lunes, 20 de marzo de 2017

Argentina. La cleptocracia desafiada: Ebullición frente al ajuste

Argentina. La cleptocracia desafiada: Ebullición frente al ajuste





El test decisivo

Los docentes batallan contra las provocaciones del gobierno. Los funcionarios demoraron la negociación y exigieron olvidar todo lo perdido el año pasado. Después ofertaron porcentajes irrisorios con promesas de futuros ajustes, que ya incumplieron en el 2016.

Buscan liquidar el fondo compensador que define un piso salarial para todo el país. Por eso desconocieron la paritaria nacional. Pretenden volver al desguace provincial de los sueldos y sepultar lo obtenido al cabo de dos décadas de marchas federales y carpas blancas.

No es cierto que el Estado carece de fondos. Los 60.000 millones de pesos -que se requieren para satisfacer las demandas de los gremios- son apenas un vuelto de los subsidios otorgados a los capitalistas. Equivalen exactamente al monto que la familia Macri se embolsó con la licuación de su deuda del Correo.

El gobierno intenta doblegar al sindicalismo docente para imponer salarios de hambre a todos los estatales. Sueña con repetir el golpe propinado por Reagan a los controladores aéreos o por Thatcher a los mineros. El neoliberalismo exige ese tipo de ataques a los trabajadores.

Por eso Vidal tantea la introducción de rompehuelgas en las escuelas y convoca “voluntarios” con antecedentes en los servicios de inteligencia. Pondría en peligro a los chicos al introducir esos individuos en la comunidad educativa. Pero toma a los alumnos de rehenes y convalida las amenazas presidenciales a Baradel.

El gobierno cuenta con el apoyo de los gobernadores que avalan la desintegración del salario docente, a cambio del padrinazgo estatal para endeudarse. Pero el paro y la marcha docente han sido contundentes y convergieron con protestas de todo el universo sindical.

Hasta ahora la introducción de rompehuelgas no cuajó y el descuento de los días de paro está en disputa. El malhumor social socava todas las maniobras para oponer a los maestros con los padres.

Los periodistas de los medios hegemónicos redoblan sus campañas denigratorias. Nunca pisaron una escuela pública, pero acusan a los docentes de “abandonar a los niños”. En realidad propician el desfinanciación del sector estatal para favorecer la privatización total de la enseñanza. Con ese objetivo Bullrich cerró varios programas del Ministerio.

Los funcionarios más hipócritas reconocen que los “docentes ganan poco”, pero nunca comparan esa miseria con sus propios sueldos. Convocan a discutir “sin interrumpir las clases”, omitiendo que esa resignación perpetuaría salarios inferiores a la canasta de pobreza. Tampoco olvidan cuestionar el “uso de los chicos para causas políticas”, ignorando que Macri inauguró el ciclo escolar con un discurso de campaña.

Nunca ha sido tan cierto que “si ganan los docentes ganamos todos”. Ya ocurrió en los 90, cuando las huelgas de los guardapolvos blancos pusieron un dique a los atropellos neoliberales.

La reciente acción de los bancarios demostró que se puede triunfar en la pulseada salarial. Frustraron la negativa del gobierno a homologar un acuerdo que emparejaba los sueldos con la inflación. Los maestros retoman ese ejemplo.

Rebelión de las bases

En el acto de la CGT se registró una sublevación espontánea contra la burocracia. Militantes y concurrentes interpelaron a los jerarcas con un grito atronador: “poné la fecha….”

Los caciques atribuyeron esa rebelión a conspiraciones de la izquierda y el kirchnerismo. Pero olvidaron mencionar la lejanía física de esas organizaciones del palco. Los cómplices del ajuste no puede reconocer la indignación que suscitan sus traiciones. Ese rechazo se observó en lemas contra los entreguistas (“se va acabar la burocracia sindical”), que se proyectaron a la marcha de las mujeres (“aquí están los ovarios que no tiene la CGT”).

Los gordos cruzaron una raya de agachadas a cambio del dinero que reciben del gobierno. El disfraz de ese contubernio es la normalización de deudas de las obras sociales. Nunca convocaron el paro prometido si se vetaba la ley anti-despidos. Convalidaron el recorte del salario y suscribieron en algunos sindicatos la flexibilización laboral (petroleros). El corolario de esas traiciones fue el brindis del fin de año con Macri.

El triunvirato propició el mitin para posponer la huelga. Daer lo explicitó en su acto fallido (“convocaremos al paro antes de fin del año). Por eso eligieron un lugar de difícil acceso, adelantaron el inicio e improvisaron la seguridad.

El tumulto estalló por agotamiento de la paciencia popular. Se ha erosionado el control ejercido por los burócratas en la movilización de abril pasado y también se quebraron los acuerdos de cúpulas.

Los medios hegemónicos se niegan a reconocer el descontento que existe contra el ajuste y sus encubridores. Por eso afirman que “volvieron los incidentes entre patotas peronistas”. En lugar de mirar el presente especulan con lo ocurrido en el pasado. Olvidan que la bronca con el trío de la CGT es por el sometimiento a Macri. No expresa ninguna rémora de Lorenzo Miguel o Herminio Iglesias.

Más disparatado es presentar el rechazo a la burocracia como una conspiración justicialista para impedir que “Macri termine su mandato”. Los renovadores sostienen como nunca la gobernabilidad actual. Esa gestión es deteriorada por el propio presidente.

Frente al intenso cronograma de manifestaciones próximas (movimientos sociales, conmemoración del golpe) es probable que la burocracia defina un día de huelga (*). Pero negociará su levantamiento, si Macri emite algún gesto conciliatorio o promete algún subsidio para los capitalistas afectados por las importaciones. Los jerarcas sólo intentan descomprimir la caldera en ebullición. Ni se le ocurre iniciar un plan de lucha para derrotar al gobierno anti-obrero.

Estrategias de agresión

Macri puso en marcha la flexibilización laboral. Comenzó con “el primer empleo” concertado con Mc Donalds para convalidar la precarización de la juventud. Acordó luego un modelo de extracción petrolera en Vaca Muerta, que resigna descansos e impone el cobro por productividad.

El próximo paso será convertir a los planes sociales en subsidios a los empleadores. El Estado financiará los salarios miserables de las empresas que contraten personal, con el objetivo de forzar una baja general de los sueldos. Los capitalistas que despotrican contra el alto “costo salarial” aceleran la agenda de su representante en la Casa Rosada.

El oficialismo promueve la desprotección laboral para introducir los niveles de explotación que imperan en el grueso de Sudamérica. Por eso anula los feriados-puente y reforma la ley de riesgos de trabajo. Busca achatar las indemnizaciones y reducir la prevención de accidentes.

Macri también espera el momento oportuno para disminuir las cargas sociales. Con el argumento de “incentivar el empleo” desfinanciará la previsión social y empobrecerá a los jubilados. Ya se demostró en los 90 que esas subvenciones a los patrones no crean empleo. Si en la prosperidad de la década pasada la creación de puestos de trabajo fue inferior al crecimiento de la producción, en el estancamiento actual prevalecerá la simple destrucción de empleos.

El gobierno tolera esa demolición para recrear un ejército de desocupados que aplaste el salario. Desde fines del 2015 el número de despedidos y suspendidos ascendió a 245.000 personas. En la industria la pérdida de puestos de trabajo es perdurable y en el sector público se introdujo el principio de echar en masa a los contratados.

Nadie se acuerda de la catarata de inversiones para generar empleo que prometía el PRO. Ahora dicen que esa meta se logrará con la flexibilización. Mañana exigirán mayor contracción del salario para crear algún el empleo.

Como el atropello en curso prepara otro mayor resulta indispensable derrotar al gobierno. Hay que lograrlo antes que sea tarde. Si Macri masifica el desempleo abrirá un ajuste perpetuo, con resistencias más difíciles. Es mejor batallar con huelgas de asalariados que con piquetes de desocupados.

El presidente acelera la confrontación retomando el ajuste ortodoxo que parecía atenuar a fines del 2016. Con Dujovne volvió el endurecimiento, las paritarias con techo y los tarifazos. El neoliberalismo feroz reaparece con proyectos de congelar contratos en la administración pública y privatizar las jubilaciones. Está en carpeta el vaciamiento del fondo de garantía para reintroducir el sistema de capitalización. Un funcionario clave del gobierno dirigió la principal AFJP.

El giro ortodoxo contradice la necesidad de aflojar las agresiones en un año electoral. Pero el núcleo duro del PRO estima que a Macri le conviene repetir la crudeza de Menem y copiar el descaro de Trump.

En realidad la dureza resurge porque Mauricio desconoce otra política. No comanda un gobierno peronista con capacidad de giro de Menem hacia Kirchner. Macri sólo puede ser Macri.

Pero el líder del PRO es también un derechista pragmático que tantea agresiones y acepta repliegues. Promueve muchas iniciativas regresivas y mantiene las que se afirman. Se guía por el famoso “si pasa, pasa” y si no “intentamos de vuelta”.

Esa estrategia explica la interminable sucesión de “errores” que el gobierno revisa con discursos de humildad. Oculta que sus desaciertos nunca son inocentes. El último “error” de las jubilaciones, desfasaba la fórmula de indexación de los jubilados por explícita recomendación del FMI. En todos los terrenos el oficialismo promueve transferencias regresivas de ingresos y se detiene cuando estalla la protesta.

No hay descartar un próximo freno de la brutalidad ortodoxa si se consolida la resistencia. Pospondrán aumentos de tarifas para retomarlos luego de un respiro.

Doblegar al gobierno es la prioridad del momento. No es cierto que “si le va bien a Macri, nos va bien a todos”. La experiencia indica lo contrario. El país se hunde con el afianzamiento de sus enterradores y se reconstruye con su derrota.

La economía no arranca

El macrismo implementa el ajuste con una economía parada. Han fallado todos sus pronósticos. La reactivación prometida al inició de la gestión, en el segundo semestre y a fin de año, no aparece. Los indicadores tan sólo sugieren un piso a la caída del PBI sin rebotes significativos. En el mejor de los casos hay un leve y desigual repunte.

La política económica aplastó el consumo y recrea el estancamiento. No hay recuperación a la vista con una retracción del 6-10% del salario. En lugar de avances hacia la “pobreza cero” se han creado un millón y medio de nuevos desamparados y 600.000 indigentes. El desastre social se palpa todos los días. La empresa Sancor se encamina, por ejemplo, a la quiebra por el desplome del consumo de leche entre los niños.

La transferencia regresiva iniciada con la devaluación y la reducción de las retenciones se afianzó con medidas impositivas (reducción de bienes personales, anulación de reembolsos de IVA), que expanden la desigualdad. Nadie consume, además, si teme perder su empleo.

Frente a semejante panorama el gobierno sube la apuesta neoliberal esperando el derrame por otro carril. Pero la reactivación tampoco aparece con inversiones. La altísima capacidad ociosa de la industria disuade la renovación de maquinaria y es sabido que el agro o las finanzas crean poco empleo. Las enormes ganancias que obtuvieron los capitalistas de la soja, la banca o la minería no reaniman el mercado interno.

Tampoco la obra pública resucita el nivel de actividad. Su impacto es muy inferior al publicitado y afronta el techo fiscal que impone Dujovne. El freno de la producción se agrava, además, por los privilegios otorgados a los financistas. La eliminación de controles a los movimientos de capitales ha incentivado la llegada de dólares, que circulan sólo en la esfera bancaria.

Lo mismo ocurre con un “exitoso” blanqueo que apuntala las bicicletas de títulos del Banco Central. Pero lo más alarmante es la fuga de capitales. Los fondos que ingresan vuelven a salir, luego de engordar rendimientos a costa del erario público. Macri ya emitió 77.000 millones de dólares (15% PIBI) de nueva deuda para alimentar el patrimonio de los capitalistas argentinos en el exterior.

Para congraciarse con los banqueros que temen la futura insolvencia del Estado, Dujovne refuerza un ajuste fiscal que recrea el estancamiento. Ya anunció que retomará los tarifazos de electricidad, combustibles, peajes y transporte.

Esa escalada elevó en varios puntos la pauta inflacionaria del 17%. Por el impacto de las tarifas, los precios anualizados de enero y febrero se ubican por arriba de ese porcentaje. Como Macri pretende contener el desborde con mayor apertura de las importaciones, los cierres de empresas se multiplican junto a las suspensiones de personal.

Brasil ofrece un espejo del futuro. Luego de severas caídas del PBI en los últimos dos años (3,6% y 3,8%) la recuperación es insignificante (0,5%). Esa degradación supera lo ocurrido durante la crisis del 30. El macrismo empuja la economía hacia el mismo pozo gestionando un círculo vicioso de inflación, recesión y endeudamiento.

Las justificaciones por la “herencia recibida” perdieron credibilidad. Más insensatos son los mensajes de optimismo. Macri repite que la economía ha despegado, con la misma convicción que De la Rúa ponderaba los méritos de la convertibilidad. Su desconexión de la realidad tiende a precipitar grandes convulsiones.

De la ceocracia a la cleptocracia

Mauricio atraviesa por su peor momento y el establisment mediático prende luces de alerta. No sólo decae su imagen en las encuestas. La población empieza a identificarlo con la corrupción.

El gobierno acumula en su primer año un récord de malversaciones de fondos. Carga con más imputaciones que cualquier otra gestión en un periodo inaugural. Ningún área está exenta. Hay acusaciones contra los financistas del dólar futuro, los CEOs de la energía y los bolsos de la vicepresidente.

El caso más desopilante es el rabino Bergman. No sólo contrató extraños asesores. También invocó a Dios desde Punta del Este, para explicar la ausencia de obras frente a las inundaciones y los incendios. El “dietazo” que promovieron los congresistas del PRO es congruente con este impúdico clima de enriquecimiento personal.

Pero en el ojo de la tormenta están los desfalcos de la familia Macri. No pueden alegar desconocimiento de las decenas de sociedades involucradas en los Panamá Papers. Tampoco aclaran los oscuros manejos del ANSES con financistas de Qatar.

Lo más impactante es el escándalo del Correo. Los Macri fundieron la empresa luego de ganar su privatización, ofreciendo un canon que nunca abonaron. Se retiraron con una deuda descomunal y transfirieron el muerto al estado. Ahora aprovechan su control del Poder Ejecutivo para auto-condonarse el pasivo. Presentaron ridículos argumentos de obstrucción legal a la indexación de su deuda. Macri hijo le perdona la carga a su padre y facilita un juicio adicional por daños al estado.

Cuando se estaba replegando de este fraude estalló otro escándalo. El gobierno concedió las rutas más rentables de Aerolíneas a una empresa de los Macri asociada con Avianca. Otra porción del negocio quedó en manos de compañías vinculadas al ministro Quintana.

Entre una estafa y otra se conoció que Arribas -el jefe de la inteligencia- habría participado en las coimas de Odebrechet para ganar licitaciones de obras públicas. El acusado exhibe una gran fortuna, que forjó con la intermediación de jugadores durante la era Macri en Boca.

Algunos periodistas estiman que Arribas es un testaferro del primer mandatario. La familia Macri suele utilizar el espionaje oficial en sus transacciones más turbias. Para proteger esas actividades Mauricio viajó recientemente a Brasil. Ha tomado nota de los pedidos de captura que afrontan varios ex presidentes de América Latina.

Hay muchos indicios de una asociación ilícita en la cúspide del gobierno para entregar negocios a la familia. En la cumbre del gabinete CEO opera una red de corrupción mayúscula.

El gobierno de los Ceócratas es una administración de Cleptócratas. No conforma sólo un gobierno de ricos. Asegura los bolsillos del más rico de ese entramado. Como la especialidad de los capitalistas argentinos es la estafa al Estado, los desfalcos se potencian bajo un gobierno de los suyos. Ese saqueo comienza a sublevar a la población.

¿Menem o De la Rúa?

El establishment sostiene al gobierno esperando que supere las turbulencias del primer año. Apuntala el blindaje mediático que necesita Macri para lidiar con el escollo electoral.

Pero los dueños del poder también registran los fracasos de su colega. En los momentos más críticos describen al grupo gobernante con durísimos calificativos (improvisados, imbéciles, pasantes). El estancamiento económico y los despidos de Melconían y Prat Gay han potenciado las dudas del círculo rojo.

En el costado opuesto del tablero también se discute la consistencia de la ofensiva gubernamental. Entre los militantes populares predomina -por momentos- la impresión de un fuerte avance neoliberal contra la población. El reverso de esa percepción aparece en las grandes marchas, que renuevan la expectativa en una derrota del macrismo.

El diagnóstico más certero indica la presencia de un gobierno reaccionario con serios límites para lograr sus objetivos. Crece la resistencia junto a la agresividad oficial y los atropellos coexistan con los repliegues.

El intento de instalar la impunidad a los genocidas sigue fallando. Tuvieron que revertir el decreto que anulaba la conmemoración del 24 de marzo y tomaron distancia del cuestionamiento a los 30.000 desaparecidos. Necesitan disimular el negacionismo recargado que comparten todos los miembros del PRO.

Milagros Salas continúa detenida. Pero las irregularidades de su apresamiento deterioran los viajes Macri al exterior. Milani fue detenido para debilitar a Cristina, pero la maniobra socava la campaña oficial para cerrar los juicios y liberar a los militares.

Macri tampoco logra reintroducir la represión. Sancionó decretos anti-piquetes que no implementa y adiestró gendarmes que no logra utilizar. Sus provocaciones suelen desatar inmanejables escándalos (como los infiltrados al concluir la marcha de mujeres).

Ni siquiera está funcionando la demagogia punitiva para criminalizar a la juventud. Es evidente que la reducción de la edad para imputar delitos agravaría el desastre social.

El gobierno tampoco logra oxígeno en la política exterior. El triunfo de Trump desmoronó su estrategia de aproximación a la Alianza del Pacífico. No encuentra todavía un libreto sustituto para disputar el liderazgo de la restauración conservadora en la región. Con insultos a Venezuela y campañas anti-iraníes busca el beneplácito del magnate estadounidense. Pero el Departamento de Estado prioriza definiciones en otras latitudes.

El despiste de Macri ha sido mayor en Europa. Para mendigar inversiones que no despuntan condecoró al Rey con la orden de San Martin. A diferencia de los 90 España ya no opera como gran nexo de negocios entre el Viejo Continente y América Latina. Los ibéricos prestan más atención a su incierto futuro dentro de la Unión Europeo. Además, las protestas en ambos países han ensombrecido el idilio de Macri con Rajoy.

Frente a tanto problemas aumentan las tensiones dentro de Cambiemos. Los tecnócratas y liberales del gabinete exigen mantener el rumbo, sin ninguna alianza adicional. En cambio los pragmáticos auspician aproximaciones con el peronismo conservador. Buscan recrear el auxilio que reciben de los renovadores en el Congreso.

Pero el malestar social afecta a toda la corporación política. Los hombres de Massa ya están pagando el costo de la sumisión y los radicales no abren la boca. Temen repetir el desplome anticipado de Alfonsín y De la Rúa y mantienen un silencio que sepulta a la UCR.

Macri apuesta a la polarización electoral con el kirchnerismo, pero juega con fuego y puede terminar generando su propio entierro. La lucha social definirá como queda parado frente a los comicios. Para recrear la estabilidad de Menen debería ganar las dos partidas y si falla en ambos terrenos afronta el fantasma de la Alianza.

Convulsiones por abajo

La gran diferencia actual con décadas pasadas radica en el nivel de organización y conciencia popular. Las multitudinarias manifestaciones de la primera semana de marzo confirman ese marco. La rebelión del 2001 y la experiencia del último decenio han forjado una vasta red de militancia juvenil que confronta con el gobierno.

Al interior de ese pujante activismo se desenvuelven los debates entre el kirchnerismo y la izquierda. La primera vertiente preserva un gran sustento por el inesperado rumbo que sucedió a Cristina. La gran frustración que auguraba la presidencia de Scioli quedó pospuesta por el ajuste que implementa Macri.

Hay numerosas pistas del carácter regresivo que perfilaba la fracasada continuidad K. Los discursos de guerra contra los maestros que actualmente pronuncia Alicia Kirchner parecen escritos por un asesor del PRO. Con retórica agresiva justifica la falta de pago al grueso de los empleados públicos. La misma tendencia conservadora se verifica en el acompañamiento de muchos senadores del FPV al oficialismo.

Un caso más extremo es el ministro Barañao que permaneció en el gobierno por indicación de Cristina. No sólo se ha transformado en un cruzado de la liquidación del CONICET. Despliega su ignorancia de tecnócrata, frente a cualquier investigación que no reditúe ganancias inmediatas a los capitalistas. Su actitud sintoniza con otros ex funcionariados del mismo espacio, que promueven el orden conservador o postulan el retorno pleno al partido justicialista.

Pero la mochila más complicada que carga Cristina es su inexplicable fortuna personal. No encuentra forma de justificar el impresionante incremento de su patrimonio. Todos los días aparece alguna anomalía en sus propiedades o empresas. Es ciertamente hostilizada por el gobierno y sus jueces. Pero los datos que salen a flote son contundentes.

Cristina también soslaya en sus incansables tweets una opinión sobre la detención de Milani. Mantuvo en la jefatura del ejército a un personaje con abrumadoras denuncias de participación en los crímenes de la dictadura.

El procesamiento político de estos hechos ha quedado en suspenso por la presidencia de Macri. Por eso el kirchnerismo mantiene su arraigo y nadie sabe cuál será su evolución futura.

La izquierda puede contribuir a una canalización progresista de esa experiencia. No carga con ninguna de las hipotecas del kirchnerismo pero afronta otro desafío: demostrar capacidad para gestar un proyecto alternativo.

La visibilidad de la izquierda aumenta junto a su gravitación en el movimiento sindical. Pone el cuerpo en las difíciles batallas que rehúyen sus adversarios (AGR-Clarín) y no baja las banderas frente al oportunismo que suscita el Papa Francisco. Es la única corriente que mantiene una sintonía total, con el documento anticlerical leído en la marcha de las mujeres.

Con esta actitud la izquierda incrementa su influencia. Habrá que ver si tiene la madurez e inteligencia para proyectar estos avances a la construcción electoral. Actúa en un escenario convulsivo que presagia grandes acontecimientos.

Claudio Katz. Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz

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Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article13780

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