Clinton vs. Trump: EEUU eligió al empleado del mes
Las
elecciones presidenciales norteamericanas han cooptado los medios
masivos de comunicación en muchos países, y en Argentina, cuya población
azonzada y víctima de la colonización mental pedagógica consumista se
desespera por el discurso que baja de las economías dominantes, hubo
algunos espectadores tan desubicados y tan creídos, que hasta se
convencieron que eran protagonistas del evento.
Los
más beneficiados inclusive viajaron en masa hasta la misma ciudad
capital norteamericana, para poder sentirse en el ambiente de la gente
como uno, y se dieron a sí mismos el ostentoso título de observadores,
analistas, informadores o evaluadores. La clásica función de zoquetes
presupuestarios.
El Congreso Nacional no sesionó en la segunda semana de noviembre para que diputados y senadores pudieran jugar ese pobre papel, que poco les cuesta considerando que cada uno de ellos tiene garantizado un viaje anual al exterior –privilegio reglamentario mediante- con pasajes y percepción de mil novecientos dólares de viáticos, de los que –por supuesto- no se espera que rindan cuentas jamás.
En este circo mediático jugaron un papel también muy importante para el ridículo, los llamados panelistas de los programas basura de opinión nocturna nacional, en los que se pudo apreciar algunos que comentaban los resultados preliminares de la votación, –como el caso de Paulo VILOUTA en el oficialista “Intratables”- que cuando mencionaba el estado de Florida, pronunciaba “Flórida”. Un espanto el tipo.
Casi todos los comentarios televisivos de esos opinólogos de poca monta iban desde la predicción del cambio revolucionario en el mundo, la elección bisagra, el rompimiento del bloque hegemónico, la rivalidad con China, la construcción del muro mejicano y hasta de la hipotética amistad del ganador con Vladimir PUTIN, y cosas más absurdas también. Alguno se aventuró inclusive a asegurar que existen diferencias entre demócratas y republicanos.
Pero apenas terminado el escrutinio nacional y proclamados los doscientos ochenta y nueve delegados que darán la presidencia a Donald TRUMP, hubo una persona muy ubicada, que en una sola frase breve, concisa y contundente, sintetizó el verdadero alcance que tendrá este acto eleccionario y la supuesta sorpresa del resultado.
El autor de la sentencia fue el mismo presidente norteamericano saliente Barack OBAMA, quien con la soltura y la tranquilidad que otorga el conocer desde una posición de privilegio cómo viene la mano, hizo saber a todo ese ejército de especuladores de la ficción algo tan real como evidente: “No importa lo que pase, el sol saldrá mañana”.
Desde ya que casi ninguno de los improvisados analistas ha caído en cuenta del alcance de esa frase capital, que en buen romance significa que no hay nada más intrascendente, vacío, carente de importancia y efectos, que la renovación presidencial en un país donde el presidente es una mera figurita decorativa, porque el poder real y las decisiones son detentados y ejercidos por otros estamentos.
Esta situación es harto conocida hasta para el más inadvertido, y ha sido puesta en escena nuevamente por un afamado periodista estadounidense llamado Robert Upshur “Bob” WOODROW, que saltara al estrellato por la investigación del llamado “Caso Watergate”, provocando la renuncia del entonces presidente Richard NIXON en la década del setenta.
Este hombre de prensa ha escrito recientemente (año 2010) un libro que se titula “Obama´s Wars” (“La Guerras de Obama”), donde relata con total claridad el pobre y triste papel que la figura presidencial tiene en los EE. UU., y cómo el centro del poder político imperialista está en otro lado.
Este presidente afro norteamericano que en octubre de 2009 obtuvo el Premio Nobel de la Paz en reconocimiento –supuestamente- «por sus esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos» concurrió apenas un mes más tarde al Pentágono a la reunión anual del Consejo Nacional de Seguridad.
En esa oportunidad, intentó hacer conocer su opinión de retirar las tropas de Afganistán, recibiendo de los militares la sugerencia de una sola opción: mandar más efectivos. OBAMA señaló ese 28 de noviembre de 2009 que no estaba cerrada la otra posibilidad de establecer un plan de retirada, y el coronel de ejército John Tien le espetó: “Sr. Presidente, no veo cómo puede usted desafiar a sus mandos militares”. En diciembre de ese año se enviaron treinta y cinco mil nuevos marines.
La invasión de la televisión plástica de Hollywood nos tiene acostumbrados a ver en sus películas, que cuando se quiere indicar o señalar a alguien con mucho poder, se dice “es un general de cinco estrellas” (General of the Army) y no es una casualidad que el número coincida con los cinco lados del edificio del Pentágono desde donde estos personajes hacen y deshacen a su antojo, y deciden el destino o la destrucción de países enteros. Esos generales son los que le marcan la cancha a todos los presidentes.
La otra silla de la mesa de decisiones la constituye la National Segurity Agency (NSA) que a mediados de 2013, por publicaciones de The Guardian, -británico- y del Washington Post de los EE.UU., se pudo conocer que manejan programas diseñados para espiar a diario a la población mundial, captando cientos de miles de comunicaciones de Internet, incluyendo correos electrónicos, chats, vídeos, fotografías y recibos de tarjetas de crédito. La información es el poder real.
Esos planes se ponen en práctica con la ayuda de empresas multinacionales en colaboración secreta con las fuerzas armadas, las agencias de inteligencia (CIA y FBI) y las grandes empresas en proyectos de espionaje sistemático e ilícito, las gigantes como AT&T, Verizon, y Sprint, Google, Microsoft, Facebook y Twitter- que ofrecen a esos organismos esa información sobre cientos de millones de personas, sin que ninguna de estas agencias estatales tenga ningún derecho, pero sí el poder de hacerlo.
Y finalmente completan ese tablero del poder real las empresas de armamentos Lockheed Martin, Boeing, BAE Systems, General Dynamics, Raytheon, Northrop Grumman, EADS, Finmeccanica, Communications, y United Technologies, que tampoco por casualidad están integradas en sus directorios por los generales que se jubilan del Pentágono.
Y así estimado lector, sin mucho esfuerzo se puede ver con claridad que la agobiante cantinela periodística que se empecina en hacer predicciones sobre los importantes cambios que se van a producir de ahora en más por esta famosa elección del presidente número cuarenta y cinco de la primera economía del mundo, es totalmente innecesaria y descartable.
El cineasta, documentalista y también escritor estadounidense Michael Francis Moore, cuando fue preguntado sobre este tema, expresó con su fina ironía: “El título de ‘Comandante en Jefe' (que detenta el presidente) es tan ceremonial como el de ‘Empleado del Mes' del Burger King del barrio”.
La vida de ninguno de los ciudadanos de la América Latina cambiará sustancialmente en cuanto a sacrificios, dependencia, limitaciones, subdesarrollo o exclusión, porque en el imperio dominante del mundo haya sido electo un TRUMP o una CLINTON o un DONALD (El Pato).
El Congreso Nacional no sesionó en la segunda semana de noviembre para que diputados y senadores pudieran jugar ese pobre papel, que poco les cuesta considerando que cada uno de ellos tiene garantizado un viaje anual al exterior –privilegio reglamentario mediante- con pasajes y percepción de mil novecientos dólares de viáticos, de los que –por supuesto- no se espera que rindan cuentas jamás.
En este circo mediático jugaron un papel también muy importante para el ridículo, los llamados panelistas de los programas basura de opinión nocturna nacional, en los que se pudo apreciar algunos que comentaban los resultados preliminares de la votación, –como el caso de Paulo VILOUTA en el oficialista “Intratables”- que cuando mencionaba el estado de Florida, pronunciaba “Flórida”. Un espanto el tipo.
Casi todos los comentarios televisivos de esos opinólogos de poca monta iban desde la predicción del cambio revolucionario en el mundo, la elección bisagra, el rompimiento del bloque hegemónico, la rivalidad con China, la construcción del muro mejicano y hasta de la hipotética amistad del ganador con Vladimir PUTIN, y cosas más absurdas también. Alguno se aventuró inclusive a asegurar que existen diferencias entre demócratas y republicanos.
Pero apenas terminado el escrutinio nacional y proclamados los doscientos ochenta y nueve delegados que darán la presidencia a Donald TRUMP, hubo una persona muy ubicada, que en una sola frase breve, concisa y contundente, sintetizó el verdadero alcance que tendrá este acto eleccionario y la supuesta sorpresa del resultado.
El autor de la sentencia fue el mismo presidente norteamericano saliente Barack OBAMA, quien con la soltura y la tranquilidad que otorga el conocer desde una posición de privilegio cómo viene la mano, hizo saber a todo ese ejército de especuladores de la ficción algo tan real como evidente: “No importa lo que pase, el sol saldrá mañana”.
Desde ya que casi ninguno de los improvisados analistas ha caído en cuenta del alcance de esa frase capital, que en buen romance significa que no hay nada más intrascendente, vacío, carente de importancia y efectos, que la renovación presidencial en un país donde el presidente es una mera figurita decorativa, porque el poder real y las decisiones son detentados y ejercidos por otros estamentos.
Esta situación es harto conocida hasta para el más inadvertido, y ha sido puesta en escena nuevamente por un afamado periodista estadounidense llamado Robert Upshur “Bob” WOODROW, que saltara al estrellato por la investigación del llamado “Caso Watergate”, provocando la renuncia del entonces presidente Richard NIXON en la década del setenta.
Este hombre de prensa ha escrito recientemente (año 2010) un libro que se titula “Obama´s Wars” (“La Guerras de Obama”), donde relata con total claridad el pobre y triste papel que la figura presidencial tiene en los EE. UU., y cómo el centro del poder político imperialista está en otro lado.
Este presidente afro norteamericano que en octubre de 2009 obtuvo el Premio Nobel de la Paz en reconocimiento –supuestamente- «por sus esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos» concurrió apenas un mes más tarde al Pentágono a la reunión anual del Consejo Nacional de Seguridad.
En esa oportunidad, intentó hacer conocer su opinión de retirar las tropas de Afganistán, recibiendo de los militares la sugerencia de una sola opción: mandar más efectivos. OBAMA señaló ese 28 de noviembre de 2009 que no estaba cerrada la otra posibilidad de establecer un plan de retirada, y el coronel de ejército John Tien le espetó: “Sr. Presidente, no veo cómo puede usted desafiar a sus mandos militares”. En diciembre de ese año se enviaron treinta y cinco mil nuevos marines.
La invasión de la televisión plástica de Hollywood nos tiene acostumbrados a ver en sus películas, que cuando se quiere indicar o señalar a alguien con mucho poder, se dice “es un general de cinco estrellas” (General of the Army) y no es una casualidad que el número coincida con los cinco lados del edificio del Pentágono desde donde estos personajes hacen y deshacen a su antojo, y deciden el destino o la destrucción de países enteros. Esos generales son los que le marcan la cancha a todos los presidentes.
La otra silla de la mesa de decisiones la constituye la National Segurity Agency (NSA) que a mediados de 2013, por publicaciones de The Guardian, -británico- y del Washington Post de los EE.UU., se pudo conocer que manejan programas diseñados para espiar a diario a la población mundial, captando cientos de miles de comunicaciones de Internet, incluyendo correos electrónicos, chats, vídeos, fotografías y recibos de tarjetas de crédito. La información es el poder real.
Esos planes se ponen en práctica con la ayuda de empresas multinacionales en colaboración secreta con las fuerzas armadas, las agencias de inteligencia (CIA y FBI) y las grandes empresas en proyectos de espionaje sistemático e ilícito, las gigantes como AT&T, Verizon, y Sprint, Google, Microsoft, Facebook y Twitter- que ofrecen a esos organismos esa información sobre cientos de millones de personas, sin que ninguna de estas agencias estatales tenga ningún derecho, pero sí el poder de hacerlo.
Y finalmente completan ese tablero del poder real las empresas de armamentos Lockheed Martin, Boeing, BAE Systems, General Dynamics, Raytheon, Northrop Grumman, EADS, Finmeccanica, Communications, y United Technologies, que tampoco por casualidad están integradas en sus directorios por los generales que se jubilan del Pentágono.
Y así estimado lector, sin mucho esfuerzo se puede ver con claridad que la agobiante cantinela periodística que se empecina en hacer predicciones sobre los importantes cambios que se van a producir de ahora en más por esta famosa elección del presidente número cuarenta y cinco de la primera economía del mundo, es totalmente innecesaria y descartable.
El cineasta, documentalista y también escritor estadounidense Michael Francis Moore, cuando fue preguntado sobre este tema, expresó con su fina ironía: “El título de ‘Comandante en Jefe' (que detenta el presidente) es tan ceremonial como el de ‘Empleado del Mes' del Burger King del barrio”.
La vida de ninguno de los ciudadanos de la América Latina cambiará sustancialmente en cuanto a sacrificios, dependencia, limitaciones, subdesarrollo o exclusión, porque en el imperio dominante del mundo haya sido electo un TRUMP o una CLINTON o un DONALD (El Pato).
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