Como
era de esperarse, luego de su convocatoria a "paro cívico" de la pasada
semana la Mesa de Unidad Democrática (MUD) reedita la convocatoria,
esta vez por 48 horas, a sólo instantes de la apertura de mesas
electorales en el marco a la elección de Asamblea Nacional Constituyente
(ANC).
En
la ruta por la caotización del hecho político y social, sin dudas que
la reedición del mal llamado "paro cívico" nos hace recordar los
fantasmas del año 2002, cuando la antecesora de la MUD, la Coordinadora
Democrática, llamó a paros y huelgas patronales que escalaron
progresivamente hasta la puesta en marcha de un paro indefinido.
Episodios aquellos inolvidables, no sólo por su contexto de golpe, nos
referimos a la quiebra masiva de la actividad comercial y empresarial, a
expensas y de la mano del sabotaje petrolero que cerró el 2002 y vio
inicios del 2003.
En los años 2002 y 2003 como consecuencia de tales aventuras, las caídas en el producto interno bruto se proyectaron hasta los -8.9 y -8.1 puntos respectivamente, con el adicional de una caída de 14,3% en la demanda agregada interna, significando por otro lado, pérdidas estimadas en aquel momento de más de 30 mil millones de dólares con daños catastróficos a los procesos medulares del corazón de la industria petrolera venezolana que tardaron años en ser subsanados.
Si sopesamos este 2017 (pese a lo difuso de los datos) el impacto que el "paro cívico" de 24 horas de la semana pasada y el de 48 horas que la MUD quiere imponer, hablaríamos de significativas pérdidas en el Producto Interno Bruto (PIB) por el volumen de más de 98 mil millones de bolívares, si decantamos el PIB estimado para este año en bolívares y desagregamos a ese monto (11 billones 927 mil millones de bolívares), el equivalente a tres días de actividades económicas perdidas si el paro fuese cumplido por todos los comercios del país. El daño potencial.
Estimemos, al menos superficialmente, el costo económico de tener a la MUD en la dirección de la oposición interna y veremos el desarrollo de la antipolítica ramplona.
Las guarimbas del año 2014 dejaron una estela de pérdidas materiales calculadas sobre los 10 mil millones de dólares. A mediados de abril de este año y a poco más de 15 días de inicio de las acciones violentas, el presidente Nicolás Maduro anunció la alarmante cifra de más de 50 mil millones de bolívares en pérdidas materiales. Cifra que podríamos proyectar a meses del conflicto y por la continuidad en daños, por el orden de los 200 mil millones de bolívares en pérdidas materiales por afectaciones directas o destrucción de bienes públicos y privados a lo largo y ancho del territorio nacional. Probablemente la cifra sea modesta.
El país ha sufrido pérdidas incalculables a expensas de las guarimbas. Sumemos a eso las pérdidas incuantificables ocasionadas por cierres de negocios, comercios e industrias, en zonas de influencia de la violencia antichavista. Ni hablar del "costo de oportunidad" (lo que los operadores económicos dejan de ganar) por verse inhibidos a desarrollar sus actividades por el contexto de caos, violencia desproporcionada y daños indiferenciados producto de la arremetida opositora.
La caotización del espectro económico interno no es nuevo en la agenda de la MUD. Lo hemos apreciado en el advenimiento del boicot económico en el marco de la coyuntura económica venezolana que ha sobrevenido desde 2013 y que ha apuntado a la desarticulación de los sistemas de abastecimiento y precios, imponiéndose la vorágine empresarial-bachaquera, la manipulación cambiaria y los desmanes contra la población. No obstante, este llamado a "paro cívico" se caracteriza por su particularidad de ser abierto, no delegado a agendas ocultas de los actores económicos, es declaradamente político y absolutamente indiferente a la situación económica-contexto, donde predomina la idea de que lo necesario en el país es el trabajo y la productividad y no la paralización.
La ocurrencia del llamado a paro en estas instancias precede la convocatoria a otra "Toma de Caracas" el próximo viernes y la preparación de un caldo de caos en las calles al este de la capital, enmarcado además en una agenda de "boicot electoral", disuasión y ataque a electores y centros electorales en el marco de elección de constituyentistas el próximo domingo. Una afirmación adelantada de que cada fin de semana cuando Freddy Guevara hace anuncios de "protestas", lo que se sabe que puede venir es más caos y muertes, más todavía en días cruciales en las que el chavismo pone en juego los destinos nacionales en manos de los electores.
Como sucedió la semana pasada, el "paro" se impuso por medio de intimidación y violencia en reductos específicos de varias ciudades del país. Las trancas, proliferación de focos violentos e intimidación al cierre de la actividad comercial bajo amenazas de saqueo e incendio, hicieron lo suyo.
Esto implica una nueva jornada, más prolongada, de terror contra la mayoría de los establecimientos comerciales y sus dueños en ciertas zonas de ciertas ciudades, quienes nuevamente, abran o cierren puertas, pueden verse afectados por acciones violentas focalizadas, características de los tiempos y territorios de guarimbas, donde prolifera el pillaje.
Por fortuna, en menos del 7% de las parroquias del país, es donde las acciones articuladas de violencia han prosperado consistentemente, lo cual infiere que en esencia la presentación de la violencia, la intimidación y las trancas con barricadas para provocar la paralización de las actividades económicas, tendrá sus puntos específicos de impacto, no obstante a riesgo de que ocurran situaciones ante la alta posibilidad de que muchos dueños de establecimientos decidan no suscribir la aventura, entendiendo que es de 48 horas y ha sido precedida por un fin de semana con puente por el feriado del 24 de julio. Muchos no quieren lidiar con el costo de cerrar prolongadamente. La MUD encamina a sus seguidores y al entramado del sector privado al caos económico autopropinado.
La diatriba que se espera en Venezuela para estos días se define en la gobernabilidad versus la ingobernabilidad inducida. Es una pulseada del orden versus el caos. En esa dirección hay que entender la convocatoria absurda a paralización de las actividades económicas. Hay que asumirla como un insumo para atizar el conflicto, elemento generador de caos y enfrentamiento, catalizador y amplificador de "muertos necesarios" para intentar frenar la Asamblea Nacional Constituyente, cuestión que viene al unísono del coqueteo del gobierno de EEUU de sancionar a Venezuela por abrir las urnas electorales en una oportunidad en la que la oposición se negó a participar. La mesa está servida.
En los años 2002 y 2003 como consecuencia de tales aventuras, las caídas en el producto interno bruto se proyectaron hasta los -8.9 y -8.1 puntos respectivamente, con el adicional de una caída de 14,3% en la demanda agregada interna, significando por otro lado, pérdidas estimadas en aquel momento de más de 30 mil millones de dólares con daños catastróficos a los procesos medulares del corazón de la industria petrolera venezolana que tardaron años en ser subsanados.
Si sopesamos este 2017 (pese a lo difuso de los datos) el impacto que el "paro cívico" de 24 horas de la semana pasada y el de 48 horas que la MUD quiere imponer, hablaríamos de significativas pérdidas en el Producto Interno Bruto (PIB) por el volumen de más de 98 mil millones de bolívares, si decantamos el PIB estimado para este año en bolívares y desagregamos a ese monto (11 billones 927 mil millones de bolívares), el equivalente a tres días de actividades económicas perdidas si el paro fuese cumplido por todos los comercios del país. El daño potencial.
Estimemos, al menos superficialmente, el costo económico de tener a la MUD en la dirección de la oposición interna y veremos el desarrollo de la antipolítica ramplona.
Las guarimbas del año 2014 dejaron una estela de pérdidas materiales calculadas sobre los 10 mil millones de dólares. A mediados de abril de este año y a poco más de 15 días de inicio de las acciones violentas, el presidente Nicolás Maduro anunció la alarmante cifra de más de 50 mil millones de bolívares en pérdidas materiales. Cifra que podríamos proyectar a meses del conflicto y por la continuidad en daños, por el orden de los 200 mil millones de bolívares en pérdidas materiales por afectaciones directas o destrucción de bienes públicos y privados a lo largo y ancho del territorio nacional. Probablemente la cifra sea modesta.
El país ha sufrido pérdidas incalculables a expensas de las guarimbas. Sumemos a eso las pérdidas incuantificables ocasionadas por cierres de negocios, comercios e industrias, en zonas de influencia de la violencia antichavista. Ni hablar del "costo de oportunidad" (lo que los operadores económicos dejan de ganar) por verse inhibidos a desarrollar sus actividades por el contexto de caos, violencia desproporcionada y daños indiferenciados producto de la arremetida opositora.
El costo por consecuencia de la violencia antichavista se calcula en billones de bolívares
El paro como agenda del caos
En esencia el "paro cívico" convocado por la MUD pretende extender esta vez, a 48 horas, el suicidio de los agentes del entramado económico interno, la médula del sector privado venezolano, caracterizado por ser predominantemente compuesto por el sector bienes y servicios y que desemboca con especial énfasis en la actividad comercial.La caotización del espectro económico interno no es nuevo en la agenda de la MUD. Lo hemos apreciado en el advenimiento del boicot económico en el marco de la coyuntura económica venezolana que ha sobrevenido desde 2013 y que ha apuntado a la desarticulación de los sistemas de abastecimiento y precios, imponiéndose la vorágine empresarial-bachaquera, la manipulación cambiaria y los desmanes contra la población. No obstante, este llamado a "paro cívico" se caracteriza por su particularidad de ser abierto, no delegado a agendas ocultas de los actores económicos, es declaradamente político y absolutamente indiferente a la situación económica-contexto, donde predomina la idea de que lo necesario en el país es el trabajo y la productividad y no la paralización.
La ocurrencia del llamado a paro en estas instancias precede la convocatoria a otra "Toma de Caracas" el próximo viernes y la preparación de un caldo de caos en las calles al este de la capital, enmarcado además en una agenda de "boicot electoral", disuasión y ataque a electores y centros electorales en el marco de elección de constituyentistas el próximo domingo. Una afirmación adelantada de que cada fin de semana cuando Freddy Guevara hace anuncios de "protestas", lo que se sabe que puede venir es más caos y muertes, más todavía en días cruciales en las que el chavismo pone en juego los destinos nacionales en manos de los electores.
Como sucedió la semana pasada, el "paro" se impuso por medio de intimidación y violencia en reductos específicos de varias ciudades del país. Las trancas, proliferación de focos violentos e intimidación al cierre de la actividad comercial bajo amenazas de saqueo e incendio, hicieron lo suyo.
Esto implica una nueva jornada, más prolongada, de terror contra la mayoría de los establecimientos comerciales y sus dueños en ciertas zonas de ciertas ciudades, quienes nuevamente, abran o cierren puertas, pueden verse afectados por acciones violentas focalizadas, características de los tiempos y territorios de guarimbas, donde prolifera el pillaje.
Por fortuna, en menos del 7% de las parroquias del país, es donde las acciones articuladas de violencia han prosperado consistentemente, lo cual infiere que en esencia la presentación de la violencia, la intimidación y las trancas con barricadas para provocar la paralización de las actividades económicas, tendrá sus puntos específicos de impacto, no obstante a riesgo de que ocurran situaciones ante la alta posibilidad de que muchos dueños de establecimientos decidan no suscribir la aventura, entendiendo que es de 48 horas y ha sido precedida por un fin de semana con puente por el feriado del 24 de julio. Muchos no quieren lidiar con el costo de cerrar prolongadamente. La MUD encamina a sus seguidores y al entramado del sector privado al caos económico autopropinado.
La diatriba que se espera en Venezuela para estos días se define en la gobernabilidad versus la ingobernabilidad inducida. Es una pulseada del orden versus el caos. En esa dirección hay que entender la convocatoria absurda a paralización de las actividades económicas. Hay que asumirla como un insumo para atizar el conflicto, elemento generador de caos y enfrentamiento, catalizador y amplificador de "muertos necesarios" para intentar frenar la Asamblea Nacional Constituyente, cuestión que viene al unísono del coqueteo del gobierno de EEUU de sancionar a Venezuela por abrir las urnas electorales en una oportunidad en la que la oposición se negó a participar. La mesa está servida.
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