Es
muy importante que los jefes de los dos países puedan discutir
personalmente una serie de cuestiones relacionadas con la política
internacional, las esferas de influencia en el sur de Eurasia y el papel
de los agentes externos en desestabilizar las relaciones entre los dos
países.
Rusia y Turquía tienen una serie de problemas similares. A lo largo
de los siglos, otros actores interesados -el Reino Unido y luego los
Estados Unidos- han tratado de empujar a los dos países y sus pueblos a
la guerra para obtener ventaja personal. Además, el tipo occidental de
gobernabilidad democrática liberal no se adapta a Rusia y Turquía, ya
que su composición étnico-religiosa tiene un carácter imperial.
Además, en ambos países hay elementos que tratan de agravar las
relaciones bilaterales tanto como sea posible debido a insultos
históricos (por ejemplo, el lobby armenio en Rusia o la parte
de la élite turca orientada hacia Occidente) o puntos de vista políticos
de corto alcance. El ex ministro turco de Asuntos Exteriores y primer
ministro, Ahmet Davutoglu, trasladó intencionalmente a Erdogan
información engañosa después de reunirse con Bashar Assad en Siria
durante la crisis, lo que influyó en la decisión sobre el papel de
Turquía en el conflicto sirio. Del mismo modo, alrededor de Vladimir
Putin hay liberales latentes y representantes de la sexta columna,
quienes, bajo el disfraz de los intereses nacionales, están
malinformando al presidente ruso.
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