Estados
Unidos no solo ha sancionado a Irán política y económicamente, sino
también a sus académicos prohibiendo que la ciencia y la tecnología
lleguen a su nación.
Por ejemplo, Washington ha prohibido que Teherán adquiera computadoras que puedan realizar más de 190 000 millones de cálculos por segundo.
También prohíbe que el país persa importe otros tipos de equipamientos de laboratorio, como microscopios fluorescentes y confocales, gammacámaras, dispositivos de esterilización especializados, generadores de oxígeno y muchas otras herramientas.
Incluso aunque sobre estos artículos no pesaran las sanciones, los embargos dictados contra el sistema monetario y la banca de Irán impedirían que el país pudiera adquirirlos. Esto mismo ocurre también en el campo de la medicina.
La administración estadounidense ha prohibido que los iraníes tengan acceso a la mayoría de programas producidos en Estados Unidos. Asimismo, muchos portales web restringen todo intento de acceso que provenga de Irán, como Coursera, una plataforma de aprendizaje en línea.
Washington también se ha puesto en comunicación con revistas científicas, como Elsevier, y les ha pedido que se ciñan a las pautas marcadas en las sanciones cuando se trate de los iraníes.
Todos estos intentos han fracasado a la hora de limitar el avance iraní en los campos científico y tecnológico.
Con más 2500 universidades y menos de 4 millones de estudiantes, Irán ocupa el puesto 15 en la publicación de artículos en revistas científicas de todo el mundo.
Además, se sitúa en el 4.º puesto en cuanto a avances en nanotecnología y el 3.º en la investigación con células madres. Asimismo, ocupa el 3.º lugar en la formación de ingenieros a nivel mundial.
El apoyo del Gobierno iraní a las empresas con una base científica ha convertido las ideas en productos con un valor añadido. Este paso acerca a Irán a su valor revolucionario de independencia.
eha/rba
Por ejemplo, Washington ha prohibido que Teherán adquiera computadoras que puedan realizar más de 190 000 millones de cálculos por segundo.
También prohíbe que el país persa importe otros tipos de equipamientos de laboratorio, como microscopios fluorescentes y confocales, gammacámaras, dispositivos de esterilización especializados, generadores de oxígeno y muchas otras herramientas.
Incluso aunque sobre estos artículos no pesaran las sanciones, los embargos dictados contra el sistema monetario y la banca de Irán impedirían que el país pudiera adquirirlos. Esto mismo ocurre también en el campo de la medicina.
La administración estadounidense ha prohibido que los iraníes tengan acceso a la mayoría de programas producidos en Estados Unidos. Asimismo, muchos portales web restringen todo intento de acceso que provenga de Irán, como Coursera, una plataforma de aprendizaje en línea.
Washington también se ha puesto en comunicación con revistas científicas, como Elsevier, y les ha pedido que se ciñan a las pautas marcadas en las sanciones cuando se trate de los iraníes.
Todos estos intentos han fracasado a la hora de limitar el avance iraní en los campos científico y tecnológico.
Con más 2500 universidades y menos de 4 millones de estudiantes, Irán ocupa el puesto 15 en la publicación de artículos en revistas científicas de todo el mundo.
Además, se sitúa en el 4.º puesto en cuanto a avances en nanotecnología y el 3.º en la investigación con células madres. Asimismo, ocupa el 3.º lugar en la formación de ingenieros a nivel mundial.
El apoyo del Gobierno iraní a las empresas con una base científica ha convertido las ideas en productos con un valor añadido. Este paso acerca a Irán a su valor revolucionario de independencia.
eha/rba
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