La justicia postergada en México: ¿Cuándo llegará el momento de investigar a Peña Nieto?
Cecilia González
9-11 minutes
La
noticia de que el gobierno mexicano investigaba las cuentas bancarias
del expresidente Enrique Peña Nieto sorprendió a los ciudadanos. La
agenda del debate público, centrada en la pandemia, cambió de foco
durante un rato.
Unos se alegraron. Cómo no. Por fin se abría la puerta a la justicia, al fin de la impunidad que siempre ha beneficiado a los poderosos presidentes
mexicanos. Otros, en cambio, se preocuparon. Las derivaciones de
cualquier investigación son impredecibles. Si un expresidente llegara a
ser acusado formalmente por presunto enriquecimiento ilicito, ¿qué les
podría esperar a sus subordinados?
La historia se conoció gracias a
un par de investigaciones periodísticas del diario El Universal y la
cadena Univisión. La semana pasada, ambos medios revelaron que la
Secretaría de la Función Pública (SFP) le había pedido a la Comisión
Nacional Bancaria y de Valores información sobre cuentas de cheques, ahorros, depósitos bancarios, créditos y todo tipo de operaciones
realizadas en las cuentas de Peña Nieto, de sus cuatro hijos y de su
exesposa Angélica Rivera. En el combo están incluidos el ex consejero
jurídico de la presidencia, Humberto Castillejos, y los exsecretarios
Luis Videgaray y José Antonio Meade, quien además fue el candidato
presidencial oficialista que perdió las elecciones frente a López
Obrador en 2018.
Cecilia González, escritora y periodista.
El último año de su gobierno, Peña Nieto ganaba 13.000
dólares mensuales. En un país con más del 50 % de la población en la
pobreza y sumido en una crisis humanitaria por la guerra contra el
narcotráfico, el mexicano era uno de los presidentes mejores pagados de
América Latina.
El periodo investigado va del 1
de diciembre de 2012 al 30 de noviembre de 2018. O sea, los seis años
que Peña Nieto fue el presidente de México. La finalidad es analizar su
evolución patrimonial, saber si sus (abultados) gastos se justificaban
con sus ingresos, que de por sí no eran pocos. El último año de su gobierno, Peña Nieto ganaba 13.000 dólares mensuales.
En un país con más del 50 % de la población en la pobreza y sumido en
una crisis humanitaria por la guerra contra el narcotráfico, el mexicano
era uno de los presidentes mejores pagados de América Latina. La cifra,
para la inmensa mayoría de los ciudadanos, era obscenamente
inalcanzable. Cuando lo sucedió en el poder, Andrés Manuel López Obrador
recortó el sueldo presidencial en un 60 %.
La polémica escaló.
Así que ahora López Obrador, en pleno declive de su popularidad por su
manejo de la pandemia, iba contra su antecesor. Parecía que sólo era
cuestión de tiempo.
Pero el presidente desmintió tal estrategia. "No hay ninguna investigación abierta del
gobierno que represento en contra del expresidente Peña Nieto, puede
haber denuncias en la fiscalía, de ciudadanos, pero nosotros no hemos
formulado ninguna denuncia", aclaró durante una de sus conferencias.
Parte de la reacción ciudadana osciló entre la decepción y el
desconcierto.
López Obrador reiteró su propuesta de realizar una
consulta nacional para que los ciudadanos decidan si quieren que se
juzgue no sólo a Peña Nieto, sino a Carlos Salinas de Gortari, Ernesto
Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, es decir, a los presidentes que
gobernaron bajo los parámetros del neoliberalismo que mantuvo al país en
la pobreza y que, además, desde 2006 la aderezó con un interminable
baño de sangre.
El problema de esta iniciativa es que ignora por
completo a la justicia y envuelve a López Obrador en una más de sus
múltiples contradicciones. Uno de los ejes permanentes de su discurso es
la lucha contra la corrupción, pero ¿de qué lucha está hablando si deja
en manos de la sociedad, y no de los tribunales, la búsqueda de
sanciones? Su argumento de "cero corrupción, cero impunidad" sólo rige a
partir de su gobierno. Algo así como borrón y cuenta nueva.
Cecilia González, escritora y periodista.
Fue tal el escándalo que generó el caso sobre las
cuentas de Peña Nieto que la SFP reconoció que sí había un expediente en
curso, pero aclaró que las "solicitudes de información" sobre la
evolución patrimonial de servidores públicos no eran extraordinarias,
sino parte de un trabajo permanente.
Fue tal el escándalo que
generó el caso sobre las cuentas de Peña Nieto que la SFP reconoció que
sí había un expediente en curso, pero aclaró que las "solicitudes de
información" sobre la evolución patrimonial de servidores públicos no
eran extraordinarias, sino parte de un trabajo permanente. También
convocó a la prensa a no violar la presunción de inocencia, ni el debido
proceso de los involucrados, así sea un expresidente.
Muy bien.
Es cierto que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario.
Es muy importante preservar el estado de derecho, pero lo es tanto como
terminar con la impunidad que siempre ha cobijado a la corrupción en
México.
De qué otra manera se entiende, si no, el fin del escándalo de la Casa Blanca, la millonaria mansión
de Peña Nieto y Rivera que, gracias a una investigación periodística
publicada a fines de 2014, se descubrió que había sido comprada a uno de
los contratistas estatales favoritos del presidente. La esposa de Peña
Nieto dijo que la había pagado con sus ahorros acumulados a lo largo de
25 años como actriz en Televisa. Difícilmente alguien le creyó.
El
presidente entonces designó al exconsejero electoral Virgilio Andrade
(y amigo de Luis Videgaray, uno de los funcionarios más cercanos a Peña
Nieto) al frente de una supuesta investigación que develaría si se había
cometido algún delito. La conclusión, más que previsible, fue que no
había ningún conflicto de interés. Aquí no pasó nada. Todos exonerados.
Como premio, después el presidente nombró a Andrade como Secretario de
la Función Pública, la dependencia anticorrupción. Parecía un mal
chiste. Y no nos olvidemos de Ayotzinapa. Es la historia que podría llevar a Peña Nieto incluso a tribunales internacionales por el caso de los 43 estudiantes desaparecidos
el 26 de septiembre de 2014 en el estado de Guerrero. Hasta el final de
su gobierno, el entonces presidente defendió la "verdad histórica"
dicha por su exprocurador: que los jóvenes habían sido emboscados por
policías municipales que los entregaron a los miembros del cártel
Guerreros Unidos, quienes, a su vez, los asesinaron y quemaron los
cuerpos en un basurero.
Cecilia González, escritora y periodista.
Y no nos olvidemos de Ayotzinapa. Es la historia que
podría llevar a Peña Nieto incluso a tribunales internacionales por el
caso de los 43 estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 en
el estado de Guerrero.
Los peritajes del Equipo
Argentino de Antropología Forense y la investigación del Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) demostraron que el gobierno de Enrique Peña Nieto mentía.
Por eso, fuera de su poderoso cargo, el número 43 persigue al
expresidente como una maldición. Ya hay una demanda en su contra en la
Corte Internacional de Justicia de la Haya para que se le investigue
como presunto responsable de delitos de lesa humanidad. Y no sólo por el
caso Ayotzinapa, que es la masacre con mayor repercusión, pero no la
única.
En diciembre de 2018, la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró que el Estado mexicano era culpable de violencia sexual, violación y tortura contra 11 mujeres que participaron en una protesta en el pueblo de San Salvador Atenco, en el Estado de México, en mayo de 2006. En ese momento Peña Nieto era el gobernador
y, por lo tanto, jefe máximo de las fuerzas policiales que cometieron
los crímenes. Él fue quien ordenó una represión que derivó en
violaciones a los derechos humanos.
Está, también, el caso de "La estafa maestra", título de otra investigación periodística que reveló el desvío de 450 millones de dólares
en contratos irregulares otorgados por al menos 11 secretarías a
diversas empresas "fantasma" durante el gobierno de Peña Nieto. ¿El
presidente no sabía, no se enteró, no participó?
O las sospechas de que la firma brasileña Odebrecht pagó millonarios sobornos
a la estatal Petróleos Mexicanos (Pemex). Su amigo y exdirector de la
petrolera, Emilio Lozoya, ya está detenido en España. ¿Tampoco supo Peña
Nieto nada de lo que pasó?
O las denuncias del colombiano Alex
Hildebrando Cifuentes, el narco que durante el juicio de Joaquín "El
Chapo" Guzmán afirmó que el jefe del Cártel de Sinaloa le entregó coimas por 100 millones de dólares a Peña Nieto,
como ya había acusado antes el abogado del capo, Jeffrey Litchman.
¿Sabremos algún día a qué manos van a parar las fortunas que produce el
narco, hasta dónde llega la cadena de corrupción?
Son demasiadas
sombras contra Peña Nieto. Demasiados hilos sueltos. Demasiados casos
sin resolver. Los mexicanos merecemos, como mínimo, investigaciones
serias, aunque alcanzar la reparadora sensación que produce la justicia
hoy siga pareciendo una utopía.
Las declaraciones y
opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad
de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.
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