El pacto comercial de Estados Unidos y México mediatiza la competencia a la metrópoli anglosajona
El
anuncio del presidente estadounidense Donald Trump, el lunes, de la
conclusión del nuevo acuerdo comercial bilateral entre Estados Unidos y
México que reemplazará al Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN) es el punto final de un juego de poder económico, geopolítico y
geoestratégico con numerosas ramificaciones, no sólo para esos países,
sino para sus relaciones económicas en el terreno global. Keith Jones
del World Socialist Web Site; Manuel Aguilar de la Liga por la Unidad
Socialista; y Dan le Botz ofrecen una gran aportación informativa.
Los detalles finales del pacto
comercial México-Estados Unidos aún no se han completado, y lo acordado
aún no se ha hecho público. Sin embargo, está claro que la
administración de Trump ha arrebatado importantes concesiones a México
que afectan la energía, los servicios financieros, la propiedad
intelectual y el sector del automóvil.
Trump y sus asesores de alto rango se esforzaron
por enmarcar el anuncio del lunes como una amenaza dirigida a Canadá con
el anuncio del presidente estadounidense de que el TLCAN está muerto y
que Canadá podría unirse al nuevo acuerdo de Estados Unidos y México
sólo si negociaba "de manera justa", es decir, si inclina la cabeza ante
las principales demandas estadounidenses.
"Creo que con Canadá, francamente, lo más fácil
que podemos hacer es penalizar a su producción de automóviles destinada a
EEUU", dijo Trump, refiriéndose a su amenaza de imponer un arancel del
25 por ciento a las importaciones de automóviles desde Canadá. "Es una
gran cantidad de dinero", continuó, "y es una negociación muy simple...
Pero creo que les daremos la oportunidad de tener un acuerdo por
separado. Podemos tener un acuerdo por separado o podemos ponerlo en
este trato”.
Trump repitió su solicitud de que Canadá elimine, o
al menos reduzca drásticamente, sus sistemas de administración de
suministros agrícolas, que limitan las importaciones de productos
lácteos y aves de corral estadounidenses.
Buscando maximizar la presión sobre Ottawa, cuyos
negociadores fueron excluidos de la renegociación del TLCAN el mes
pasado, sobre la base de que las conversaciones se centraron
exclusivamente en asuntos de México y Estados Unidos, la administración
Trump se compromete a notificar al Congreso que ha negociado un acuerdo
que remplaza al TLCAN este viernes, así Canadá esté o no a bordo.
Si no se llega a un acuerdo tripartito antes del
viernes, Canadá, dicen los funcionarios estadounidenses, retendría la
opción de firmar el acuerdo con México y Estados Unidos más adelante.
Las autoridades mexicanas han insistido durante mucho tiempo, incluso en
declaraciones hechas el lunes por el saliente presidente mexicano
Enrique Peña Nieto, que quieren preservar un acuerdo de tres países.
Pero más tarde, el lunes, el canciller mexicano Luis Videgaray Caso,
señaló que si surgen retrasos, México aceptará un acuerdo bilateral con
Washington. Subordinación absoluta.
"Hay cosas que no controlamos", dijo
Videgaray, "particularmente la relación política entre Canadá y Estados
Unidos, y no queremos exponer a México a la incertidumbre de no contar
con un tratado". No obstante, Videgaray consiguió lo que esperaba: un
tratado que subordina a México plenamente al designio anglosajón.
A pesar de la exageración de Trump, la importancia
y el destino final de su trato entre Estados Unidos y México es
incierto. No sólo tienen que desarrollarse sus términos. También
sectores poderosos de las grandes empresas estadounidenses y gran parte
del Congreso estadounidense –y el gobierno de Canadá confía en esto– se
oponen al desmantelamiento de un bloque económico norteamericano
encabezado por Estados Unidos.
Dicho esto, la renegociación del TLCAN ha
demostrado los intentos de la élite gobernante estadounidense para
trasmitir los efectos de la crisis capitalista mundial a otras
potencias, incluidos sus aliados. Esto precipita la entropía del orden
capitalista mundial "liberal" liderado por Estados Unidos y la lucha de
camarillas capitalistas concurrentes a nivel nacional, cada una en pugna
con la otra por mercados, ganancias y ventajas militares estratégicas.
Sin la intervención de los trabajadores, la lógica de este aumento del
proteccionismo, la guerra comercial, y el conflicto geopolítico se
traducirían en un choque catastrófico entre las grandes potencias.
Para la élite gobernante imperialista de Canadá,
que durante los últimos tres cuartos de siglo se ha jactado de ser el
mejor y más cercano aliado de Washington, la administración de Trump
exige que el acuerdo de seguridad económica y militar entre Canadá y
Estados Unidos se remodele para servir mejor a Washington y Wall Street.
Esto ocurre siguiendo el modelo de subordinación de las élites
latinoamericanas por los circuitos de los comandos norte y sur de
Estados Unidos.
Un estudio del Banco de Pagos Internacionales
publicado la semana pasada concluyó que Canadá, en gran parte por el
sector automotriz, sería el más afectado de manera negativa de los tres
estados signatarios del TLCAN si se modificase el acuerdo de hace un
cuarto de siglo. La información publicada hasta la fecha indica que el
pacto comercial entre Estados Unidos y México ignora las principales
demandas canadienses al tiempo que viola varias conclusiones de Ottawa,
incluido el mantenimiento de un sistema trilateral de resolución de
controversias.
Según el acuerdo, México seguiría
sujeto a los aranceles de 10 y 25 por ciento que Trump impuso a
principios de este año sobre las importaciones de aluminio y acero.
Algunos comentaristas canadienses se consolaron el
martes por los cambios a que la administración Trump ha obligado a
México a aceptar las reglas del acceso libre de aranceles de automóviles
y camiones livianos al mercado norteamericano. Estas incluyen la de
elevar el requisito de contenido, del 62.5 por ciento del valor de un
vehículo al 75 por ciento, utilizando más acero y aluminio de origen
estadounidense, para más tarde estipular que entre el 40 a 45 por ciento
de un vehículo debe ser hecho por trabajadores que ganen al menos US
$16 por hora.
Los sindicatos en Canadá y Estados Unidos, que han
estado íntimamente involucrados en las negociaciones del TLCAN, han
elogiado las nuevas reglas automotrices como un avance importante, del
mismo modo que se alinearon detrás de las tarifas de acero y aluminio de
Trump y su amenaza de golpear a Europa y los vehículos de fabricación
asiática con un arancel del 25 por ciento.
En una entrevista el lunes, Jerry Días, el
presidente de Unifor, antes el sindicato Canadian Auto Workers, se
deleitó con el hecho de que las nuevas reglas darán como resultado el
despido de los empobrecidos trabajadores automotrices mexicanos. "No hay
duda", dijo Días, "de que México perderá algunos de los trabajos que
han ocupado a lo largo de los años. Entonces, creo que este es un
acontecimiento positivo para Canadá”.
Las disposiciones automotrices del
acuerdo comercial entre Estados Unidos y México son muy importantes por
dos razones. En primer lugar, subrayan que cualquier "inserción" de
empleos en EEUU y Canadá, como resultado de la política de "América
Primero" de Trump y el cambio al proteccionismo en general, se basarán
en la expansión del empleo de bajos salarios y la explotación laboral,
con la plena complicidad de los sindicatos corporativistas.
En segundo lugar, todos anuncian que la
administración Trump ha decidido seguir adelante con su amenaza de
aranceles automotrices del 25 por ciento, una medida que aumentará
drásticamente la guerra comercial que ahora hierve a fuego lento entre
EEUU, la Unión Europea y Japón.
Esto se debe a que, de no haber un aumento
significativo del arancel actual del 5 por ciento para los vehículos
importados a América del Norte, las nuevas normas que rigen el acceso
libre de aranceles al TLCAN no solo serán ineficaces, según los
analistas automotrices, sino que tenderán a minar la posición
competitiva de los productores norteamericanos.
Desde el comienzo, la administración Trump ha
abordado las negociaciones del TLCAN para fortalecer su posición al
afrontar a sus competidores económicos más importantes, sobre todo
China, Alemania y Japón. Al anunciar esa estrategia en enero de 2017, el
secretario de comercio de Trump, Wilbur Ross, prescindió de la etiqueta
diplomática para referirse a los vecinos del sur y norte de Estados
Unidos como "nuestro territorio". Ross declaró: "Debemos soldar las
relaciones de la mejor manera posible en nuestro territorio antes de
acudir a otras jurisdicciones”.
Reconociendo los objetivos más amplios de
Washington, tanto Canadá como México señalaron su apoyo a las medidas
dirigidas a China, incluidos los límites al acceso al mercado y la
inversión para las empresas estatales, medidas que Washington
establecería como modelo de otros acuerdos comerciales.
Mientras tanto, en Ontario, la
provincia más poblada del país, la clase gobernante ha impulsado un
gobierno conservador dirigido por el admirador de Trump y el populista
de derecha Doug Ford para intensificar el asalto a los servicios
públicos y contrariar los derechos laborales.
En junio de 2017, el gobierno de Trudeau anunció
un aumento del 70 por ciento del gasto militar canadiense en 2026. Como
explicó el ministro de Asuntos Exteriores, Freeland, el objetivo era el
de reforzar el apoyo de Canadá a un orden mundial encabezado por Estados
Unidos. La élite gobernante canadiense tiene la fuerza necesaria para
afirmar sus propios intereses y obtener una mayor porción del botín en
esta guerra económica.
En oposición a las élites capitalistas
concurrentes y los sindicatos blancos, que sirven de fieles instrumentos
de los trabajadores en la guerra comercial y la incitación al
militarismo, los trabajadores de Canadá, Estados Unidos y México deben
unir fuerzas con sus verdaderos aliados, los trabajadores en Asia,
Europa y en todo el mundo para oponerse a la austeridad y la guerra.
Para las élites corruptas que gobiernan a México
el nuevo tratado comercial es un buen negocio porque su conclusión
confiere el dominio absoluto a EEUU sobre México en materia de seguridad
y energía. De tal manera, el grupo de Peña Nieto espera de la metrópoli
anglosajona la inmunidad absoluta en las cuentas pendientes.
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