Los
medios de comunicación son imprescindibles para la configuración de la
forma de mirar de la sociedad. Construyen la realidad de una determinada
manera y no de otra. Ocultan y visibilizan. Sobrevaloran y reducen al
mínimo exponente, informan o uniformizan la opinión pública, respetan o
condenan al ostracismo físico o simbólico a quien se escape de una
norma(lidad) que está preestablecida de antemano por el sistema de
significantes y significados del que parte la corporación mediática de
turno, movida con la lógica neoliberal y ultra racionalista de mirarse
su propio ombligo.
Con la llegada de la modernidad, fenómenos como el desanclaje o el distanciamiento espacio-temporal aparecen reforzados con la aparición de los medios de comunicación de masas, al permitir a un elevado número de personas la aproximación a realidades que antes era imposible conocer a no ser que fuera el individuo quien se aproximara a ellas. Todo lo que conocemos “lo que sabemos sobre la sociedad, lo que sabemos sobre el mundo, lo advertimos a través de los medios de comunicación para las masas “(Luhmann, 2000: 1). Es por ello que Bourdieu (2003) afirmaba que estos podrían haberse convertido en un extraordinario instrumento de democracia directa, pero que sin embargo, en contra de sus mayores temores, lo que han hecho es convertirse en uno de los mayores instrumentos de opresión simbólica.
Atrás quedan los tiempos en los que los medios de comunicación eran percibidos como meros trasmisores de información o entretenimiento, cuyos efectos apenas tendrían influencia en los individuos. Su capacidad para incidir en el establecimiento de la agenda gubernamental o para establecer los temas que marcarán el debate público aparece corroborada por investigaciones como la de McCombs y Shawn (1972) y su teoría de la fijación de la agenda, o la de Noelle-Neumann (1977) y la espiral del silencio, quienes reflexionan acerca del oscurantismo de los fenómenos que no aparecen en los medios. Ello les confirma como actores clave en las campañas electorales, donde ningún candidato podría llegar a alcanzar la victoria sin el apoyo mediático.
La lógica con la que operan los medios de comunicación permite expresarla en términos de guerrilla semiológica donde la imagen, el símbolo y la palabra son armas potenciales de persuasión, propaganda y definición, hasta el punto que, como ya aventuraba Baudrillard (1929-2007) , la distinción entre los signos y la realidad ha implosionado, dando crédito a su hipótesis acerca de la pérdida del monopolio del domino de los medios de producción en la sociedad contemporánea, ahora sometida al imperio de” los medios de comunicación, modelos cibernéticos, y sistemas de control, ordenadores, el procesamiento de la información, industrias de entretenimiento y conocimiento, etc.” . El código de producción subyuga de tal manera que es posible hablar de la Era de la simulación, donde el simulacro impulsa una espiral circular en la que cada vez es más difícil distinguir que es real. Los medios de comunicación dejan de ser un espejo de la realidad para convertirse en realidad en sí misma, bautizándonos como meros consumidores, esclavos de una burbuja de ficción en la cual el entramado de intereses corporativistas se alinea con el campo político para producir una (sub)realidad que entremezcla la fábula y la fantasía, disolviendo en lo cotidiano cualquier vía de escape.
Existen pocos medios que no respondan a este patrón de razonamiento empresarial, debido en enorme medida a su servilismo al partido de turno que esté haciendo que gobierna, es decir, que esté imponiendo su voluntad por el bien general, y que en un contexto de crisis económica e institucional se traduce en recuperar la legitimidad que ha perdido precisamente por dicha actuación. Todo ello se está haciendo echando más leña al fuego, fomentando la creación de problemas en lugar de a su solución, definiendo la diversidad de opiniones como conflictos o desafíos, manipulando la realidad de una forma escalofriante y sirviéndose de la clásica descalificación de cualquier alternativa real a la forma de mirar establecida. Forma de mirar que por otra parte permite que la corrupción y la desigualdad campen a sus anchas, sin ser apenas objeto del cadalso mediático. Los interesante e interesado para los ombligos que poseen el control de los medios de producción de significado es recordar a sus parroquianos que sólo un Estado autoritario puede garantizar la convivencia, y que el resto es ilegal, anormal, inconstitucional, antiliberal, busca la destrucción de España y los españoles o simplemente, es algo relativo a la ignorancia patológica de todos los que pensamos que otra forma de mirar es posible, y las cosas se pueden ( y se deben) hacer de otra manera.
Por ello, a la luz del 155 y de la intervención de TVE en TV3, no puedo hacer nada más que sentir lástima por quienes todavía pensaban que quedaba algún medio de comunicación, privado o público, no intervenido. Sólo un cambio cualitativo de las instituciones y una participación activa pueden devolver El Seny a nuestra particular burbuja de ficción. Es la intervención de la ciudadanía en medios e instituciones lo que puede romper con esta lógica, devolvernos el rol de agentes y romper con el de objetos pasivos o meros consumidores de realidad. Hasta entonces, da igual quién esté al frente de qué. El 155 seguirá otros 40 años paseándose con los brazos en jarras y escupiendo ante nuestras alienadas miradas.
Con la llegada de la modernidad, fenómenos como el desanclaje o el distanciamiento espacio-temporal aparecen reforzados con la aparición de los medios de comunicación de masas, al permitir a un elevado número de personas la aproximación a realidades que antes era imposible conocer a no ser que fuera el individuo quien se aproximara a ellas. Todo lo que conocemos “lo que sabemos sobre la sociedad, lo que sabemos sobre el mundo, lo advertimos a través de los medios de comunicación para las masas “(Luhmann, 2000: 1). Es por ello que Bourdieu (2003) afirmaba que estos podrían haberse convertido en un extraordinario instrumento de democracia directa, pero que sin embargo, en contra de sus mayores temores, lo que han hecho es convertirse en uno de los mayores instrumentos de opresión simbólica.
Atrás quedan los tiempos en los que los medios de comunicación eran percibidos como meros trasmisores de información o entretenimiento, cuyos efectos apenas tendrían influencia en los individuos. Su capacidad para incidir en el establecimiento de la agenda gubernamental o para establecer los temas que marcarán el debate público aparece corroborada por investigaciones como la de McCombs y Shawn (1972) y su teoría de la fijación de la agenda, o la de Noelle-Neumann (1977) y la espiral del silencio, quienes reflexionan acerca del oscurantismo de los fenómenos que no aparecen en los medios. Ello les confirma como actores clave en las campañas electorales, donde ningún candidato podría llegar a alcanzar la victoria sin el apoyo mediático.
La lógica con la que operan los medios de comunicación permite expresarla en términos de guerrilla semiológica donde la imagen, el símbolo y la palabra son armas potenciales de persuasión, propaganda y definición, hasta el punto que, como ya aventuraba Baudrillard (1929-2007) , la distinción entre los signos y la realidad ha implosionado, dando crédito a su hipótesis acerca de la pérdida del monopolio del domino de los medios de producción en la sociedad contemporánea, ahora sometida al imperio de” los medios de comunicación, modelos cibernéticos, y sistemas de control, ordenadores, el procesamiento de la información, industrias de entretenimiento y conocimiento, etc.” . El código de producción subyuga de tal manera que es posible hablar de la Era de la simulación, donde el simulacro impulsa una espiral circular en la que cada vez es más difícil distinguir que es real. Los medios de comunicación dejan de ser un espejo de la realidad para convertirse en realidad en sí misma, bautizándonos como meros consumidores, esclavos de una burbuja de ficción en la cual el entramado de intereses corporativistas se alinea con el campo político para producir una (sub)realidad que entremezcla la fábula y la fantasía, disolviendo en lo cotidiano cualquier vía de escape.
Existen pocos medios que no respondan a este patrón de razonamiento empresarial, debido en enorme medida a su servilismo al partido de turno que esté haciendo que gobierna, es decir, que esté imponiendo su voluntad por el bien general, y que en un contexto de crisis económica e institucional se traduce en recuperar la legitimidad que ha perdido precisamente por dicha actuación. Todo ello se está haciendo echando más leña al fuego, fomentando la creación de problemas en lugar de a su solución, definiendo la diversidad de opiniones como conflictos o desafíos, manipulando la realidad de una forma escalofriante y sirviéndose de la clásica descalificación de cualquier alternativa real a la forma de mirar establecida. Forma de mirar que por otra parte permite que la corrupción y la desigualdad campen a sus anchas, sin ser apenas objeto del cadalso mediático. Los interesante e interesado para los ombligos que poseen el control de los medios de producción de significado es recordar a sus parroquianos que sólo un Estado autoritario puede garantizar la convivencia, y que el resto es ilegal, anormal, inconstitucional, antiliberal, busca la destrucción de España y los españoles o simplemente, es algo relativo a la ignorancia patológica de todos los que pensamos que otra forma de mirar es posible, y las cosas se pueden ( y se deben) hacer de otra manera.
Por ello, a la luz del 155 y de la intervención de TVE en TV3, no puedo hacer nada más que sentir lástima por quienes todavía pensaban que quedaba algún medio de comunicación, privado o público, no intervenido. Sólo un cambio cualitativo de las instituciones y una participación activa pueden devolver El Seny a nuestra particular burbuja de ficción. Es la intervención de la ciudadanía en medios e instituciones lo que puede romper con esta lógica, devolvernos el rol de agentes y romper con el de objetos pasivos o meros consumidores de realidad. Hasta entonces, da igual quién esté al frente de qué. El 155 seguirá otros 40 años paseándose con los brazos en jarras y escupiendo ante nuestras alienadas miradas.
Enlaces relacionados / Fuente:
https://laburbujadeficcion.wordpress.com/2017/09/29/la-reconstruccion-mediatica/
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