Para leer a Donald
- Lo único cierto es la incertidumbre. Lo único seguro, la inseguridad. Mejor no quedar a la intemperie.
Más allá de la promesa que, dijo Macri, le hizo
Trump, de que ambos países tendrán en adelante “la mejor relación de la
historia”, el cambio obliga a repensar la estrategia del gradualismo
fiscal. Foto: Archivo El Litoral
Sergio Serrichio
serrichio@hotmail.com
La elección de Donald Trump como próximo presidente
de los Estados Unidos generó una ola de análisis sobre el porqué de la
victoria del excéntrico y arbitrario magnate, famoso tanto por su
fortuna, hecha al calor de la especulación inmobiliaria (rasgo de
familia de los Kirchner), como por sus palabras y conductas misóginas y
xenófobas, sus sucesivas, bellas y jóvenes esposas y su rol estelar en
un reality televisivo cuyo momento culminante, en cada episodio, era
cuando le asestaba a la víctima la frase fatídica: “you‘re fired” (estás
despedido).
Con una mezcla de impiedad y deleite, Trump iba
echando del concurso a aspirantes a hombres de negocios que pujaban por
su aprobación. Esa frase (“you‘re fired”), decía, había “hecho grande a
los Estados Unidos”.
Ahora Trump tiene ante sí una tarea mucho más grande
que cualquiera de los negocios que realizó a lo largo de su vida. Y el
mundo entró en una fase de incertidumbre, por el tenor de las promesas
de campaña, que fueron desde levantar un muro en la frontera con México,
cortar drásticamente las importaciones imponiendo aranceles de 35% a
los autos y autopartes mexicanos y de 45% a los bienes producidos en
China, abandonar la Otan (Organización del Tratado del Atlántico Norte,
la alianza militar con Europa occidental y Japón que durante la Segunda
Posguerra Mundial Washington opuso a los países de la órbita ex
soviética), echar a millones de inmigrantes indocumentados y retirar a
EE.UU. de Tratados de Libre Comercio como el Nafta y de los acuerdos
globales (el más reciente, alcanzado en París en 2015) para combatir el
cambio climático.
Además, Trump prometió realizar el más ambicioso plan
de obras públicas de la historia de EE.UU., por unos 550.000 millones
de dólares, y cortar los impuestos para que la economía, según afirmó,
vuelva a crecer a cerca del 5% anual, restaurando el “sueño americano”
de que cada generación esté claramente mejor que la anterior. A la
“globalización”, Donald opuso la “reamericanización” de su propio país,
con el slogan “América (por EE.UU.) primero”.
Incertidumbres
Nadie sabe cuán duro intentará Trump, en la práctica,
cumplir sus promesas. Pero algo es cierto: su triunfo acentuó
incertidumbres y creó algunas más. En ese marco, subieron las tasas de
interés de largo plazo en EE.UU., subió el oro y también, de momento, el
dólar, lo que precipitó la salida de fondos y la devaluación de las
monedas de los mercados emergentes y comenzó a encarecer el crédito
internacional.
No son buenas noticias para el gobierno argentino.
Más allá de la promesa que, dijo Macri, le hizo Trump, de que ambos
países tendrán en adelante “la mejor relación de la historia”, el cambio
obliga a repensar la estrategia del gradualismo fiscal, esto es, la
persistencia por algunos años de un fuerte déficit en las cuentas
públicas, enjugado por crédito externo abundante y barato.
La combinación de política fiscal “blanda” (aunque la
oposición política y gran parte de la sociedad hablen de “ajuste”) y
política monetaria “dura” (orientada por la tasa de las letras del Banco
Central ahora al 26,25%) fue la elegida por el gobierno en su primer
año, con flojos resultados. La inflación anual cerrará en torno del 40% y
si bien su ritmo decayó en la segunda mitad del año no fue de modo
contundente y definitivo, mientras que sí persistió una economía anémica
de inversiones, demanda de consumo y empleo.
A su vez, Trump tendrá que afrontar el costo de sus
propias decisiones. México y China, a quienes prometió cortarles el
chorro importador son también, respectivamente, el primer y tercer
comprador mundial de bienes de EE.UU. Es dudoso que Beijing asista
impávida a un eventual “castigo” de Washington. Y si Trump expulsa
trabajadores indocumentados, obstruye remesas y encarece las
importaciones mexicanas, tanto de autos como de productos agrícolas,
serán los consumidores norteamericanos los que deberán pagar más caro
sus consumos. Inflación que le dicen.
Cálculos
No sólo China y México están preocupados por las
promesas de Trump. También lo está la que es, por el tamaño de su PBI,
la séptima economía del mundo, California, que con algo más de 2,5
billones de dólares (esto es, 2,5 millones de veces un millón de
dólares) supera el PBI de Brasil. Un cálculo del Instituto Petersen de
Economía Internacional, basado en Washington, es que el Golden State, el
más grande de EE.UU., perdería 640.000 empleos si Trump cumpliera sus
promesas. Allí está basada buena parte de la producción agrícola y del
económicamente poderoso (aunque, parece, no tan políticamente
influyente) sector de “alta tecnología” y el grueso de los intercambios
con Asia, el área más pujante de la economía mundial, al punto que por
los puertos del sur californiano, del que dependen más de 4 millones de
empleos, pasa el 40% de las importaciones totales de EE.UU.
En fin, que no fue sólo por el espíritu liberal y
hollywoodiano que los californianos salieron a protestar contra Trump y
hasta acuñaron, por ahora livianamente, el término “Calexit”, sobre la
eventual voluntad del Estado de “retirarse” de EE.UU., del mismo modo
que los británicos, con el “Brexit”, votaron irse de la Unión Europea.
Más allá de exageraciones iniciales y potenciales, la
presidencia de Trump promete ser al menos tan disruptiva como la era
que, a partir de enero de 1981, inició Ronald Reagan.
Argentina no está de ningún modo en la primera línea
de afectados directos, pero debe tenerlo muy en cuenta. Cuando el cielo
está encapotado no es seguro que llueva, pero es más seguro salir con
paraguas.
Hacia el fascismo
- La líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, dijo hoy que en junio pasado le avisó al Gobierno que las elecciones de Estados Unidos las ganaba el republicano Donald Trump y que ahora “el mundo va hacia el fascismo y el nacionalismo”.
Al comparar lo ocurrido en Argentina durante las
tres gestiones kirchneristas con lo que espera que suceda en Estados
Unidos, Carrió sostuvo que “nosotros pasamos en pequeño lo que el mundo
va a pasar en grande a partir de ahora”.
Recordó que en junio viajó a New York “para saber de
boca de analistas serios” lo que podía ocurrir en las elecciones
presidenciales, “y volví y les dije: gana Trump”.
La legisladora consideró que “hay una fuerza
histórica en el mundo que va al fascismo y al nacionalismo”, destino que
pronosticó para Estados Unidos.
Señaló que en Argentina “nosotros resistimos a un
régimen que te impedía hablar, que te descalificaba y te humillaba, con
manifestaciones sin violencia, en forma pacífica”. De ese modo, agregó,
“se cambió la legitimidad del país”.
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