LA CARA OCULTA DE DUBAI
Dubai hace poco menos de cincuenta años, era un protectorado británico co-gobernado con unos califas despóticos (tal como hoy, para qué vamos a engañarnos) que, eso sí, entonces eran jequecillos de andar por casa con bastón (o garrote) y mando sobre un puñado de aldeanos analfabetos. Se trataba de un pseudopaís sin apenas recursos naturales donde el paisaje habitual lo constituían beduinos y otros nómadas que viajaban de un lugar para otro con sus rebaños de ovejas y cabras más una comunidad de pescadores que se ganaba la vida con la pesca de perlas. Gracias al descubrimiento del petróleo, a mediados de los años sesenta, Dubai pasó a convertirse en un lugar próspero … sobre todo para las multinacionales inglesas y estadounidenses y, cómo no, para los monarcas medievales que, una vez abandonada (políticamente) la colonia por los británicos, manejaron a su antojo su reino tiránico.
Pero el petróleo tenía fecha de caducidad, así que al jeque de turno no se le ocurrió mejor idea que promover una monumental burbuja inmobiliaria, de diseño hortera-futurista, sobre el desierto que es Dubai, sobre todo con vistas a ser proyectada hacia el exterior, es decir, a todo el conglomerado especulador-inversor gran capitalista occidental y al turista que dispusiera de una abultada chequera. Dubai, la ciudad-califato tiene un status especial de soberanía dentro de lo que constituye ese engendro llamado Emiratos Árabes Unidos, entre los cuales se encuentra el propio Dubai
Dubai, de este modo, ha pasado a convertirse en un lugar casi de ciencia-ficción, en un “paraíso” siniestro adornado en un lujoso envoltorio, donde la megalomanía constructora de una monarquía feudal absolutista ha alcanzado límites delirantes (como es el hecho de ganar incluso terreno al mar para desarrollar sus aparatosas y pseudovanguardistas obras) con tal de satisfacer al “visionario” régimen despótico dubaití y la rapiña de la legión de expatriados gran capitalistas que conforman el grueso de la ciudad-negocio. Sin olvidar el turismo occidental con las alforjas llenas de visas-oro, al que no importa que el régimen aplique la brutal “sharia” islámica a sus súbditos (y extranjeros que la infrinjan) o penalice a las mujeres violadas. Curiosamente, los únicos países que aplican esa particular ley feudal islámica son importantes aliados estratégicos de EEUU y la OTAN.
Dubai ha sido edificada en su totalidad bajo mano de obra esclava pura y dura, algo que ha sido denunciado en medios tan “respetables” y “pro-imperialistas” como el New York Times, The Independent (UK), The Guardian (UK), la CNN o la propia BBC inglesa, eso sí sin el matiz del final de la leyenda que da pie a esta entrada (“lujo genocida occidental”), no sea que la mala conciencia aflore en exceso entre los paladines mediáticos de las guerras sin fin. De todas formas, a esos grandes medios les sigue resultando más rentable hablar del Open de tenis millonario (con sus figuritas mundiales a cuestas) que se celebra cada año en aquel desierto de acero y hormigón que denunciar esporádicamente las violaciones de derechos humanos del emirato.
El futuro que se está construyendo o se ha construido en Dubai se ha hecho entre los aplausos de multimillonarios y empresas transnacionales de todo el mundo (occidental, sobre todo) cuyos únicos “derechos humanos” lo constituyen sus saneadas cuentas de resultados. Pero la cruda realidad, que se sirve mejor cocida, es que la moderna Dubai lleva el sello de la esclavitud y las violaciones masivas de derechos humanos. Dice Nesrine Malik en The Guardian que el nombre de Dubai está manchado por la sangre de los trabajadores migrantes. Dubai es el lugar donde se ha reunido, en un horrible vórtice, lo peor del capitalismo occidental y del Golfo Pérsico. Las personas que han edificado Dubai, un ejército de esclavos, procedentes en su mayoría de países donde hay pobreza extrema como Bangladesh, Pakistán, India o Filipinas, fueron, en primer lugar, engañados y, en segundo, explotados en condiciones de extrema peligrosidad.
Sí, se les engañó en sus países de origen diciendo que “podrían ganar una fortuna” si pagaban una cantidad por adelantado. Pero al llegar a Dubai comprobaron como les confiscaban los pasaportes y ganaban la décima parte de lo prometido. Con ello ni podían regresar a su país, ni tampoco vivir en condiciones mínimamente dignas. En definitiva, sus derechos sociales y laborales fueron anulados nada más aterrizar en la monarquía tiránica dubaití. Todo esto, no hace falta subrayarlo, está perfectamente documentado por los testimonios de los trabajadores-esclavos usados para edificar una ciudad pretendidamente futurista en el desierto. Como ha señalado el periódico británico a veces “independiente” The Independent, “El mercado de trabajo en Dubai se parece mucho al viejo sistema de trabajos forzados llevados a cabo por su antiguo amo colonial, los británicos”.
Así pues, las condiciones laborales de esclavitud en Dubai como es el trabajar doce horas diarias, a pleno sol desértico, con hasta 50 grados centígrados sobre las cabezas de los trabajadores, tenían que estar, necesariamente, aparejadas al endeudamiento y miseria de esos migrantes, a estar rodeados de inmundicia, a vivir enclaustrados-hacinados en mini-chabolas infectas conviviendo con diez o doce personas, sin alimento y descanso adecuado, sin servicios básicos como agua corriente e incluso se han constatados casos de suicidios porque esos trabajadores no tienen la posibilidad de escapar de esa lacerante situación .…
El tipo de vida que tienen estos migrantes es de lo más humillante que se pueda encontrar a lo largo y ancho del globo. Como es el caso de Sahinal Monir, un albañil de 24 años de Bangladesh quien señala que trabajan 14 horas al día en el calor del desierto que llega a 55 grados en el verano, y en el que a los turistas se les aconseja no pasar más de cinco minutos. Su paga es de 500 dirhams al mes (menos de 180 dólares), un cuarto del sueldo que les prometieron. Y si protestan, que lo han hecho, se exponen a ser golpeados salvajemente por la policía o a ser disparados sin contemplaciones. Porque, suena ocioso decirlo, las huelgas, los sindicatos y las manifestaciones son ilegales en la dictadura dubaití, generosamente tutelada por Occidente.
Testimonios de ciudadanos occidentales no han podido evitar toda esta obscenidad. Sue, una “expatriada” privilegiada, lo cuenta: Dubai es un lugar genial para los ricos, pero los pobres tienen muy poco de donde obtener allí. La brecha de pobreza en Dubai es enorme y yo misma estoy bastante indignada de cómo a los trabajadores se les paga salarios tan bajos. Otro hecho sangrante es que hay guardias de seguridad que piden constantemente a los trabajadores abandonar las playas públicas cuando están llenas de turistas. No hace falta decir que la seguridad global de Dubai, aparte de la supervisada por los esbirros del dictador de turno, está garantizada por los norteamericanos mediante sus navíos nucleares de guerra que suelen estar atracados en el puerto de Jebel.
DIMITRI GKIOKAS, BANQUERO DEL HSBC: "NUESTRO CAPITALISMO SIN ESCRÚPULOS ES CULPABLE DE CREAR UN SISTEMA ESCLAVISTA"
Pero hay otros testimonios críticos … inesperados. Y no precisamente de turistas sino de, sorpréndanse, representantes de la propia jerifalcia financiera. Ver para creer. Dimitri Gkiokas es (o era) director de Operaciones y Gestión patrimonial de uno de los bancos más importantes del mundo, el HSBC, entidad acusada, por cierto, de financiar el terrorismo, el narcotráfico y de servir de tapadera a la CIA para ejecutar todo tipo de operaciones ilícitas. El banquero Gkiokas, quien posee amplia experiencia internacional en el campo de los negocios financieros (ver LinkedIn), escribió hace tres años un artículo sorprendentemente duro para un tipo de su status socioeconómico (cualquiera diría que no era un activista social de extrema izquierda). Lo hizo nada menos que en la imperialista CNN y lo tituló, pásmense: La esclavitud hoy en día en los países del Golfo. Entre otras cosas Gkiokas decía lo siguiente, El premio por su trabajo agotador (refiriéndose a los peones-esclavos contratados en Dubai) son 5 dólares al día en condiciones deplorables: 12 horas al día, 7 días a la semana. Con frecuencia el trabajador es engañado y chantajeado por agencias de empleo sin escrúpulos con amenazas de no retornar a su país. En la firma de los contratos, que no pueden leer, son rehenes del todopoderoso empleador en su nuevo país de destino. Son trabajadores totalmente marginados por la sociedad que les acoge, obligados a vivir con cientos de otros trabajadores y, como señala la BBC, hacinados (seis o siete personas) en una habitación de 3 por 3 metros cuadrados en campamentos situados en un terrible desierto sin saneamiento adecuado, abandonando toda esperanza de volver a disfrutar del amor de la vida familiar.
Continua el amigo Gkiokas retratando el “paraíso” capitalista dubaití con un análisis crítico que ya quisiera para sí el más avezado izquierdista planetario. Gkiokas dice que Al igual que todos los expatriados que viven en este país del Golfo, pude ver convoyes diarios de autobuses destartalados en colores alegres (sic), llenos de trabajadores exhaustos, algunos mirando por la ventana a los Bentley, los Ferrari, los Cayennes detenidos junto a ellos en los semáforos. Desde la distancia reconfortante de mi oficina bancaria, tomando por la mañana mi café con leche de 5 dólares, a menudo me preguntaba cómo podíamos tolerar ese maltrato. Las potencias occidentales han estado cortejando a sus protegidos durante décadas a cambio de una propina plasmada en proyectos basados en el “oro negro y en la construcción”, que anulaba cualquier necesidad de proporcionar condiciones de trabajo dignas a esos trabajadores. Los expatriados en el Golfo vimos injusticias de este tipo cada día. A veces incluso discutimos estos abusos en las “fiestas de piscina” que hacíamos a menudo. Pero siempre volvíamos, indiferentes y culpables, a la rutina de nuestros propios negocios … para seguir disfrutando de lujos que ni siquiera tendríamos a la vuelta en nuestros propios países.
Algunos podrían argumentar, prosigue nuestro banquero, lo siguiente: “Ellos (los trabajadores) tomaron esta decisión por su cuenta. En sus países, no tienen trabajo, ni perspectivas de futuro”. Pero resulta que George Fitzhugh, el portavoz de las plantaciones esclavistas del sur de los Estados Unidos, se atenía a esos mismos valores “humanistas”. Con la esclavitud se preveía lo mismo, tanto para el dueño como para el esclavo. El esclavo siempre tenía casa y comida, mientras que el dueño tenía sus tierras trabajadas. Estos son argumentos patéticos, que no podemos tomar en serio si ninguno de nosotros estaría dispuesto a aceptar un destino similar para nosotros o nuestros hijos.
La revolución, el cambio de paradigma o la demolición controlada del New Order de Wall Street y George Soros lo harán banqueros como Gkiokas, seguro. Es coña, ya que a Gkiokas le falta señalar más diáfanamente con el dedo acusador que las grandes corporaciones-grupos de presión y países occidentales capitalistas son los que promueven la esclavitud (incluida la infantil) en lugares como Dubai y otras partes del mundo. Pero ya quisieran algunos pantufleros de la giliprogresía española (no hablo de los galosos “socialistas” de las puertas giratorias) haber lanzado semejante reflexión (no pueden hacerla puesto que ellos son parte del engranaje esclavista anterior). Gkiokas lo hace desde su poltrona bancaria y con pasta saliéndole por las orejas…¿Y?. ¿Quién eres tú para enmendarle la plana? Lo que importa es el contenido, no el continente.
EMPRESAS ESPAÑOLAS COLABORAN CON UN RÉGIMEN QUE ENCARCELA A LAS MUJERES QUE SON VIOLADAS
¿Por qué debería invertir en los Emiratos Árabes Unidos?, se pregunta el Banco Santander que no tiene, precisamente, las “preocupaciones sociales” de su colega Gkiokas. El Santander, en su página web, enumera algunos de los puntos fuertes que siempre han sido el eje central de la extorsión mafiosa financiera para dejarse caer por Dubai y hacer negocios con la “ley” (o fuera de ella). A saber: ausencia de impuestos directos (aunque excepciona a petroleras y bancos), ausencia de repatriación de beneficios, posición favorable para las inversiones…y vaya, no podía faltar “este país tiene una mano de obra extranjera a bajo costo”, un eufemismo para decir que allí donde haya explotación laboral medieval y tráfico de esclavos (si incluyen niños, mejor) es el chollo para las transnacionales y bancos como el del finado extorsionador Botín y otros terroristas financieros.
Se cree que al menos mil empresas españolas están haciendo negocios con la dictadura de los califas dubaitíes, aunque el ICEX (el Instituto de Comercio Exterior español) relaciona algunas menos, entre ellas, Airbus (militar), Acciona, Banco Popular, Banco Sabadell, Banco Santander, BBVA, Caixa Bank, CEPSA, la “abertzale” Fagor, La Liga Nacional de Fútbol Profesional (la que maneja el cotarro peloteril en España), Mapfre, Mediapro (el negocio audiovisual del oligarca progre-troskista Jaume Roures), Meliá Hoteles, la empresa de seguridad Prosegur o la petrolera Repsol. Para estas transnacionales no hace falta decir que su sucio negocio está muy por encima de los derechos humanos, que no importa que los edificios que ocupan estén manchados de sangre esclava. A estos ejecutivos, y otras tantas decenas de bancos internacionales se une, en Dubai, gentuza de “alta alcurnia” y “celebridades” de Hollywood tales como Brad Pitt, Tom Cruise o diseñadores como Karl Lagerfeld y Versace ...
Emiratos Arabes Unidos probablemente ostenta el récord mundial de mujeres encarceladas por denunciar que fueron objeto de violaciones y otro tipo de abusos sexuales. Las migrantes, pobres, que realizan trabajos domésticos son las más vulnerables. Cientos de mujeres, algunas de ellas embarazadas o del servicio doméstico que son víctimas de violación, están siendo encarceladas en los Emiratos Árabes Unidos cada año bajo leyes que prohíben las relaciones sexuales “consentidas” fuera del matrimonio, según una investigación de la BBC. La interpretación, para los jeques-lapidadores de Dubai, es que una violación siempre es una relación sexual consentida … y si la denuncia parte de la víctima (y la reconoce el autor de aquélla, aunque esto último es un imposible práctico) será condenada. No es kafkiano, es medievalismo atroz sponsorizado por EEUU, Reino Unido y las transnacionales que allí llevamos para que se enriquezcan a costa de violaciones y trabajo esclavo. El embarazo, por otra parte, como consecuencia de una violación, también es prueba del “delito”. Recordar el caso mediático de la noruega Marte Dalelv quien dijo haber sido violada por un colega suyo de trabajo y fue encarcelada 16 meses por tener “sexo extramarital”, aplicándosele la “sharia” o ley islámica radical. Dalelv pudo estar más tiempo en las mazmorras de la dictadura, pero fue liberada tras presiones internacionales. Era blanca y de las nuestras, por supuesto.
Sin embargo, los que regentan las “límpisimas” democracias no ejercitan la misma presión internacional para aislar o denunciar ante la ONU al régimen dictatorial teocrático árabe en los casos de explotación laboral infrahumana que han llevado a construir una ciudad-“edén” para banqueros, ejecutivos, famosos, violadores y turistas a los que no les importa aterrizar con la “sharia” debajo del brazo. Son las cosas de Occidente y sus aliados dubaitíes del ISIS.
Claro, que siempre habrá quien vea en Dubai un reino de fantasía, poético y evocador.
(Visto en Urania en Belín)
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