Aumenta el descontento y la incertidumbre en Alemania, tras varias polémicas. Una de ellas, la más reciente, está relacionada con el hasta hace poco presidente de la agencia de inteligencia policial, Hans-Georg Maassen, criticado por su comportamiento xenófobo y por apoyar a grupos ultraderechistas
Las dificultades no cesan para la canciller alemana Ángela Merkel, cuyos planes son refutados y obstaculizados por sus propios socios de coalición casi siete meses después de la investidura para un cuarto mandato.
Las divergencias y problemas que ralentizaron el establecimiento de la alianza en el poder, persisten a un año de las elecciones generales y las continuas crisis hacen tambalear a la dirección del país, en tanto se cumplen los pronósticos del peligroso fortalecimiento de la ultraderecha.
Divisiones en las más altas esferas e incremento de los comportamientos xenófobos y extremistas mantienen en jaque a la Dama de Hierro germana, quien al intentar complacer a los descontentos ha descuidado otros asuntos domésticos de gran incidencia en la opinión pública.
Mientras a puerta cerrada la jefa de gobierno intenta solucionar las diferencias con el ministro de interior y líder de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), Horst Seehofer, en las calles se hace notable la insatisfacción y el 71.8 por ciento de los alemanes asegura confiar menos en el Ejecutivo.
Un año atrás, en los comicios del 24 de septiembre de 2017, el bloque liderado por Merkel y formado por la Unión Democristiana (CDU) y la CSU obtuvo el 33 por ciento de los votos, lo que se tradujo en la pérdida de 68 puestos en el parlamento y en la imposibilidad de un mandato en solitario.
Tras varios fracasos en los intentos por formar una coalición y luego de 6 meses de negociaciones, el Partido Socialdemócrata (SPD), con 21 por ciento de las boletas, accedió a inicios de marzo a participar por tercera vez en una alianza con los conservadores, lo cual permitió a la canciller federal continuar en el poder.
Por su parte, la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) ganó 13.3 por ciento en las elecciones, ocupó 98 escaños y se convirtió en la tercera fuerza política de esta nación.
Hoy, dicha formación cuenta con un apoyo del 18 por ciento, con lo que supera al SPD (17 puntos) y ocupa la segunda posición a nivel nacional, según un estudio del instituto Infratest Dimap.
En tanto, el respaldo a la alianza CDU-CSU disminuyó a 28 puntos, el peor resultado en años.
Los índices anteriores son resultado del descontento y la incertidumbre generados por varias polémicas registradas en los últimos tiempos, entre ellas una relacionada con el hasta hace poco presidente de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV o agencia de inteligencia policial), Hans-Georg Maassen, criticado por su comportamiento xenófobo y por apoyar a grupos ultraderechistas.
A finales de agosto último, un ciudadano alemán de origen cubano resultó asesinado en la ciudad de Chemnitz, por lo cual fueron acusados un sirio y un irakí.
Tras el suceso, líderes de la AfD convocaron a manifestaciones racistas, lo cual llevó a una ola de persecuciones y ataques contra migrantes.
Durante días, miles de ciudadanos participaron en manifestaciones a favor y en contra de actitudes neofascistas que culminaron con actos violentos y varias personas heridas.
El entonces jefe de los servicios secretos intentó minimizar los disturbios y desestimó los reportes sobre las agresiones a los extranjeros en Chemnitz, además de poner en duda la veracidad de esa información así como filmaciones de lo ocurrido.
Poco después se conoció que Maassen facilitó un reporte de la BfV a un diputado de AfD antes de que fuera publicado, con lo cual violó su obligación de guardar secreto y puso en más aprietos a la administración de Merkel.
Luego de salir a la luz sus vínculos con la organización ultraderechista, miembros de la oposición exigieron su renuncia, pero Seehofer rechazó la destitución.
Representantes del SPD cuestionaron la continuidad de su alianza con el bloque formado por la CDU y la CSU, si Maassen se mantenía en el puesto.
Dicha situación generó una importante crisis en el gobierno, la segunda en los últimos meses relacionada con Seehofer, quien es contrario a la política migratoria de la canciller federal.
El 18 de septiembre, el gobierno alemán comunicó su decisión de relevar a Maassen, pero informó su nombramiento como secretario de Estado del Ministerio de Interior.
Lo anterior provocó una mayor controversia, pues el cambio resultó beneficioso para el exjefe de inteligencia, al representar un ascenso y un aumento de salario.
Tras fuertes críticas y luego de varias reuniones con los representantes de las principales formaciones del país, Merkel reconoció haber cometido errores en el manejo del caso y anunció que Maassen se desempeñará a partir de ahora como asesor especial en el Ministerio de Interior, con responsabilidad en asuntos europeos e internacionales.
No obstante, los cuestionamientos continuaron y el presidente de la bancada de Los Verdes, Anton Honreiter, acusó a Seehofer de nombrar para un alto cargo a un funcionario cercano a la extremista AfD.
El presidente del Partido de la Izquierda, Bernd Riexinger, afirmó que Maassen no debería asumir ningún puesto en el gobierno después de haber apoyado a la ultraderecha.
Más allá de ratificar las divergencias entre los miembros de la actual administración, lo ocurrido sacó a la luz las divisiones en la sociedad alemana en temas tan complejos como la crisis de refugiados y demostró el lamentable fortalecimiento de tendencias racistas y antiinmigrantes.
Según el analista Karsten Grabow, el ascenso de la ultraderecha se debe al debilitamiento de los partidos tradicionales, al rechazo a las medidas de austeridad y políticas impulsadas por Merkel y a la falta de una solución eficaz al problema de la llegada constante de extranjeros.
La situación migratoria fue también el detonador de una crisis gubernamental anterior, a finales de junio, cuando Seehofer amenazó con dimitir y desestabilizar la alianza en el poder si no se llegaba a un acuerdo con la Unión Europea para contener el flujo de refugiados y se fortalecían los controles fronterizos.
Recientemente el diputado Volker Kauder, cercano a la canciller federal y conocido por acercar las posiciones de sus seguidores en temas como este, perdió la presidencia del grupo conservador en la Cámara baja del Parlamento germano (Bundestag).
La sustitución de Kauder por otro miembro de la CDU (Ralph Brinkhaus), luego de 13 años en ese puesto, fue considerada como una derrota por la propia Merkel, quien no disimuló su descontento por la pérdida de un gran apoyo en el Bundestag.
El revés fue interpretado por la prensa local como un golpe interno y el opositor Partido Libre Democrático sugirió que la mandataria se sometiera a una moción de confianza.
No obstante, Brinkhaus manifestó su apoyo a la jefa de gobierno y expresó la voluntad de fortalecer la labor de su administración.
Así, la coalición en el poder, construida sobre cimientos débiles y bajo la presión de una inminente desestabilización política, se desmorona poco a poco y, a solo siete meses de su proclamación oficial, los pronósticos no son muy alentadores.
Por el momento, analistas y políticos tienen sus ojos puestos en las elecciones regionales de Baviera, las cuales están previstas para el 14 de octubre, y pueden servir para determinar el daño real causado por los errores y tropiezos del último año.
Glenda Arcia/Prensa Latina
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