Donald Trump desclasificó el jueves unos 3 mil documentos sobre el asesinato de John Kennedy pero decidió preservar la reserva sobre otros 300 (AFP)
Donald Trump desclasificó el jueves unos 3 mil documentos sobre el asesinato de John Kennedy pero decidió preservar la reserva sobre otros 300 (AFP)
Desde el jueves a última hora una gigantesca comunidad de investigadores, académicos, periodistas y también curiosos y entusiastas de las teorías conspirativas hurgan sin descanso en los archivos desclasificados del asesinato de John F. Kennedy. Es un frenesí que tiene al país en vilo, desatado por la expectativa de encontrar un Santo Grial entre los 2891 documentos secretos que liberó el presidente Donald Trump con el acuerdo de las agencias de seguridad.
¿Qué pasó realmente aquel 22 de noviembre de 1963 en Dallas, hace casi 54 años, cuando los disparos de Lee Harvey Oswald terminaron con la vida de JFK? ¿Qué pasó en las semanas previas, cuando Oswald hizo una visita al consulado de Cuba en Ciudad de México? ¿Cuanto sabían la CIA y el FBI sobre los contactos de Oswald con el gobierno de La Habana y de su estadía en la Unión Soviética? ¿Cómo fue posible, dos días después del magnicidio, que el asesino del ex presidente norteamericano fuera a su vez asesinado por un hombre ligado a la mafia, Jack Ruby, mientras se encontraba bajo custodia policial? Y, sobre todo, ¿Oswald actuó solo o era parte de una conspiración mucho más grande que él?
Las preguntas se amontonan y la búsqueda del tesoro en los archivos de Seguridad Nacional (www.archives.gov) van iluminando día a día algunas zonas oscuras del relato oficial. Ahora nos enteramos, por ejemplo, que un diario británico, el Cambridge News, recibió el alerta de ¨algo grande¨en Estados Unidos minutos antes del asesinato, o que la cúpula del poder soviético quedó pasmada ante la noticia del asesinato y temió que se desencadenara una guerra.
Pero desde el momento mismo de la desclasificación de los documentos, el foco de atención giró también en otra dirección: hacia los archivos que todavía no fueron liberados, una porción menor, de unos 300 documentos, pero mucho más inquietante. "Qué información tan comprometedora o vergonzante pueden contener esos documentos como para que cinco décadas después aún sea necesaria la censura", se preguntan los observadores en esta capital. La respuesta tendrá que esperar.
Un funcionario detalló en off the record que la mayoría de los documentos retenidos pertenecen a la CIA y el FBI. Esto incluye archivos que podrían echar luz sobre los encuentros que mantuvo Oswald en México, donde permaneció seis días. Y registros de los movimientos de Ruby en los días previos al asesintato de Oswald. Son algunos de los cabos sueltos que por décadas intrigaron a los investigadores.
Las agencias de espionaje le recomendaron a Trump mantenerlos en secreto un tiempo más, hasta abril del año que viene, para una revisión más exhaustiva. Citaron razones de seguridad nacional que el presidente no pudo desoir. Y el efecto inmediato de esa decisión fue como una reacción química que se extendió por los medios y las redes sociales.
¨La falta de información alimenta las teorías conspirativas, y esta es una historia que siempre va a fascinar al público porque hay todavía mucho misterio¨, comentó a Infobae Max Paul Friedman, analista político y profesor del departamento de Historia en American University, en Washington. ¨Los servicios secretos le tienen alergia a la revelación de sus métodos de trabajo. Cada vez que surge una historia de este tipo su respuesta es la misma: no hacemos comentarios sobre métodos y fuentes¨, señaló.
Esa es la hipótesis más extendida, sobre la que diarios, sitios online, especiales de TV y redes sociales se han explayado profusamente en las últimas horas. Es decir, que el secreto en que se mantienen algunos de los documentos busca resguardar los métodos de trabajo de las agencias de espionaje y las fuentes de información de sus agentes. El historiador y experto en la presidencia de Kennedy Harold Amstutz sostuvo que lo más embarazoso sería que salga a la luz que Estados Unidos "espiaba los consulados en Ciudad de México y la Unión Soviética y también sus embajadas¨.
Pero nunca se sabe qué más pueden ocultar los archivos. En tren de especulaciones todo cabe. Incluso la idea más arriesgada, que dejó instalada la película ¨JFK¨, de Oliver Stone, de un complot con participación de la CIA. El enorme éxito y la repecusión que tuvo esa mezcla de fantasía y realidad que concibió Stone obligó al Congreso de Estados Unidos a aprobar en 1992, un año después del estreno, una ley que ordenó la total desclasificación 25 años después de los archivos sobre la muerte de Kennedy. Con la salvedad de que las agencias de seguridad podían recomendarle al presidente de turno mantener el velo sobre algunos de esos documentos si veían riesgos en su divulgación. Es lo que ocurrió el jueves al cumplirse el plazo.
¨Vamos a recibir los archivos en seis meses, pero seguramente con ciertas partes censuradas¨, dijo un analista consultado. Friedman observó que el contexto en este caso no le dejaba al presidente muchas opciones más que aceptar las recomendaciones de los servicios secretos. ¨La relación de Trump con las agencias arrastra tensiones desde el día mismo de su asunción y el presidente sin duda no quiere complicar más esa relación¨, señaló.
Sin embargo, el propio Trump alimentó las expectativas de algún hallazgo revelador en los documentos. ¨La largamente esperada liberación de los archivos sobre JFK tendrá lugar mañana¨, tuiteó el miércoles. Completó la idea con un enigmático ¨¡Tan interesante!¨.
Quizá una forma de apelar a la mayoría de casi dos tercios de los norteamericanos que, de manera consistente en las encuestas anuales de Gallup, sostienen la creencia de que Oswald no actuó solo cuando asesinó a Kennedy. Esa mayoría puede ver ahora sus sospechas confirmadas por el ocultamiento de una parte de los archivos.
¨Mientras mantenga en secreto documentos como estos, el gobierno va a alimentar las teorías conspirativas y la idea de que en esos archivos están las pruebas¨, comentó Patrick Maney, experto en la historia de los presidentes estadounidenses de la Universidad de Boston.
Para su colega Max Friedman, la intención de los servicios secretos en este caso no es ocultar ¨la pistola humeante¨, porque posiblemente no la haya, sino defender el principio del secreto, esencial en el mundo subterráneo de los espías.