Ruinas de viviendas, calles vacías y un horizonte cubierto de cenizas. Y no se trata de los resultados de una guerra nuclear en la península de Corea, sino las posibles consecuencias de una erupción del volcán Paektu, ubicado en la frontera entre Corea del Norte y China, escribe el columnista Andréi Ólfert en su artículo para Sputnik.
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La previsible erupción del 'supervolcán norcoreano' ha estado preocupando a los científicos de diferentes partes del mundo desde hace muchos años. El monte Paektu, que es considerado un lugar sagrado por muchos coreanos, podría entrar en erupción. Dicha circunstancia tendría un efecto mucho más destructivo que la explosión de la bomba termonuclear más potente jamás probada por el ser humano.

A lo largo de los últimos 2.000 años ha habido solo cuatro erupciones de semejante escala, y es posible que la quinta suceda muy pronto, agrega Ólfert.

Según los datos de científicos chinos, a partir de principios de la década del 2000, el área cerca del monte Paektu ha mostrado indicios de una actividad sísmica de menor escala. Además, en la zona hay señales del aumento de las temperaturas en las fuentes térmicas y de alta concentración de helio.

Todo esto podría indicar que el volcán está entrando en fase activa. Los vulcanólogos suponen que a una profundidad de 10 kilómetros bajo el monte hay un foco de magma que se recarga de manera regular por medio de focos subyacentes a él. En consecuencia, concluyen que el volcán puede entrar en erupción.

Los volcanes semejantes al monte Paektu entran en erupción aproximadamente una vez cada 1.000 años. Teniendo en cuenta que la última explosión de este supervolcán tuvo lugar en el año 946, es posible que el monte esté concentrando energía para estallar de nuevo.

Las consecuencias de tal erupción pueden ser catastróficas, sobre todo para más de un millón de chinos y norcoreanos que viven en la región adyacente a la región.

Una erupción de magnitud de siete grados provocaría la eyección de una cantidad enorme de cenizas, piedras y gas extremadamente caliente, que, volando a una velocidad grande, destrozarían todo lo vivo que encuentren a su paso, apunta Ólfert.

Asimismo, no se puede excluir la posibilidad de que unos 2.000 millones de toneladas de agua del lago Chongji, que se formó en el cráter del 'supervolcán norcoreano', provoquen inundaciones al desbordar los ríos Yalu y Tumen -el último forma una frontera natural entre Rusia y Corea del Norte-.

"La interacción con el agua podría desembocar en la formación de aún más cenizas, que pueden cubrir el sol durante varios meses causando un efecto parecido al 'invierno nuclear'. Como resultado, la temperatura media en el noreste asiático caería dos grados", señala el autor del artículo.

Los científicos subrayan que es muy difícil predecir la magnitud de la erupción en la etapa actual. No obstante, incluso en caso de que el acontecimiento sea de menor escala, las nubes de ceniza alcanzarían los territorios de países vecinos.

Si la erupción ocurriera en verano, afectaría mayormente a la parte noreste de China y Corea del Norte, así como la parte sur de la región rusa de Primorie. En caso de que tuviera lugar en invierno, cuando soplan los vientos occidentales, las cenizas se dirigirían hacia Japón y la parte sur de la península de Corea.

Factor juche

El campo de pruebas nucleares de Punggye-ri está situado solo a 115 kilómetros del monte Paektu. En consecuencia, varios especialistas opinan que, en caso de que Pyongyang siga con sus ensayos en esta zona, esto podría provocar una erupción del 'supervolcán durmiente'.

De acuerdo con los cálculos de los científicos surcoreanos, una prueba nuclear de una potencia superior a un megatón, que es capaz de provocar un sismo de siete grados de magnitud, crearía una presión sobre los focos de magma que desembocarían en una erupción.

Estados Unidos también lleva a cabo pruebas nucleares en polígonos localizados solo a varios cientos de kilómetros de supervolcanes durmientes, pero estas no han causado ninguna erupción.

Los especialistas norteamericanos creen que los 'terremotos artificiales' son de alta frecuencia, mientras que los naturales, que de verdad tienen el potencial de provocar una erupción nuclear, son de baja frecuencia.

Ólfert concluye que los vulcanólogos están seguros de una sola cosa: la erupción es inevitable.

La situación parece extremadamente grave, dado que los ensayos nucleares de Corea del Norte tienen lugar cada vez con mayor frecuencia y, por consiguiente, se hace casi imposible vaticinar la fecha de la próxima erupción del Paektu.