La estatua 'Fearless Girl' (Niña sin miedo) de Kristen Visbal en Nueva York.
No
obstante, en medio de este ambiente de ilusión y esperanza, hay voces
que se preocupan por lo que vendrádespués. ¿Basta con reemplazar a los corporate Democrats
con representantes ‘mejores’? Es en este contexto que la hipótesis
municipalista está calando entre algunos electos locales y movimientos.
En los EE. UU. ya existen gobiernos municipalistas de referencia en Jackson, Misisipi y Richmond y California donde están surgiendo nuevas iniciativas alrededor del país. En julio, tuve la oportunidad de asistir al encuentro anual de la red de electos locales ‘Local Progress’, en Minneapolis, y a la edición norteamericana de ‘Ciudades Sin Miedo’ en Nueva York, donde pude observar y participar en los debates que se están produciendo en este movimiento incipiente. Además de los debates clásicos sobre las potencialidades y límites del municipalismo, salían tres cuestiones relacionadas con el contexto estadounidense, cuyo desarrollo seguramente definirá la evolución del movimiento allí durante los próximos años.
Aquí se puede: recuperando la historia perdida
Como pasa en muchos países, quedan dudas en los entornos activistas y políticos sobre si el municipalismo puede funcionar en EE. UU. En este sentido, uno de los retos es el de mostrar que el municipalismo no es una teoría utópica ni una importación extranjera, que puede funcionar, y ha funcionado, en los EE. UU. Y es que los EE. UU. tienen una tradición larga de asamblearismo y democracia directa que se ha perdido en el imaginario popular. La recuperación de esta historia fue una de las preocupaciones del filósofo preeminente del municipalismo, Murray Bookchin, en los 80. Aunque Bookchin era un estudiante ávido de las experiencias internacionales de lo que llamaba ‘las formas de libertad suprimidas y ocultadas’, como la Comuna de París o el anarcosindicalismo español, también era consciente de que habría que ‘hablar en inglés’ para poder construir un movimiento de masas en los EE. UU. Con esto se refería, no tanto a la lengua, sino a la necesidad de usar ejemplos próximos y familiares con los que la población estadounidense pudiera identificarse fácilmente.
Bookchin hablaba del ejemplo de los town meetings de Nueva Inglaterra, un modelo de democracia directa con sus orígenes en el siglo XVII, pero es importante recalcar que estas tradiciones no se limitan a la comunidad colonialista blanca. El municipalismo contemporáneo también puede beber de las historias de los ‘socialistas de alcantarillado’ que gobernaban la ciudad de Milwaukee durante las primeras décadas del siglo XX; la cooperativa ‘Freedom Farm’, fundada por la activista por los derechos civiles, Fannie Lou Hamer en Misisipi en 1967; organizaciones comunitarias como CHARAS, liderada por los puertorriqueños de Loisaida (Lower East Side en “spanglish”) en Manhattan hasta los años 90 y, más recientemente, el movimiento Occupy.
Es más, yendo al punto de partida, la recuperación de las obras de Bookchin a través de la reedición de sus escritos en formatos diversos, forma parte de este mismo proceso, ya que él mismo era neoyorquino.
Ejemplos como estos muestran que el municipalismo responde a un conducto profundo de la cultura política estadounidense y a cómo el país entiende a sí mismo: confederalista, con instintos libertarios, radical pero pragmático y comprometido con el autogobierno.
Más allá de la representación: en búsqueda de un modelo
Los debates más apasionantes que presencié en los EE. UU. se relacionaban con la cuestión sobre cuáles serían los modelos electorales y organizativos más adecuados para poner en práctica el municipalismo. Estos debates parten del hecho de que las leyes electorales dificultan o incluso imposibilitan que se presenten nuevos partidos, y que el sistema electoral no proporcional hace que sea más difícil que una candidatura nueva consiga representación. Por lo tanto, las preguntas que se hacen giran en torno a si es estratégico, o no, presentarse a través de las primarias del partido Demócrata y sobre qué tipo de relación hay que construir con partidos ‘terceros’ como los Democratic Socialists of America (DSA), cuya militancia ha crecido de 6.000 a 45.000 desde el 2016, o el Working Families Party (WFP), que lleva 20 años organizando campañas ‘grassroots’ a nivel local.
También se preguntan cómo lidiar con la tradición más personalista que generan las candidaturas unipersonales en los EE. UU. Eso pasa por la construcción de organizaciones que sean algo más que meras máquinas electorales y que puedan seguir movilizándose una vez que sus representantes entran en las instituciones. Este reto refleja uno de los pilares del municipalismo; la necesidad de construir un movimiento que pueda superar los límites de la acción institucional a través del trabajo desde fuera.
Ya hay ciudades donde se está intentando resolver estos debates a través de la práctica. Por ejemplo, en Jackson, Misisipi, el candidato de los movimientos, Chokwe Lumumba, ganó la alcaldía en el 2017 a través del partido Demócrata. Pero al mismo tiempo, los movimientos llevan años construyendo nuevas instituciones populares en la calle como la People’s Assembly y Cooperation Jackson, una federación de cooperativas locales.
En las municipales del 2015, en Chicago, ganaron escaños en el pleno el militante del DSA y candidato del partido Demócrata, Carlos Ramirez Rosa y el activista sindical y candidato independiente Tim Meegan. Los activistas que se habían involucrado en estas campañas electorales decidieron montar las organizaciones de distrito United Neighbors of the 35th Ward y 33rd Ward Working Families, para acompañar a sus nuevos concejales. Desde entonces, se han movilizado para exigir que el estado de Illinois derogue la ley que prohíbe la regulación del alquiler y para participar en los comités ciudadanos que defienden los vecinos inmigrantes de la deportación.
En Richmond, California, la Richmond Progressive Alliance (RPA) ha utilizado un modelo parecido. La filosofía de la RPA es ‘hacer campaña a través de la movilización y movilizarse a través de la campaña’. Desde el 2004, la alianza apoya equipos de candidatos para el pleno (aunque formalmente se presentan por separado) y candidaturas (ganadoras!) a la alcaldía a la vez que se manifiesta en la calle, ofrece formación y participa en coaliciones temáticas.
¿Munici-qué? La creación de una identidad común
Este proceso de construcción de identidad requerirá de un lenguaje y una narrativa comunes que expliquen qué es el municipalismo y por qué su momento ha llegado. Pero el reto no es solamente comunicativo: hay que crear una comunidad real a través de redes de personas y organizaciones. El encuentro Ciudades Sin Miedo en Nueva York este julio, inspirado en el que tuvo lugar en Barcelona el año pasado, marcó un punto de inflexión en este sentido. Allí, por primera vez, se encontraron activistas sociales y políticos y concejales afines de todo el país bajo el paraguas del municipalismo.
El movimiento municipalista en EE. UU. tiene mucho trabajo por delante: de organización, de campaña y de mostrarse capaz de lograr cambios concretos. Pero el hecho de que estos temas se están debatiendo en contextos diversos alrededor del país es muy prometedor. Gracias a su historia y cultura política, los EE. UU. son tierra fértil para que las semillas del municipalismo que se siembren ahora echen raíces y florecen.
PARA EL MUNICIPALISMO, NO BASTA CON ELEGIR A REPRESENTANTES MÁS RADICALES, HAY QUE CONSTRUIR TODO UN ECOSISTEMA DE MOVIMIENTOS Y ESPACIOS AUTÓNOMOSEl municipalismo ofrece ventajas con respecto a la búsqueda tradicional del poder estatal desde la izquierda, ya que reconoce los límites de la política electoral y la democracia representativa. Entiende que el poder reside no sólo en las instituciones, sino también se ejerce en los ámbitos económicos, sociales y políticos. Para el municipalismo, no basta con elegir a representantes más radicales, hay que construir todo un ecosistema de movimientos y espacios autónomos que puedan impulsar la agenda de estos representantes desde fuera de los ayuntamientos (y, por supuesto, hacerles presión cuando sea necesario). Y el mejor sitio donde hacerlo es desde el ámbito local, donde las instituciones son más próximas y la movilización social puede ser más efectiva.
En los EE. UU. ya existen gobiernos municipalistas de referencia en Jackson, Misisipi y Richmond y California donde están surgiendo nuevas iniciativas alrededor del país. En julio, tuve la oportunidad de asistir al encuentro anual de la red de electos locales ‘Local Progress’, en Minneapolis, y a la edición norteamericana de ‘Ciudades Sin Miedo’ en Nueva York, donde pude observar y participar en los debates que se están produciendo en este movimiento incipiente. Además de los debates clásicos sobre las potencialidades y límites del municipalismo, salían tres cuestiones relacionadas con el contexto estadounidense, cuyo desarrollo seguramente definirá la evolución del movimiento allí durante los próximos años.
Aquí se puede: recuperando la historia perdida
Como pasa en muchos países, quedan dudas en los entornos activistas y políticos sobre si el municipalismo puede funcionar en EE. UU. En este sentido, uno de los retos es el de mostrar que el municipalismo no es una teoría utópica ni una importación extranjera, que puede funcionar, y ha funcionado, en los EE. UU. Y es que los EE. UU. tienen una tradición larga de asamblearismo y democracia directa que se ha perdido en el imaginario popular. La recuperación de esta historia fue una de las preocupaciones del filósofo preeminente del municipalismo, Murray Bookchin, en los 80. Aunque Bookchin era un estudiante ávido de las experiencias internacionales de lo que llamaba ‘las formas de libertad suprimidas y ocultadas’, como la Comuna de París o el anarcosindicalismo español, también era consciente de que habría que ‘hablar en inglés’ para poder construir un movimiento de masas en los EE. UU. Con esto se refería, no tanto a la lengua, sino a la necesidad de usar ejemplos próximos y familiares con los que la población estadounidense pudiera identificarse fácilmente.
Bookchin hablaba del ejemplo de los town meetings de Nueva Inglaterra, un modelo de democracia directa con sus orígenes en el siglo XVII, pero es importante recalcar que estas tradiciones no se limitan a la comunidad colonialista blanca. El municipalismo contemporáneo también puede beber de las historias de los ‘socialistas de alcantarillado’ que gobernaban la ciudad de Milwaukee durante las primeras décadas del siglo XX; la cooperativa ‘Freedom Farm’, fundada por la activista por los derechos civiles, Fannie Lou Hamer en Misisipi en 1967; organizaciones comunitarias como CHARAS, liderada por los puertorriqueños de Loisaida (Lower East Side en “spanglish”) en Manhattan hasta los años 90 y, más recientemente, el movimiento Occupy.
Es más, yendo al punto de partida, la recuperación de las obras de Bookchin a través de la reedición de sus escritos en formatos diversos, forma parte de este mismo proceso, ya que él mismo era neoyorquino.
Ejemplos como estos muestran que el municipalismo responde a un conducto profundo de la cultura política estadounidense y a cómo el país entiende a sí mismo: confederalista, con instintos libertarios, radical pero pragmático y comprometido con el autogobierno.
Más allá de la representación: en búsqueda de un modelo
Los debates más apasionantes que presencié en los EE. UU. se relacionaban con la cuestión sobre cuáles serían los modelos electorales y organizativos más adecuados para poner en práctica el municipalismo. Estos debates parten del hecho de que las leyes electorales dificultan o incluso imposibilitan que se presenten nuevos partidos, y que el sistema electoral no proporcional hace que sea más difícil que una candidatura nueva consiga representación. Por lo tanto, las preguntas que se hacen giran en torno a si es estratégico, o no, presentarse a través de las primarias del partido Demócrata y sobre qué tipo de relación hay que construir con partidos ‘terceros’ como los Democratic Socialists of America (DSA), cuya militancia ha crecido de 6.000 a 45.000 desde el 2016, o el Working Families Party (WFP), que lleva 20 años organizando campañas ‘grassroots’ a nivel local.
También se preguntan cómo lidiar con la tradición más personalista que generan las candidaturas unipersonales en los EE. UU. Eso pasa por la construcción de organizaciones que sean algo más que meras máquinas electorales y que puedan seguir movilizándose una vez que sus representantes entran en las instituciones. Este reto refleja uno de los pilares del municipalismo; la necesidad de construir un movimiento que pueda superar los límites de la acción institucional a través del trabajo desde fuera.
Ya hay ciudades donde se está intentando resolver estos debates a través de la práctica. Por ejemplo, en Jackson, Misisipi, el candidato de los movimientos, Chokwe Lumumba, ganó la alcaldía en el 2017 a través del partido Demócrata. Pero al mismo tiempo, los movimientos llevan años construyendo nuevas instituciones populares en la calle como la People’s Assembly y Cooperation Jackson, una federación de cooperativas locales.
En las municipales del 2015, en Chicago, ganaron escaños en el pleno el militante del DSA y candidato del partido Demócrata, Carlos Ramirez Rosa y el activista sindical y candidato independiente Tim Meegan. Los activistas que se habían involucrado en estas campañas electorales decidieron montar las organizaciones de distrito United Neighbors of the 35th Ward y 33rd Ward Working Families, para acompañar a sus nuevos concejales. Desde entonces, se han movilizado para exigir que el estado de Illinois derogue la ley que prohíbe la regulación del alquiler y para participar en los comités ciudadanos que defienden los vecinos inmigrantes de la deportación.
En Richmond, California, la Richmond Progressive Alliance (RPA) ha utilizado un modelo parecido. La filosofía de la RPA es ‘hacer campaña a través de la movilización y movilizarse a través de la campaña’. Desde el 2004, la alianza apoya equipos de candidatos para el pleno (aunque formalmente se presentan por separado) y candidaturas (ganadoras!) a la alcaldía a la vez que se manifiesta en la calle, ofrece formación y participa en coaliciones temáticas.
¿Munici-qué? La creación de una identidad común
ESTE PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDAD REQUERIRÁ DE UN LENGUAJE Y UNA NARRATIVA COMUNES QUE EXPLIQUEN QUÉ ES EL MUNICIPALISMO Y POR QUÉ SU MOMENTO HA LLEGADOPor último, el municipalismo en los EE. UU. aún carece de una identidad colectiva clara. Actualmente el movimiento se conforma de unas pocas candidaturas electorales aisladas junto a redes de movimientos por la vivienda, la justicia racial y los derechos laborales, y las iniciativas de la economía social y solidaria. Muchas de las personas que ya están practicando el municipalismo -desde concejales hasta sindicatos de inquilinos, activistas del movimiento por las vidas negras o la lucha por el sueldo mínimo de 15 dólares la hora- aún no se identifican con el concepto del municipalismo, ni se reconocen entre ellas. La construcción del movimiento, por lo tanto, dependerá de la capacidad de replicar y articular las organizaciones que ya están trabajando en la línea municipalista alrededor de objetivos comunes.
Este proceso de construcción de identidad requerirá de un lenguaje y una narrativa comunes que expliquen qué es el municipalismo y por qué su momento ha llegado. Pero el reto no es solamente comunicativo: hay que crear una comunidad real a través de redes de personas y organizaciones. El encuentro Ciudades Sin Miedo en Nueva York este julio, inspirado en el que tuvo lugar en Barcelona el año pasado, marcó un punto de inflexión en este sentido. Allí, por primera vez, se encontraron activistas sociales y políticos y concejales afines de todo el país bajo el paraguas del municipalismo.
El movimiento municipalista en EE. UU. tiene mucho trabajo por delante: de organización, de campaña y de mostrarse capaz de lograr cambios concretos. Pero el hecho de que estos temas se están debatiendo en contextos diversos alrededor del país es muy prometedor. Gracias a su historia y cultura política, los EE. UU. son tierra fértil para que las semillas del municipalismo que se siembren ahora echen raíces y florecen.
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