
enfrenta el capitalismo de segundo orden que emergió hace 25 años en el
antiguo campo socialista europeo.
En el resto del
Tercer Mundo se evidencia el estancamiento en el crecimiento de América
Latina, cuyo desempeño baja de 3,1 a 2,9% anualmente, con una clara
expresión en el caso de Brasil, donde el incremento del PIB solo
promedia sobre 2,7% en los últimos 20 años. Por su parte Africa del
Norte y Medio Oriente aminora su ritmo de 4,8 a 4% y Africa Subsahariana
eleva su ritmo de 5 a 5,3%.
Desde luego, los
mejores ritmos de crecimiento del PIB alcanzados no representan
–necesariamente- una transformación globalmente favorable en cada caso
dado que en ello inciden múltiples factores, incluyendo los de tipo
social, lo que puede apreciarse si se toma en cuenta que en las regiones
que mayores ritmo de crecimiento han alcanzado en estos años –Asia y
África Subsahariana- se sigue concentrando la mayor población pobre del
planeta.
Adicionalmente se constata que, si bien la
pobreza absoluta se ha reducido en los últimos 25 años de manera notable
al pasar de un 43% de la población mundial a un rango de entre 10 y 16%
de la misma, la desigualdad se ha elevado también de forma
significativa. Así por ejemplo, a fines de los años noventa el 25% de la
población mundial percibía el 7% de la renta, en tanto que la renta
captada por el 1% más rico era similar a la del 57% de la población de
menores ingresos. Otros datos más recientes muestran que el 10% de la
población mundial posee el 86% de los recursos del planeta, mientras que
el 70% más pobre ─más de 3.000 millones de adultos─ solo cuenta con el
3%.[6]
Por otro lado, a partir de 2014 se introdujo
el factor de desigualdad en el Índice de Desarrollo Humano (IDH)
calculado por el PNUD, el cual mide la desviación que se produce por la
desigualdad en los indicadores de salud, educación e ingresos que
componen el IDH y expresa las pérdidas como porcentaje del IDH. En el
Human Development Report 2015,[7] se aprecia que a nivel mundial el IDH
se deteriora un 22,8% producto de la desigualdad, con un máximo de
deterioro en África Subsahariana de 33,3% y un promedio de 25,7% en los
países en desarrollo.
Todas estas tendencias
repercuten en el equilibrio del poder mundial al interior de cada país y
en el ámbito internacional y se manifiestan en la posición que asumen
los estados para preservar su poder, especialmente en lo relativo a su
poderío militar.
II[8]
El
poderío militar de cada país pasa a jugar un papel preponderante en
momentos de crisis. La situación actual no es la excepción, aunque la
misma se matiza cuando se considera en el análisis que ese poderío se
sustenta en los recursos económicos disponibles para su desarrollo, por
lo que el estudio de cómo ha evolucionado el gasto militar brinda en
principio una visión bastante clara del potencial bélico alcanzado y
–por tanto- la posibilidad de su empleo a corto y mediano plazo.
Históricamente
la evolución del gasto militar en el mundo alcanzó un importante
crecimiento después que concluyó la Segunda Guerra Mundial. En efecto,
durante la llamada guerra fría –que enfrentó al campo socialista con las
principales potencias del mundo capitalista- se produjo una carrera
armamentista que llevó a que estos gastos se multiplicaran por 2,3
veces, alcanzando el 5,7% del PIB mundial en 1987.
Sin
embargo, la forma en que crecieron los gastos militares no fue igual
para todos los países y grupos de países. Así en las naciones
desarrolladas las erogaciones se multiplicaron por 2,1 veces, pero entre
los países subdesarrollados estas crecieron 5,1 veces debido
–básicamente- a la existencia de múltiples conflictos regionales con
base en las estructuras coloniales heredadas, así como en problemas
étnicos y religiosos.[9]
Con la desaparición del
socialismo en Europa Oriental y la URSS, los gastos bélicos bajaron a un
2,4% del PIB mundial durante los años 90, pero a partir del año 2000
volvieron a incrementarse, primero bajo la bandera de lucha contra el
narcotráfico, y después del 11 de septiembre del 2001 como parte de la
lucha contra el terrorismo, que llevaría primero a la invasión de
Afganistán (2001) y después a Irak (2003), continuando con la
intervención en Libia (2011) más recientemente, así como a las
intervenciones militares indirectas y las guerras no convencionales en
Siria, Líbano e Iraq (desde 2012) y en Ucrania desde el 2014.
En
esta etapa se produjo paralelamente la reconstitución gradual del
poderío militar de Rusia y China, acompañado este último de una
significativa elevación de los gastos militares y también el sostenido
crecimiento de estas erogaciones en diversos focos de tensión en países
del Tercer Mundo.
De este modo, un volumen similar a
los gastos totales del máximo nivel de la guerra fría se alcanzó
nuevamente en el 2008 y a partir de entonces continuó su crecimiento
hasta el 2011.
En síntesis puede apreciarse que los
gastos militares totales crecieron un 7,5% desde 1988 hasta el 2011,[10]
pero también la dinámica por grupos de países fue diferente, ya que en
los países desarrollados las erogaciones bajaron un 13,2%, en tanto que
los países subdesarrollados crecieron 2,2 veces, cubriendo un 31,4% del
total y dando continuidad a la tendencia al aumento observada a partir
de los años 70.
No obstante, aunque los gastos
militares globalmente continuaron creciendo hasta el 2011, esta
tendencia general sufrió algunos impactos con la crisis que estalló en
el 2008, cuyo efecto acumulado se refleja en una reducción global de los
gastos de un 1,9% hasta el 2014, aunque si se calculan a precios
corrientes, estos gastos aumentaron un 1,5% en el período.
También
en este sentido vale la pena apuntar que el carácter de gasto
compensatorio que se atribuyó a las erogaciones militares a la luz de
las doctrinas económicas keynesianas de postguerra, prácticamente
desapareció en los últimos años lo que se evidencia en el caso de
Estados Unidos, que entre el 2000 y el 2011 aumentó sus gastos militares
en un 52%, mientras que el PIB lo hizo en sólo un 21%.[11]
De
este modo, en el 2014 los gastos militares totales llegaron -a precios
constantes de 2011- a un billón 711 mil millones de dólares, frente a un
billón 744 mil millones en el 2011. Calculados a precios corrientes
estas cifran serían un billón 776 mil millones en el 2014, frente a un
billón 750 mil millones en el 2011.
Visto por las
diferentes regiones del mundo, si se toman en cuenta las variaciones
entre 2005 y 2014, África aumentó los gastos un 91%; Asia y Oceanía un
62%; Medio Oriente un 57%; mientras que Europa crecía un 6,6% y América
un 4% solamente.[12]
Al examinar los gastos militares en su evolución se puede apreciar que en su disminución confluyen diferentes factores:
•
Existe una mayor intensidad tecnológica en la producción de armamentos
que permite una reducción del personal activamente vinculado a su
producción y también en las fuerzas armadas, que pasan a operar con
tecnologías más sofisticadas, aunque no necesariamente más baratas.
•
La extensión de la crisis que estalló en 2008-2009 ha forzado la
reducción del gasto militar por el déficit de recursos que ha provocado
en un grupo de los países más desarrollados.
• Se ha extendido la utilización de nuevos métodos para el ejercicio del poder por vías no convencionales.
En
este último aspecto se ha señalado que se ha transitado de la guerra
fría a la guerra gris como una forma de guerra no convencional, que
tiene como características desestabilizar a un régimen político;
utilizar a los elementos locales para ese fin; no se maneja la presencia
de tropas del agresor en el país objetivo; se trata de operaciones de
larga duración que demandan una preparación extensiva; requiere una
intensa cooperación de diferentes agencias del país agresor; y se emplea
la guerra política ampliamente para movilizar, neutralizar o integrar
individuos en las tareas de desestabilización.[13]
Para
evaluar los aspectos de mayor importancia, que inciden en las
tendencias geopolíticas de más peso, será preciso evaluar el papel de
los elementos militares que aseguran fundamentalmente el ejercicio del
poder en el mundo, tomando como base para el análisis los casos de
Estados Unidos, China y Rusia en los últimos años.
La
estrategia militar de Estados Unidos emitida en junio del pasado
año[14]se basa en la presunción de la excepcionalidad de Norteamérica
como el estado más poderoso del mundo en su papel de garante de la paz y
la seguridad en el planeta, destacándose sobre todo por el peso que se
otorga a la guerra no convencional, especialmente en el manejo de los
conflictos híbridos, el uso de fuerzas de los países aliados en las
operaciones militares globales y por el re-balanceamiento del teatro de
operaciones militares Asia-Pacífico –enfilado particularmente contra
China y en menor medida contra la RPD de Corea-, unido al compromiso con
la OTAN en Europa –especialmente para la contención militar de Rusia- y
el apoyo a Israel en el Medio Oriente de manera especial para la
confrontación con Irán.
El enfrentamiento se dirige
así de forma simultánea contra los llamados estados revisionistas
(Rusia, China, Iran, Corea del Norte) y contra las denominadas
organizaciones extremistas violentas (Estado Islámico, Al-Qaeda),
asumiendo que la probabilidad de una guerra con otros estados es baja
pero creciente.
Los objetivos estratégicos
prioritarios de esta política militar incluyen mantener una segura y
efectiva disuasión nuclear –apoyada en la existencia de 7 260 cabezas
nucleares-; asegurar la defensa militar de la patria; derrotar al
adversario; buscar una presencia global estabilizadora; combatir el
terrorismo; oponerse a las armas de destrucción masiva; denegar los
objetivos del adversario; responder a la crisis y conducir operaciones
con contingentes limitados; asumir compromisos militares y de
cooperación para la seguridad; conducir operaciones de contrainsurgencia
y estabilización; apoyar a las autoridades civiles y llevar a cabo
asistencia humanitaria y como respuesta a los desastres.
El
desarrollo bélico de Estados Unidos ha venido siendo sustentado a
través de una política de reforma militar que ha sustituido con medios
técnicos la presencia de personal, a lo que se ha sumado la contratación
de fuerzas paramilitares –los llamados contratistas- en sustitución de
los efectivos de las fuerzas armadas del país, que cuenta con 1 520 mil
efectivos.
Por otra parte, los gastos militares en
EEUU -que alcanzaron un pico máximo de 720,4 miles de millones de
dólares en el 2010 y representaban el 4,4% del PIB- en el 2014
descendieron un 15,3% computando 610 mil millones, con un valor
equivalente al 3,5% del PIB. En ese sentido vale la pena recordar que
existe un programa de rebaja de los gastos del presupuesto federal, que
incluye una reducción en diez años de unos 487 mil millones de dólares
de los gastos militares y de ellos ya en el ejercicio fiscal del 2013 se
disminuyeron 80 400 millones. Adicionalmente el país exportaba el 31%
de las armas que se vendían en el mundo en el 2014 y la lista de las
corporaciones del complejo militar industrial de mayor peso y
rentabilidad mundial se encuentran en Estados Unidos.[15]
La
estrategia militar china tiene como objetivo contrarrestar a largo
plazo el poderío militar de Estados Unidos en su proyección como fuerza a
nivel mundial, con una ventaja tecnológica en todo el espectro del
conflicto armado y una alta capacidad estratégica de inteligencia y
vigilancia.[16]En un contexto donde se reconocen riesgos externos
–producto del reenfoque estratégico de Estados Unidos hacia el escenario
Asia-Pacífico y de conflictos regionales-[17] e internos –visibles en
los procesos de penetración cultural y desestabilización occidental, así
como en el incremento de tensiones sociales internas- China avanza para
fortalecer sus fuerzas armadas mediante una rápida modernización que
contempla también una reducción del personal y un acelerado incremento
de medios técnicos, en lo que algunos autores han calificado como nueva
carrera armamentista.
De acuerdo a analistas
occidentales, el gigante asiático está desarrollando fuertemente
tecnologías militares, especialmente las relacionadas con el uso del
laser y las armas termonucleares, satélites de alta tecnología y
vehículos aéreos supersónicos, así como medios navales ofensivos,
incluyendo portaaviones. En síntesis los documentos chinos apuntan al
desarrollo de nuevos armamentos en el ciberespacio, el espacio exterior,
las armas nucleares y el armamento naval.
Para este
desarrollo China muestra el mayor crecimiento del gasto militar en los
últimos años ya que –según estimados de SIPRI- el mismo aumentó 3 veces
desde el año 2004, alcanzando un nivel de 191,000 millones de dólares en
el 2014, para un 2,1% de su PIB, aunque según fuentes chinas, este
gasto había alcanzado unos 143,464 millones de dólares en el 2015. En
cualquier caso, para el 2020 se espera que China erogue 260 mil millones
de dólares por concepto de gasto militar, lo que elevaría
sustancialmente el nivel actual. Esta información ubica actualmente a
China con el segundo presupuesto militar del mundo y el mayor ejército
con 2 millones 285 mil efectivos. Simultáneamente China cubre el 5% de
la exportación mundial de armamentos y presenta una proporción similar
en su importación.
Con la desaparición de la URSS
las fuerzas de la derecha en todo el mundo pretendieron acabar con el
poderío militar las repúblicas que integraron la CEI y Rusia en
especial, para hacer imposible su retorno como potencia militar mundial
de primer orden. La política neoliberal más ortodoxa fue aplicada en ese
país causando enormes penalidades al pueblo ruso y –simultáneamente- se
desintegró el complejo militar-industrial en 1997 bajo el gobierno de
Borís Yeltsin, reduciendo los gastos militares a solo 23 100 millones de
dólares en 1999.
A partir de los gobiernos de Putin
y Medvedev se ha logrado una reconstitución del poderío militar ruso
para enfrentar los intentos de contener su desarrollo en una cadena de
agresiones que han transitado por el despliegue de un sistema de defensa
antimisiles en Europa y el acercamiento de las bases militares de la
OTAN a las fronteras del país. Este proceso se aceleró con el golpe que
acabó con el gobierno electo en Ucrania a principios de 2014 y la
amenaza que supuso la presencia de ataques a la población de origen ruso
en esa república, así como por los paquetes de sanciones económicas
contra Rusia que se han venido aprobando por Occidente desde marzo de
2014 hasta el presente a un costo de unos 170 000 millones de dólares en
el primer año de su aplicación.
Con vistas a
enfrentar esta presión, el gobierno ruso ha desarrollado también una
cooperación estratégica con China en todos los ámbitos, incluyendo el
incremento acelerado de la cooperación energética y el comercio, así
como la venta de armamento de la más alta tecnología; se ha reforzado la
cooperación energética con la India en el campo de las centrales
termonucleares y en la explotación del Ártico; se rediseñó el gasoducto
South Stream por Turquía ante los obstáculos presentados por la Unión
Europea con el trazado anterior; y –a partir del 30 de septiembre de
2015- se han realizado 5 240 misiones de combate por la aviación rusa
para enfrentar al Estado Islámico en Siria, a solicitud del gobierno de
ese país, cuestión que ha demostrado la capacidad combativa de esas
fuerzas a la vista de todo el mundo.
Las prioridades
de la estrategia defensiva del país[18]plantean el uso de la fuerza
solo cuando otras medidas hayan sido ineficaces; apoyar el status de
Rusia como potencia líder; desarrollar la cooperación estratégica con
China y la India, así como con América Latina y África; fortalecer la
cooperación mutuamente ventajosa con la Unión Europea y Estados Unidos y
retomar las discusiones para la reducción del arsenal nuclear.
Para
implementar su estrategia de defensa el país ha emprendido una reforma
militar que tiene como objetivo modernizar el 70% de las fuerzas armadas
para el 2020, en tanto disminuye significativamente el cuerpo de
oficiales de las fuerzas armadas, que alcanza 845 000 efectivos, al
tiempo que supone una reconversión tecnológica de todo el armamento en
los próximos 10 años cubriendo desde fusiles de asalto, hasta submarinos
nucleares, cohetes estratégicos y aviones de combate de alta
tecnología. Para ello se han previsto gastos por unos 730 mil millones
de dólares y ya en el 2014 –según SIPRI- se estimaron erogaciones por
91,600 millones de dólares que representaron el 4,5% del PIB, habiendo
crecido un 2,2 veces desde el 2004.[19]En ese contexto el país posee 7
500 cabezas nucleares y exporta el 27% del armamento que se vende en el
mundo, proporción solo superada por Estados Unidos.[20]
III
La
evolución del mundo en los últimos años no ha hecho más que exacerbar
las contradicciones de un capitalismo que –si bien cada vez enfrenta
contradicciones más intensas- todavía no agota el arsenal de medidas
económicas compensatorias que le permiten suponer que las mismas serán
suficientes para perdurar y que no habrá otro futuro fuera del
capitalismo para la humanidad.
Entre tanto, para
asegurar su preponderancia, eleva los gastos militares apoyando a toda
costa el ejercicio de la fuerza si las circunstancias lo reclaman, pero
poniendo cada vez más en peligro la existencia misma de la humanidad.
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Notas
[1]
Este número se refiere a la estructura estatal existente en 1989. Si se
examinan por separado los estados nacionales independientes que
surgieron a partir de 1991 estaríamos hablando de 15 ex repúblicas
soviéticas, 6 ex repúblicas yugoeslavas y otros 7 estados que
continuaron existiendo en Europa oriental, para un total de 28 países de
9 que existían antes de la transición al capitalismo.
[2] Ver Rodríguez (2014).
[3]
Algunos de los nuevos estados independientes no han recuperado en nivel
del PIB que tenían en 1989, como es el caso de Ucrania y la mayoría de
las repúblicas ex soviéticas solo lo alcanzaron nuevamente después del
año 2000. En realidad gran parte de los antiguos países socialistas
europeos se insertaron como productores de materias primas y combustible
en la economía globalizada que se generó en los últimos 25 años.
[4] Ver Merino (2014), Rang (2014), Dos Santos (2016) y Katz (2016).
[5] Cifras estimadas del autor basadas en información de IMF (2015)
[6] Ver datos citados por Munster (2015)
[7] Ver PNUD (2015)
[8] Los datos sobre gastos militares se tomaron de SIPRI (2014, 2015 y 2015a).
[9]
El proceso de transición al capitalismo del antiguo campo socialista
con posterioridad a 1989 no escapó a esta tendencia al incremento de los
conflictos regionales con base en problemas étnicos, religiosos,
económicos o históricos. Basta pasar revista a los conflictos que se
desataron en la antigua Yugoeslavia, los enfrentamientos entre
Azerbaiyan y Armenia, Uzbekistan y Kirguiztan y la guerra entre Rusia y
Georgia, así como los conflictos internos de Ucrania para comprobarlo.
[10] Los datos están calculados a precios constantes de 2011.
[11]
En este sentido se ha destacado que el aumento de la intensidad de
capital en la producción bélica ha influido en la reducción del
personal, tanto de las fuerzas armadas como de los empleados civiles del
complejo militar industrial. Igualmente se ha producido una disminución
de la fuerza laboral asociada a otras producciones y servicios
vinculados al gasto militar, lo que ha disminuido su impacto
anticíclico.
[12] Importantes disminuciones se han
registrado en los últimos años en un grupo de países. Así Gran Bretaña
redujo su gasto militar en 2014 a 54,900 millones de dólares y
disminuirá los mismos en 20 mil millones de libras esterlinas en 4 años,
retirando 20 mil soldados de Alemania; Francia bajó a 63,000 millones
el gasto en 2014 y reducirá las erogaciones del ministerio de Defensa en
un 50% para el año 2020, proponiéndose dar de baja a 100 mil soldados
para esa fecha; y Alemania cuyo gasto militar fue de 46,600 millones de
dólares en 2014, anunció una reducción del mismo de 450 mil millones de
euros, disminuyendo en 67 mil efectivos sus fuerzas armadas. También
Japón muestra una tendencia descendente del gasto desde el año 2003, la
cual presumiblemente continuará en lo inmediato con una erogación de
59,000 millones de dólares en el 2014. Ver SIPRI (2015).
[13] Ver Rodríguez J. R. (2016).
[14] Ver USG (2015) y Díaz (2015).
[15] Ver SIPRI (2014).
[16] Ver Laborie (2015) y Campbell (2015).
[17] Reivindicaciones territoriales históricas han generado conflictos con Viet Nam y Japón, así como en torno al Mar de China.
[18] Ver Gressel (2015) y Rodríguez (2016)
[19]
Análisis realizados a finales del 2013 indican que el gasto militar de
Rusia se incrementaría un 44% entre el 2014 y el 2016.
[20] La venta de armas alcanzó un volumen de un billón 656 mil millones de dólares entre 1950 y 2009.
Ponencia
presentada en el IX Seminario Internacional Marx Vive. Guerra y Paz en
el Capitalismo Actual. Bogotá, Marzo 9 al 11 de 2016
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