A 30 años de la ‘Intifada de las piedras’
Por María LandiMaría Landi
Este año de aniversarios significativos para Palestina[1] se cierra conmemorando los 30 años de la –mal llamada– “Primera Intifada”[2]:
el mayor levantamiento masivo del pueblo palestino, que reinstaló su
causa en la agenda internacional y despertó una oleada de simpatía
popular en todo el mundo.
El estallido se inició el 9 de diciembre de 1987 en un checkpoint
militar del campo de refugiados de Yabaliya, en Gaza, cuando un jeep
israelí atropelló a un camión que llevaba trabajadores palestinos,
matando a cuatro; y en la protesta popular que siguió al incidente, un
soldado acribilló a un adolescente de 17 años. Sin embargo, esos hechos
violentos –y varios que los precedieron– fueron la gota que desbordó el
vaso de una población sometida durante 20 años[3]
a un brutal régimen militar y colonial que, después de arrebatarles su
tierra para entregarla a colonos judíos llegados de Europa y de todo el
mundo, les negaba los más elementales derechos humanos, así como su
historia y su identidad como pueblo originario de esa tierra, castigando
con la cárcel y la deportación masivas cualquier intento de
resistencia. En esos 20 años, 200.000 palestinos/as habían pasado por
las cárceles israelíes, y 4.500 permanecían en ellas en 1987.
La Intifada tomó
por sorpresa tanto al régimen israelí como a los dirigentes de la OLP
exiliados en Túnez, pues no fue responsabilidad de ningún partido. Una
generación entera que había nacido y crecido bajo la ocupación se irguió
como protagonista y marcó un parteaguas en la larga historia de
resistencia palestina: hasta ese momento la iniciativa había estado
fuera de los territorios ocupados, en los líderes de la OLP que
conducían la lucha armada desde Jordania, Líbano y Túnez sucesivamente.
Sin
embargo en diciembre de 1987 el pueblo bajo ocupación dijo “¡Basta!” y
salió a las calles masivamente para enfrentar desarmado a uno de los
ejércitos más poderosos del mundo. La imagen icónica de los niños
lanzando piedras a los tanques se convirtió en todo un símbolo del
levantamiento palestino, invirtiendo el mito de David y Goliat que
Israel había propagado eficazmente al presentarse como víctima amenazada
y agredida por el poderoso mundo árabe.
Si bien hubo acciones armadas, el levantamiento fue fundamentalmente una insurrección civil[4].
La resistencia se organizaba en las ciudades, pueblos, aldeas y campos
de refugiados a través de comités populares que garantizaban la
subsistencia de la población, así como las tareas educativas y de salud
durante los bloqueos y toques de queda. La conducción estaba en manos de
una coalición plural, clandestina y bien organizada: el Mando Nacional
Unificado de la Intifada, que dirigía las acciones de protesta. Allí
estaban representados Fatah como principal partido y los marxistas FPLP,
FDLP y PPP. Los partidos islamistas (Hamas y Yihad Islámica) hicieron
su irrupción pública a poco de iniciarse la Intifada, pero no integraron el MNUI, que se mantuvo como un movimiento secular.
Aunque la mayoría de la población palestina tiene menos de 30 años, mucha gente recuerda con nostalgia la primera Intifada.
El tema suele aflorar en las conversaciones con cualquier persona mayor
de 40 años, y todas tienen anécdotas para contar sobre esa resistencia
popular y bien organizada, que se mantuvo durante casi cinco años a
pesar de la brutal respuesta represiva israelí y del alto costo que
pagaron las familias y comunidades. Abundan los relatos sobre las
diversas formas que adoptó esa resistencia: desde la lucha permanente en
las calles y las huelgas prolongadas hasta el no pago de impuestos y el
boicot a instituciones y productos israelíes –y lo que implicaba en
términos de organizar alternativas de subsistencia. Una eficaz red
subterránea permitía coordinar las diversas tareas de resistencia; entre
ellas, cursos clandestinos para que la niñez y la juventud pudieran
continuar estudiando. Cada acción implicaba, además, prepararse para
enfrentar la reacción del enemigo y tratar de minimizar sus costos. Por
ejemplo, el no pago de impuestos fue castigado con el allanamiento de
hogares y la ‘confiscación’ (eufemismo sionista para referirse al robo
de tierras y propiedades palestinas) de los bienes particulares de las
familias.
La Intifada generó
un sentimiento de empoderamiento colectivo, así como una subversión de
las convenciones sociales. Por ejemplo, las mujeres salieron del espacio
doméstico y asumieron nuevos roles productivos y políticos,
organizándose en los comités locales para asegurar la efectividad de las
tareas de boicot y subsistencia a nivel comunitario, y también
participaron activamente en la movilización popular.
La
reacción sionista fue, como siempre, brutal y desproporcionada: cierre
de escuelas y universidades, toque de queda, cerco a las ciudades,
represión feroz de las manifestaciones, demolición de casas sin previo
aviso, destrucción de cosechas y árboles de olivo, desvío de fuentes
vitales de agua (provocando una deliberada escasez en las comunidades),
deportación de activistas y despidos masivos de quienes trabajaban en
Israel. El entonces Ministro de Defensa Isaac Rabin ordenó a los
soldados “quebrar los huesos” de los niños que tiraban piedras. Entre
1987 y 1991 las fuerzas israelíes asesinaron a más de 1.100 personas
(muchas de ellas menores de edad), hirieron a decenas de miles y
detuvieron a más de 120.000 personas. El Consejo de Seguridad de la ONU
emitió varias resoluciones condenando a Israel por el alto número de
muertes, deportaciones masivas y destrucción de viviendas, acusándolo de
violar los Convenios de Ginebra. El levantamiento tuvo como saldo más
de 1400 muertes palestinas (incluyendo 237 menores de 17 años) y 185
israelíes.
Si bien la conducción de la insurrección estaba
en manos del MNUI, los dirigentes de la OLP intentaron dirigir el
proceso ‘por control remoto’ desde Túnez. La unidad también se veía
amenazada por el faccionalismo y la lucha de poder entre dirigentes
partidarios que tenían un margen de actividad y visibilidad pública del
que carecían los líderes clandestinos del MNUI. Estos factores, junto
con el desgaste natural de la sociedad civil al tener que hacer frente a
una represión implacable y cada vez más dura, llevaron a un
debilitamiento del proceso. Mientras la gente resistía en las calles, en
los barrios, aldeas y campos de refugiados, y pagaba con su sangre el
precio más alto, el MNUI perdía independencia y la cúpula de la OLP
buscaba acercamientos con el enemigo para negociar un acuerdo[5].
Al mismo tiempo, al pueblo palestino le iba quedando claro que no
podría contar con el apoyo de los gobiernos árabes –a pesar de la
simpatía de sus pueblos. El estallido de la guerra del Golfo en 1991 terminó de inclinar la balanza en contra de la rebelión palestina.
Las maniobras de Israel y Estados Unidos para neutralizar la Intifada cooptando
a Arafat y la dirigencia de la OLP (controlada por Fatah) dieron su
fruto con la convocatoria a la Conferencia de Paz de Madrid (1991). Ésta
puso en marcha el falaz “proceso de paz” que llevaría a la firma de los
Acuerdos de Oslo I (1993) y Oslo II (1995). Ese giro significó el
certificado de defunción de la Intifada popular, y el inicio de
un proceso que convirtió la lucha de liberación nacional en un remedo
de ‘autonomía’, y a los líderes de esa lucha en una élite ocupada (en
todos los sentidos de la palabra) en la ‘administración’ de
insignificantes parcelas del territorio controlado por Israel. A la
flamante ANP se le otorgó mucho menos poder del que detentaban los
reyezuelos títeres de los bantustanes durante el apartheid sudafricano
–aunque su funcionalidad política era muy similar.
Oslo
significó también la fragmentación territorial, la atomización social y
política, un mayor estrangulamiento de la economía palestina y la
introducción de políticas neoliberales para convertir a la población
ocupada en consumidora y dependiente de hipotecas y préstamos
financieros, o de los salarios de la ANP. Este perverso sistema de
control se desplegó en paralelo con el avance implacable de la
colonización israelí, que en 20 años de ‘proceso de paz’ triplicó el
número de colonos viviendo en el territorio ocupado.
La
frustración de la gente ante la trampa de Oslo, así como las políticas
represivas y belicosas de Ariel Sharon llevaron en 2000 al estallido de
la “Segunda Intifada”, que tuvo un carácter completamente
distinto por la preeminencia de los movimientos islamistas y sus
cruentas acciones armadas, en desmedro de la participación popular
–hasta tal punto que mucha gente en Palestina (y en particular algunas
feministas) no la consideró una verdadera Intifada popular. Su
derrota significó la profundización de la dominación israelí a niveles
hasta entonces desconocidos, en particular con la construcción del Muro y
el sistema asociado de permisos y checkpoints para garantizar
aún más la fragmentación del territorio, el control de la población
ocupada y la supresión total de su libertad de movimiento. La corrupción
y degradación de la ANP y su red clientelar, su imperdonable
colaboración con Israel, su renuncia a luchar por Jerusalén y por la
población refugiada, llevaron al ascenso de Hamas en 2006. Su
enfrentamiento con Fatah en 2007, y la capitalización que Israel ha
sabido hacer de esa endémica lucha fratricida, han acentuado el
aislamiento de la bloqueada Franja de Gaza del resto del territorio
palestino, y la dificultad para reconstruir un proyecto de liberación
nacional.
Sin embargo, a pesar del
estancamiento provocado por el proceso de Oslo y el faccionalismo
político, la mejor expresión de la sociedad civil palestina parece haber
empezado a rescatar el espíritu rebelde, plural y unitario de aquella Intifada
en el vigoroso movimiento BDS, que no deja de crecer dentro y fuera de
Palestina, a pesar de los ingentes esfuerzos de Israel por
criminalizarlo y destruirlo. Su potencial es enorme, si consideramos que
los territorios ocupados son el tercer mercado de la economía israelí, y
que es una batalla que puede librarse desde el interior de cada hogar y
de cada conciencia, en una variante de resistencia clandestina más
difícil de suprimir.
Treinta años después de la Intifada,
las y los palestinos tienen razones sobradas para recordar con
nostalgia aquella época en la que luchaban porque “no teníamos nada que
perder”, y porque había un programa de resistencia común y un liderazgo
unido para conducirlo. Pero el movimiento BDS posee ambos, y una
creciente plataforma de apoyo y legitimidad internacional. Los sionistas
lo saben, y por eso el BDS les quita el sueño.
NOTAS
[1]
100 años de la Declaración Balfour que dio luz verde a la colonización
sionista, 50 de la ocupación de la totalidad de Palestina, 10 años del
bloqueo a la Franja de Gaza, y el que recuerda esta columna.
[2] Intifada
es una palabra árabe que significa literalmente “sacudida” y designa un
alzamiento popular. La verdad es que a lo largo del siglo XX el pueblo
palestino se levantó muchas veces contra la dominación británica y la
colonización sionista (por ejemplo en 1929, 1936-39, 1976, 1979-80).
[3]
Los 20 años se cuentan desde la ocupación de Gaza, Cisjordania y
Jerusalén Este en 1967, sin olvidar que la mayor limpieza étnica de
Palestina se inició en 1948 en el territorio que hoy ocupa el Estado de
Israel.
[4] A pesar de la brutal represión israelí, la dirección de la Intifada
se mostró contraria a usar armas en las protestas. Las cifras indican
que sólo un cinco por ciento de las acciones palestinas incluyeron armas
de fuego o explosivos.
[5]
En 1988 la OLP en el exilio declaró la independencia de Palestina,
reconociendo al Estado de Israel a cambio de la ilusión de crear un
futuro mini Estado palestino en el 22 por ciento de su territorio
histórico.
GLOSARIO
OLP: Organización para la Liberación de Palestina (1964)
FPLP: Frente Popular para la Liberación de Palestina (1967)
FDLP: Frente Democrático para la Liberación de Palestina (1969)
PPP: Partido del Pueblo Palestino o Comunista (1982)
MNUI: Mando Nacional Unificado de la Intifada (1987)
ANP: Autoridad Nacional Palestina (1994)
BDS: Movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel (2005)
Publicada en el portal Desinformémonos el 3/12/17FPLP: Frente Popular para la Liberación de Palestina (1967)
FDLP: Frente Democrático para la Liberación de Palestina (1969)
PPP: Partido del Pueblo Palestino o Comunista (1982)
MNUI: Mando Nacional Unificado de la Intifada (1987)
ANP: Autoridad Nacional Palestina (1994)
BDS: Movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel (2005)
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