viernes, 23 de noviembre de 2012

La última ocurrencia de Calderón

La última ocurrencia de Calderón

Francisco Garfias
Faltan nueve días para la toma de protesta de Enrique Peña Nieto. El Estado Mayor ya está en San Lázaro. Ricardo Monreal lo aseguró ayer frente a los integrantes de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. Hasta fotos tiene, asegura.
No fue desmentido.
Durante la sesión del pleno cameral, el zacatecano le preguntó al priista Francisco Arroyo, quien presidia la sesión, si él había autorizado el ingreso al recinto de los militares encargados de la seguridad del mandatario electo.
Paco Arroyo evadió el cuestionamiento. Quiso chacotear con el zacatecano. Lo invitó incluso a “acompañarlo” en tribuna, donde ya se encontraba rodeado de legisladores del Movimiento Progresista.
Monreal no andaba de buenas. Su respuesta fue ríspida. “Me da mucho gusto su sentido del humor, a pesar de que están desgraciando el país…”, le dijo al legislador guanajuatense.
Las palabras del obradorista arrancaron gritos y chiflidos en el Bronx del PRI. “¡Ya los extrañaba, chiveros!”, reviró el coordinador del Movimiento Progresista.
Reprochó: “No saben escuchar. Es una lástima. Qué impresión se van a llevar los jóvenes que nos visitan. No chiflen ni griten. Mejor debatan…”
En el Bronx aparecieron las carcajadas. Los gritos y los chiflidos se multiplicaron.
En el relajo se perdió el tema de si el Estado Mayor tenía ya bajo su control el Palacio Legislativo. No tenemos elementos para juzgar si es exagerado mandar al Estado Mayor, con tanta anticipación, a la Cámara de Diputados.
Lo que sí refleja es un ambiente de extrema desconfianza.
La de ayer fue una jornada muy productiva para Manlio Fabio Beltrones. El sonorense cabildeó, bancada por bancada, las reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal.
No le fue mal. Las reformas fueron aprobadas con 333 votos del PRI, el PAN, el PVEM y el Panal. Hubo 50 votos en contra, del PT, el Movimiento Ciudadano y una minoría perredista. Se registraron 89 abstenciones de diputados del PRD. Se empieza a reflejar la salida de López Obrador. La reforma propone la desaparición de la Secretaría de Seguridad Pública y el traslado de sus funciones a la Secretaría de Gobernación.
En el desfile de oradores en contra aparecieron los más oscuros augurios. Unos pronosticaron la creación de una supersecretaría que hará las veces de jefatura de gabinete. Otros que su titular será el “vicepresidente”.
Los más se fueron con los riesgos de que resurja la temible policía política y que tanta concentración de poderes se utilice para restar facultades a estados y municipios, y restringir las libertades políticas y civiles.
“Los primeros que van a sufrir son ustedes, los periodistas”, vaticinó el diputado del PT, Alfonso Durazo, otrora secretario particular de Colosio y de Fox.
Los panistas, ellos, no pierden la esperanza de salvar la Función Pública. Por lo menos hasta que sea creada la Comisión Nacional Anticorrupción. “Es un principio de orden”, nos dijo el vicecoordinador del grupo, Ricardo Anaya.
Alfonso Durazo es hoy militante obradorista. Es otro de los legisladores que entraron al Palacio Legislativo como una concesión a Morena. Ocupa una curul del Movimiento Progresista. Le preguntamos si va a renunciar a esa fracción parlamentaria. Respondió con un “no” contundente.
“Hay un acuerdo de quedarnos en las fracciones que nos cedieron los espacios. No es oportunismo. Es reciprocidad política. Nos dieron los primeros lugares en las listas. No nos correspondían.
“No los vamos a mermar con nuestra salida. Quedarnos es lo menos que podemos hacer. Nobleza obliga”, dijo.
Ayer hice una prolongada reflexión sobre la trascendencia de cambiarle el nombre a México, un país sacudido por la violencia, la pobreza, el desempleo, la corrupción, la inseguridad. Llegué a la única conclusión posible: fue la última ocurrencia del presidente saliente Felipe Calderón.
Lo que nos faltaba. Un impuesto al chicle de 50 por ciento. La propuesta fue llevada ayer a la tribuna de la Cámara baja por el diputado del PRI Juan Manuel Diez Francos.
El hombre está harto de ver toneladas de goma de mascar pegadas en el piso. “Hay contaminación ambiental y visual”, dice.
Lo que se recaude serviría para limpiar la calle de tan pegajoso producto. Embarrarlos en la vía pública es deporte nacional, pero también mundial.
En su exposición dijo que en Reino Unido se gastan más de siete millones de euros anuales en retirar los chicles mascados. En España, 30 centavos de euro por pieza. En México, 2.50 pesos.
Nuestro país, por lo demás, es el segundo consumidor en el mundo de la goma de mascar.
2012-11-23 03:07:00

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