No sé lo que entienda la sociedad cuando, de manera incesante, la atiborran de spots
con las bondades del nuevo modelo educativo; pero para mí, maestro, con
casi cuatro décadas frente a grupo y varias reformas educativas a
cuestas, lo miro como una contradicción, con propósitos inalcanzables;
lo presentaron como un nuevo modelo educativo, que no es “nuevo” y mucho
menos “modelo”; basta con citar su eslogan “Aprender a aprender” que
condena y excomulga el aprendizaje memorístico y la repetición de
contenidos como algo prohibido, como blasfemia ante el nuevo “rito”; sin
embargo, cómo pretenden que los niños aprendan a leer y a escribir,
cómo desarrollar el cálculo matemático, o bien realizar operaciones sin
calculadora, todo, sin usar la memoria.
De este gran espectáculo lo que más llama mi atención es la propuesta
de la autonomía curricular que, despojándose de los viejos programas y
planes de estudio inflexibles, los de talla única para todos los
alumnos, busca romper las barreras de aprendizaje para atender la
diversidad y particularidades del aula. Quiero entender que vuelca la
mirada hacia los extremos como los alumnos superdotados con altas
capacidades y los alumnos con discapacidades, quienes son
particularmente los más vulnerables.
Pero la flexibilidad que se propone ¿podrá en todo caso adaptar nuevos contenidos educativos a las necesidades y contextos específicos de sus estudiantes y su medio? Echemos un vistazo a los ejemplos que propone la SEP: taller de escritura creativa, inglés, debates, taller de matemáticas lúdicas, taller de tecnología, taller de exploración de condiciones del medio y cambio climático; ligas deportivas, orquestas, talleres de arte; asignaturas tales como educación financiera, programación, robótica, habilidades para emprender; contenidos regionales y locales, y finalmente proyectos como recolección de basura, potabilización, democracia escolar, entre otros.
Las dudas me acechan, pues el tiempo de autonomía escolar es variable por nivel educativo y en función de la modalidad educativa. Es mayor en preescolar que en primaria, y mucho más amplio en jornadas de tiempo completo. Para las escuelas de jornada regular el tiempo de autonomía se estima en 2.5 horas a la semana, mientras que en las de tiempo completo puede sumar hasta 20 horas semanales. Desigualdades al fin, que contrastan la educación.
Pero la flexibilidad que se propone ¿podrá en todo caso adaptar nuevos contenidos educativos a las necesidades y contextos específicos de sus estudiantes y su medio? Echemos un vistazo a los ejemplos que propone la SEP: taller de escritura creativa, inglés, debates, taller de matemáticas lúdicas, taller de tecnología, taller de exploración de condiciones del medio y cambio climático; ligas deportivas, orquestas, talleres de arte; asignaturas tales como educación financiera, programación, robótica, habilidades para emprender; contenidos regionales y locales, y finalmente proyectos como recolección de basura, potabilización, democracia escolar, entre otros.
Las dudas me acechan, pues el tiempo de autonomía escolar es variable por nivel educativo y en función de la modalidad educativa. Es mayor en preescolar que en primaria, y mucho más amplio en jornadas de tiempo completo. Para las escuelas de jornada regular el tiempo de autonomía se estima en 2.5 horas a la semana, mientras que en las de tiempo completo puede sumar hasta 20 horas semanales. Desigualdades al fin, que contrastan la educación.
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