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Jon Lee Anderson: "Trump es un presidente incapaz, hostil y un enemigo de la democracia"
Por Hinde Pomeraniec 29 de octubre de 2017 hpomeraniec@infobae.com
Nació hace 60 años en California y eso aún se advierte en su modo de
vestir, de andar y también en el perfil de sus ideas, que hoy más que
nunca lo han llevado a cruzar cierto límite en sus expresiones, según
cuenta, al punto de que por momentos se lo escucha enojado y al borde de
la indignación por el rumbo que está tomando la política en su país a
partir de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
Jon Lee Anderson es el autor de una celebrada biografía del Che Guevara
y de diversos y destacados libros sobre Medio Oriente, además de
corresponsal de guerra y gran conocedor de la realidad latinoamericana.
Sus crónicas se publican en The New Yorker, la refinada revista
que acaso mejor conjuga todavía rigor y calidad en tiempos de redes
sociales, posverdades y el imperio del click. Su modo de reportear
-cuyos lineamientos comparte con regularidad en los talleres que dicta
en el marco de la Fundación Nuevo Periodismo fundada por García Márquez-
es el sueño de todo periodista con ambición viajera y narrativa: tiempo
para investigar, tiempo para entrevistar, tiempo para escribir. El
resultado de ese privilegio profesional nunca defrauda ya que sus textos
son siempre iluminadores. Basta con recordar sus crónicas sobre Cuba en
diferentes períodos, los relatos de sus encuentros con Fidel Castro o
con Hugo Chávez y algunas maravillas de la crónica contemporánea como "El poder y la torre",
un artículo en el que narra su recorrido por lo que fue la Torre de
David, un edificio construido con ambiciones empresariales y que devino
una multitudinaria favela con forma de rascacielos sin terminar y al que
Anderson definió como el símbolo más importante del fracaso que llevó a
Caracas a ser "una ciudad fallida".
Invitado por la fundación OSDE, Jon Lee Anderson visitó Buenos Aires
para dictar conferencias y se dio tiempo para brindar entrevistas. Una
de ellas fue con Infobae, una mañana de primavera, en los alrededores de Plaza San Martín. Estas fueron algunas de las frases más fuertes.
*Yo no respeto ese voto. Es el voto de los intolerantes, xenófobos, racistas y mezquinos del país.
*Hoy
en día miro hacia atrás y veo a George W. Bush, que no era santo de mi
devoción estando en el poder, pero ahora lo veo como Abraham Lincoln.
*Trump
no ha llegado a matar gente a ese nivel todavía, pero Hitler estuvo en
el poder buen rato hasta que comenzó con sus soluciones finales.
*Para
mí él es el enemigo de la democracia. Él es antidemocrático. Es un ser
maligno. Yo no lo reconozco como el presidente de mi país, para mí es
ilegítimo, no lo reconozco, no lo respeto.
*No creo que sea propio de los mandatarios agarrarse con los periodistas. Siempre he sido crítico de eso.
*Hay
momentos en la vida en que uno no sólo es periodista sino ser humano,
ciudadano, y uno tiene ya un papel. Quizás si yo tuviera 25 años y
estuviera recién comenzando en un diario, a lo mejor me cuidaría más.
Lo que sigue es la transcripción del diálogo en el que el gran cronista
cuenta cómo se vive la llegada de la "grieta" a su país y explica por
qué considera al presidente Donald Trump un enemigo de la democracia y a
este período de los Estados Unidos, una anomalía de la historia.
— Recién
mientras esperábamos para iniciar esta nota decías algo así como que
podrías perfectamente prescindir de Twitter y, sobre todo, que lo pensás
como una actitud militante en contra del presidente Donald Trump.
—
Así es, como él impone la agenda diaria, mediática y política a través
de sus tweets, yo creo que nosotros no deberíamos dejar que él lo
imponga, nosotros somos los que deberíamos imponer la agenda. ¿Por qué
siempre seguir al político de turno, en este caso, un patán como Trump?
Yo creo que nosotros quizás deberíamos dejar de utilizar Twitter
justamente para dejarlo a él sin herramientas.
—
Una cosa es hablar de Trump como un patán, pero ¿qué pasa con los que
lo votaron? Porque en una democracia se supone que uno respeta el voto
del otro.
—
Yo no respeto ese voto. Es el voto de los intolerantes, xenófobos,
racistas y mezquinos del país. Cada país tiene su lastre social. Quizás
no sea políticamente correcto decirlo, y no es que uno ande declamando
por la calle, generalmente convivimos. Cuando hay armonía social en un
país convivimos con quien sea. Yo soy más liberal que los conservadores y
puedo convivir con ellos perfectamente, pero no convivo con racistas ni
violentos ni xenófobos, y eso es lo que representa Donald Trump.
— ¿Hay tantos millones de racistas, xenófobos e intolerantes en Estados Unidos?
—
Pues obviamente que sí. Sí. Y mira, si vamos de país en país podemos
encontrar que hay buenos porcentajes de poblaciones que son parecidas.
Vladimir Putin, que es un gángster, gana las elecciones cada vez ¿no? Lo
celebran. Aparentemente, a una mayoría considerable de rusos les gusta
que un hampón sea el presidente de su país, y que catorce amigos ex KGB
sean los dueños de los recursos naturales de ese país.
—Es
cierto que se pueden hacer ciertos cuestionamientos a lo que es la
democracia en Rusia, que lleva pocos años, pero eso no es lo que ocurre
en Estados Unidos. Por eso la pregunta es: ¿sólo se puede estar de
acuerdo cuando llega al poder alguien que de algún modo tiene que ver
con uno?
—
No, no, para nada. Hoy en día yo miro hacia atrás y veo a George W.
Bush, que no era santo de mi devoción estando en el poder, pero ahora lo
veo como Abraham Lincoln, ¿entiendes?
— A lo que voy es que nunca anduve pensando en las cosas violentas que quería hacer con Bush, sí con Donald Trump. Hablando
en serio, yo creo que en una democracia uno debería tener las fibras
democráticas suficientes para lidiar con gente que no piensa como uno.
Pero, en el mejor de los casos, los que llegan al poder en nuestros
países han de ser gente parecida. Es decir, aunque no tengan los mismos
pensamientos, deberíamos poder saber que esto es un regateo y que nos
van a respetar también a nosotros, que no van a violentar nuestros
códigos, que no van a revertir la asistencia para sectores de la
población, que no va a actuar el mandatario de manera maligna e injusta a
conciencia hacia sectores de la población o del mundo. Con eso sí ya
estamos en un problema. Yo creo que ese otro plano lo tiene
Donald Trump: no es un presidente normal, es un presidente incapaz,
hostil a la mayor parte de la moral de muchas personas, que apela a los
instintos más bajos de una minoría. Una minoría a la que no reconozco
como conciudadanos, prácticamente.
— ¿No es esto parte de algo que está pasando en general?
—
Digo: hay algo que está socavando lo que tiene que ver en general con
los principios democráticos y hasta la propia democracia se pone en
cuestión en este momento como sistema de representación en muchos
lugares del mundo.
— ¿Donald Trump sería como un emergente de esto?
— Sí, sí. Y el más peligroso de todos por ser el presidente del país más poderoso. Sí, exacto.
— Porque es algo que uno está viendo también en algunos países en Europa.
—
Sí claro, la democracia está siendo puesta a prueba de una forma
inusitada, así es. Yo quiero una democracia en donde todos tengamos una
voz. Y reconozco inclusive que esta gente pueda tener su opinión, pero
no los quiero en el poder. Yo sé que el ejemplo de Alemania de los años
30 y 40 es extremo pero, de todas maneras, había una Alemania civilizada
antes de Hitler, y Hitler con su gente representaba a la gente con más
odios, más xenófobas, más racistas, de su país. Lo sabemos: hoy en día
es ampliamente reconocido en el mundo. ¿Acaso entonces Hitler no fue un
jefe de Estado excepcional en Alemania, aún representando una realidad
demográfica de su país? ¿Pero por eso mismo había que lidiar con ellos y
justificar lo que hacían con los judíos, con los gitanos, con los
homosexuales, con los discapacitados, con todos los demás? No. Trump no
ha llegado a matar gente a ese nivel todavía pero Hitler estuvo en el
poder buen rato hasta que comenzó con sus soluciones finales.
— Es posible imaginarte entonces militando activamente contra un próximo período de Donald Trump en el poder.
—
Claro, sí, sí. Mira, vamos a hablar claro. Para mí él es el enemigo de
la democracia. Él es antidemocrático. Él es un ser maligno. Yo no lo
reconozco como el presidente de mi país, para mí es ilegítimo, no lo
reconozco, no lo respeto. Él es el enemigo, con todo lo que significa
eso. Él es el enemigo no solamente de nosotros los periodistas, porque
todos los días nos increpa, nos vilipendia, grita "fake news" a los que
realmente están haciendo la noticia de forma rigurosa y transparente y
protegiendo así la democracia del país. El lo está poniendo en peligro,
él es el enemigo de la democracia norteamericana, y por ende de la
democracia como un precepto en general. Porque Estados Unidos tiene una
presencia y un papel muy grande en el mundo. Y aunque él tiene muchas
flaquezas, y las ha tenido, y cada presidente ha tenido sus flaquezas,
pero mi país ha demostrado ser una especie de bicho sincrético que ha
ido transmutando a través del tiempo y, en general, mejorándose, con sus
altos y bajos. Es decir, es un país que convivió con la esclavitud
hasta hace 150 años, la abolió y llegó a tener un presidente negro. Un
país que no dejó a la mujer votar hasta hace 100 años pero ya tiene
mujeres políticas, o sea la mujer tiene una presencia mucho más lograda
en la sociedad. Etcétera, etcétera, etcétera. Pero todo eso se va a
pique con un Donald Trump.
— ¿Obama habría sido el pico más alto de esa excelencia democrática y Trump sería lo más bajo?
—
Hace años que en ciertos países de América Latina hay un fenómeno que
se conoce como grieta y que es una brecha importante entre dos partes de
la población que piensan diametralmente opuesto. Alguna vez hablaste
del legado dañino de Hugo Chávez en Venezuela en relación a esa
oposición dramática entre chavistas y antichavistas ¿Algo de eso llegó a
Estados Unidos, hoy?
— ¿Algo del legado de Hugo Chávez?
—
No, hablo de la división entre ciudadanos como nunca antes se había
dado. Es decir, aquellos que están con el gobierno y aquellos que están
contra el gobierno de una manera radical, como nunca antes.
—
Sí, sí. Sí, aunque no ha llegado a mayores todavía porque en Estados
Unidos hay Estado de derecho, que está siendo minado por Trump en la
medida en que él puede nombrar jueces para la Corte Suprema. Está
intentando todos los días minar los fundamentos democráticos y las
instituciones democráticas del país. Eso es lo que está haciendo desde
la Casa Blanca. Nosotros, los medios, somos una de las únicas fuerzas de
contención que hay junto con algunos políticos, líderes sociales y
ciudadanos que tienen el voto. Entonces nuestro deber es
hacer más, y más, y más, y más transparente cada vez los comportamientos
de su gobierno en aras de educar y convencer a la población de lo que
está sucediendo realmente en el país. Todavía tenemos un
Estado de derecho que implica que hay jueces en Hawaii, o en el Estado
de Washington o en California que pueden impedir que él siga adelante
con algunas de sus órdenes ejecutivas más malignas como prohibirles a
las personas de determinadas nacionalidades venir al país, como ha
hecho. Entonces eso es muy de Estados Unidos, no sé si
otros países tienen jueces con este tipo de potestad, nosotros sí los
tenemos. Tenemos una separación del Ejecutivo, el Legislativo y el
Judicial todavía.
—
También el enfrentamiento con la prensa es algo que se vio y se ve aún
en América Latina. Se vio con Chávez, se ve mucho más pronunciado con
Maduro, se vio con Rafael Correa, con los Kirchner, sobre todo durante
los gobiernos de Cristina Kirchner.
—
Se ha visto y yo creo que muy criticable. No creo que sea propio de los
mandatarios agarrarse con los periodistas. Siempre he sido crítico de
eso y lo fui cuando estaba Cristina Kirchner, lo fui cuando empezó con
eso Chávez, y lo soy con Trump. Yo creo que es una vertiente autoritaria
que se ha metido en la política. Y en la medida que, quizás, la
definición de los medios se ha ampliado y ha fluido juntamente con las
nuevas tecnologías se ha hecho más fácil que eso suceda, ¿no? Y
obviamente los mandatarios de gatillo fácil, más fogosos o más
autoritarios, son más tendientes a utilizar Twitter, o inclusive el
micrófono, para amedrentar o increpar directamente a los medios. Cosa
que no es propia de los mandatarios, no se hizo antes. Hay maneras de
actuar y comportarse. Mira, Theresa May no es santa de mi
devoción políticamente y creo que ha manejado muy mal la política en
Gran Bretaña desde el Brexit, pero yo la respeto. Yo no veo que ella
ande increpando. Lo hace en un tono británico, o sea, ella se defiende y
se entiende más o menos con alusiones y cierta etiqueta, que no está
conforme ni feliz con la prensa. No veo que Angela Merkel ande nombrando
periodistas por su nombre increpándolos. O quejándose de las "fake
news".
—
Pero ¿qué podrías decir como autocrítica del periodismo? Porque
seguramente tampoco el periodismo ha hecho todos los deberes como debía
hacerlos.
—
Pero no, yo resisto y me rehúso a hacer una autocrítica en aras de
Donald Trump. Esto es lo que también comenzó a hacer la clase política
inmediatamente después de la irrupción en escena de Trump. Cuando ganó,
empezaron a decir: "Ay, sí, deberíamos hablar con esta gente". Entonces
comienzas a ver bestsellers en las librerías sobre los hillbillies, sobre los red necks de Estados Unidos, sobre lo que algunos llaman white trash… Entonces,
¿necesito saber lo paupérrimo que es en términos morales, éticos y
sociales esa clase de población? Siempre los he conocido, son los que
andan armados por ahí. Son los que insultan a los negros y golpean a las
mujeres. ¿Acaso necesito sentir su dolor? ¿Por qué? ¿Porque son los
electores de Trump y son una fuerza electoral? ¿Debo sentir su dolor y
autoflagelarme porque tuve una educación y soy más culto que ellos? Son
ellos los que tienen que hacer el tránsito hacia la civilización. Son
ellos que están en la barbarie. El hecho de que tengan un
representante en la Casa Blanca no me los hace más apetecibles ni tengo
que entenderlos: ellos nos tienen que entender a nosotros. Nosotros
sacaremos a ese hombre de la Casa Blanca y ellos van a tener que
aprender, ¿entiendes? Esto es un período erróneo. Sería
como decir que porque ISIS logró conquistar territorio en Irak y Siria
durante tres años y amedrentar y asesinar a un montón de gente y
expresarse como un califato, declararse un califato, nosotros deberíamos
entender a esa expresión más oscurantista del Islam.
— Pero los de ISIS no llegaron por el voto.
—
Mira, en esa parte del mundo nadie llega por el voto. Entonces el
efecto era igual en el Medio Oriente. Los musulmanes tenían que optar
por qué clase de Islam querían, porque la fe y la política son lo mismo
en muchos de esos países. Entonces tenían que optar si eran pro ISIS o
anti ISIS.
—
Uno ve lo que viene pasando en los últimos años en relación a la
crónica y al periodismo de batalla y mientras la crónica hasta recibe el
premio Nobel como en el caso de Svetlana Alexievich y tenemos talleres
maravillosos y hay ejemplos maravillosos de crónica que a los lectores
les encanta, los lectores no paran de criticar también el periodismo de
todos los días. Algo no se está haciendo bien tal vez con el periodismo
de todos los días, a eso me refería. Se cuestiona que hay diferentes
operaciones, que los periodistas son operados por determinadas facciones
políticas…
—
Sí claro, se ha vuelto una torre de Babel, ¿no? Si antes había diarios,
canales de radio, canales de televisión y todo estaba en su sitio ya no
es así. Se sabe que en algunos casos determinado grupo del sector
privado son los dueños de este canal o diario. Hay una especie de rumbo
político de cada canal o diario de turno que un poquito más a la
derecha, un poquito más a la izquierda, el Wall Street Journal comparado con el New York Times, Clarín, La Nación,
no sé qué. Pero dentro de un ámbito aceptado por la población, o por el
público. Después están los países en donde el gobierno influencia más a
los medios con los campos pagados (N. de la R: pauta publicitaria),
con su Ministerio de Cultura o de Información de turno, y con este afán
reciente de amedrentamiento de los medios, y es circunvalar y
circunscribirlos. Yo creo que tenemos todo eso más
internet, lo digital, más el hacking, más los leaks… Es un panorama
bastante confuso para los periodistas y para el público.
—
En cuanto a nosotros, creo que si estamos perdiendo audiencia o no
llegamos al público, siempre debemos intentar ser mejores y deberíamos
juntos reflexionar por qué está sucediendo e intentar encontrar métodos y
conductas nuevas para reconquistar ese terreno. Ahora, una
parte de todo eso es económica. Algunos tendrán más suerte que otros y
durarán, otros se pensionarán. O sea, algunos periodistas no van a
lograr zanjar este período tumultuoso, casi revolucionario en lo que es
la comunicación en donde difícilmente se distinguen propaganda y lo que
es noticia, entretenimiento, todo eso. Pero yo creo que, en esencia,
nuestro deber es lo mismo que siempre, sobre todo si somos periodistas
de la política y de la actualidad, de cobertura y análisis del
acontecer. Nuestro deber es servir al público con lo que entendemos y
analizamos -de la mejor manera posible- la realidad de nuestro tiempo. Y
trasladarlo de manera sincera y honesta al público. Si el público, en
determinado momento o en determinado país, no lo acepta o lo vilipendia o
no lo digiere es muy lamentable y estamos perdidos, al menos en esa
época y en ese país. Pero no tenemos otra, no tenemos otra llave mágica que la realidad, la sinceridad, la honestidad.
—
¿Y la expresión ideológica política de un periodista entonces tiene que
ser expresada? Es decir, ¿está bien que el lector sepa si un periodista
está en contra de quien está en este momento en el poder? Lo digo por
lo que mencionabas antes acerca de Trump.
—
Sí, mira: recién se me ha planteado. O sea, yo no me expresé así antes
pero yo creo que estamos en un momento excepcional. Hay momentos en la
vida en que uno no sólo es periodista sino es ser humano, ciudadano, y
uno tiene ya un papel. Quizás si yo tuviera 25 años y estuviera recién
comenzando en un diario a lo mejor me cuidaría más. Pero no sé, yo creo
que Trump rompe el molde. No soy el único, el New York Times dice siempre con el tono flemático del New York Times que
el presidente Trump mintió hoy cuando dijo tal y tal. Es un asunto
fáctico, no es ideológico, es que si él miente hay que decir que mintió,
no es que, ah, porque nosotros somos demócratas y tú eres republicano,
no. Y así lo hacen. Porque resulta que él es un farsante y cínico y está
ahí; no es como Obama, que podría haber circunvalado algo, no dicho
algo, aunque también intentaron con rigor periodístico pillarlo por
otros medios. Pero esto es distinto, el comportamiento de este tipo es
distinto. ¿Sabes qué? Lo veo con tristeza en la televisión
porque la verdad es que se ha perdido prácticamente lo que es el
noticiero. Todo es pro o en contra, está muy polarizado. Se ve menos en
los diarios, esto es muy reciente. Pero sí estamos experimentando una
etapa nueva en donde somos más explícitos en torno a lo que pensamos que
ha de ser la actuación correcta, aceptable, dentro del ámbito
democrático de nuestros gobernantes. Somos muchos y de
muchos aspectos de la sociedad quienes tenemos que enfrentar un reto
nuevo. Mi reto es distinguir lo que hago como cronista. Pero si me
preguntas sobre Trump te voy a decir sin pelos en la lengua lo que creo.
Ahora, si mañana yo tengo que hacer una crónica sobre México, Brasil o
Canadá lo voy a hacer de la misma forma que siempre hice. Es más, te voy
a decir algo, a pesar de que me he expresado como me he expresado sobre
Trump, hace poco estuve en la Casa Blanca y entrevisté a alguien muy
cercano a Trump. Tuvimos una conversación casi normal, buena, nos dimos
la mano. Fue un poco extraño pero bueno, yo me porté bien, las reglas
establecidas en torno a la conversación las respeté.
—
Fue cordial. E, inclusive, antes de la conversación hubo un intercambio
del orden de: "Sabemos, Jon que ustedes no están nada a favor de este
presidente, ¿por qué te vamos a dar la entrevista?" Yo dije cierto,
mire, yo no lo escondo, bueno, pueden mirar en la red, no es santo de mi
devoción su presidente, pero esto es un tema que va más allá de mis
gustos personales. E igual van a salir en este reportaje, si quieren
intervenir para explicarme yo los trato de manera balanceada y justa,
tienen mi palabra. Y así fue, aceptaron y así fue. Fue interesante. O
sea, yo puedo sobrellevar mis disgustos también para a veces…
— Para seguir trabajando.
— Seguir trabajando y cruzar un poco el portal, ¿no? Pero yo a Trump lo detesto.
—
Tenemos que ir terminando pero no quiero dejar de preguntarte para que
me respondas brevemente cómo ves la situación de Venezuela. Si le ves
salida pronta a la crisis o creés que el pantano puede seguir mucho
tiempo más.
—
Yo creo que el presidente Maduro va a quedarse un tiempo. Hablando de
él, yo creo que está fuera de riesgo a que lo saquen de manera violenta.
Y creo que en el duelo que él y el gobierno han tenido con la
oposición, ganó él. Entonces, la oposición está en este momento muy
atomizada, entre sus filas hay una sensación de desazón y desanimo. Pero
eso mismo va a sacar vapor de la tetera. Hay mucha gente yéndose del
país, por razones sobre todo económicas pero también por un pesimismo en
torno al futuro. Yo creo que vamos a ver esto durante un buen tiempo.
— ¿Podrías decir que hay democracia en Venezuela?
— (Largo silencio ante cámara, Anderson queda pensativo)
Citaría a Nicolás Maduro. Me dijo hace poco que lo que hay es una
revolución. Y que Venezuela está en una etapa de aceleración de la
revolución.
VEA LA ENTREVISTA COMPLETA AQUÍ:
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