martes, 12 de diciembre de 2017

La ofensiva de Trump contra la OMC y la moraleja para México

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La ofensiva de Trump contra la OMC y la moraleja para México

 

DEMOS, Desarrollo de Medios, S.A. de C.V.

El representante de Estados Uni-dos en la XI conferencia de la Organización Mundial de Comercio (OMC), Robert Lighthizer, afirmó ayer en ese encuentro, que se celebra en Buenos Aires, que ese organismo se desvió de su objetivo de constituir un marco para las negociaciones comerciales, criticó la proliferación de litigios judiciales en detrimento de los acuerdos negociados, fustigó las prácticas comerciales chinas y se quejó por el establecimiento de reglas que favorecen de alguna manera a países en desarrollo.
Ciertamente, el alegato del enviado del presidente estadunidense, Donald Trump, no es el único señalamiento crítico hacia la OMC; los representantes de 40 de los 164 gobiernos integrantes del foro, encabezados por la delegación Suiza, firmaron una declaración en la que asientan su preocupación por los desafíos que enfrenta el organismo y por la necesidad de retomar en su seno el paradigma del desarrollo sostenible.
Pero las palabras de Lighthizer adquieren relevancia especial si se considera que el actual gobierno de Estados Unidos acabó de golpe con las negociaciones para establecer el Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) y está a punto de hacer otro tanto con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), es decir, la diatriba en contra de las prácticas en el seno de la OMC debe verse como un capítulo más en la ofensiva generalizada de Washington para imponer en todos los ámbitos términos más favorables para su economía. De manera más general, el discurso del funcionario estadunidense forma parte de la arremetida de Trump hacia la legalidad internacional y sus organismos, a fin de reconfigurar un orden mundial a modo de los deseos e intereses de Washington.
En tales circunstancias, lo ocurrido ayer en Buenos Aires debiera ser tomado por el gobierno mexicano como una señal adicional del rumbo a la vez proteccionista y autoritario en el que se mueve la administración republicana del país vecino, y actuar en consecuencia. A su manera, en sus primeros 11 meses en la Casa Blanca Trump ha ido cumpliendo sus amenazas, pero en México no se vislumbra una estrategia internacional acorde con la nueva situación. Ello coloca a las autoridades nacionales en un punto de preocupante debilidad, dado que la única ruta que ofrece Washington para la interacción es la de la subordinación casi total, y ello no sólo vale para nuestro país, sino también para los organismos internacionales.
Resulta evidente, pues, la urgente necesidad de diversificar los intercambios, buscar otros mercados externos, preparar la economía para un final abrupto del TLCAN –que cada día que pasa parece más probable–, alinearse en la defensa de los foros internacionales constituidos y manifestarse con claridad por un orden multipolar menos desequilibrado que la unipolaridad que Estados Unidos le está exigiendo al mundo. La única manera de evitar que nuestro país quede uncido a los caprichos y designios de la presidencia republicana es, en suma, reconfigurar la economía, diversificar los intercambios y reconstruir la política exterior tradicional de México, que fue durante décadas la principal línea de defensa de la soberanía.

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