¿Qué ha sucedido en los conflictos para que los hospitales también sean campo de batalla?
La
respuesta no es fácil pero es una realidad: cada vez más estructuras de
salud, así como escuelas y mercados, se han convertido en objetivos
militares, en objetivos de guerra. Hemos recibido ataques en Siria,
Afganistán y, en varias ocasiones, en Yemen donde los responsables
gubernamentales dicen después que se debían a errores o a que en el
interior se encontraba un objetivo militar. Cada vez ocurre más y supone
violar el derecho internacional humanitario. Un hospital es un lugar
neutral.
Una situación que requiere no sólo trabajar desde el terreno, sino también realizar una fuerte incidencia política desde Europa.
Como
consecuencia de los conflictos se generan millones de desplazados y
pedimos que se atiendan sus necesidades como personas, estén donde
estén. No sólo en Turquía sino a donde vayan a reconstruir sus vidas. Si
Europa no entiende esto tampoco entenderá que exijamos ayuda en los
países de origen de todos estos desplazados, lugares extremos donde los
sistemas de salud se paralizan y dejan de funcionar. Por eso, sobre
todo, nosotros trabajamos desde allí.
¿Ve necesario mantener el rechazo de MSF a los fondos de Europa para la ayuda humanitaria?
Creo
que es necesario mantenerlo porque están externalizando el control de
las fronteras. Llevo más de 15 años trabajando en MSF y voy a seguir
trabajando porque cuenta con un principio muy importante: la
independencia. Nos financiamos de forma directa por colaboradores
privados que también creen en esa independencia. Si la ayuda humanitaria
en Europa se va a utilizar con un fin político, no estamos de acuerdo,
no queremos ser cómplices de ningún sufrimiento. Rechazamos recibir
dinero de Europa y de cualquiera de sus países. Y por eso me quedo en
MSF y en terreno, porque hay mucha gente esperándonos aunque para
atenderlos nos juguemos la vida.
Si la ayuda humanitaria en Europa se va a utilizar con un fin político, no estamos de acuerdo, no queremos ser cómplices de ningún sufrimiento
¿Así le ha ocurrido en Yemen este año?
En
agosto estaba allí, en el país, cuando una bomba destruyó uno de
nuestros hospitales pero en la oficina. Esta semana hace justo un año
del último bombardeo que sufrimos en otro hospital también de Yemen. Es
muy extrema la realidad de este país. Todos tenemos muy claro que es
allí donde tenemos que estar. No debemos olvidar a las personas que
necesitan atención médica tanto a nivel quirúrgico, como atención en
partos o por otras patologías médicas, y que cuando la situación se
agrava quedan abandonadas.
Y eso
busca la nueva campaña de MSF bajo el lema #Yomequedo: recordar que hay
muchas necesidades sanitarias que atender en un contexto de guerra
¿Cuáles son sus razones para quedarse?
Mi razón principal para
quedarme es saber que si no está MSF, no habrá nadie que cuide de los
civiles. En muchos conflictos, en muchas situaciones extremas, como
Siria, Yemen o Sudán del Sur no hay nadie más. Quién va a ser el testigo
de lo que está sucediendo allí, quién va a tender la voz de los civiles
que nada tienen que ver con el conflicto. En Yemen, se está
aprovechando el país para declararse la guerra dos países como Arabia
Saudí e Irán. Los civiles nada tienen que ver con esa guerra pero son
los que sufren todas sus consecuencias. Si no estamos nosotros para
denunciarlo, se convierten automáticamente en personas invisibles,
olvidadas, abandonadas.
Como invisibles son muchas de las necesidades médicas de la población ¿Es la salud mental una enfermedad olvidada?
Los
problemas que genera un conflicto y una guerra en la psique de las
personas son enormes y no siempre fáciles de detectar; pero sí claves
para la regeneración de sus vidas. Uno de los componentes de los
programas médicos de MSF es llegar a los niños: ven cosas horribles y su
vida queda completamente rota. Hasta que no llega la ayuda psicológica,
no llegan los buenos resultados.
Tras
quince años con MSF en países como Siria, Sudán del Sur y Liberia,
¿también tendrá razones positivas para seguir trabajando?
La
experiencia de Sierra Leona y de Liberia en 2004 son una buena razón
para quedarme y para el optimismo. Estos dos países avanzan poco a poco
hacia una paz duradera y nuestra presencia se ha reducido al máximo. Sin
embargo, en Sudán del Sur lejos de desmontar nuestros programas hemos
tenido que rehabilitar hasta los más básicos por la llegada de la
violencia. En general no soy optimista con la evolución del mundo: cada
vez hay más guerras y son más cruentas, también con el personal
humanitario. En lo profesional, es una satisfacción contar con un equipo
de gente cada vez más motivado.
Mi razón para quedarme es saber que si no está MSF, no habrá nadie que cuide de los civiles
¿En ese contexto surgen nuevos modos de trabajo como la teleasistencia?
Buscamos
modelos alternativos a la intervención clásica que tenía MSF en su
origen. Lo hemos comprobado en Siria donde se ha vuelto imposible tener
presencia física permanente en la zona norte y donde seguimos atendiendo
a los civiles a través de las nuevas tecnologías. Además en Barcelona
contamos con el apoyo y la disponibilidad continua de personas que en
cualquier momento pueden ayudarnos para informar a un paciente o
resolver una consulta también a través de la tecnología.
¿Suponen estos avances también buenas razones para quedarse?
Hemos
ganado mucho en el tratamiento de los pacientes y queremos avanzar
mucho más. Hemos aprendido mucho en cirugía de guerra y hemos ganado
mucho en rapidez para instalarnos allí donde nos necesitan con urgencia.
Y sí, todos estos avances facilitan el trabajo y que todos queramos
seguir en terreno. Pero la razón principal para seguir en terreno y para
seguir con el trabajo humanitario es el dolor de la gente, el riesgo de
abandono total de todos los civiles. De todos modos, no hace falta irse
muy lejos para ver este horror: de Grecia llegan estos días imágenes terribles de la situación de los desplazados. Y por eso, yo me quedo.
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