«A mí esto me ha gustado desde siempre». Es la confesión de un inspector de Policía a los compañeros de la Unidad de Investigación Tecnológica (UIT) que lo acababan de detener; con «esto» se refería a los vídeos que le encontraron en los que él y otros hombres mantenían relaciones sexuales con menores de entre 12 y 16 años. «Javi», como se hacía llamar, es uno de los seis detenidos ya en la «operación Luna», un golpe crucial a los depredadores sexuales en España.
Más de dos años de trabajo policial han destapado un mundo sórdido en el que las víctimas, con problemas de identidad sexual, económicos, o ambos, caían en las redes de estos cazadores a cambio de un móvil, de 50 o 100 euros o solo de chantajes. La red social Tuenti o chats como «chueca.com», dedicado al mundo homosexual, eran el caladero donde echaban sus redes. Luego, con la confianza ganada, venían los pisos «picadero» o los hoteles adonde los chicos llegaban escondidos en el maletero del coche del abusador. Además del inspector de Policía, los investigadores detuvieron a un exdirectivo de Telefónica, a un ingeniero de Caminos, a un cocinero y a un pintor. Los dos primeros están en prisión. Hay otro arresto en Francia.

Más de dos años

La operación Luna «parecía sencilla», recuerda la oficial Yésica López, que acababa de aterrizar cuando empezó, el 24 de marzo de 2014. Alguien había subido a la web de imágenes Picassa una foto de pornografía infantil. En el Grupo I contra la explotación sexual de menores en Internet de la Policía Nacional creyeron que había sido un error. La imagen les llevó hasta un ordenador de Alicante donde vivía seis meses al año, con su madre, un cocinero que trabajaba en Mallorca. Le detuvieron esa Navidad y en el registro hallaron un chat con menores, así como intercambio de vídeos y fotos pederastas con extranjeros.

Había dos españoles en el grupo: uno en Alicante y otro en Madrid. El primero era un inspector de policía madrileño, cincuentón y recién ascendido, al que le habían dado plaza temporal allí; el otro un pintor de Madrid. «A mí siempre me ha gustado la pornografía, pero desde que tengo Internet me aficioné a los niños», dijo el pintor sin ruborizarse.

Los arrestaron en febrero por tenencia y distribución de pornografía infantil y quedaron en libertad, pero el teléfono y el ordenador del agente fueron enviados a la UIT.

Los «rastreadores del mal» empezaron a bucear en su disco duro. Las fotos de niños eran desconocidas, es decir, nuevas, o lo que es lo mismo víctimas no identificadas. Al inspector se le había colado algo entre sus fotos personales: un vídeo en el que un adulto sodomizaba a un menor. «Vimos directorios que no parecían descargados, sino que la producción y el posicionamiento llevaba hasta la casa de la madre del policía, con la que vivía hasta su traslado», explican López y el otro oficial del grupo, Eduardo Casas. Había también muchos vídeos borrados y recuperados después. «Le entraba el arrepentimiento y los eliminaba. Luego los recuperaba. Cada dos meses cambiaba de tendencia. Nos lo reconoció», cuenta el inspector Israel, al frente del Grupo I.

En mayo del año pasado volvieron a detenerlo, cuando ya tenían pruebas contra él y alguno de sus amigos. Admitió todo. Entre su testimonio y los de varias víctimas los agentes han sabido que se hacía pasar por menor en listas privadas gays de la red social Tuenti. Ahí aconsejaba a críos que dudaban sobre su orientación sexual o tenían problemas económicos graves. «Me dijo que no lo quería porque era viejo y me hizo sufrir mucho», contó uno de los menores a la Policía. A cambio de 30 o 40 euros se los llevaba a su casa y mantenía relaciones con ellos.

Se estrelló en un quiosco

Fingiendo ser un menor gay conoció a «Luis Valencia», entonces alto directivo de Telefónica y un depredador como él. Quedaron a tomar café tras descubrir el engaño y a partir de ahí se intercambiaban niños y abusos. «Luis», nombre falso, conectaba dos portátiles en sus sesiones sexuales con uno o dos chicos y el policía las seguía y las grababa a través de la webcam.Un niño dio la clave para llegar a él. Se había estrellado contra un quiosco de la ONCE con el coche. «Encontramos una decena de accidentes de ese tipo», recuerdan los investigadores. Tras reconocerlo varios chicos y pincharle el teléfono fue detenido en agosto del año pasado. Se había quitado de en medio porque su mujer había empezado a controlarlo después de verlo entrar en un hotel y quedarse en paro.

Se han encontrado diferentes escenarios y víctimas. Hasta ahora, los investigadores han identificado a un peruano, un marroquí, un español y un guineano y se sabe que hay también un brasileño, pero por las declaraciones y los vídeos se calcula que las víctimas superan la treintena. El resto aún callan.