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¡Coronavirus! (o sálvese quien pueda en el capitalismo del siglo XXI)
Por Jose Lumumba
En Psicología de las masas y análisis del yo, Sigmund Freud define el pánico como una variedad de la angustia asociada a las multitudes en descomposición. Se trataría de una angustia enorme y sin sentido, que se contagia entre los miembros de una misma masa psíquica -masa hasta entonces compacta y cohesionada en torno a una serie de lazos libidinales.
Para explicar mejor todo esto, el célebre psicoanalista utiliza la metáfora de la caída del General al mando de un ejército en guerra. Dice así:
El General fallece en pleno combate, frente a la mirada atónita de sus soldados. Y ante la pérdida del faro o referencia -el enlace libidinal- que este General simboliza, los integrantes de las tropas experimentan una sensación de total desamparo. En consecuencia, las antiguas órdenes del General se difuminan, la formación se rompe y cada soldado, ahora individualmente, huye de manera caótica -lo que ha ocurrido aquí es que cada combatiente ha comenzado a preocuparse por su única y exclusiva supervivencia-. La angustia experimentada por los integrantes de dicha tropa será tan gigantesca ahora, que acabará devorando la amenaza que representa el ejército enemigo; o sea, que la magnitud del peligro real ya no importa demasiado; pues cuando el pánico se desborda, la amenaza está en el propio pánico -que se ha instalado profundamente en el “alma” del sujeto-. Es imperativo, pues, nominar a un nuevo General que reconstruya los lazos libidinales rotos. Pero ¿quién -o qué- ocupará esa vacante en una situación de pánico como la actual?
Analicemos, sin abandonar esta metáfora, qué está pasando ahora debido a la crisis del coronavirus. Tenemos:
El individuo, solo y atemorizado, en su irremediable rol de consumidor-feligrés, acudirá al dios-mercado por su cuenta en busca de su dosis de salvación -en forma de mascarillas, desinfectante de manos, provisiones, etc.; ya solo necesita tener dinero para ello. No obstante, conviene no olvidar que, en caso de no tener el dinero suficiente, el mercado no se apiadará de su alma.
“Solo una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que esa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”.
Milton Friedman, padre del neoliberalismo.
revistaelgiro
Para explicar mejor todo esto, el célebre psicoanalista utiliza la metáfora de la caída del General al mando de un ejército en guerra. Dice así:
El General fallece en pleno combate, frente a la mirada atónita de sus soldados. Y ante la pérdida del faro o referencia -el enlace libidinal- que este General simboliza, los integrantes de las tropas experimentan una sensación de total desamparo. En consecuencia, las antiguas órdenes del General se difuminan, la formación se rompe y cada soldado, ahora individualmente, huye de manera caótica -lo que ha ocurrido aquí es que cada combatiente ha comenzado a preocuparse por su única y exclusiva supervivencia-. La angustia experimentada por los integrantes de dicha tropa será tan gigantesca ahora, que acabará devorando la amenaza que representa el ejército enemigo; o sea, que la magnitud del peligro real ya no importa demasiado; pues cuando el pánico se desborda, la amenaza está en el propio pánico -que se ha instalado profundamente en el “alma” del sujeto-. Es imperativo, pues, nominar a un nuevo General que reconstruya los lazos libidinales rotos. Pero ¿quién -o qué- ocupará esa vacante en una situación de pánico como la actual?
Analicemos, sin abandonar esta metáfora, qué está pasando ahora debido a la crisis del coronavirus. Tenemos:
- Unos medios de comunicación encargados de recordar a cada instante la trágica pérdida del General;
- Los intentos de los Estados de erigirse como ese nuevo Gran General, capaz de recuperar la estabilidad social quebrantada;
- Multitudes de soldados -o individuos- en estado de shock, huyendo de los demás soldados -por miedo al contagio- y tratando de encontrar su salvación -individual- en el mercado.
El individuo, solo y atemorizado, en su irremediable rol de consumidor-feligrés, acudirá al dios-mercado por su cuenta en busca de su dosis de salvación -en forma de mascarillas, desinfectante de manos, provisiones, etc.; ya solo necesita tener dinero para ello. No obstante, conviene no olvidar que, en caso de no tener el dinero suficiente, el mercado no se apiadará de su alma.
“Solo una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que esa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”.
Milton Friedman, padre del neoliberalismo.
revistaelgiro
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