sábado, 4 de marzo de 2017

EL FRAUDE DEL CRISTIANISMO (1/5)

EL FRAUDE DEL CRISTIANISMO (1/5)


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En los próximos artículos vamos a tratar un tema sensible, un tema políticamente incorrecto: Nuestra religión, el Cristianismo.
Vayan por delante algunas matizaciones, para que lo que defendamos no hiera sensibilidades, o no hiera la sensibilidad de personas razonablemente maduras.
Lo primero es distinguir entre una doctrina, cualquier doctrina, y las personas que la profesan. Las personas merecen nuestro respeto. Toda persona, sea cual sea la creencia a la que da su conformidad, merece respeto.
Este artículo no va en contra de ninguna persona, no es personal. No va en contra de los cristianos practicantes, ni de los no practicantes, ni va contra las personas agnósticas, ni contra los ateos.
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Para todos ellos, nuestro respeto. No se busca que modifiquen ni un ápice sus creencias. Las creencias son cosa personal, de cada uno. Y todos somos libres para elegir la que nos parezca más apropiada.
Incluso no tener ninguna. Eso, defendemos, ya es adoptar una postura en el campo de la ideología: Cero doctrinas.
Ahora bien, respetar a todas las personas no exige la obligación de abstenerse de analizar las doctrinas.
Las doctrinas en sí se pueden analizar y llegar a conclusiones sobre las mismas, siempre que ese análisis esté realizado con mentalidad científica, con rigor, y que las conclusiones sean fehacientes, comprobables por cualquier persona normalmente dotada.
Hechas estas aclaraciones previas, adelantemos qué se ofrecerá al lector en los próximos cinco artículos sobre este tema, incluido éste.
Se comenzará por describir el estado actual de nuestro mundo, presentándolo como lo que es, un mundo completamente desequilibrado, dividido, sin un norte claro. Casi podríamos decir vergonzoso, impresentable.
La atención se fijará en la educación recibida por los occidentales (los habitantes de Europa, América y parte de Oceanía). Más en concreto, analizaremos las pruebas documentales que demuestran que la religión predominante en Occidente, el Cristianismo, es una religión falsa, inventada en el siglo IV, no en el siglo I. Con un supuesto fundador, Jesús de Nazaret, inexistente.
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Dedicaremos tres artículos a explicar y mostrar las tres pruebas documentales, fehacientes, de que la tesis aquí defendida es correcta:

Los occidentales vivimos engañados desde hace 1.700 años.
Todas nuestras ideas sobre la vida, la muerte, el Más Allá, la Ética, el objetivo de vida de los seres humamos, todo eso es falso, una manipulación.
Y las consecuencias de este engaño abarcan todas las facetas de la vida de los occidentales y muchas de los no occidentales.
Finalmente, en el artículo quinto, se obtendrán las consecuencias de tal situación y una propuesta de solución.

Nuestra situación global es muy similar a la que habría en nuestra sociedad si no hubiera enseñanza de ningún tipo para ejercer las diversas profesiones de la vida habitual.
Como si no hubiera Facultades de ninguna de las disciplinas conocidas, ni Colegios; sólo una formación básica, en la Escuela Primaria, donde se aprendiera a leer, a escribir, a sumar y a restar.
Las otras dos reglas, sólo a los hijos de los guerreros principales. A partir de ahí, a ganarse cada cual la vida como pueda.
El chiquillo que le gustara diseccionar renacuajos y pececillos del río, sería el futuro médico de la aldea. Al chaval que le gustaba hacer construcciones con piedras y barro se le encomendaría la dirección de los puentes para salvar los ríos del entorno. Y lo mismo para los demás oficios.
Y ellos enseñarían a sus hijos sus habilidades. Y éstos heredarían el oficio.
Total ausencia de educación en todos los campos. Sólo la experiencia personal, a lo que cada cual llegue. Preparación, nula.
Ya se comprende que un mundo así equivaldría a volver a la edad de las cavernas. Todos los frutos de la civilización quedarían prácticamente borrados.
Pues bien, así estamos – defendemos – en el campo de las ideas: Asilvestrados, salvajes, ignorantes de todos los progresos de que podríamos disfrutar si hubiéramos recibido una educación digna del ser humano.
Y el mundo que esa ignorancia ha generado es el nuestro, lleno de desigualdades, ambiciones, corrupción, guerras, abusos de unas naciones a otras, de unos seres a otros.
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Hace menos de una hora he leído en Facebook un artículo titulado algo así como “10.000 frases célebres de ateos empedernidos”. Si hay en nuestro Occidente tantos ateos es porque todos han sido inoculados, de pequeños, con una doctrina falsa, que hace aguas. Y su alejamiento, de mayores, es la reacción. Normal.
El Cristianismo, como se demostrará en los artículos que siguen, es una religión falsa, que nació para algo absurdo.
Absurdo para nuestra mentalidad. No era absurda la razón en el tiempo en que se inventó: Para evitar el fin del mundo, por extraño que parezca.
En Roma se permitían múltiples religiones. Eso era obligado, ya que Roma conquistaba indefectiblemente todos los reinos vecinos que no la superaban en potencia militar.
Sólo paró sus conquistas ante los Partos, en Oriente, y ante los Germanos, al Norte, por la derrota sufrida en tiempos de Augusto. Y por la inclemencia del clima. Ante el desierto, al Sur. Y ante el Océano, al Oeste.
Con tantos pueblos, adorando a distintos dioses, Roma debía permitirlos todos. No por tolerancia, sino por sentido común.
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Tal hecho, según un desdichado personaje, había indignado al Dios Único. Y éste, furioso, estaba a punto de enviar el fin del mundo sobre Roma. Salvo que se le desagraviara, instaurando una religión única en todo el Imperio, que le diera el culto debido.
Tal dislate fue rechazado por Diocleciano, Augusto Máximo el año 303. Pero convenció a Constantino, que supo del plan de Lactancio, que así se llamaba el personaje de la feliz idea.
Veinte años más tarde toda la ficción cristiana estaba montada. Los “textos sagrados”, escritos. Los nuevos obispos, designados a lo largo y ancho del Imperio.
Y el Concilio de Nicea iba a dar el pistoletazo de salida, iba a suponer la puesta de largo de la nueva religión.
Entretanto, Constantino se había hecho con el control total del Imperio, derrotando primero a Majencio, en el Puente Milvio, y luego a Licinio, su cuñado, en dos batalla definitivas.
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Debe darse en Occidente un cambio de paradigma. Un cambio de paradigma en la Historia y un cambio de paradigma, aún mayor, en las ideas.
Hay que rehacer nuestro concepto de la Historia del siglo IV. Todo lo que nos han referido es falso, inventado, interesado, deformado, falsificado, un fraude. Y es vergonzoso que lo sigamos dando por bueno. Impropio, infantil.
No hay otra opción, si queremos pasar a la posteridad como una civilización digna de tal nombre, que acceder a un nuevo paradigma, restaurando los valores auténticos, dejando atrás la falsificación ingente que Lactancio, Constantino y Teodosio impusieron a sus coetáneos, nuestros antepasados de hace 17 siglos.
Ahora que las pruebas de todo ello están sobre la mesa, es inadmisible – y sería incomprensible, por no decir inaudito – que se siguiera dando crédito y valor al viejo paradigma, lleno de engaños infantiles, que sólo sirve a unos pocos, en perjuicio de todos los demás.
Instalados en el viejo paradigma, lo que aquí se afirma podría calificarse de locura, insensatez, algo imposible de que sea cierto.
La realidad, como se demostrará en los próximos artículos, es que la inmensa mayoría de los occidentales razona dentro del viejo paradigma, discurre en el seno de la locura.
Occidente lleva 1.700 años instalado en la locura. Por eso tenemos, los occidentales, un grave problema.
El problema más grave que puede tener una civilización. Algo que habrá que solucionar …
Fernando Conde Torrens

Entrevista El Submarí. Día 4-9-2.016.

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