Europa empieza a dar asco
Juan Torres López – Consejo Científico de ATTAC España
¿Cómo se justifica que se pueda “perdonar” el déficit que genere
el gasto militar y no el gasto necesario para salvar vidas humanas o el
empleo y los ingresos de millones de personas y empresas? No hay
respuesta para esta pregunta.
Los dirigentes europeos parecen empeñados en que no pase un día sin que
las personas corrientes tengamos que sentir algo más que vergüenza de lo
que hacen en materia económica (por no hablar de otras decisiones en
temas incluso de mayor calado humano como el de los refugiados).
Se siente vergüenza cuando se empecinan en aplicar políticas que son un manifiesto fracaso pero se siente algo peor cuando se
comprueba que no lo hacen por error sino como una farsa gigantesca para
poder darles todavía más a los que ya lo tienen casi todo.
Se dijo por activa y pasiva que los recortes sociales y las ayudas
multimillonarias a la banca eran la condición necesaria para recobrar la
actividad y el empleo, para reducir la deuda y para asegurar
definitivamente el sistema financiero. Pero lo cierto es que desde que
empezaron a aplicarse en la Unión Europea al estallar la crisis hay unos
siete millones menos de empleos a tiempo completo, seis millones más de
parados, otros casi seis millones más de empleos no voluntarios a
tiempo parcial (en la UE28), cinco millones más de personas en riesgo de
pobreza y 35 puntos más sobre el PIB de deuda pública (en la Eurozona).
Y los bancos se siguen encontrando en insolvencia y muchos de ellos a
punto de estallar de nuevo en cualquier momento. Pero eso no es solo un
fracaso o un error sino un engaño porque eran multitud los economistas
que habían advertido que esto era justamente lo que iba a ocurrir cuando
las autoridades decían a los ciudadanos que sus políticas frente a la
crisis eran seguras, las adecuadas y plenamente infalibles.
Se siente algo mucho peor que vergüenza cuando se tiene noticia de
propuestas como la que acaba de lanzar la comisaria europea de Mercado
Interior, Elzbieta Bienkowska, como siempre de modo sibilino y
completamente al margen de las instituciones representativas y del
debate democrático.
Según ha dejado caer la comisaria, la Comisión Europea pretende promover
un amplio programa de gasto militar que quedaría exento a la hora de
calcular el déficit público que, como se sabe, no debe superar el 3% del
PIB de cada economía.
Como he explicado en el libro que acabo de publicar (Economía para no dejarse engañar por los economistas. Ediciones Deusto), este criterio del tres por cien no
tiene base científica ninguna. No hay nada, absolutamente nada que lo
justifique. Se podría haber puesto el 1, el 5 o el 30 por ciento con el
mismo fundamento económico, es decir, con ninguno. El criterio del 3%
del PIB como límite del déficit público se lo inventó un funcionario
francés, Guy Abeille, cuando su jefe le pidió alguna norma para que el
recién elegido presidente Mitterrand pudiera frenar las demandas de más
presupuesto que le hacían sus ministros. En unos minutos tuvo que
inventarse algo siendo plenamente consciente de que no había ningún
economista ni teoría económica alguna que proporcionaran algo así. Pero
como tenía que ofrecer rápidamente una solución a sus superiores se
decidió por el 3%.
Tal y como reconoció el propio Abeille años después, el 1% o el 2% le
parecía demasiado poco mientras que “el tres es una figura sólida que
tiene detrás de él precedentes ilustres [...], un amplio eco en la
memoria común: las tres Gracias, la Trinidad, los tres días de la
Resurrección, los tres órdenes de la alquimia, la triada hegeliana, las
tres edades de Augusto Compte, los tres colores fundamentales, el
acuerdo perfecto…, la lista es infinita…”.
Aunque pueda parecer mentira, esa y no otra es la teoría o la ciencia
económica que hay detrás del criterio del 3% del PIB que se impone como
límite del déficit público a las naciones europeas. Ninguna. Un engaño
que hasta el que fue presidente del Instituto Monetario Europeo,
Alexandre Lamfalussy, reconoció sin tapujos: “Los gobernadores son gente
demasiado honesta y que saben que los criterios son arbitrarios. Yo
jamás habría aceptado cifras de este género”.
El criterio del 3% es una arbitrariedad, una farsa, pero, además, algo
completamente inútil para lo que aseguraban que iba a servir, es decir,
para reducir la deuda: cuando comenzó a utilizarse como criterio de
cumplimiento obligatorio para todos los países la deuda era
aproximadamente de un 55% del PIB, como media de los países europeos, y
ahora, como he señalado, supera el 90%.
La prueba de que se trata de una cifra completamente arbitraria, que no
se establece así porque sea mejor o peor para la economía o para reducir
la deuda, sino como recurso de los dirigentes europeos para disciplinar
y someter a los gobiernos y para anular su capacidad de maniobra, es
que se puede incluir o dejar de incluir dentro de ese porcentaje lo que
le venga en gana a quien lo impone. Si de verdad fuese imprescindible
que el déficit público no sobrepase el 3% del PIB daría igual que fuese a
causa del gasto militar o del gasto en educación porque no hay ninguna
razón que pueda justificar que el gasto militar sea inocuo desde el
punto de vista de la deuda que genere y cualquier otro no. Y si no hay
ningún problema para dejar fuera del cómputo del déficit el gasto
militar, con el exclusivo propósito de que los grandes grupos
industriales hagan negocio con el dinero de la gente ¿por qué no se deja
fuera el gasto social, que es imprescindible para evitar que millones
de personas vivan en la indigencia, pierdan su vivienda, carezcan de
recursos y formación o incluso mueran por falta de atención? ¿dónde está
escrito que la economía no se resienta si (al margen de ese 3%) se
incrementa el gasto militar y que, por el contrario, sí sufra si aumenta
el gasto social que se necesita para que la inmensa mayoría de la
población sobreviva y disponga de bienes y servicios esenciales para su
sustento diario? ¿qué argumento económico justifica que se pueda
“perdonar” el déficit que genere el gasto militar y no el gasto
necesario para salvar vidas humanas o el empleo y los ingresos de
millones de personas y empresas?
No se cansen: no hay respuesta para esas preguntas. O, al menos, no hay
respuesta económica, científica o razonable. Se permite el gasto militar
y no cualquier gasto social o humanitario, o incluso de apoyo a la vida
empresarial que crea riqueza efectiva, porque el criterio del 3% solo
busca amedrentar a los gobiernos y a la ciudadanía para conseguir lo que
efectivamente se viene logrando con él: que los más ricos y poderosos
lo sean cada vez más.
Decía hace unos días el presidente del Banco Central Europeo, Mario
Draghi, que la integración europea se había debilitado en los últimos
tiempos por los populismos. Una opinión que demuestra que las
autoridades europeas han perdido completamente el norte y que no
entienden el sentido de las cosas que están pasando y de las que se
encuentran ya a la vuelta de la esquina en Europa. Eso que llaman los
populismos no es lo que debilita la integración europea sino la
consecuencia de haber querido integrar a Europa a base de mentiras y de
políticas que constantemente han dado como resultado lo contrario de lo
que se decía que traerían consigo.
Cuando se ha hecho sufrir a millones de personas y cuando han muerto
miles a causa de los recortes, cuando se han deteriorado los servicios
públicos y no se han atendido las necesidades básicas de la población
porque, según se decía, había que cumplir a rajatabla la norma del
déficit, y de pronto se dice que no hay límite para comprar armamento,
carros de combate o minas, ¿tienen también culpa los populismos del asco
o de los negros fantasmas que comienzan de nuevo a recorrer Europa?.
Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.
Publicado en CTXT
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