América Central, no se detiene la carrera armamentista
Por Lina Barrantes Castegnaro
SAN JOSÉ, May 23 2016 (IPS)
El anuncio reciente de la compra de 50 tanques rusos por un valor de ocho millones de dólares, por parte del gobierno de Nicaragua, ha llamado la atención de la prensa latinoamericana e inquietado a la comunidad internacional.
Este hecho, que no es aislado, es parte de una carrera armamentista, en la cual se encuentra inmersa América Latina desde hace varios años.
El aumento del gasto militar contrasta con la realidad de una región pobre como América Central, en donde el gasto militar es tan impresionante como los indicadores de miseria.
En sus conclusiones, el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri) indica que en el año 2015 Belice gastó 1,1 por ciento de su presupuesto anual en equipo militar (19,6 millones de dólares), El Salvador 0,9 por ciento (223 millones), Guatemala 0,4 por ciento (274 millones), Honduras 1,6 por ciento (324 millones de dólares) y Nicaragua 0,6 por ciento (71,6 millones).
Países como Costa Rica y Panamá, al no tener ejércitos, no declaran gastos militares.
Frente a este gasto en armas, el fantasma del hambre y el subdesarrollo ronda la región. El índice de desarrollo humano del 2015 revela que Guatemala ocupa el puesto 128, Honduras el 131, El Salvador el 116, Nicaragua el 125 y Belice el 101.
Costa Rica está en el lugar 69 y Panamá el 60. Por lo tanto, la peor calificación de la región entre 188 naciones recae en Honduras y Guatemala, los dos países con menor desarrollo humano de Centroamérica.
Es decir, mientras más pobres los países, más gastan los gobiernos en juguetes de exterminio. La pregunta que surge de esta relación es: ¿A quién le harán la guerra esos juguetes?
Una posibilidad es que el rearme sea para estar en capacidad de hacerle frente a una guerra o a una invasión. Sin embargo, no está claro cuál guerra o invasión.
Otra hipótesis que se puede ensayar es que sean usadas contra sus mismos ciudadanos repatriados en deportaciones desde Estados Unidos,que regresan graduados en cursos intensivos de violencia y criminalidad,obtenidos en los suburbios latinos.
El Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 1994 planteó, formalmente, algo que años atrás se venía debatiendo en la arena internacional: si el mundo ahorra en gasto militar e invierte ese ahorro en desarrollo, podría en tan solo unos años erradicar la pobreza. Desde esta óptica, la pobreza no solo tiene que ver con guerra, sino que también con gasto militar.
En el período 1987-1994 la disminución de gasto militar mundial fue de 935.000 millones de dólares. Lamentablemente, ese dinero no se utilizó para financiar la agenda social o de desarrollo; en realidad, no se puede precisar cómo se usaron esos recursos.
El gasto en parafernalia militar es lamentable, pero lo es más, cuando los recursos de un país son tan escasos como en Centroamérica.
Por eso, debemos insistir en el tema de los dividendos de la paz, concepto presentado al mundo por el entonces presidente Oscar Arias de Costa Rica, en el año 2006, con el nombre de “Consenso de Costa Rica”. Esta idea plantea un compromiso, de parte de los organismos financieros internacionales, para apoyar de manera más generosa a los países que invierten sus presupuestos en desarrollo y no en muerte.
Así como el Tratado sobre la Transferencia de Armas propuso asociar derechos humanos y ética frente al gasto militar, el Consenso de Costa Rica pretende que se establezcan mecanismos para perdonar deudas y apoyar, con recursos financieros, a los países en vías de desarrollo que inviertan cada vez más en salud, educación y vivienda para sus pueblos; y cada vez menos, en armas y soldados. Que la comunidad financiera internacional premie no solo a quien gasta con orden, como hasta ahora, sino a quien gasta con ética.
Justamente, en días recientes, durante la constitución de la Alianza de Premios Nobel contra el Hambre, en la FAO en Roma, el expresidente Óscar Arias planteó como alternativa para combatir el hambre en el mundo, la oportunidad de retomar su propuesta “Consenso de Costa Rica” y apoyar a quienes aprovechan sus presupuestos en la vida de sus ciudadanos y no en su muerte.
Esperamos que el día en que esto suceda esté más cerca que lejos.
Editado por Pablo Piacentini
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