miércoles, 26 de septiembre de 2018

La lucha estudiantil a 50 años de 1968


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La lucha estudiantil a 50 años de 1968

Autor: Roberto E Galindo Domínguez *

La protesta estudiantil de 1968 fue detonada por una trifulca callejera, en la que intervinieron porros y provocadores, además de estudiantes; las causas de esa gesta son más profundas y tienen que ver con la inexistente democracia de esa época, el autoritarismo de un gobierno que reprimía y asesinaba mediante los cuerpos policiales y las fuerzas armadas, y la mordaza que sufrían los medios de comunicación.

Eran tiempos en que a nivel mundial se levantaba la voz de la juventud y los estudiantes se rebelaban contra diversas situaciones en sociedades muy distantes y distintas, clamaban por democracia, por derechos humanos y por libertad en múltiples formas; siempre la libertad, una de las principales banderas de las luchas estudiantiles.
¿Qué significa la libertad para los estudiantes que hoy protestan tras la brutal represión del 3 de septiembre en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)?  Para cada uno de los involucrados en las protestas previas a ese fatídico día y para los que se involucraron después, el significado de la lucha puede tener distintas perspectivas, pero después de un mes de paros y marchas, en los que se han involucrado otras instituciones educativas, se puede advertir que entre lo que claman los estudiantes está la libertad aun a 50 años de Tlatelolco.
De acuerdo con el pliego petitorio que los alumnos del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Azcapotzalco entregaron al rector de la UNAM, Enrique Graue, algunas de las demandas tienen que ver con tener suficientes profesores para no saturar los grupos, elegir un cuerpo administrativo para ese CCH con la participación del estudiantado en el proceso; así como el que esos administradores realicen un manejo transparente de los recursos.
Por otro lado, le exigen que las autoridades universitarias no prohíban las expresiones político-culturales de la comunidad estudiantil. Debe recordarse que antes del 3 de septiembre se dieron protestas en el CCH Azcapotzalco, en un conflicto entre estudiantes y la ahora exdirectora del plantel María Guadalupe Márquez. Las demandas de los cecehacheros eran sobre mejoras académicas y anulación de cobros indebidos, que se sumaron a la inconformidad por la eliminación de unos murales elaborados por los estudiantes, acción ordenada por Márquez. Entonces también estamos hablando de un reclamo de libertad de expresión.
Más allá del CCH Azcapotzalco, del pliego petitorio sobresalen asuntos que competen a la comunidad universitaria en todos los planteles de la UNAM, que tienen que ver con lo que el 3 de septiembre pedían a Graue los bachilleres, también había estudiantes del CCH Oriente y de algunas preparatorias.
Una demanda era la erradicación de los porros de sus planteles, que fue adicionada en el pliego con la petición de que se tomen acciones en contra de quienes desde adentro de la Universidad y fuera de ésta los patrocinan ­­–los porros operan como brazo represor, agitador o disuasorio de movimientos estudiantiles, ya sea para autoridades administrativas y académicas, o para organizaciones ligadas a poderes políticos externas a las instituciones educativas–; una moción que innumerables rectores y directores de las principales instituciones universitarias públicas del país no han atendido desde hace 50 años, porros hubo en el 68 y los sigue habiendo, el 3 de septiembre en Ciudad Universitaria, bajo la mirada de Graue que estaba en la Torre de Rectoría, golpearon, quemaron, acuchillaron y mutilaron a los universitarios más jóvenes.
Otro punto relevante del pliego petitorio, y que también fue externado antes de la brutal agresión, es la solución al acoso, la inseguridad y la violencia que se vive al interior de la UNAM y en sus inmediaciones. Demanda de los cecehacheros motivada en esos días por el asesinato cometido en agosto de este año contra Miranda Mendoza Flores, alumna del CCH Oriente, que fue secuestrada tras salir del plantel y cuyo cuerpo fue hallado calcinado en el Estado de México.
Desgraciadamente ese tipo de crímenes y otros más son un problema añejo en la UNAM. Los casos de agresiones sexuales contra universitarias son una realidad en la máxima casa de estudios. A principios de este año se denunció el ataque a una estudiante en los baños del CCH Vallejo, el atacante era un trabajador del plantel. En marzo pasado, en la Escuela Nacional de Trabajo Social, fue violada una alumna. En agosto de 2017, varias estudiantes de la Facultad de Economía acusaron de abuso sexual a un profesor adjunto.
La violencia desatada el 3 de septiembre y los crímenes mencionados, son una pequeña parte de la brutalidad que se vive en la UNAM, pues en las últimas tres rectorías se han reportado más de 300 ataques sexuales, periodo en el que la aparición de cadáveres en suelo universitario supera la treintena.
Una profunda investigación de Zósimo Camacho sobre la crisis de inseguridad y violencia de la UNAM puede ser consultada en: Crisis en la UNAM por violencia
Es inadmisible que en la principal universidad del país los estudiantes no puedan ejercer libertad de expresión mediante manifestaciones culturales, es reprobable que no puedan manifestar su inconformidad libres de la represión porril y ante la mirada tácita del rector, pero es aterrador que en los campus universitarios los alumnos, y principalmente las mujeres sean acosadas y violadas.
Por lo anterior, se entiende que una de las demandadas de los universitarios a 50 años de Tlatelolco sigue siendo por libertad de expresión, pero además por la libertad de atender a la vida académica sin el riesgo de sufrir un secuestro, una violación o de ser asesinado.
Al parecer con la pronta aceptación del pliego petitorio por parte del rector el conflicto se aminoró y se focalizó en las demandas de los estudiantes de Azcapotzalco, falta ver si la maniobra de Graue no fue sólo de contención y para evitar que los reclamos escalaran hasta lograr su renuncia; esperemos que implemente acciones que erradiquen a los porros y para proteger al alumnado más allá de la solución de las demandas académicas y administrativas, sobre todo en cuanto a la inseguridad y la violencia que imperan en nuestra máxima casa de estudios.
La marcha de conmemoración de la matanza de estudiantes en Tlatelolco será un buen indicador del tamaño del conflicto universitario. Lo cierto es que a 50 años del 2 de octubre los estudiantes siguen luchando por la libertad.
Roberto E Galindo Domínguez*
*Maestro en apreciación y creación literaria, literato, arqueólogo, diseñador gráfico. Cursa el doctorado de novela en Casa Lamm. Miembro del taller literario La Serpiente

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