miércoles, 26 de septiembre de 2018

Tras 10 años de crisis, analicemos los efectos de un pinchazo de la actual burbuja de bonos


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Tras 10 años de crisis, analicemos los efectos de un pinchazo de la actual burbuja de bonos

 

 


Tras 10 años de crisis, analicemos los efectos de un pinchazo de la actual burbuja de bonos

Aurora Martínez – ATTAC Madrid
En el acto que ATTAC celebró para presentar el libro “10 años de Crisis”, Isabelle Bourboulon (autora del libro) señalaba cuatro  indicios de otra  nueva crisis: los altos niveles de deuda, la actual burbuja de bonos, la burbuja inmobiliaria, el Brexit… Ahora nos toca desarrollar el tema de la burbuja de bonos, que solo nombró Isabelle Bourboulon.
¿Hay una burbuja de bonos?
Esto decía el señor  Alan Greenspan (presidente de la Fed desde 1987 a 2006) en una entrevista a Bloomberg en 2017:“Estamos experimentando una burbuja, no en los precios de las acciones, sino en los precios de los bonos”. Hay una deuda a nivel mundial de 247 billones de dólares (más de tres veces el PIB mundial) pero es la deuda de 5,5 billones denominada en dólares pertenecientes las economías emergentes la más problemática cuando los tipos de interés suben. Son datos del último informe del Instituto Internacional de Finanzas, el principal lobby bancario. La deuda pública ha crecido de forma muy preocupante en Brasil, Argentina, Arabia Saudi, Nigeria…. Pero la deuda global que más crece corresponde a las empresas, principalmente a grandes multinacionales no financieras. Por ejemplo, Apple para financiar un plan de recompra de sus propias acciones emitió 7.000 millones de dólares de deuda el pasado mes de noviembre, justo dos meses después de emitir 5.000 millones de deuda en bonos corporativos y varios meses después de emitir más deuda y Mattel Inc, la compañía de juguetes, que debido a su elevado nivel de apalancamiento en bonos, ha sufrido una bajada de su calificación por  Moody a bono basura.
Y no se hace nada
El Fondo Monetario Internacional señala los principales factores responsables de la expansión imparable de la deuda mundial en las dos últimas décadas: la globalización de la banca y el fácil acceso al crédito y a la emisión de deuda.
Y es que la normativa de Basilea III y de los bancos centrales no ha servido para  controlar estos factores. Por una parte no se ha legislado para evitar el aumento del tamaño de los bancos, ni su concentración, ni la regulación del mercado de capitales. Por otra parte, la exigencia de más capital en los bancos no ha impedido el aumento irresponsable de los créditos y préstamos a las empresas como ha ocurrido en Turquía, Chile o Polonia…, porque se puede utilizar los beneficios de los bancos para aumentar la ratio de capital de nivel 1. En otras palabras, la regulación de Basilea III es procíclica. Si verdaderamente se quiere limitar la concesión créditos, habrá que limitar directamente la concesión de créditos, especialmente los créditos en inversiones financieras, no reales. Sencillamente, estos créditos producen burbujas en los activos y consecuentemente crisis financieras.
En qué consiste esta burbuja de bonos.
La subida continua y desorbitante del precio de los bonos, y como consecuencia la bajada de su rentabilidad (pues los intereses cobrados son constantes) está muy relacionada con la actual política  monetaria de los bancos centrales de los países desarrollados para luchar contra la crisis financiera de 2007-2008. En concreto, la Reserva Federal de EEUU  y el Banco Central Europeo han llevado una política monetaria similar a la que llevó Japón en su crisis de los 90. Se ha buscado la  expansión de la demanda (consumo, inversión, gasto público y exportaciones) para hacer crecer la producción y la renta del país. Pero por la vía indirecta, apoyando a los bancos, no directamente a los agentes económicos- familias, empresas, Estado. Para ello se abrió la barra libre de liquidez a los bancos  y se  compró masivamente la deuda pública y los bonos de grandes compañías que tenían los bancos en sus balances. Todo ello manteniendo el tipo oficial de interés al cero por ciento. De esta manera la Reserva Federal pasó de tener un balance de 1 billón de dólares en 2008, a 4,5 billones en 2015; y el Banco Central Europeo de 1,2 millones de euros a 4,5 billones de euros.  Michael Hudson opina sobre el tema: “El crash siempre es resultado de una quiebra o de que se destapa un fraude. El punto débil hoy es la deuda corporativa. Las empresas están muy endeudadas. Se recurrió a la deuda para pagar dividendos y recomprar acciones. Porque a los gestores se les premia cuanto suben sus títulos no en función de las ventas o porque contraten a más personal para generar más negocio. Pura ingeniería financiera”.
Recordemos la causa de la crisis. ¿Hay responsables?
Hay acuerdo en que la causa de la crisis está en el aumento escandaloso de la deuda potenciado por una bajada del tipo de interés. Y esto ha ocurrido porque las autoridades reguladoras han creído en la autorregulación de los mercados financieros, mentira principal del pensamiento neoliberal. Siguiendo a  Richard Koo, el origen de la crisis está en el sobreendeudamiento privado de la mayor parte de las economías de las principales países desarrollados, especialmente por la deuda inmobiliaria (EEUU, Reino Unido, Irlanda, España…). Y cuando el activo que se ha inflado pincha, es decir cuando baja el precio de las acciones, bonos, suelo y/o viviendas, entonces se inicia una crisis llamada de recesión de balances: una contracción prolongada y grave de la demanda (consumo e inversión privada). Ni las empresas ni los particulares quieren gastar. Su objetivo es disminuir sus deudas. Pasaron 15 años hasta que Japón tuvo un crédito positivo neto. No es que no haya crédito, es que no hay deseo de invertir o consumir. Entonces el sector público, aumentando su gasto, es el único que puede evitar que la recesión se prolongue indefinidamente. “La reducción de los déficits públicos se puede hacer cuando el sector privado está bien y toma dinero prestado”, nos recuerda Richard Koo. La solución efectiva de la crisis no estaba en rescatar a la banca, sino en rescatar a la economía real. Pero esto no se hizo, ni se quiere hacer. Seguimos con Michael Hudson: “El mundo se está preparando para una nueva recesión. Muchos pensaron que, al rescatar a la banca, la economía se recuperaría. Pero no. Wall Street está inflado gracias a la Reserva Federal, el mercado de bonos ha tenido el mayor boom de su historia y el mercado inmobiliario está boyante”
La burbuja de bonos pinchará si se espera una subida significativa del tipo de interés.
Si se espera una subida de tipos, todos quieren vender porque el precio de los bonos bajará. Y si todos lo hacen al mismo tiempo, los efectos serán más perniciosos. El Banco Central Europeo lo decidirá cuando vea que la economía está creciendo de forma consistente. Los primeros que se venderán serán los que tienen rentabilidad negativa que ascienden a unos10 billones de dólares. El tema es si los bancos centrales podrán evitar otra crisis. Pero esta subida se hace necesaria para no financiar actividades inviables, que pueden fallar en cualquier momento.
Tras 10 años de crisis, los efectos  de un pinchazo de la actual burbuja de bonos.
Podemos ver dos escenarios tras el pinchazo: una simple desaceleración económica o una gran recesión global.
El primero es el querido por  los bancos centrales de los países desarrollados. Tratar de salir de  la burbuja sin producir otra crisis, subiendo lentamente los tipos de interés y dispuestos a parar la quiebra de cualquier  gran banco. Mario Dragui ha propuesto empezar a subir los tipos de forma prudente a partir del verano de 2019. Pero la crisis se podría iniciar en Europa en 2020 si Jens Weidmann sustituye a Mario Draghi y acelera la subida de tipos. Pero mientras EEUU siga creciendo con prácticamente pleno empleo es muy difícil que la crisis se convierta en global en el corto plazo.
El segundo escenario es que tras el pinchazo venga una segunda recesión más agresiva que la de 2008, tal como pronostica Juan Laborda, “porque el activo primigenio alrededor de esta burbuja, la deuda soberana, afectará a la sostenibilidad del propio sistema”.
En este sentido opina Michael Hudson: “La deuda no se puede pagar, y no se debe pagar. Y si el sistema no acepta que se condone parte de la deuda, va a quebrar”. Esta condonación debería ser soportada por accionistas y acreedores de los bancos y grandes corporaciones. Pero estos no están dispuestos a perder sus privilegios. “Solo habrá importantes cambios si se produce una gran crisis que haga indiscutible los cambios que se necesitan”.
La inflación, que parece que se está despertando, puede ser el desencadenante de esa posible Gran Crisis, pues forzaría a una subida más enérgica de tipos. De momento Europa y los países más endeudados en dólares no lo podrían soportar y muchas grandes corporaciones tampoco podrían atender su deuda. En todo caso exijamos a nuestros gobernantes el control democrático de las finanzas.
Aurora Martínez es economista, miembro de ATTAC y de la Plataforma por una Banca Pública.
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