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Coronavirus, la justificación de los capitalistas para salvar su moribundo sistema económico
Por PCOE
Todos
los medios de comunicación, mejor dicho de manipulación, de masas del
Capital en las diferentes potencias imperialistas no dudan en sembrar un
clima de terror, de pánico, entre los pueblos con respecto de la
enfermedad COVID-19, más conocida como coronavirus.
Si
bien de este virus se empezó a hablar en China en el mes de diciembre
de 2019, cuando los medios iniciaron su campaña de atemorizar a sus
ciudadanos, debemos fijarla en torno al 25 de enero del presente año,
ubicando el epicentro de dicha enfermedad en Wuhan, una ciudad
industrial de la parte central de China.
Los capitalistas, lejos de ver el coronavirus como una de las muchas enfermedades que a lo largo de la historia ha tenido que combatir el ser humano, han visto en este momento una oportunidad para, por un lado, justificar la bancarrota de su sistema económico a nivel planetario, del imperialismo y, por el otro, aplicando la manipulación social a través de los medios de masas generando el miedo entre los ciudadanos de los distintos países, una fórmula para recortar derechos y libertades a los pueblos, a los trabajadores, y adaptar la base económica a la realidad a la que nos está llevando la descomposición del capitalismo monopolista unida al desarrollo tecnológico a favor de los monopolios, y de paso inyectar liquidez a las empresas, a los bancos, y hacer una nueva redistribución de la riqueza decantándola, todavía más, a favor de los grandes monopolios y banqueros.
Un mensaje que los medios del capital se encargan de reiterar es el de la caída de la economía mundial y nacional, culpabilizando de ello al coronavirus. Sin embargo, este mensaje es totalmente falso, como lo acredita la situación económica mundial existente en el mundo antes de que se oyera hablar del coronavirus. Un informe del banco de inversiones suizo UBS de finales de septiembre, señalaba que el 55% de las empresas que controlan las inversiones de las familias multimillonarias a nivel mundial, con un capital promedio de 1.300 millones de dólares, consideraba que habría una crisis económica global en el año 2020. De hecho, de los ricachones encuestados por UBS, el 45% admitieron que ya habían comenzado a tomar posiciones más conservadoras con sus inversiones, apostando por bonos y propiedades inmobiliarias en lugar de acciones. Es decir, los grandes monopolios ya advertían que habría una crisis económica en 2020 y tomaban posiciones ante ello, mucho antes de que nadie hubiera oído hablar del coronavirus. Asimismo, un 42% de los capitalistas encuestados están incrementando sus reservas de capital ante el temor de las consecuencias de la guerra comercial entre EEUU y China y del Brexit.
Es decir, los capitalistas reconocían que cada vez retraían más su capital sobre la actividad productiva salvaguardándolo en actividad especulativa, en putrefacción. Ello se corroboraba atendiendo a los índices de producción industrial manifestados en los meses de octubre y noviembre, los cuales a lo largo de 2019 señalaban que se habían retraído en la mayoría de las potencias imperialistas.
Las políticas monetarias llevadas a cabo durante estos años, tanto por el BCE como por la FED, al objeto de salvar a los bancos, salvar a las corporaciones financieras y salvar a Estados quebrados, han llevado a la inyección masiva de liquidez – darle al botón de la máquina de hacer dinero ficticio – generando tipos de interés bajos, negativos incluso, de tal modo que han alimentado el capitalismo putrefacto, financiero. Lo han alimentado de tal manera que, con el exceso de liquidez provocaron la depreciación progresiva de los productos financieros, de tal manera que los han estado ahogando en su propia salsa de la liquidez, el capitalismo financiero putrefacto. El imperialismo apostó la salida de la crisis de 2008 al endeudamiento, de tal modo que el mundo cada día está más endeudado y, lejos de estimular el crecimiento por la vía de la producción y de la inflación, ambas se contraen e, incluso, muchos analistas llevan años anunciando escenarios futuros deflacionarios. Siendo esto último un efecto contrario a lo que pretende conseguirse con estas políticas monetarias realizadas. Un ejemplo de esto último, los monopolios persiguen el endeudamiento antes que, incluso, las operaciones al contado ¿por qué? Porque prevén escenarios deflacionarios, de tal modo que en el caso de endeudamiento a futuro el margen de beneficio sería menor para ellos ya que el valor de endeudamiento de hoy se prevé superior al valor de endeudamiento en el futuro. Sin embargo, esta realidad traerá otra consecuencia: el incremento de los impagos de deuda.
Antes de que nadie hubiera hablado sobre el coronavirus, la realidad nos mostraba de manera inapelable que el actual proceso de crisis del capitalismo, a nivel mundial, es por su duración y magnitud, el tercero más importante. La más extensa fue la que aconteció entre 1870 y 1890 que desembocó en la Primera Guerra Mundial y en la Gloriosa Revolución de Octubre; la segunda crisis más extensa se produjo tras el Crack del 1929 culminando con la Segunda Guerra Mundial que ensanchó las filas del comunismo.
Una característica de estos periodos de crisis es el proteccionismo y sus consecuentes guerras de carácter económico en términos arancelarios, que como hemos visto, tenía su expresión en la guerra comercial entre EEUU y China. El proteccionismo, el fascismo y la guerra imperialista van, todos ellos, cogidos de la mano.
Podríamos seguir hablando del incremento de la deuda impagable norteamericana, donde su curva de rendimientos nos llegó a mostrar que en el caso de los bonos de deuda norteamericana con vencimiento a dos años, su rédito para los usureros era mayor que el bono de deuda a 10 años, evidenciándose una duda de estos usureros respecto del retorno de la deuda a dos años norteamericana. Podríamos hablar del estancamiento de la producción a nivel mundial, y también en los países emergentes. En definitiva, podríamos hablar de la crisis general del capitalismo, de la agonía que el imperialismo vive a nivel mundial, situación que existía mucho antes de que el coronavirus saliera a la palestra.
Sin embargo, este coronavirus es el chivo expiatorio que los imperialistas van a emplear para excusar a su sistema económico, el cual ha demostrado durante décadas su inviabilidad y su nocividad superlativa para el género humano y para la vida en el planeta.
Pero no sólo va a servir el coronavirus como excusa, también los capitalistas lo van a usar como justificación para adaptar la base económica al grado de putrefacción máxima al que nos conduce el imperialismo, para reestructurar las plantillas, para dar el tiro de gracia a determinados sectores de la producción y, también, para moldear la superestructura de manera acorde a los cambios operados en la base, esto es, recortando derechos y libertades al proletariado, a las clases populares, y profundizando en la reacción, en el fascismo, que es lo único que hoy ya el capitalismo puede ofertar.
En el Estado español, el Gobierno de Pedro Sánchez ha adoptado medidas para responder a la crisis desencadenada por dicho virus que se reducen a dos grandes bloques: Por un lado restringir la libertad de movimientos de la población – cerrando museos, centros educativos, suspendiendo viajes, oposiciones, etcétera – y, por otro, acometiendo una serie de medidas económicas orientadas, fundamentalmente, a satisfacer los intereses económicos de los empresarios, al objeto de garantizarles la liquidez por la vía del crédito, de forma que, gestionado por la banca, el Estado avalará la deuda contraída por los empresarios a través de la utilización de dichos créditos y, también, aliviar todavía más la ya de por sí aliviada carga fiscal que soportan los empresarios.
Y en la dirección de servir a los empresarios no podían faltar los traidores sindicatos CCOO y UGT, los cuales entre el catálogo de propuestas que han extendido a la Patronal para luchar contra el coronavirus incluyen la agilización de los Expedientes de Regulación de Empleo, EREs y ERTEs. Y es que el coronavirus va a permitir a los empresarios ajustar sus plantillas, algo que tenían pensado hacer antes de que el coronavirus saltara a la palestra mediática, y para CCOO y UGT es una oportunidad que se les abre para seguir con lo que llevan haciendo en los últimos 40 años: sacar tajada firmando todo lo que les pongan por delante la Patronal, incluyendo los puestos de trabajo. Y es, bajo estas condiciones, como el oportunista gobierno encara una nueva reforma laboral.
Según el Ministerio de Sanidad, la crisis del coronavirus durará entre dos y cuatro meses, quiere decir que en ese tiempo el Gobierno adoptará las medidas políticas que necesita el capitalismo monopolista de Estado para satisfacer los intereses de la burguesía, que serán medidas orientadas a redistribuir la riqueza de manera aún más desigual a favor de la burguesía, establecer un marco normativo en materia laboral que sirva a los intereses de la patronal, reducción de impuestos para los más ricos y, como no, un recorte de libertades para el pueblo.
Pero esto no es nuevo, el terrorismo yihadista – que recibía el apoyo de EEUU – sirvió para recortar las libertades y explotar el debate sobre la dualidad de perder libertad para ganar seguridad al objeto de justificar los recortes de libertades y, también, las guerras imperialistas. La burguesía ahora utilizará un supuesto problema de salud pública para arremeter contra el pueblo.
En el mundo hay una población de 7.625 millones de seres humanos. En todo este tiempo se han producido algo más de 140.000 casos de coronavirus en 120 países, lo que significa que este virus ha afectado al 0,0018% de la población mundial. Según los casos de coronavirus confirmados y el número de muertes por dicho microorganismo, el coronavirus presenta una mortalidad del 3,32%, es decir, que hay datadas 4.647 muertes. La gripe común, según la OMS, provoca 650.000 muertes cada año. El sarampión mató a más de 110.000 personas en 2018 según la OMS. Sin duda, los números no justifican el clima de histeria colectiva y de pánico que los medios del capital están sembrando en los pueblos, en el mundo.
Los imperialistas, que sobre todo durante el año 2019 han escrito ríos de tinta sobre el colapso económico mundial de 2020, han pergeñado su táctica para seguir sometiendo a los trabajadores, para salvaguardar su moribundo sistema económico, y el asunto del coronavirus, sin duda, atiende a dicha estrategia. Y es que los capitalistas bien saben que el momento de los pinchazos de las burbujas creadas – de deuda, inmobiliaria, financiera, …- llegó y saben que sólo pueden mantenerse sometiendo a los trabajadores, reprimiéndolos y explotándolos hasta la extenuación y haciendo lo único que saben hacer: saquear a sangre y fuego.
Ya el coronavirus les ha dado frutos a los monopolios: pueblos atemorizados, conflictos abiertos han sido soterrados, y los monopolios se enriquecen más como consecuencia de la especulación.
El capitalismo es un obstáculo para el desarrollo de la humanidad. No sólo ha demostrado su inviabilidad, sino que acredita que únicamente se puede mantener a costa de liquidar al ser humano y a la naturaleza. El imperialismo sólo se puede sostener por la violencia y únicamente puede ofertar más miseria para las masas proletarias, para los campesinos, y más represión, más reacción, más fascismo, y en este escenario también se halla el Estado español. Hoy más que nunca, tanto en el mundo como en el Estado español, adquiere una dimensión mayor la consigna ¡Socialismo o barbarie!
Los capitalistas, lejos de ver el coronavirus como una de las muchas enfermedades que a lo largo de la historia ha tenido que combatir el ser humano, han visto en este momento una oportunidad para, por un lado, justificar la bancarrota de su sistema económico a nivel planetario, del imperialismo y, por el otro, aplicando la manipulación social a través de los medios de masas generando el miedo entre los ciudadanos de los distintos países, una fórmula para recortar derechos y libertades a los pueblos, a los trabajadores, y adaptar la base económica a la realidad a la que nos está llevando la descomposición del capitalismo monopolista unida al desarrollo tecnológico a favor de los monopolios, y de paso inyectar liquidez a las empresas, a los bancos, y hacer una nueva redistribución de la riqueza decantándola, todavía más, a favor de los grandes monopolios y banqueros.
Un mensaje que los medios del capital se encargan de reiterar es el de la caída de la economía mundial y nacional, culpabilizando de ello al coronavirus. Sin embargo, este mensaje es totalmente falso, como lo acredita la situación económica mundial existente en el mundo antes de que se oyera hablar del coronavirus. Un informe del banco de inversiones suizo UBS de finales de septiembre, señalaba que el 55% de las empresas que controlan las inversiones de las familias multimillonarias a nivel mundial, con un capital promedio de 1.300 millones de dólares, consideraba que habría una crisis económica global en el año 2020. De hecho, de los ricachones encuestados por UBS, el 45% admitieron que ya habían comenzado a tomar posiciones más conservadoras con sus inversiones, apostando por bonos y propiedades inmobiliarias en lugar de acciones. Es decir, los grandes monopolios ya advertían que habría una crisis económica en 2020 y tomaban posiciones ante ello, mucho antes de que nadie hubiera oído hablar del coronavirus. Asimismo, un 42% de los capitalistas encuestados están incrementando sus reservas de capital ante el temor de las consecuencias de la guerra comercial entre EEUU y China y del Brexit.
Es decir, los capitalistas reconocían que cada vez retraían más su capital sobre la actividad productiva salvaguardándolo en actividad especulativa, en putrefacción. Ello se corroboraba atendiendo a los índices de producción industrial manifestados en los meses de octubre y noviembre, los cuales a lo largo de 2019 señalaban que se habían retraído en la mayoría de las potencias imperialistas.
Las políticas monetarias llevadas a cabo durante estos años, tanto por el BCE como por la FED, al objeto de salvar a los bancos, salvar a las corporaciones financieras y salvar a Estados quebrados, han llevado a la inyección masiva de liquidez – darle al botón de la máquina de hacer dinero ficticio – generando tipos de interés bajos, negativos incluso, de tal modo que han alimentado el capitalismo putrefacto, financiero. Lo han alimentado de tal manera que, con el exceso de liquidez provocaron la depreciación progresiva de los productos financieros, de tal manera que los han estado ahogando en su propia salsa de la liquidez, el capitalismo financiero putrefacto. El imperialismo apostó la salida de la crisis de 2008 al endeudamiento, de tal modo que el mundo cada día está más endeudado y, lejos de estimular el crecimiento por la vía de la producción y de la inflación, ambas se contraen e, incluso, muchos analistas llevan años anunciando escenarios futuros deflacionarios. Siendo esto último un efecto contrario a lo que pretende conseguirse con estas políticas monetarias realizadas. Un ejemplo de esto último, los monopolios persiguen el endeudamiento antes que, incluso, las operaciones al contado ¿por qué? Porque prevén escenarios deflacionarios, de tal modo que en el caso de endeudamiento a futuro el margen de beneficio sería menor para ellos ya que el valor de endeudamiento de hoy se prevé superior al valor de endeudamiento en el futuro. Sin embargo, esta realidad traerá otra consecuencia: el incremento de los impagos de deuda.
Antes de que nadie hubiera hablado sobre el coronavirus, la realidad nos mostraba de manera inapelable que el actual proceso de crisis del capitalismo, a nivel mundial, es por su duración y magnitud, el tercero más importante. La más extensa fue la que aconteció entre 1870 y 1890 que desembocó en la Primera Guerra Mundial y en la Gloriosa Revolución de Octubre; la segunda crisis más extensa se produjo tras el Crack del 1929 culminando con la Segunda Guerra Mundial que ensanchó las filas del comunismo.
Una característica de estos periodos de crisis es el proteccionismo y sus consecuentes guerras de carácter económico en términos arancelarios, que como hemos visto, tenía su expresión en la guerra comercial entre EEUU y China. El proteccionismo, el fascismo y la guerra imperialista van, todos ellos, cogidos de la mano.
Podríamos seguir hablando del incremento de la deuda impagable norteamericana, donde su curva de rendimientos nos llegó a mostrar que en el caso de los bonos de deuda norteamericana con vencimiento a dos años, su rédito para los usureros era mayor que el bono de deuda a 10 años, evidenciándose una duda de estos usureros respecto del retorno de la deuda a dos años norteamericana. Podríamos hablar del estancamiento de la producción a nivel mundial, y también en los países emergentes. En definitiva, podríamos hablar de la crisis general del capitalismo, de la agonía que el imperialismo vive a nivel mundial, situación que existía mucho antes de que el coronavirus saliera a la palestra.
Sin embargo, este coronavirus es el chivo expiatorio que los imperialistas van a emplear para excusar a su sistema económico, el cual ha demostrado durante décadas su inviabilidad y su nocividad superlativa para el género humano y para la vida en el planeta.
Pero no sólo va a servir el coronavirus como excusa, también los capitalistas lo van a usar como justificación para adaptar la base económica al grado de putrefacción máxima al que nos conduce el imperialismo, para reestructurar las plantillas, para dar el tiro de gracia a determinados sectores de la producción y, también, para moldear la superestructura de manera acorde a los cambios operados en la base, esto es, recortando derechos y libertades al proletariado, a las clases populares, y profundizando en la reacción, en el fascismo, que es lo único que hoy ya el capitalismo puede ofertar.
En el Estado español, el Gobierno de Pedro Sánchez ha adoptado medidas para responder a la crisis desencadenada por dicho virus que se reducen a dos grandes bloques: Por un lado restringir la libertad de movimientos de la población – cerrando museos, centros educativos, suspendiendo viajes, oposiciones, etcétera – y, por otro, acometiendo una serie de medidas económicas orientadas, fundamentalmente, a satisfacer los intereses económicos de los empresarios, al objeto de garantizarles la liquidez por la vía del crédito, de forma que, gestionado por la banca, el Estado avalará la deuda contraída por los empresarios a través de la utilización de dichos créditos y, también, aliviar todavía más la ya de por sí aliviada carga fiscal que soportan los empresarios.
Y en la dirección de servir a los empresarios no podían faltar los traidores sindicatos CCOO y UGT, los cuales entre el catálogo de propuestas que han extendido a la Patronal para luchar contra el coronavirus incluyen la agilización de los Expedientes de Regulación de Empleo, EREs y ERTEs. Y es que el coronavirus va a permitir a los empresarios ajustar sus plantillas, algo que tenían pensado hacer antes de que el coronavirus saltara a la palestra mediática, y para CCOO y UGT es una oportunidad que se les abre para seguir con lo que llevan haciendo en los últimos 40 años: sacar tajada firmando todo lo que les pongan por delante la Patronal, incluyendo los puestos de trabajo. Y es, bajo estas condiciones, como el oportunista gobierno encara una nueva reforma laboral.
Según el Ministerio de Sanidad, la crisis del coronavirus durará entre dos y cuatro meses, quiere decir que en ese tiempo el Gobierno adoptará las medidas políticas que necesita el capitalismo monopolista de Estado para satisfacer los intereses de la burguesía, que serán medidas orientadas a redistribuir la riqueza de manera aún más desigual a favor de la burguesía, establecer un marco normativo en materia laboral que sirva a los intereses de la patronal, reducción de impuestos para los más ricos y, como no, un recorte de libertades para el pueblo.
Pero esto no es nuevo, el terrorismo yihadista – que recibía el apoyo de EEUU – sirvió para recortar las libertades y explotar el debate sobre la dualidad de perder libertad para ganar seguridad al objeto de justificar los recortes de libertades y, también, las guerras imperialistas. La burguesía ahora utilizará un supuesto problema de salud pública para arremeter contra el pueblo.
En el mundo hay una población de 7.625 millones de seres humanos. En todo este tiempo se han producido algo más de 140.000 casos de coronavirus en 120 países, lo que significa que este virus ha afectado al 0,0018% de la población mundial. Según los casos de coronavirus confirmados y el número de muertes por dicho microorganismo, el coronavirus presenta una mortalidad del 3,32%, es decir, que hay datadas 4.647 muertes. La gripe común, según la OMS, provoca 650.000 muertes cada año. El sarampión mató a más de 110.000 personas en 2018 según la OMS. Sin duda, los números no justifican el clima de histeria colectiva y de pánico que los medios del capital están sembrando en los pueblos, en el mundo.
Los imperialistas, que sobre todo durante el año 2019 han escrito ríos de tinta sobre el colapso económico mundial de 2020, han pergeñado su táctica para seguir sometiendo a los trabajadores, para salvaguardar su moribundo sistema económico, y el asunto del coronavirus, sin duda, atiende a dicha estrategia. Y es que los capitalistas bien saben que el momento de los pinchazos de las burbujas creadas – de deuda, inmobiliaria, financiera, …- llegó y saben que sólo pueden mantenerse sometiendo a los trabajadores, reprimiéndolos y explotándolos hasta la extenuación y haciendo lo único que saben hacer: saquear a sangre y fuego.
Ya el coronavirus les ha dado frutos a los monopolios: pueblos atemorizados, conflictos abiertos han sido soterrados, y los monopolios se enriquecen más como consecuencia de la especulación.
El capitalismo es un obstáculo para el desarrollo de la humanidad. No sólo ha demostrado su inviabilidad, sino que acredita que únicamente se puede mantener a costa de liquidar al ser humano y a la naturaleza. El imperialismo sólo se puede sostener por la violencia y únicamente puede ofertar más miseria para las masas proletarias, para los campesinos, y más represión, más reacción, más fascismo, y en este escenario también se halla el Estado español. Hoy más que nunca, tanto en el mundo como en el Estado español, adquiere una dimensión mayor la consigna ¡Socialismo o barbarie!
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