Usted se ha preguntado en algún momento cómo un presidente
multimillonario, que apoya las leyes más agresivas del neoliberalismo
pueda ayudar a la masa poblacional de su país. La respuesta con
seguridad sería una sola palabra: imposible.
El caso más
aleccionador para demostrarlo es el del presidente chileno Sebastián Piñera que
cuando en 2017 se vio obligado por ley a presentar una declaración de
patrimonios e intereses, alegaba tener un capital de 600 millones de dólares. Ahora
resulta que en 2020, la revista Forbes, dedicada
a exaltar las riquezas de las personas más adineradas, divulgó que en
realidad Piñera posee 2 880 millones, casi 5 veces mayor en solo tres años, y
el quinto lugar de los millonarios chilenos.
Piñera amasó
su fortuna a inicios de la década de los años 80, cuando regresó de Estados
Unidos con las franquicias de las primeras tarjetas de crédito. Seguidamente fue
contratado como asesor de un banco del que se hizo socio y diversificó sus
negocios financieros a través de compra-venta de empresas como una aerolínea,
un canal de televisión y un equipo de fútbol, además de inmobiliarias.
Este impulsor
de políticas neoliberales y gran admirador del dictador Augusto Pinochet,
exacerbó las penurias de la mayoría de la población desfavorecida al imponer en
octubre pasado, un aumento del 30 % en el precio del pasaje en la red de
transporte.
El detonante
no se hizo esperar para miles de jóvenes, estudiantes, obreros y clase media,
que no les alcanza el dinero para sufragar la canasta básica familiar y los
servicios privatizados de agua, electricidad, alcantarillado, educación y
atención médica.
Con enorme
ferocidad, el presidente de esa descolorida democracia ha lanzado todas sus
armas políticas y hasta represivas para contener las manifestaciones
estudiantiles y obreras que han tenido lugar por todo el territorio
nacional.
Las
manifestaciones se propagaron por todas las ciudades las que han sido contrarrestadas
con una represión generalizada al estilo de la dictadura de Pinochet, las que han
dejado a lo largo de cuatro meses alrededor de 35 muertos, decenas de heridos y
miles de detenidos.
Se cuentan
525 jóvenes que han perdido uno o los dos ojos debido a los perdigones y
balines de goma lanzados por la gendarmería, pero de esas violaciones de los
derechos humanos contra todo un pueblo, los grandes medios de comunicación
hegemónicos las ignoran o las minimizan.
En esa nación de
América latina el nivel de
desigualdad social medido por el Índice Gini es de 0,45. Esa tabla
internacional comienza en una escala de 0, que representa ausencia de
desigualdad y la 1 desigualdad máxima.
La hasta hace poco divulgada como la vitrina
del neoliberalismo, se ha desbaratado y sus cristales se expanden por la
geografía chilena.
Cuando
parecía que tras las feroces represiones policiales, las protestas
desaparecerían de las calles y poblados chilenos, una nueva ola ha surgido y
como respuesta el presidente, en vez de hablar sobre los infortunios que padece
el pueblo, pidió al Congreso
aprobar proyectos de ley para modernizar el cuerpo de Carabineros, el sistema
nacional de inteligencia, y permitir la participación del Ejército en el
resguardo de la infraestructura crítica. O sea, más represión.
La respuesta
a ese inmenso malestar popular es que en Chile hay más personas endeudadas que trabajadores
remunerados.
En ese país austral, la fuerza laboral es de
8,5 millones de personas y, observen bien, 11 millones de ciudadanos mayores de
18 años tienen deudas. De ellos, 4,6 millones no las pueden pagar, piden nuevos
créditos y los compromisos crecen como soga al cuello.
Un gran
número de jóvenes cuando terminan estudios superiores deben hasta 80 000
dólares por lo que la deuda los perseguirá durante muchos años.
La mercantilización de los servicios básicos
resulta elevadísima lo cual lleva a la mayoría a endeudarse y gastar fuertes
sumas de dinero para acceder a la atención médica, educación, agua,
electricidad, servicio de alcantarillado pues en el país casi todo esta
privatizado.
El
crecimiento del país se ha concentrado desde hace años en manos de unos pocos:
el 1 % de la población acumula el 33 % de la riqueza generada, mientras que el
50 % de los hogares de menores ingresos solo el 2,1 %.
Estudios de Instituciones nacionales e
internacionales reflejan que la pobreza multidimensional que considera el acceso a
la salud, educación, trabajo, seguridad social, vivienda, entorno y cohesión
social, alcanza al 25 % de sus habitantes.
A pesar del inmenso capital y del apoyo de los medios de comunicación
hegemónicos con que cuenta Piñera su aceptación como presidente se
sitúa en la bajísima cifra del 13 %, pero aferrado al poder solo piensa
en buscar formas de contrarrestar las protestas juveniles y obreras que
ya no soportan ni pueden vivir en las penurias de ese sistema
neoliberal. Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
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