Las matanzas de Sabra y Chatila
En los campamentos de refugiados en el
Líbano, las Falanges cristianas junto con terroristas israelíes
masacraron a 3500 palestinos
La guerra del Líbano
Como consecuencia de la creación del Estado de Israel, en 1948, muchos árabes que habitaban en Palestina escaparon de las fuerzas armadas israelíes y cruzaron la frontera hacia el Líbano, en donde comenzaron a vivir como refugiados. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP), creada 1964, tenía campos de entrenamiento militar en Jordania, pero luego de la masacre que sufrieron sus militantes a manos del rey Hussein, en 1970, en los hechos conocidos como “Septiembre Negro”, la mayor parte de sus miembros huyeron hacia el Líbano. Allí se fueron asentando y consolidando en la zona sur del país, desde donde empezaron a llevar adelante ataques contra Israel. Esta situación comenzó a incomodar, cada vez más, los intereses de la clase dirigente cristiana libanesa, que tenía el monopolio del poder político desde que el Líbano dejara de ser una colonia francesa y se independizara en 1946.
Durante los primeros años de la década de 1970 comenzaron a sucederse enfrentamientos entre las fuerzas cristianas nacionalistas, conservadoras y derechistas contra organizaciones político-militares musulmanas e izquierdistas hasta que, en 1975, estalló una guerra civil que iba a durar 15 años. El ejército israelí comenzó a intervenir en el conflicto bélico, a fines de la década de 1970, invadiendo el Líbano y conformando una alianza con las fuerzas cristianas de derecha. Como resultado de esa alianza, en 1982, Beirut fue tomada por las tropas israelíes y estas dejaron como “zona liberada” los campos de refugiados palestinos Sabra y Chatila para que ingresaran las milicias cristianas y masacraran a sus habitantes.
El contexto de la masacre
El 1 de septiembre de 1982, seiscientos treinta y tres fedayines (1) se embarcaron en el “Mediterranean Star” con destino a Tartus (base naval siria en el Mediterráneo) con el Comando Militar de la OLP. Así terminó la evacuación de las fuerzas militares de la OLP de Beirut. El mismo día, el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, expuso en una alocución televisada su Plan de Paz para Medio Oriente. Allí sostuvo: “Ya es tiempo de que todos los pueblos de Medio Oriente den prueba de un nuevo realismo: la existencia del Estado de Israel es un hecho consumado… Sin embargo esa legitimidad solo fue reconocida por muy pocos países y negada por todos los países árabes con excepción de Egipto. Israel existe; tiene derecho a existir en paz detrás de sus fronteras seguras y defendibles” (2).
Al día siguiente de la difusión del Plan de Paz, Israel publicó un comunicado oficial en el que rechazaba, punto por punto, todo lo dicho por Reagan. Para el primer ministro israelí, Menahem Beguin, la aceptación hubiera sido una traición al pueblo israelí. El 5 de septiembre el ministro de defensa, Ariel Sharon, en una suerte de respuesta al Plan Reagan, anunciaba la implantación de tres nuevos asentamientos en la Ribera Occidental. Yitzhak Shamir, ministro de relaciones exteriores, legitimaba los nuevos asentamientos declarando: “Nos quedaremos en Judea, en Samaria y en Gaza. Nos instalaremos allí y nosotros mismos nos ocuparemos de nuestra seguridad” (3).
Desde la Conferencia Sionista Extraordinaria, celebrada en New York en mayo de 1942, Estados Unidos se había convertido, tomando la “posta” de manos británicas, en el principal promotor y sostenedor del movimiento sionista. Desde mediados de la Segunda Guerra Mundial y hasta el presente, todas las administraciones estadounidenses han sido las principales aliadas del Estado de Israel. La intermediación de Washington en los Acuerdos de Camp David en 1978, cuatro años antes de las matanzas de Sabra y Chatila, entre Israel y Egipto había posibilitado que el hasta entonces país líder del panarabismo dejara su hostilidad con Tel Aviv y reconociera su derecho a existir en Medio Oriente.
Sin embargo, quizás jugando al “policía malo” y al “policía bueno”, o simplemente por tener diferencias entre “amigos”, el gobierno de Beguin hizo oídos sordos a la “paz reaganiana” y tiró más leña al fuego, avanzando militarmente sobre Beirut cuando ya se habían retirado buena parte de las fuerzas militares palestinas.
Por su parte, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), por medio de la agencia telegráfica TASS, sostuvo que la iniciativa estadounidense se inscribía “integralmente en un gran plano cuyo objetivo es el de reforzar la influencia norteamericana en la región del Cercano y del Medio Oriente, cuya importancia estratégica y económica fue subrayada por Reagan” (4). Más adelante, el 15 de septiembre, un día antes de la masacre, el líder político de la URSS, Leonid Breznev, dio a conocer un plan de paz para Medio Oriente con seis puntos centrales, destacándose los tres siguientes: 1) principio de inadmisibilidad de conquista de tierras por medio de la agresión (restitución de los territorios ocupados por Israel en 1967); 2) derecho de los palestinos de volver a sus hogares u obtener una compensación por los bienes que tuvieron que abandonar; 3) debe de establecerse un respeto de las fronteras territoriales de ambos Estados, el judío y el árabe.
Sí bien en un comienzo Stalin apoyó la resolución 181 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que promovía la creación de dos Estados (uno judío y otro árabe) en Palestina, ya a partir del conflicto del Canal de Suez, en 1956, pero sobre todo luego de la Guerra de los Seis días, en 1967, la URSS e Israel se encontraron absolutamente distanciados, como resultado de la toma de posición de cada Estado en el marco de la Guerra Fría. La venta de armas de Moscú y sus satélites europeos a Egipto, Siria, Libia, etc., daba cuenta de los negocios y la tensión político-militar en la zona. En definitiva, sí bien la URSS apoyó diplomáticamente los movimientos antiimperialistas en Medio Oriente no fue mucho más allá.
Matanzas de Sabra y Chatila
En el marco de la guerra civil libanesa, el 14 de septiembre de 1982, el líder maronita y mandatario electo libanés, Bashir Gemayel, fue asesinado junto a cuarenta personas más en un atentado con explosivos contra la sede central de las Fuerzas Libanesas en Beirut. Este hecho, nunca del todo esclarecido, pudo haber sido llevado a cabo por las facciones pro-sirias y pro-palestinas que se enfrentaban a las fuerzas cristianas e israelíes, o por las mismas fuerzas israelíes para justificar su avance sobre Beirut y legitimar el aniquilamiento de las fuerzas palestinas que pudieran quedar en el país luego que la OLP se hubiera retirado días antes.
Como resultado del atentado dos divisiones del Tzáhal (5), al mando del Ministro de Defensa Ariel Sharon, invadieron el oeste de Beirut al día siguiente, incumpliendo así su acuerdo con los Estados Unidos de no ocupar la parte occidental de la ciudad. El ejército israelí había rodeado, el 15 de septiembre, por completo los Campos de refugiados de Sabra y Chatila, dominando todas las entradas y salidas. Ese mismo día, a última hora, Rafael Eitán, jefe del Estado Mayor, y Sharon se reunieron con los dirigentes de la Falange (6) cristiano-libanesa en el aeropuerto de Beirut y acordaron maniobras conjuntas para el día siguiente.
El día 16, casi todas las localidades del país quedaron sometidas al toque de queda israelí. Ese mismo día, el embajador de Israel en Washington, Michael Arens, afirmó a una cadena de televisión estadounidense: “Se debe tener en cuenta de que el ejército israelí es hoy la única fuerza verdaderamente estable en el Líbano. ¿Imagínese un minuto lo que sería ahora el Líbano sin el ejército israelí?” (7). El Departamento de Estado tanto como la Casa Blanca se negaron a condenar la iniciativa militar israelí, sosteniendo que era imperativo restablecer la calma y la tranquilidad.
El 16 de septiembre la masacre comenzó cuando cientos de falangistas entraron armados a los campos de refugiados y llevaron a cabo violaciones, mutilaciones y asesinatos de ancianos, mujeres y niños durante más de 30 horas. Cómo una suerte de apoyo logístico, combinado con una especie de “celebración festiva”, las fuerzas israelíes dispararon bengalas durante la noche con el fin de “iluminar” el trabajo de los falangistas. La responsabilidad del Estado de Israel, con la legitimación diplomática estadounidense, es innegable puesto que fueron sus fuerzas militares las que habían tomado el control absoluto de Beirut, en general, y de los campos de Sabra y Chatila, en particular, generando las condiciones para que los falangistas perpetraran la masacre.
Al menos 3000 refugiados palestinos resultaron asesinados como consecuencia del ataque. El primer ministro israelí, Menahem Beguin, desentendiéndose de la participación de su ejército en la masacre, sostuvo: “En Chatila no judíos mataron a no judíos, ¿qué tenemos que ver nosotros con eso? (8). Sin embargo, la ciudadanía israelí, a través del movimiento pacifista Shalom Ahshav (9) y la oposición política, desestimando las palabras de su jefe de gobierno, llevó adelante el 25 de septiembre la manifestación más grande de la historia del país exigiendo responsabilidades, dimisiones y una investigación independiente.
Tanto como la masacre de Deir Yassin (10), el Al Nakba (11) y otras tantas barbaries cometidas contra los palestinos por parte del Estado de Israel, la masacre de Sabra y Chatila es una herida que no se ha curado y que permanecerá abierta hasta que no se haga justicia con el legítimo derecho del pueblo palestino a vivir en su tierra sin ser oprimido ni explotado.
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Notas:
1- “Luchadores por la libertad” del pueblo palestino. Laicos.
2- Revista Estudios Palestinos, Número 1 (1984) “Cronología”. Instituto de Estudios Palestinos. Buenos Aires.
3- Ídem.
4- Agencia de Telégrafos de la Unión Soviética 2/09/1983.
5- Acrónimo de Tzava Hahagana LeYisrael (Fuerzas de Defensa de Israel). Nombre genérico para las fuerzas armadas israelíes.
6- Formación política cristiano-católica inspirada en la Falange Española. Su lema fundacional es “Dios Patria y Familia”.
7- Revista Estudios Palestinos, Número 1 (1984) “Cronología”.Ob. cit..
8- http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=40763.
9- Organización política israelí que se opuso firmemente a la invasión del Líbano en 1982. Ha rechazado los asentamientos en Cisjordania y la Franja de Gaza, y ha abogado por la negociación como herramienta para la solución al conflicto árabe israelí.
10- Masacre de palestinos en la aldea Deir Yassin llevada adelante por las milicias sionistas Irgún y Leji.
11- Al Nakba, en árabe “catástrofe”. Término utilizado por el pueblo palestino para referirse el éxodo forzado por las milicias y el ejército sionista en 1948 en el marco del surgimiento del Estado de Israel.
La Izquierda Diario
Como consecuencia de la creación del Estado de Israel, en 1948, muchos árabes que habitaban en Palestina escaparon de las fuerzas armadas israelíes y cruzaron la frontera hacia el Líbano, en donde comenzaron a vivir como refugiados. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP), creada 1964, tenía campos de entrenamiento militar en Jordania, pero luego de la masacre que sufrieron sus militantes a manos del rey Hussein, en 1970, en los hechos conocidos como “Septiembre Negro”, la mayor parte de sus miembros huyeron hacia el Líbano. Allí se fueron asentando y consolidando en la zona sur del país, desde donde empezaron a llevar adelante ataques contra Israel. Esta situación comenzó a incomodar, cada vez más, los intereses de la clase dirigente cristiana libanesa, que tenía el monopolio del poder político desde que el Líbano dejara de ser una colonia francesa y se independizara en 1946.
Durante los primeros años de la década de 1970 comenzaron a sucederse enfrentamientos entre las fuerzas cristianas nacionalistas, conservadoras y derechistas contra organizaciones político-militares musulmanas e izquierdistas hasta que, en 1975, estalló una guerra civil que iba a durar 15 años. El ejército israelí comenzó a intervenir en el conflicto bélico, a fines de la década de 1970, invadiendo el Líbano y conformando una alianza con las fuerzas cristianas de derecha. Como resultado de esa alianza, en 1982, Beirut fue tomada por las tropas israelíes y estas dejaron como “zona liberada” los campos de refugiados palestinos Sabra y Chatila para que ingresaran las milicias cristianas y masacraran a sus habitantes.
El contexto de la masacre
El 1 de septiembre de 1982, seiscientos treinta y tres fedayines (1) se embarcaron en el “Mediterranean Star” con destino a Tartus (base naval siria en el Mediterráneo) con el Comando Militar de la OLP. Así terminó la evacuación de las fuerzas militares de la OLP de Beirut. El mismo día, el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, expuso en una alocución televisada su Plan de Paz para Medio Oriente. Allí sostuvo: “Ya es tiempo de que todos los pueblos de Medio Oriente den prueba de un nuevo realismo: la existencia del Estado de Israel es un hecho consumado… Sin embargo esa legitimidad solo fue reconocida por muy pocos países y negada por todos los países árabes con excepción de Egipto. Israel existe; tiene derecho a existir en paz detrás de sus fronteras seguras y defendibles” (2).
Al día siguiente de la difusión del Plan de Paz, Israel publicó un comunicado oficial en el que rechazaba, punto por punto, todo lo dicho por Reagan. Para el primer ministro israelí, Menahem Beguin, la aceptación hubiera sido una traición al pueblo israelí. El 5 de septiembre el ministro de defensa, Ariel Sharon, en una suerte de respuesta al Plan Reagan, anunciaba la implantación de tres nuevos asentamientos en la Ribera Occidental. Yitzhak Shamir, ministro de relaciones exteriores, legitimaba los nuevos asentamientos declarando: “Nos quedaremos en Judea, en Samaria y en Gaza. Nos instalaremos allí y nosotros mismos nos ocuparemos de nuestra seguridad” (3).
Desde la Conferencia Sionista Extraordinaria, celebrada en New York en mayo de 1942, Estados Unidos se había convertido, tomando la “posta” de manos británicas, en el principal promotor y sostenedor del movimiento sionista. Desde mediados de la Segunda Guerra Mundial y hasta el presente, todas las administraciones estadounidenses han sido las principales aliadas del Estado de Israel. La intermediación de Washington en los Acuerdos de Camp David en 1978, cuatro años antes de las matanzas de Sabra y Chatila, entre Israel y Egipto había posibilitado que el hasta entonces país líder del panarabismo dejara su hostilidad con Tel Aviv y reconociera su derecho a existir en Medio Oriente.
Sin embargo, quizás jugando al “policía malo” y al “policía bueno”, o simplemente por tener diferencias entre “amigos”, el gobierno de Beguin hizo oídos sordos a la “paz reaganiana” y tiró más leña al fuego, avanzando militarmente sobre Beirut cuando ya se habían retirado buena parte de las fuerzas militares palestinas.
Por su parte, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), por medio de la agencia telegráfica TASS, sostuvo que la iniciativa estadounidense se inscribía “integralmente en un gran plano cuyo objetivo es el de reforzar la influencia norteamericana en la región del Cercano y del Medio Oriente, cuya importancia estratégica y económica fue subrayada por Reagan” (4). Más adelante, el 15 de septiembre, un día antes de la masacre, el líder político de la URSS, Leonid Breznev, dio a conocer un plan de paz para Medio Oriente con seis puntos centrales, destacándose los tres siguientes: 1) principio de inadmisibilidad de conquista de tierras por medio de la agresión (restitución de los territorios ocupados por Israel en 1967); 2) derecho de los palestinos de volver a sus hogares u obtener una compensación por los bienes que tuvieron que abandonar; 3) debe de establecerse un respeto de las fronteras territoriales de ambos Estados, el judío y el árabe.
Sí bien en un comienzo Stalin apoyó la resolución 181 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que promovía la creación de dos Estados (uno judío y otro árabe) en Palestina, ya a partir del conflicto del Canal de Suez, en 1956, pero sobre todo luego de la Guerra de los Seis días, en 1967, la URSS e Israel se encontraron absolutamente distanciados, como resultado de la toma de posición de cada Estado en el marco de la Guerra Fría. La venta de armas de Moscú y sus satélites europeos a Egipto, Siria, Libia, etc., daba cuenta de los negocios y la tensión político-militar en la zona. En definitiva, sí bien la URSS apoyó diplomáticamente los movimientos antiimperialistas en Medio Oriente no fue mucho más allá.
Matanzas de Sabra y Chatila
En el marco de la guerra civil libanesa, el 14 de septiembre de 1982, el líder maronita y mandatario electo libanés, Bashir Gemayel, fue asesinado junto a cuarenta personas más en un atentado con explosivos contra la sede central de las Fuerzas Libanesas en Beirut. Este hecho, nunca del todo esclarecido, pudo haber sido llevado a cabo por las facciones pro-sirias y pro-palestinas que se enfrentaban a las fuerzas cristianas e israelíes, o por las mismas fuerzas israelíes para justificar su avance sobre Beirut y legitimar el aniquilamiento de las fuerzas palestinas que pudieran quedar en el país luego que la OLP se hubiera retirado días antes.
Como resultado del atentado dos divisiones del Tzáhal (5), al mando del Ministro de Defensa Ariel Sharon, invadieron el oeste de Beirut al día siguiente, incumpliendo así su acuerdo con los Estados Unidos de no ocupar la parte occidental de la ciudad. El ejército israelí había rodeado, el 15 de septiembre, por completo los Campos de refugiados de Sabra y Chatila, dominando todas las entradas y salidas. Ese mismo día, a última hora, Rafael Eitán, jefe del Estado Mayor, y Sharon se reunieron con los dirigentes de la Falange (6) cristiano-libanesa en el aeropuerto de Beirut y acordaron maniobras conjuntas para el día siguiente.
El día 16, casi todas las localidades del país quedaron sometidas al toque de queda israelí. Ese mismo día, el embajador de Israel en Washington, Michael Arens, afirmó a una cadena de televisión estadounidense: “Se debe tener en cuenta de que el ejército israelí es hoy la única fuerza verdaderamente estable en el Líbano. ¿Imagínese un minuto lo que sería ahora el Líbano sin el ejército israelí?” (7). El Departamento de Estado tanto como la Casa Blanca se negaron a condenar la iniciativa militar israelí, sosteniendo que era imperativo restablecer la calma y la tranquilidad.
El 16 de septiembre la masacre comenzó cuando cientos de falangistas entraron armados a los campos de refugiados y llevaron a cabo violaciones, mutilaciones y asesinatos de ancianos, mujeres y niños durante más de 30 horas. Cómo una suerte de apoyo logístico, combinado con una especie de “celebración festiva”, las fuerzas israelíes dispararon bengalas durante la noche con el fin de “iluminar” el trabajo de los falangistas. La responsabilidad del Estado de Israel, con la legitimación diplomática estadounidense, es innegable puesto que fueron sus fuerzas militares las que habían tomado el control absoluto de Beirut, en general, y de los campos de Sabra y Chatila, en particular, generando las condiciones para que los falangistas perpetraran la masacre.
Al menos 3000 refugiados palestinos resultaron asesinados como consecuencia del ataque. El primer ministro israelí, Menahem Beguin, desentendiéndose de la participación de su ejército en la masacre, sostuvo: “En Chatila no judíos mataron a no judíos, ¿qué tenemos que ver nosotros con eso? (8). Sin embargo, la ciudadanía israelí, a través del movimiento pacifista Shalom Ahshav (9) y la oposición política, desestimando las palabras de su jefe de gobierno, llevó adelante el 25 de septiembre la manifestación más grande de la historia del país exigiendo responsabilidades, dimisiones y una investigación independiente.
Tanto como la masacre de Deir Yassin (10), el Al Nakba (11) y otras tantas barbaries cometidas contra los palestinos por parte del Estado de Israel, la masacre de Sabra y Chatila es una herida que no se ha curado y que permanecerá abierta hasta que no se haga justicia con el legítimo derecho del pueblo palestino a vivir en su tierra sin ser oprimido ni explotado.
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Notas:
1- “Luchadores por la libertad” del pueblo palestino. Laicos.
2- Revista Estudios Palestinos, Número 1 (1984) “Cronología”. Instituto de Estudios Palestinos. Buenos Aires.
3- Ídem.
4- Agencia de Telégrafos de la Unión Soviética 2/09/1983.
5- Acrónimo de Tzava Hahagana LeYisrael (Fuerzas de Defensa de Israel). Nombre genérico para las fuerzas armadas israelíes.
6- Formación política cristiano-católica inspirada en la Falange Española. Su lema fundacional es “Dios Patria y Familia”.
7- Revista Estudios Palestinos, Número 1 (1984) “Cronología”.Ob. cit..
8- http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=40763.
9- Organización política israelí que se opuso firmemente a la invasión del Líbano en 1982. Ha rechazado los asentamientos en Cisjordania y la Franja de Gaza, y ha abogado por la negociación como herramienta para la solución al conflicto árabe israelí.
10- Masacre de palestinos en la aldea Deir Yassin llevada adelante por las milicias sionistas Irgún y Leji.
11- Al Nakba, en árabe “catástrofe”. Término utilizado por el pueblo palestino para referirse el éxodo forzado por las milicias y el ejército sionista en 1948 en el marco del surgimiento del Estado de Israel.
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