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Los Bancos Centrales no están regulando ni Bitcoin ni la criptoeconomía
DerBlaueMond
@DerBlaueMond
El sector de la cripto-economía es un sector de futuro. El sector de la cripto-economía ha venido para quedarse. El sector de la cripto-economía está transformándolo todo.
Pero en realidad no ha sido una adopción voluntaria de los sectores
económicos más tradicionales, sino que la cripto-economía fue hábilmente
inoculada por sorpresa por el enigmático Satoshi Nakamoto. El
visionario Nakamoto no sólo diseñó la primera cripto-moneda, el Bitcoin,
sino que además trajo disruptivos y futuristas protocolos como
Blockchain que están comiéndose literalmente muchos sectores.
Pero hay una cosa que en el sector de la cripto-economía brilla por su ausencia. Es más, no sin razón, algunos claman al cielo por su (deliberada) omisión. Estamos hablando de la inexistente regulación del cripto-sector. Los Bancos Centrales no se atreven a mover ficha, pero eso no debe sorprendernos ni lo más mínimo, y hoy analizamos el porqué.
Como decíamos antes, en concreto Blockchain,
o el protocolo de contabilidad distribuída, está literalmente
comiéndose muchos sectores económicos (e incluso sociales). En pos de la
seguridad y la veracidad en la era de las fakenews y la información
incierta de origen muchas veces desconocido, la contabilidad distribuída es un visionario concepto que se aprovecha de las redes descentralizadas, para asegurar lo más inseguro y clave de la internet colaborativa y colectiva: la veracidad de la información.
Además del éxito de Blockchain, está la fiebre del cript-oro que viene de la mano de la burbuja de Bitcoin y otras cripto-monedas. Independientemente de que los más habituales de estas líneas saben que les alertamos desde hace tiempo de la existencia de esta burbuja, también creemos fervientemente que este concepto de la cripto-economía también ha venido para quedarse, aunque su adopción en este caso realmente todavía tiene mucho más que demostrar que la de Blockchain.
Y en todo caso, en última instancia, Blockchain es un protocolo de espectro de aplicabilidad mucho más amplio, y por lo tanto con un futuro más asegurado que cualquier cripto-moneda. Puede que el concepto de cripto-moneda sea de futuro, pero lo que no sabemos es a qué cripto-monedas en concreto llegará ese futuro: en CoinMarketCap hay listadas más de 800.
Los entes reguladores y los Bancos Centrales siguen (muy) de cerca la evolución de esta revolución a todos los niveles que supone la cripto-economía en general. Pero alguno podría decir que están cometiendo una flagrante omisión de su deber, porque a día de hoy no se ha visto ninguna regulación profusa de la cripto-economía, salvo por algunas declaraciones genéricas y poco vinculantes, e incluso prohibiciones severas como en el caso de China u otros. No es el caso de una omisión del deber realmente.
El consenso del sector es que, obviamente, la cripto-economía ya está
siendo una realidad económica, está penetrando rápidamente en casi
todos los sectores económicos, supone nuevos retos a afrontar con
decisión y visión futurista... Pero como estas instituciones saben mejor
que nadie, la cripto-economía trae también importantes riesgos que,
aunque a día de hoy (muchos) son todavía latentes porque el sector
todavía está mayormente en pañales, en algún punto temporal del futuro (no muy lejano) habrá que regular.
Estamos hablando mucho de pañales, de futuro y de futuribles, pero realmente hay ya en la cripto-economía riesgos muy muy tangibles a día de hoy, como la explosiva burbuja del cript-oro de la que les hablaba antes, y que ya hemos analizado en unos cuantos artículos anteriores, como en "¿Cómo es la subida de Bitcoin frente a la burbuja inmobiliaria española?", o en "Estos indicadores apuntan a una burbuja en Bitcoin y otras criptomonedas", o como también han publicado posteriormente a nuestro primer análisis al respecto reputados medios como The Economist en este artículo.
El hecho es que la agresividad de la cripto-burbuja está llevando a excesos (o más bien desmanes) como los que les denunciamos en el artículo "Hipotecarse para comprar Bitcoins, un indicador de algo peligroso", lo cual hace acuciante una regulación que no viene, y que ya amenaza con no llegar a tiempo de evitar que la fiebre del cript-oro se contagie a la economía real de Main Street. Si está claro pues que en algún momento habrá que regular un cripto-sector llamado a ser el futuro, si la burbuja del cript-oro empieza a tomar ya tintes dramáticos, la pregunta que inevitablemente viene a la mente al respecto es: ¿Y por qué los reguladores y los Bancos Centrales no hacen algo ya?
Al contrario de lo que acostumbro en estas líneas, en esta ocasión
hoy les voy a dar primero la respuesta, y luego los razonamientos. Los
reguladores y los Bancos Centrales no están regulando la cripto-economía porque no pueden hacerlo todavía. Y a continuación les doy las razones por las que un servidor concibe que esto es así.
Primeramente debemos tener en cuenta que estas instituciones son auténticos profesionales de la regulación, y que nadie mejor que ellos sabe qué y cuándo regular. El hecho es que en esta ocasión saben perfectamente que es demasiado pronto para hacerlo, pero desde estas líneas nos gustaría matizar que tal vez sea pronto en unos aspectos, aunque lo difícil de la ecuación es que, al mismo tiempo, es ya tarde en otros planos como la explosiva burbuja. Es pues ésta una ecuación compleja, en la que hay una parte de la solución en el plano real, y otra parte de la solución que sólo computa con números complejos... Y tan números complejos, como que realmente cualquier solución posible conlleva sus (grandes) riesgos. Los Bancos Centrales, como profesionales de la regulación que decíamos que son, lo saben perfectamente.
El gran problema que tienen para regular ya la cripto-economía es que literalmente no saben cómo hacerlo. La velocidad vertiginosa de adopción que el progreso exponencial está trayendo a nuestros sistemas socioeconómicos, está poniendo a estas instituciones en el gran dilema al que se han enfrentado durante toda su historia: regular en el momento óptimo para que la regulación sea efectiva y además evite crisis y desmanes. Pero esa curva exponencial hace que hoy en día el dilema sea más complejo que nunca antes. El desarrollo de la cripto-economía está siendo tan rápido en comparación a otras revoluciones socioeconómicas, que la curva de aprendizaje de la que estas entidades se sirven para poder regular correctamente una vez que saben qué están regulando, es una curva que queda empequeñecida frente a la de la exponencial adopción.
El gran dilema hoy con la cripto-economía es cómo regular lo que todavía no se conoce al 100% (ni al 50% siendo conservadores), no tecnológicamente, sino por los riesgos que va a traer a la socioeconomía, que es en última instancia de lo que se trata en el caso de las regulaciones. Adivinar el futuro excede las posibilidades de cualquier analista, pero es que regular el futuro excede las posibilidades de los Bancos Centrales. Y el problema es que nunca antes en la Historia de la Economía el futuro ha sido tan presente.
El caso es que los analistas más osados como un servidor se pueden permitir el lujo de asumir el riesgo de dedicar (en honor a sus lectores) un análisis sobre el futuro que viene, puesto que a lo que me expongo es mayormente a estar equivocado y reconocerlo ante ustedes (para lo cual ya saben que no tengo el más mínimo problema). Pero regular sobre el futuro que viene y errar en el intento tiene consecuencias mucho (pero que mucho) más serias que un análisis equivocado. Y los reguladores y los Bancos Centrales lo saben perfectamente.
Ninguna regulación es perfecta, pero una mala regulación puede ser infinitamente peor que una ausencia de ella. Ésa es una de las máximas a la que en muchas ocasiones se atienen los reguladores. Y decimos que es infinitamente peor porque lo que supondría seguramente es, por un lado, no ser capaz de haber mitigado o evitado los riesgos socioeconómicos para los que precisamente había sido diseñada dicha regulación. Y por si esto no fuera poco, además, una mala regulación puede poner en serio peligro de muerte a un sector incipiente que está definiendo su futuro y que todavía es muy vulnerable frente a factores exógenos. Esto además, precisamente en un sector de futuro, puede acabar poniendo en un serio aprieto competitivo al país frente a países que han regulado eficazmente en el momento oportuno.
Ya saben que un servidor siempre trata de traerles también soluciones
en la medida de lo posible, y esta ocasión no va a ser menos. La
solución a la ecuación compleja de la que les hablaba antes es ni más ni
menos sumar efectivamente un número real y un número complejo, para
juntos dar una solución que debe dar respuesta a un tiempo a la economía real y a la virtual.
Y la solución al problema de la curva de aprendizaje de los reguladores y Bancos Centrales viene de la mano de ese tema socioeconómico del que les he hablado en otras tantas ocasiones: es en las disciplinas híbridas en las que siempre les digo que está el futuro más prometedor y desafiante. Y además ya saben que, en el caso concreto de la emulsión tecnología-economía, un servidor trata siempre de arrojar algo de luz desde estas líneas (con conocimiento sectorial y profesional, eso sí).
Tenemos pues que los reguladores y los Bancos Centrales no pueden esconder la cabeza bajo el suelo cuan avestruz ante lo exponencial del progreso que se les viene encima. Estas instituciones no escapan en esta ocasión tampoco a la necesidad de reinventarse contínuamente, que desde hace unas décadas afecta profundamente a los sectores económicos y empresas cuya actividad regulan. Estas instituciones deben rediseñarse de arriba a abajo, y deben pasar a ser instituciones más abiertas y contar organizativamente con colaboraciones externas del cripto-sector (y lo que pueda venir en el futuro). El objetivo no es otro que acelerar la propia curva de aprendizaje de estas instituciones, y contar con el apoyo de expertos que son los que mejor conocen la cripto-economía y sus implicaciones.
Pero claro, no todo es así de sencillo. Esta solución también presenta sus (grandes) complicaciones, y éstas son que esta colaboración debe atenerse estrictamente a eso: una colaboración. Es el deber de los profesionales de las instituciones asumir su papel en el más pleno sentido del mismo, y contar con estas colaboraciones recibiéndolas siempre con espíritu crítico. La razón no es otra que, si la industria es la que hace su propia regulación, ya podemos adivinar cómo va a acabar la cosa. Los reguladores y los Bancos Centrales se vuelven pues así instituciones más clave todavía, y que van a necesitar a los mejores profesionales, con una extraordinaria capacidad de aprendizaje, una gran dosis de objetividad, una excepcional profesionalidad, y sobre todo mucha capacidad de anticipación y creatividad. La gestión de recursos humanos se vuelve clave también para estas instituciones.
Pero el futuro resulta apasionante hoy en día para los Bancos Centrales, y, por su influencia "Central" (nunca mejor dicho) en la economía tanto real como virtual, también por extensión para todos los demás agentes y sectores socioeconómicos (que ya lo era). El tema es que la crypto-economía cada vez se infla y se infla más y más rápido, y su influencia en la economía real cada vez es mayor. En paralelo la tecnología desarrolla más y más nuevas aplicaciones y protocolos, cuyo impacto real socioeconómico se desconoce todavía en el momento en que ya son adoptadas.
El eje clave en esta gráfica es el temporal, puesto que lo que debe quitarnos el sueño (a nosotros y a los reguladores y Bancos Centrales) es si la regulación de la cripto-economía llegará antes de que sea demasiado tarde. El riesgo es que la regulación llegue cuando ya haya un masivo e inestable "tinglado" (global) montado, cuya demolición también tendría consecuencias muy perjudiciales, y entonces sí que no habría solución buena.
Una vez más el futuro resulta apasionante (o amenazador según se
mire), y la dosis de pasión de ese futuro es exactamente la misma que
nos lleva a adoptar nuevas tecnologías y disrupciones que nos están
cambiando la vida. Socioeconomía pura y dura señores, esa disciplina
también híbrida de la que tantas veces les he hablado. Teorías que rápidamente se tornan realidades, y realidades que se hacen virtuales. Ése es el verdadero futuro que nos aguarda a todos, lo queramos o no. Mejor estar preparados para lo que viene.
Imágenes | Pixabay Hans | Pixabay kulinetto | Pixabay Fotomek | Pixabay Myriams-Fotos | Pixabay Tumisu | Pixabay FunkyFocus
Pero hay una cosa que en el sector de la cripto-economía brilla por su ausencia. Es más, no sin razón, algunos claman al cielo por su (deliberada) omisión. Estamos hablando de la inexistente regulación del cripto-sector. Los Bancos Centrales no se atreven a mover ficha, pero eso no debe sorprendernos ni lo más mínimo, y hoy analizamos el porqué.
La regulación brilla por su ausencia
Además del éxito de Blockchain, está la fiebre del cript-oro que viene de la mano de la burbuja de Bitcoin y otras cripto-monedas. Independientemente de que los más habituales de estas líneas saben que les alertamos desde hace tiempo de la existencia de esta burbuja, también creemos fervientemente que este concepto de la cripto-economía también ha venido para quedarse, aunque su adopción en este caso realmente todavía tiene mucho más que demostrar que la de Blockchain.
Y en todo caso, en última instancia, Blockchain es un protocolo de espectro de aplicabilidad mucho más amplio, y por lo tanto con un futuro más asegurado que cualquier cripto-moneda. Puede que el concepto de cripto-moneda sea de futuro, pero lo que no sabemos es a qué cripto-monedas en concreto llegará ese futuro: en CoinMarketCap hay listadas más de 800.
Los entes reguladores y los Bancos Centrales siguen (muy) de cerca la evolución de esta revolución a todos los niveles que supone la cripto-economía en general. Pero alguno podría decir que están cometiendo una flagrante omisión de su deber, porque a día de hoy no se ha visto ninguna regulación profusa de la cripto-economía, salvo por algunas declaraciones genéricas y poco vinculantes, e incluso prohibiciones severas como en el caso de China u otros. No es el caso de una omisión del deber realmente.
La regulación será necesaria en algún punto temporal (de hecho ya lo es)
Estamos hablando mucho de pañales, de futuro y de futuribles, pero realmente hay ya en la cripto-economía riesgos muy muy tangibles a día de hoy, como la explosiva burbuja del cript-oro de la que les hablaba antes, y que ya hemos analizado en unos cuantos artículos anteriores, como en "¿Cómo es la subida de Bitcoin frente a la burbuja inmobiliaria española?", o en "Estos indicadores apuntan a una burbuja en Bitcoin y otras criptomonedas", o como también han publicado posteriormente a nuestro primer análisis al respecto reputados medios como The Economist en este artículo.
El hecho es que la agresividad de la cripto-burbuja está llevando a excesos (o más bien desmanes) como los que les denunciamos en el artículo "Hipotecarse para comprar Bitcoins, un indicador de algo peligroso", lo cual hace acuciante una regulación que no viene, y que ya amenaza con no llegar a tiempo de evitar que la fiebre del cript-oro se contagie a la economía real de Main Street. Si está claro pues que en algún momento habrá que regular un cripto-sector llamado a ser el futuro, si la burbuja del cript-oro empieza a tomar ya tintes dramáticos, la pregunta que inevitablemente viene a la mente al respecto es: ¿Y por qué los reguladores y los Bancos Centrales no hacen algo ya?
Las razones por las que la regulación no llega
Primeramente debemos tener en cuenta que estas instituciones son auténticos profesionales de la regulación, y que nadie mejor que ellos sabe qué y cuándo regular. El hecho es que en esta ocasión saben perfectamente que es demasiado pronto para hacerlo, pero desde estas líneas nos gustaría matizar que tal vez sea pronto en unos aspectos, aunque lo difícil de la ecuación es que, al mismo tiempo, es ya tarde en otros planos como la explosiva burbuja. Es pues ésta una ecuación compleja, en la que hay una parte de la solución en el plano real, y otra parte de la solución que sólo computa con números complejos... Y tan números complejos, como que realmente cualquier solución posible conlleva sus (grandes) riesgos. Los Bancos Centrales, como profesionales de la regulación que decíamos que son, lo saben perfectamente.
El gran problema que tienen para regular ya la cripto-economía es que literalmente no saben cómo hacerlo. La velocidad vertiginosa de adopción que el progreso exponencial está trayendo a nuestros sistemas socioeconómicos, está poniendo a estas instituciones en el gran dilema al que se han enfrentado durante toda su historia: regular en el momento óptimo para que la regulación sea efectiva y además evite crisis y desmanes. Pero esa curva exponencial hace que hoy en día el dilema sea más complejo que nunca antes. El desarrollo de la cripto-economía está siendo tan rápido en comparación a otras revoluciones socioeconómicas, que la curva de aprendizaje de la que estas entidades se sirven para poder regular correctamente una vez que saben qué están regulando, es una curva que queda empequeñecida frente a la de la exponencial adopción.
El gran dilema hoy con la cripto-economía es cómo regular lo que todavía no se conoce al 100% (ni al 50% siendo conservadores), no tecnológicamente, sino por los riesgos que va a traer a la socioeconomía, que es en última instancia de lo que se trata en el caso de las regulaciones. Adivinar el futuro excede las posibilidades de cualquier analista, pero es que regular el futuro excede las posibilidades de los Bancos Centrales. Y el problema es que nunca antes en la Historia de la Economía el futuro ha sido tan presente.
El caso es que los analistas más osados como un servidor se pueden permitir el lujo de asumir el riesgo de dedicar (en honor a sus lectores) un análisis sobre el futuro que viene, puesto que a lo que me expongo es mayormente a estar equivocado y reconocerlo ante ustedes (para lo cual ya saben que no tengo el más mínimo problema). Pero regular sobre el futuro que viene y errar en el intento tiene consecuencias mucho (pero que mucho) más serias que un análisis equivocado. Y los reguladores y los Bancos Centrales lo saben perfectamente.
Ninguna regulación es perfecta, pero una mala regulación puede ser infinitamente peor que una ausencia de ella. Ésa es una de las máximas a la que en muchas ocasiones se atienen los reguladores. Y decimos que es infinitamente peor porque lo que supondría seguramente es, por un lado, no ser capaz de haber mitigado o evitado los riesgos socioeconómicos para los que precisamente había sido diseñada dicha regulación. Y por si esto no fuera poco, además, una mala regulación puede poner en serio peligro de muerte a un sector incipiente que está definiendo su futuro y que todavía es muy vulnerable frente a factores exógenos. Esto además, precisamente en un sector de futuro, puede acabar poniendo en un serio aprieto competitivo al país frente a países que han regulado eficazmente en el momento oportuno.
¿Y qué se puede hacer pues antes de que sean demasiado tarde?
Y la solución al problema de la curva de aprendizaje de los reguladores y Bancos Centrales viene de la mano de ese tema socioeconómico del que les he hablado en otras tantas ocasiones: es en las disciplinas híbridas en las que siempre les digo que está el futuro más prometedor y desafiante. Y además ya saben que, en el caso concreto de la emulsión tecnología-economía, un servidor trata siempre de arrojar algo de luz desde estas líneas (con conocimiento sectorial y profesional, eso sí).
Tenemos pues que los reguladores y los Bancos Centrales no pueden esconder la cabeza bajo el suelo cuan avestruz ante lo exponencial del progreso que se les viene encima. Estas instituciones no escapan en esta ocasión tampoco a la necesidad de reinventarse contínuamente, que desde hace unas décadas afecta profundamente a los sectores económicos y empresas cuya actividad regulan. Estas instituciones deben rediseñarse de arriba a abajo, y deben pasar a ser instituciones más abiertas y contar organizativamente con colaboraciones externas del cripto-sector (y lo que pueda venir en el futuro). El objetivo no es otro que acelerar la propia curva de aprendizaje de estas instituciones, y contar con el apoyo de expertos que son los que mejor conocen la cripto-economía y sus implicaciones.
Pero claro, no todo es así de sencillo. Esta solución también presenta sus (grandes) complicaciones, y éstas son que esta colaboración debe atenerse estrictamente a eso: una colaboración. Es el deber de los profesionales de las instituciones asumir su papel en el más pleno sentido del mismo, y contar con estas colaboraciones recibiéndolas siempre con espíritu crítico. La razón no es otra que, si la industria es la que hace su propia regulación, ya podemos adivinar cómo va a acabar la cosa. Los reguladores y los Bancos Centrales se vuelven pues así instituciones más clave todavía, y que van a necesitar a los mejores profesionales, con una extraordinaria capacidad de aprendizaje, una gran dosis de objetividad, una excepcional profesionalidad, y sobre todo mucha capacidad de anticipación y creatividad. La gestión de recursos humanos se vuelve clave también para estas instituciones.
Pero el futuro resulta apasionante hoy en día para los Bancos Centrales, y, por su influencia "Central" (nunca mejor dicho) en la economía tanto real como virtual, también por extensión para todos los demás agentes y sectores socioeconómicos (que ya lo era). El tema es que la crypto-economía cada vez se infla y se infla más y más rápido, y su influencia en la economía real cada vez es mayor. En paralelo la tecnología desarrolla más y más nuevas aplicaciones y protocolos, cuyo impacto real socioeconómico se desconoce todavía en el momento en que ya son adoptadas.
El eje clave en esta gráfica es el temporal, puesto que lo que debe quitarnos el sueño (a nosotros y a los reguladores y Bancos Centrales) es si la regulación de la cripto-economía llegará antes de que sea demasiado tarde. El riesgo es que la regulación llegue cuando ya haya un masivo e inestable "tinglado" (global) montado, cuya demolición también tendría consecuencias muy perjudiciales, y entonces sí que no habría solución buena.
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