martes, 17 de diciembre de 2019

La Hermandad Musulmana como ‎miembro del Consejo de Seguridad ‎Nacional de Estados Unidos, por Thierry Meyssan


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La Hermandad Musulmana como ‎miembro del Consejo de Seguridad ‎Nacional de Estados Unidos, por Thierry Meyssan


Este artículo este parte del libro De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestra ‎mirada, la gran farsa de las primaveras árabes.
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En 2011, el presidente tunecino Ben Ali, el Líder libio Muammar el-Kadhafi y ‎el presidente egipcio Hosni Mubarak estaban a las órdenes de Washington. Kadhafi ‎había renunciado en 2003 a la independencia política y los otros dos siempre habían sido ‎vasallos de Estados Unidos. Sin importar los servicios prestados a la superpotencia ‎estadounidense, los tres fueron expulsados del poder para reemplazarlos por la Hermandad Musulmana.

7- Inicios de la “Primavera árabe” en Túnez


El 12 de agosto de 2012, el presidente estadounidense Barack Obama, firma la Directiva ‎Presidencial de Seguridad Nº 11 (PSD-11). Obama informa a todas sus embajadas en el Medio ‎Oriente ampliado, o Gran Medio Oriente, que deben prepararse para “cambios de régimen” ‎‎ [1]. Para coordinar la acción secreta en el terreno, el presidente demócrata ‎Barack Obama nombra varios miembros de la Hermandad Musulmana como miembros del ‎Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Washington va a poner en aplicación el ‎plan británico de las llamadas “Primaveras Árabes”. Para la Hermandad Musulmana, ‎ha llegado el momento de alcanzar la gloria. ‎
El 17 de diciembre de 2010, un vendedor ambulante de verduras, “Mohamed” (Tarek) Bouazizi, ‎cuya mercancía ‎había sido confiscada por la policía, se inmola en Túnez prendiéndose fuego. La ‎Hermandad ‎Musulmana se apodera del incidente y hace correr noticias falsas según las cuales el ‎joven Bouazizi era un estudiante sin ‎trabajo y una mujer policía lo había abofeteado. ‎Inmediatamente, los hombres de la National ‎Endowment for Democracy (NED, la falsa ONG de los ‎servicios secretos de los 5 Estados ‎anglosajones) soborna a la familia del difunto para que no ‎revele la verdad y caldea los ánimos en ‎el país. En medio de la cadena de manifestaciones contra ‎el desempleo y los actos de violencia de ‎la policía, Washington hace saber al presidente tunecino ‎Ben Ali que tiene que dejar el país, ‎mientras que el MI6 organiza el regreso triunfal –desde ‎Londres– del Guía de la Hermandad ‎Musulmana tunecina, Rached Ghannouchi. ‎
A eso se resume la “revolución del jazmín” [2]. El esquema de este cambio de régimen toma ‎algunos ‎elementos de la caída del shah de Irán, seguida del regreso del imam Khomeini, ‎agregándole otros ‎de las más recientes revoluciones de colores. ‎
Rached Ghannouchi había creado una rama tunecina de la Hermandad Musulmana y realizado ‎una ‎intentona golpista en 1987. Arrestado y encarcelado varias veces, se exila en Sudán, donde ‎goza ‎del respaldo de Hassan el-Turabi. Después se exila en Turquía, donde se acerca a Recep ‎Tayyip ‎Erdogan, por entonces dirigente de la Milli Gorus. En 1993, Ghannouchi obtiene asilo ‎político en ‎Londonistán, donde se instala con sus dos mujeres y sus hijos. ‎
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Moncef Marzouki y Rached Ghannouchi, dos personalidades tunecinas que se presentan como ‎‎“antiestadounidenses”. Marzouki, líder de extrema izquierda, trabaja para la NED ‎estadounidense, mientras que Ghannouchi, dirigente de la Hermandad Musulmana, trabaja ‎para la Westminster Foundation británica.‎

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La “Liga de Protección de la Revolución” (LPR) es el equivalente tunecino del ‎‎“Aparato Secreto” de la Hermandad Musulmana en Egipto. Su jefe es Ihmed Deghij (a la ‎izquierda en la foto) y Rached Ghannouchi (a la derecha) designa las personas que van a ser ‎eliminadas.‎
Los anglosajones ayudan a Ghannouchi a mejorar la imagen de su partido, el Movimiento de ‎la ‎Tendencia Islámica, rebautizado como Movimiento del Renacimiento (Ennahdha). Para calmar ‎los ‎temores de la población ante la cofradía, la NED recurre a sus peones de la extrema izquierda. ‎Moncef Marzouki, presidente de la Comisión Árabe de Derechos Humanos, hace de ‎garante moral ‎afirmando públicamente que la Hermandad Musulmana ha cambiado mucho y que ‎los miembros ‎de la cofradía se han convertido en demócratas. El propio Marzouki será electo ‎presidente de ‎Túnez. Ghannouchi gana las elecciones legislativas y logra formar un gobierno, de ‎diciembre de ‎‎2011 hasta agosto de 2013. En ese gobierno introduce a otros peones de la NED, ‎como Ahmed ‎Nejib Chebbi, un ex maoísta y posteriormente trotskista reciclado por Washington. ‎Siguiendo el ‎ejemplo de Hassan al-Banna, Ghannouchi constituye una milicia vinculada a su ‎partido –la Liga de ‎Protección de la Revolución– que se encarga de los asesinatos políticos, como ‎el del líder opositor ‎Chokri Belaid.‎
A pesar del indudable respaldo que una parte de la población tunecina le había aportado a ‎su ‎regreso, el partido de Ghannouchi (Ennahdha) se vuelve rápidamente minoritario. Antes de ‎dejar el ‎poder Ghannouchi hace votar una serie de leyes fiscales cuyo objetivo es provocar con el ‎tiempo ‎la ruina de la burguesía laica. Espera transformar así la sociología del país y volver ‎rápidamente a ‎los primeros planos del escenario político. ‎
En mayo de 2016, Innovative Communications & Stratégies –compañía creada por el MI6– ‎monta ‎el 10º Congreso de Ennahdha. Los propagandistas aseguran que Ennahdha se ha convertido ‎en ‎una formación “civil” y que ahora separa sus actividades políticas de las religiosas. Pero ‎esa ‎evolución nada tiene que ver con el laicismo, simplemente se ha pedido a los dirigentes que ‎se ‎repartan el trabajo y que no ocupen simultáneamente cargos electivos y cargos eclesiásticos, ‎en ‎otras palabras que el mismo individuo no sea a la vez diputado e imam. ‎

8- La “Primavera árabe” en Egipto


El 25 de enero de 2011, o sea una semana después de la huida del presidente tunecino Ben Alí, ‎la ‎fiesta nacional de Egipto se convierte en manifestación contra el poder. El tradicional ‎dispositivo ‎estadounidense de las revoluciones de colores dirige estas protestas: los serbios ‎entrenados por ‎Gene Sharp –el teórico de la OTAN especializado en los llamados “golpes suaves”, ‎que en realidad ‎son cambios de régimen sin recurrir a la guerra [3]– y los hombres de la ‎NED. Sus libros y folletos ‎traducidos al árabe, que precisan hasta las consignas a utilizar en las ‎manifestaciones, se ‎distribuyen ampliamente desde el primer día. Gran parte de esos espías serán ‎posteriormente ‎arrestados, juzgados, condenados y luego expulsados del país. Los manifestantes ‎son movilizados ‎principalmente por la Hermandad Musulmana, cuyo respaldo a nivel nacional se ‎estima entre un ‎‎15 o 20%, y por Kifaya (“¡Basta ya!”), un grupo creado por Gene Sharp. Se inicia la ‎‎“revolución del ‎loto” [4] o “revolución blanca”. Las protestas tienen lugar principalmente en El Cairo, en la plaza ‎Tahrir, y en otras 7 ciudades. Pero ‎están muy lejos de la ola revolucionaria de Túnez. ‎
La Hermandad Musulmana recurre a la violencia desde el primer momento. En la plaza Tahrir, ‎los ‎miembros de la cofradía llevan sus heridos a una mezquita previamente equipada con todo ‎lo ‎necesario para prestarles los primeros auxilios. Los canales de televisión de las ‎petromonarquías ‎de Qatar (Al-Jazeera) y Arabia Saudita (Al-Arabiya) llaman al derrocamiento del ‎régimen y ‎transmiten en vivo la información estratégica. Estados Unidos trae de regreso a Egipto ‎al ex ‎director de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el premio Nobel de la ‎Paz ‎Mohamed el-Baradei, ahora convertido en presidente de la Asociación Nacional para el ‎Cambio. A el-Baradei se le concedió el Nobel por haber calmado a Hans Blix, cuando este último ‎denunciaba ‎en nombre de la ONU las mentiras de la administración Bush tendientes a justificar la ‎guerra ‎contra Irak. Desde hace más de un año, el-Baradei preside una coalición creada según el ‎esquema ‎de la Declaración de Damasco: un texto razonable, firmantes de todas las tendencias… ‎más la ‎Hermandad Musulmana, cuyo programa es en realidad todo lo contrario del contenido de ‎la ‎plataforma. ‎
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Para el vocero de la Hermandad Musulmana en Egipto, Essam Elariam, los Acuerdos de ‎Camp David no son importantes. Lo urgente es criminalizar la homosexualidad.
‎La Hermandad Musulmana es, en definitiva, la primera organización egipcia que llama al derrocamiento ‎del ‎régimen. Las televisoras de todos los países miembros de la OTAN y del Consejo de ‎Cooperación ‎del Golfo predicen la fuga del presidente Hosni Mubarak, mientras que el enviado ‎especial del ‎presidente Obama –el embajador Frank Wisner Jr., padre de adopción del presidente ‎francés ‎Nicolas Sarkozy–, primero finge apoyar a Mubarak para ponerse después del lado de la ‎multitud. ‎Frank Wisner presiona a Mubarak para que se retire. Finalmente, al cabo de 2 semanas ‎de motines ‎y de una manifestación que reúne un millón de personas, Mubarak recibe de ‎Washington la orden de ceder y dimitir. Pero Estados ‎Unidos quiere cambiar la Constitución antes ‎de poner a la Hermandad Musulmana en el poder. Así ‎que el poder queda temporalmente en ‎manos del ejército. El mariscal Mohamed Husein Tantawi ‎preside el Comité Militar que se ocupa ‎de la gestión cotidiana del país. Tantawi nombra una ‎Comisión Constituyente de 7 personas, 2 de ‎ellas miembros de la Hermandad Musulmana. Es ‎precisamente uno de estos últimos, el juez Tareq ‎Al-Bishri, quien preside los trabajos de la ‎Comisión. ‎
No obstante, la cofradía sigue realizando manifestaciones todos los viernes, a la salida de ‎las ‎mezquitas, y perpetra linchamientos de cristianos coptos sin que la policía intervenga ‎para ‎evitarlos. ‎

9- Nada de revoluciones de colores para Bahréin ni Yemen‏


Aunque la cultura yemenita no tiene absolutamente nada que ver con la del norte de ‎África, ‎exceptuando el uso del mismo idioma, un importante movimiento de protesta sacude ‎desde hace ‎meses Bahréin y Yemen. La coincidencia con los sucesos de Túnez y Egipto amenaza ‎con crear ‎cierta confusión. El emirato de Bahréin sirve de base a la Quinta Flota estadounidense, ‎que desde ‎allí controla la circulación marítima en el Golfo Pérsico, mientras que Yemen domina –‎junto con ‎Yibuti– la entrada y salida del Mar Rojo y del Canal de Suez. ‎
La dinastía reinante en Bahréin teme que la sublevación popular barra a la monarquía ‎y, ‎obedeciendo a un reflejo natural, atribuye la revuelta a Irán ya que, en 1981, un ayatola ‎chiita ‎iraquí había intentado exportar la revolución del imam Khomeini y derrocar el régimen títere ‎que ‎los británicos habían instaurado en Bahréin en el momento de la independencia, en 1971. ‎
El secretario de Defensa estadounidense Robert Gates viaja a la región y autoriza Arabia Saudita ‎a ‎aplastar esas verdaderas revoluciones. El príncipe saudita Nayef dirige la represión. Al igual que ‎el ‎príncipe Bandar, Nayef pertenece al clan de los Sudairis, aunque Nayef es mayor y Bandar sólo ‎es ‎hijo de una esclava. La repartición de los papeles entre ellos es muy clara: el tío –Nayef– ‎se ‎encarga de mantener el orden reprimiendo los movimientos populares, mientras que el sobrino ‎‎–‎Bandar– se ocupa de desestabilizar Estados mediante la organización del terrorismo. Lo ‎‏ ‏importante es que nos fijemos en qué países actúa uno y en cuáles actúa el otro [5]. ‎

10- La “Primavera árabe” en Libia


Washington había planeado el derrocamiento de los regímenes aliados encabezados por Ben Alí ‎y ‎Mubarak sin recurrir a la guerra. Pero todo será muy diferente en Libia y Siria, países ‎gobernados ‎por los revolucionarios Kadhafi y Assad. ‎
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Después de haber enseñado a los petrodictadores a hablar como demócratas, de haber ‎organizado Al-Jazeera y de haber introducido en Libia las compañías estadounidenses, ‎Mahmoud Jibril –miembro de la Hermandad Musulmana– se convierte en líder de la ‎‎“revolución” contra el mismo régimen para el que había trabajado hasta el día anterior.‎
A principios de febrero de 2011, siendo aún Hosni Mubarak presidente de Egipto, la CIA ‎organiza ‎en El Cairo el inicio de la continuación de las operaciones. Un encuentro reúne a varios ‎actores, ‎como la NED –representada por los senadores estadounidenses John McCain, a nombre ‎de los ‎republicanos, y Joe Liberman, por el Partido Demócrata–, Francia –representada por ‎Bernard-‎Henri Levy– y la Hermandad Musulmana. A la cabeza de la delegación libia está Mahmud ‎Jibril –el ‎miembro de la cofradía que formó a los dirigentes de las monarquías del Golfo y ‎reorganizó Al-‎Jazeera. Jibril llega a la reunión como número 2 del gobierno de la Yamahiriya Árabe ‎Libia y sale de ‎ella… como jefe de la oposición a la “dictadura”. Ya no regresa a su lujosa oficina de ‎Trípoli sino ‎que se va a la ciudad de Bengazi, en la región libia de Cirenaica. En la delegación siria ‎están Anas ‎al-Abdeh, fundador del Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH), y su ‎hermano Malik ‎al-Abdeh, director de Barada TV –televisión antisiria financiada por la CIA y el ‎Departamento de ‎Estado. Washington ordena iniciar las guerras civiles, simultáneamente en Libia ‎y en Siria. ‎
El 15 de febrero, el Dr. Fathi Terbil, abogado de las familias de los muertos en 1996 durante ‎la ‎masacre de la cárcel de Abu Salim, recorre Bengazi asegurando que la cárcel local está en llamas ‎y ‎llamando la población a liberar a los presos. Será brevemente arrestado y liberado el mismo día. ‎Al ‎día siguiente, 16 de febrero, también en Bengazi, agitadores atacan 3 puestos de la policía, ‎los ‎locales de la seguridad interna y las oficinas del fiscal. Al defender la armería de la ‎seguridad ‎interna, la policía mata a 6 de los atacantes. Mientras tanto, en Al-Baidha, entre Bengazi ‎y la ‎frontera con Egipto, otro grupo de individuos armados ataca igualmente varios puestos de ‎la ‎policía, los locales de la seguridad interna y logran tomar el cuartel Hussein Al-Jwaifi y la ‎base ‎aérea militar de Al-Abrag, se apoderan de gran cantidad de armas, golpean a los guardias ‎y ‎cuelgan a un soldado. Otros incidentes menos espectaculares tienen lugar de manera ‎coordinada ‎en otras 7 ciudades libias [6]. ‎
Estos atacantes dicen pertenecer al Grupo Islámico Combatiente en Libia (GICL, afiliado a al-‎‎Qaeda) [7]. Son todos miembros o ex miembros de la Hermandad ‎Musulmana. Dos de sus jefes han ‎pasado por el lavado de cerebro que se practica en la base naval ‎estadounidense de Guantánamo, ‎según las técnicas de los profesores Albert D. Biderman y Martin ‎Seligman [8].‎
A finales de los años 1990, el GICL había tratado de matar a Kadhafi en 4 ocasiones, por orden ‎del ‎MI6, y de crear una guerrilla en las montañas de la región libia de Fezzan. El general libio ‎Abdel ‎Fattah Younes lo combatió entonces duramente, obligándolo a retirarse de la Yamahiriya. ‎Desde ‎los atentados del 11 de septiembre de 2001, el GICL aparece en la lista de ‎organizaciones ‎terroristas elaborada por el Comité 1267 de la ONU… pero tiene una oficina en ‎Londres, bajo la ‎protección del MI6.‎
El nuevo jefe del GICL, Abdelhakim Belhadj, quien luchó en Afganistán junto a Osama ben Laden ‎y ‎también en Irak, había sido arrestado en Malasia, en 2004, y trasladado a una cárcel secreta de ‎la ‎CIA en Tailandia, donde se le aplicó el llamado “suero de la verdad” y fue sometido a ‎torturas. ‎Como resultado de un acuerdo entre Estados Unidos y Libia, Belhadj fue enviado de ‎regreso a este ‎último país, donde fue nuevamente torturado –pero por agentes británicos– en la ‎cárcel de Abu ‎Salim. El GICL y al-Qaeda fusionan en 2007. ‎
Sin embargo, en el marco de las negociaciones de 2008-2010 con Estados Unidos, Saif al-‎Islam ‎Kadhafi había negociado una tregua entre la Yamahiriya y el GICL, ya vinculado a al-Qaeda. ‎Esta ‎última organización publica incluso un largo documento, titulado los Estudios Correctores, ‎donde ‎reconoce haberse equivocado al llamar a la yihad contra los correligionarios en un país ‎musulmán. ‎En 3 oleadas sucesivas, todos los miembros de al-Qaeda son amnistiados y liberados ‎en Libia, bajo ‎una sola condición: que renuncien por escrito a la violencia. De los 1 800 yihadistas ‎encarcelados ‎en Libia, sólo un centenar rechaza el acuerdo y prefiere seguir en la cárcel. En ‎cuanto es liberado, ‎Abdelhakim Belhadj sale de Libia y se instala en Qatar. Pero en 2011, todos ‎aquellos yihadistas ya ‎habían logrado regresar a Libia sin que nadie hiciera sonar las alarmas. ‎
El 17 de febrero de 2011, la Hermandad Musulmana organiza en Bengazi una manifestación en ‎memoria de ‎las 13 personas muertas durante la manifestación de 2006 contra el consulado de ‎Italia. Los ‎organizadores afirman que fue Muammar el-Kadhafi quien organizó en aquella época el ‎escándalo ‎de las “caricaturas de Mahoma” con ayuda de la Liga del Norte italiana. La ‎manifestación se ‎convierte en enfrentamiento, con un saldo de 14 muertos entre manifestantes y ‎policías.‎
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La Hermandad Musulmana distribuye la nueva bandera que quiere imponer a los ‎libios: es la bandera del ex rey Idris y de la colonización británica.
Se inicia así la “revolución”. La realidad es que los manifestantes no buscan derrocar la ‎Yamahiriya ‎sino proclamar la independencia de la región de Cirenaica. Se distribuyen entonces en ‎Bengazi ‎decenas de miles de banderas de los tiempos del rey Idriss (1889-1983). La Libia moderna ‎se compone de 3 provincias del antiguo Imperio otomano que no se convirtieron en un solo ‎país ‎hasta 1951. La región de Cirenaica estuvo gobernada –desde 1946 hasta 1969– por la ‎monarquía ‎de los Senussi, una familia wahabita respaldada por los sauditas, que logró extender su ‎poder a ‎toda Libia. ‎
Ante estos actos de violencia, Muammar el-Kadhafi promete hacer “correr ríos de sangre” con ‎tal ‎de salvar a su pueblo de los islamistas. En Ginebra, la Liga Libia de Derechos Humanos, ‎asociación ‎creada por la NED, separa esas declaraciones de su contexto y las presenta a la prensa ‎occidental ‎como amenazas proferidas contra el pueblo libio, además de asegurar que Kadhafi ya ‎está ‎bombardeando Trípoli. En realidad, esta Liga es un cascarón vacío que reúne a los individuos ‎que ‎habrán de convertirse en ministros de la Libia post-Kadhafi, después de la invasión de la ‎OTAN. ‎
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Mahmoud Jibril había reorganizado Al-Jazeera en 2005 para convertir ese canal de televisión ‎satelital qatarí en la televisión de la Hermandad Musulmana. Al-Jazeera alimenta el mito de que ‎Osama ben Laden está vivo. El consejero espiritual de Al-Jazeera, Yussef al-Qaradawi, ‎transmite en esa televisión un programa semanal donde llama a asesinar al Líder libio ‎Muammar el-Kadhafi.‎
El 21 de febrero, el jeque Yussef al-Qaradawi emite a través de Al-Jazeera una fatwa en la ‎que ‎ordena a los militares libios que salven al pueblo asesinando a Muammar el-Kadhafi. ‎
El Consejo de Seguridad de la ONU, basándose en los trabajos del Consejo de Derechos ‎Humanos ‎de Ginebra –que ha oído en audiencia a la ya mencionada Liga libia y al embajador libio– ‎y a ‎pedido del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), autoriza el uso de la fuerza para proteger ‎a la ‎población frente al dictador. ‎
Pero el general estadounidense Carter Ham, comandante del AfriCom, siente la sangre hervir ‎en ‎sus venas cuando el Pentágono le ordena coordinar sus acciones con el GICL, vinculado a al-‎‎Qaeda. ¿Cómo es posible trabajar en Libia con los mismos individuos contra quienes se ‎está ‎luchando en Irak y que han matado soldados estadounidenses? El Pentágono depone de ‎inmediato ‎al general Carter Ham, en beneficio del almirante James Stavridis, comandante del ‎EuCom y de las ‎fuerzas de la OTAN.‎
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Foto de una sesión de ‎entrenamiento de los Navy Seals estadounidenses. De los 38 Navy Seals que ‎supuestamente mataron a Osama ben Laden, 30 murieron en diversos accidentes en las ‎semanas posteriores a la operación.

Se produce entonces un entreacto. El 1º de mayo de 2011, el presidente Barack Obama ‎anuncia ‎que el Comando 6 de los Navy Seals ha eliminado en Abbottabad (Pakistán) a Osama ben Laden, de ‎quien no se tenían noticias creíbles desde hace casi 10 años. Ese anuncio permite cerrar ‎el ‎expediente de al-Qaeda y “maquillar” a los yihadistas para convertirlos en aliados de ‎Estados ‎Unidos, como en los viejos tiempos de las guerras en Afganistán, en Bosnia-‎Herzegovina, ‎Chechenia y Kosovo. El cuerpo de este “ben Laden” será lanzado al mar ‎‎ [9]. ‎
En Libia, la línea del frente se mantiene sin cambios durante 6 meses. El GICL controla Bengazi ‎y ‎proclama un Emirato Islámico en Derna, ciudad de donde provienen la mayoría de sus ‎miembros. ‎Para aterrorizar a los libios, el GICL secuestra gente al azar. Los cuerpos mutilados, o ‎partes de ‎ellos, aparecen después en las calles. Los yihadistas eran inicialmente personas ‎normales, pero sus ‎jefes e instructores les suministran una mezcla de drogas naturales y drogas ‎sintéticas que inhibe ‎toda sensación o sentimiento humano, lo cual permite llevarlos a cometer ‎todo tipo de ‎atrocidades sin que tengan conciencia de lo que hacen. La CIA necesita súbitamente ‎grandes ‎cantidades de Captagón –un derivado de anfetaminas– y, para obtenerlas, recurre al primer ‎ministro búlgaro, el jefe mafioso Boiko Borisov –quien presidirá el Consejo Europeo en ‎‎2018. ‎Boiko Borisov es un ex guardaespaldas que se enroló en la Security Insurance Company, una ‎de las ‎grandes organizaciones mafiosas de los Balcanes. Esa compañía dispone de ‎laboratorios ‎clandestinos que producen la droga para los deportistas alemanes. Borisov garantiza ‎la entrega, ‎por toneladas, de las milagrosas pastillas, que los yihadistas han de consumir ‎preferiblemente ‎mientras fuman hachís [10]. ‎
En Libia, el general Abdel Fattah Yunes deserta y se pasa al bando de los “revolucionarios”. ‎Al ‎menos eso es lo que se anuncia en Occidente. En realidad, el general se mantiene secretamente ‎al ‎servicio de la Yamahiriya cuando se convierte en jefe de las fuerzas de la Cirenaica ‎independiente. ‎Los islamistas, que no han olvidado la lucha que este general librara contra ellos ‎hace 10 años, no tardan en ‎descubrir que el general sigue en contacto con Saif al-Islam Kadhafi, ‎uno de los hijos del Guía. Le ‎tienden una emboscada, lo torturan y lo asesinan para después ‎quemar y devorar parcialmente su ‎cadáver. ‎
El emir Hamad de Qatar espera liquidar la Yamahiriya e instalar un nuevo poder, como ya ‎había ‎hecho en Líbano al imponer un presidente inconstitucional. Mientras la OTAN se limita a ‎intervenir ‎con ataques aéreos, Qatar instala en el desierto un aeródromo de campaña donde ‎desembarcan ‎hombres y material de guerra. Pero las poblaciones de las regiones de Fezzan y ‎Tripolitania se ‎mantienen fieles a la Yamahiriya y a su Guía.‎
En agosto, cuando la OTAN desata un diluvio de fuego sobre Trípoli, ya Qatar ha desplegado ‎en ‎Libia unidades de sus fuerzas especiales y ha desembarcado blindados en Túnez. Por supuesto, ‎esos ‎miles de hombres no son qataríes sino mercenarios –principalmente colombianos– ‎entrenados en ‎los Emiratos Árabes Unidos por Academi –la antigua Blackwater/Xe. Ya en Trípoli ‎esos ‎mercenarios, enteramente vestidos de negro y portando pasamontañas para ocultar sus ‎rostros, ‎se unen a los hombres de al-Qaeda –que ahora aparece en el bando de “los buenos”, ‎aunque la ‎ONU sigue considerándola terrorista. ‎
Sólo dos grupos de libios participan en la toma de Trípoli: las milicias armadas de Misurata –‎que ‎obedecen a Turquía– y el GICL. A la cabeza de la Brigada de Trípoli (vinculada a al-Qaeda) se ‎halla ‎el irlandés Mahdi al-Harati, y sus hombres reciben órdenes de oficiales franceses activos en ‎las ‎fuerzas armadas de Francia. ‎
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A propuesta de la OTAN, Abdelhakim Belhadj (al centro), jefe del GICL –la rama libia de al-‎Qaeda– se convierte en gobernador militar de Trípoli. Su segundo (a la izquierda) es Mahdi al-‎Harati, el participante en la Flotilla de la Libertad a quien el hoy presidente turco Erdogan había ‎visitado en el hospital.‎

Inmediatamente después de la toma de Trípoli, incluso antes de linchamiento de ‎Kadhafi, ‎Washington crea un gobierno provisional, que reúne a los “héroes” de esta historia bajo ‎la ‎presidencia de Mustafá Abdel Jalil –el mismo que cubrió antes las torturas infligidas a ‎las ‎enfermeras búlgaras y al médico palestino. Entre esos personajes están Mahmud Jibril, el ‎profesor ‎de “retórica democrática” de los emires del Golfo, reorganizador de Al-Jazzera y ‎participante en la ‎reunión realizada en El Cairo en febrero; y Fathi Terbil, el iniciador de la ‎‎“revolución” en Bengazi. ‎El jefe de GICL y ex número 3 de al-Qaeda, Abdelhakim Belhadj, ‎implicado en los atentados de la ‎estación de Atocha (en Madrid), se convierte en “gobernador ‎militar de Trípoli”. ‎
‎(Continuará) ‎

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