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¿Miedo al confinamiento por el coronavirus? Ahora pensemos en Palestina
Alberto Rodríguez García
Con
el apoyo mediático de Donald Trump, cientos de republicanos de la
América más profunda han salido a protestar contra el confinamiento
impuesto por gobernadores demócratas de ciudades como Michigan, Minesota
o Virginia para contener al COVID-19 por el que ya han fallecido más de
40.000 estadounidenses. Cegados por el individualismo más irresponsable
y auto-destructivo claman a 'la libertad', incapaces de soportar una
millonésima parte de lo que hacen a diario en Oriente Medio sus aliados
israelíes a los que tanto les gusta proteger en la ONU o escuchar en
encuentros de su lobby por excelencia: el AIPAC.
Y es cierto que resulta hiperbólico comparar el confinamiento de EE.UU., Israel o España para combatir el coronavirus con las políticas de las autoridades israelíes hacia los palestinos de Gaza y Cisjordania. Ciertamente resulta hiperbólico porque mientras unos únicamente tienen que quedarse en casa, a lo sumo sin poder ir al Walmart a comprar una escopeta de descuento, los otros viven además bajo la amenaza de detenciones extra-judiciales, tortura, asaltos nocturnos o interrogatorios ilegales.
Alberto Rodríguez García, periodista especializado en Oriente Medio, propaganda y terrorismo
La mediocridad de las sociedades apalancadas en la
comodidad 'del primer mundo', atiborradas a derechos pero incapaces de
asumir un mínimo de responsabilidades, hace que lo que unos pocos ven
como golpe de estado y una amenaza a la libertad, sea la utopía de
libertades que muchos palestinos ni se pueden imaginar
Mientras que en plena
cuarentena miles de israelíes pueden salir a la calle a protestar
tranquilamente contra Netanyahu, el derecho a la manifestación de los
gazatíes está coartado por los francotiradores sionistas. Y es que la
mediocridad de las sociedades apalancadas en la comodidad 'del primer
mundo', atiborradas a derechos pero incapaces de asumir un mínimo de
responsabilidades, hace que lo que unos pocos ven como golpe de estado y
una amenaza a la libertad, sea la utopía de libertades que muchos
palestinos ni se pueden imaginar. Y es que los hipócritas que jalean la
ocupación y los crímenes de Israel, en el fondo temen mirarse frente al
espejo. En el fondo odian todo lo que representan.
¿Parece duro el confinamiento por el coronavirus? ¿Es aterrador el futuro –o más bien la ausencia de un futuro claro– que nos espera tras la pandemia? Ahora imaginemos que hay generaciones enteras que solo conocen una vida así. Ahora dejemos de imaginar y pensemos en lo que sucede dentro de lo que podría pasar por una de las mayores prisiones al aire libre del mundo: Gaza.
Tras la Nakba en 1948, la mayoría de refugiados palestinos no han podido volver a su patria porque Israel se lo impide. Estamos hablando de más de medio siglo forzados a vivir lejos de su hogar aunque haya resoluciones de la ONU de acuerdo al derecho internacional humanitario que avalan el derecho al retorno de los palestinos.
Los palestinos dentro de Gaza y los territorios ocupados tampoco están en una situación mejor. Para entrar, salir o moverse por Cisjordania los ciudadanos palestinos deben pasar por diferentes checkpoints de los varios centenares que hay repartidos por el territorio. Estos puestos de control militares para poder entrar y salir de Cisjordania complican el día a día de quienes tienen que cruzarlos para ir a trabajar, al médico o a visitar familiares. A esto hay que sumarle que si las autoridades israelíes así lo desean, pueden aislar completamente Cisjordania cancelando todos los permisos de movimiento. En Gaza las limitaciones mayores, y los palestinos que viven dentro de 'la franja' solo pueden salir (exceptuando el tránsito a Cisjordania, aunque necesitan permisos) en condiciones excepcionales. Incluso dentro de Gaza, Israel tiene establecidas zonas de amortiguación restringidas cuya invasión se responde con fuego real o detenciones.
Alberto Rodríguez García, periodista especializado en Oriente Medio, propaganda y terrorismo
En la mayoría de países que han optado por el
confinamiento no vivimos con el temor de que en cualquier momento entren
soldados por la puerta de casa y nos lleven encapuchados. No vivimos
con el temor de que cualquier día derriben nuestro hogar
La situación de sitio, las
limitaciones en el movimiento y la imposibilidad de recurrir a la pesca
con Israel bloqueando Gaza, incluso por mar, hacen que los jóvenes no
tengan futuro ni opciones de aspirar a una vida mejor. Y esta situación no va a cambiar tras la pandemia. No habrá inyecciones de capital ni ayudas para salir adelante.
Para el 69% de los gazatíes de entre 19 y 29 años estar en paro es lo normal. Y de los gazatíes que encuentran trabajo en el sector privado, el 80% no recibe siquiera el salario mínimo de 1.450 shekels (402 dólares). Tras la Intifada del año 2000, Israel revocó los permisos para trabajar en su territorio de decenas de miles de palestinos, hasta el punto de que menos del 2% de los gazatíes trabajaba en 2001 dentro de Israel frente a un 15,7% en 1999. La situación desde entonces lejos de revertirse, se ha agravado llegando al 75% de pobreza en la Franja de Gaza el año pasado.
Alberto Rodríguez García, periodista especializado en Oriente Medio, propaganda y terrorismo.
La pandemia del coronavirus podría ser una oportunidad
para intentar entender mínimamente a lo que están sometidos en
Palestina. Pero no va a serlo. Cuando la pandemia termine las políticas
de y para Israel seguirán siendo las mismas. Los sionistas más
recalcitrantes seguirán jaleando aquello que los muy hipócritas tanto
temen
Sin embargo y al contrario que
los palestinos, en España (por poner un ejemplo cercano, pero es
aplicable a la mayoría de países que han optado por el confinamiento
para frenar el COVID-19) no vivimos con el temor de que cualquier día,
en cualquier momento, entren soldados por la puerta de casa y nos lleven
encapuchados. No vivimos con el temor de que cualquier día derriben
nuestro hogar. No pasamos el aislamiento con cortes de luz, agua o telecomunicaciones.
Los periodistas preocupados por la deriva autoritaria que puede seguir la censura de 'fake news', paparruchas o como cada uno quiera referirse a las noticias falsas, pueden estar tranquilos de que no van a parar una bala con el cuerpo mientras escriben 'sus cosas' en twitter. Porque Israel no necesita excusas ni leyes excepcionales para disparar o detener a periodistas palestinos.
La pandemia del coronavirus podría ser una oportunidad para que empaticemos. Una oportunidad para que recapacitemos sobre qué apoyan los sionistas y si queremos ser cómplices de ello. Una oportunidad para intentar entender mínimamente a lo que están sometidos en Palestina. Una oportunidad para replantearnos el impacto de las políticas belicistas de la OTAN. Pero no va a serlo. Cuando la pandemia termine las políticas de y para Israel seguirán siendo las mismas. Los sionistas más recalcitrantes seguirán jaleando aquello que los muy hipócritas tanto temen.
Las
declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva
responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de
vista de RT.Y es cierto que resulta hiperbólico comparar el confinamiento de EE.UU., Israel o España para combatir el coronavirus con las políticas de las autoridades israelíes hacia los palestinos de Gaza y Cisjordania. Ciertamente resulta hiperbólico porque mientras unos únicamente tienen que quedarse en casa, a lo sumo sin poder ir al Walmart a comprar una escopeta de descuento, los otros viven además bajo la amenaza de detenciones extra-judiciales, tortura, asaltos nocturnos o interrogatorios ilegales.
¿Parece duro el confinamiento por el coronavirus? ¿Es aterrador el futuro –o más bien la ausencia de un futuro claro– que nos espera tras la pandemia? Ahora imaginemos que hay generaciones enteras que solo conocen una vida así. Ahora dejemos de imaginar y pensemos en lo que sucede dentro de lo que podría pasar por una de las mayores prisiones al aire libre del mundo: Gaza.
Sin libertad de movimiento
Una de las mayores críticas a los estados de emergencia y alarma establecidos por los gobiernos es la limitación de movimiento de los ciudadanos. También hay que sumarle a esto la diáspora que quiere ser repatriada pero tiene complicaciones en el proceso.Tras la Nakba en 1948, la mayoría de refugiados palestinos no han podido volver a su patria porque Israel se lo impide. Estamos hablando de más de medio siglo forzados a vivir lejos de su hogar aunque haya resoluciones de la ONU de acuerdo al derecho internacional humanitario que avalan el derecho al retorno de los palestinos.
Los palestinos dentro de Gaza y los territorios ocupados tampoco están en una situación mejor. Para entrar, salir o moverse por Cisjordania los ciudadanos palestinos deben pasar por diferentes checkpoints de los varios centenares que hay repartidos por el territorio. Estos puestos de control militares para poder entrar y salir de Cisjordania complican el día a día de quienes tienen que cruzarlos para ir a trabajar, al médico o a visitar familiares. A esto hay que sumarle que si las autoridades israelíes así lo desean, pueden aislar completamente Cisjordania cancelando todos los permisos de movimiento. En Gaza las limitaciones mayores, y los palestinos que viven dentro de 'la franja' solo pueden salir (exceptuando el tránsito a Cisjordania, aunque necesitan permisos) en condiciones excepcionales. Incluso dentro de Gaza, Israel tiene establecidas zonas de amortiguación restringidas cuya invasión se responde con fuego real o detenciones.
Futuro incierto
El futuro de la economía es la gran incertidumbre y tal vez lo que más terror nos puede producir. Paro, reducción de la oferta, alquileres, hipoteca… En Palestina esta situación se vuelve aún más terrible, con un paro del 15% en Cisjordania y 45% en Gaza en 2019; en condiciones de normalidad. En algunas gobernaciones los datos son peores, llegando al 57% de paro en Deir al-Balah en 2018.Para el 69% de los gazatíes de entre 19 y 29 años estar en paro es lo normal. Y de los gazatíes que encuentran trabajo en el sector privado, el 80% no recibe siquiera el salario mínimo de 1.450 shekels (402 dólares). Tras la Intifada del año 2000, Israel revocó los permisos para trabajar en su territorio de decenas de miles de palestinos, hasta el punto de que menos del 2% de los gazatíes trabajaba en 2001 dentro de Israel frente a un 15,7% en 1999. La situación desde entonces lejos de revertirse, se ha agravado llegando al 75% de pobreza en la Franja de Gaza el año pasado.
Control férreo
Algunos países han impuesto toques de queda o confinamientos bajo pena de multa o, en algunos casos, detención. Hay gobiernos que se plantean monitorear el movimiento de los ciudadanos infectados a través de sus smartphones o también la aplicación de censura contra lo que las autoridades consideren que son noticias falsas.Los periodistas preocupados por la deriva autoritaria que puede seguir la censura de 'fake news', paparruchas o como cada uno quiera referirse a las noticias falsas, pueden estar tranquilos de que no van a parar una bala con el cuerpo mientras escriben 'sus cosas' en twitter. Porque Israel no necesita excusas ni leyes excepcionales para disparar o detener a periodistas palestinos.
La pandemia del coronavirus podría ser una oportunidad para que empaticemos. Una oportunidad para que recapacitemos sobre qué apoyan los sionistas y si queremos ser cómplices de ello. Una oportunidad para intentar entender mínimamente a lo que están sometidos en Palestina. Una oportunidad para replantearnos el impacto de las políticas belicistas de la OTAN. Pero no va a serlo. Cuando la pandemia termine las políticas de y para Israel seguirán siendo las mismas. Los sionistas más recalcitrantes seguirán jaleando aquello que los muy hipócritas tanto temen.
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