Puigdemont ha postergado todo lo posible el definir en qué situación
consideraba el Govern que estaba la Comunidad Catalana. Su exasperante
lentitud -incluso para sus aliados- en hacer avanzar el "procés", su
calculada ambigüedad, sus titubeos obedecían a dar tiempo a la
providencial aparición de un mediador internacional que facilitase una
negociación con el gobierno central que diera como resultado una
reconfiguración de la política territorial ventajosa para Cataluña. Esa
esperanza quedó truncada con el anuncio de la intervención de la
Generalitat por el ejecutivo.
Con ese cambio de escenario, en que las dos partes del conflicto
intentan imponer sus movimientos como hechos consumados (de ahí la DUI
"in extremis" del viernes), el Govern parece estar dispuesto a jugar una
nueva baza aún más arriesgada: si en un escenario razonablemente
pacífico, como el habido hasta ahora, no ha logrado la mediación de sus
valedores (el Vaticano, Israel, la OTAN o algún "tapado" aún por
descubrir), la creación de un escenario de conflicto civil podría forzar
a esta intervención extranjera que le otorgase el rol de interlocutor
del gobierno español. En definitiva, el secesionismo necesita de una
explosión de violencia que acerque la crisis catalana a lo que fue la
guerra de Kosovo, con enfrentamientos en la calle, ocupación policial de
los centros de poder y la proyección de una imagen inequívoca de
conflicto civil que fuerce la mediación que por vías más serenas no han
obtenido.
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Lisa y llanamente: sin violencia en las calles el "pro-
cés" está acabado. O se encanalla, o encalla. |
Si la estrategia de la Moncloa va a seguir siendo ir un paso por detrás
de las provocaciones independentistas y no asume en ningún momento la
iniciativa, Cataluña está perdida. Los secesionistas van a forzar la
situación hasta que se haga inevitable la intervención militar y la
aplicación del artículo 116 de la Constitución, solo que cuando el
ejército español pretenda intervenir ya habrá tomado posiciones la OTAN,
que obligará al gobierno central a un acuerdo en los términos que la
Logia B´nai B´rith, cabeza de la masonería tanto catalana como española,
haya decidido. Ya está constituida la mesa de seis miembros de la
OSCE-OTAN que forzará al gobierno español a aceptar la independencia
programada, y a conceder al Govern que se constituirá en el exilio todas
y cada una de sus exigencias: condonación de la deuda con el Estado,
cheque de rescate de 4.200 millones de euros extras para la quebrada
economía catalana, concesión de la doble nacionalidad a los súbditos de
la mafia del 3 %, ... en definitiva, todas las ventajas de la secesión
con las facturas asumidas por el contribuyente español, tan sumiso él.
Un escenario victorioso para la camarilla de Mas, verdadero artífice de
todo este enjuague, y que se esconde detrás de su dócil marioneta,
Puigdemont. El retorno del govern en el exilio será aún más apoteósico
que el de Tarradellas en su día, vencida y humillada la "opresora"
nación española.
Así que el siguiente paso de este guión impone la violencia en las
calles en el grado más virulento que sea posible. No es una elección, es
la única opción con que cuentan los independentistas para consumar con
éxito su desafío al estado. Y si el cobarde de Rajoy sigue jugando la
baza de la proporcionalidad, ha perdido, como le han ordenado sus amos
masones que haga. El escenario en que la fuerza decide lo han creado los
enemigos de la convivencia. Le toca ahora decidir, por su parte, si
quiere vencer en el envite o traicionar el mandato que los ciudadanos,
incluido un significativo porcentaje de la población catalana, le ha
encomendado.
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La gran esperanza blanca de la mafia del 3 %. Blanco y en
botella. Tan a la vista que nadie lo ve. |
Nos esperan tiempos de zozobra e incertidumbre. Habrá que estar atentos a
los movimientos más sutiles del tablero, esos que pasan inadvertidos
sin una atención extrema, como la súbita unanimidad con que los medios
oficiales hablan de la "sinagoga independentista" como dando a entender
que ya saben quién está detrás de los peones negros, al menos después de
la intercepción de un cargamento de documentos que iban a ser
destruidos por los Mossos en una incineradora, o la advertencia a
Puigdemont de que podría no encontrarse base legal para procesarle por
sedición, pero que, si intenta atrincherarse en el Palau de la
Generalitat sin plegarse al cese oficial decretado, la acusación por
usurpación de funciones (en este momento ya está formal y legalmente
cesado) no se la quita ni con agua caliente. Hasta se le está tentando
con la posibilidad de poder presentarse como cabeza de lista el 21-D.
Al respecto de la necesidad de confrontación callejera que es el
siguiente peldaño de la escalada guerracivilista que entraña la agenda
impuesta por Soros a este "procés", recuerdo al lector que el salto de
las manifestaciones aparentemente pacíficas en el Maidán ucraniano al
estallido de la violencia armada se dio cuando "misteriosos"
francotiradores -que luego se supo que fueron mercenarios contratados
por la OTAN- abrieron fuego simultáneamente contra los manifestantes
rebeldes y contra las fuerzas del orden, causando víctimas mortales de
las que ambos bandos enfrentados se culpabilizaron mutuamente. Dado el
seguidismo de este MaidanCat hacia el guión escenificado en Kiev hace
tres años y medio, si se produjeran víctimas de bala en los previsibles
disturbios que habrá en Barcelona sin que se sepa a ciencia cierta quién
las causó, podemos estar seguros de que nos encontramos ante una nueva y
perversa reedición de la estrategia del terror que tan eficaz resultó
en Ucrania.
(posesodegerasa)
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