¿Es posible una paz estable en Colombia?
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A finales del año pasado el Presidente de
Colombia Juan Manuel Santos dio su anuencia para negociar con las
ilegales FARC. Le movieron a dar este paso las esperanzas de millones de
compatriotas de reinstaurar la paz en el país tras un conflicto militar
de medio siglo. En el país y en América Latina hay muchas dudas en
cuanto al desenlace de las conversaciones. En la mayoría de los
colombianos la historia de las FARC y las biografías de sus fundadores
suscitaban muchas dudas respecto al armisticio. Durante este largo
enfrentamiento los llamados “luchadores por la verdad y la justicia” se
mostraron muy crueles, impidiendo que el país avanzara en la economía,
arruinando su agricultura y exterminando a decenas de miles de personas
inocentes. Ni respetaron a los niños y adolescentes, muchos de los que,
involucrados por la fuerza en las FARC, perecieron en combates. Las
conversaciones de paz que Bogotá inició varias veces con los “bandidos
de la selva” no surtieron efecto por culpa de estos últimos. Así y todo,
fueron formadas dos delegaciones para reinstaurar la anhelada paz. Los
cabecillas de la guerrilla prometían a los compatriotas la ansiada paz y
libertad, a los agricultores la tierra, a los obreros el empleo
permanente y a la juventud la enseñanza.
No obstante,
hasta la fecha se justifican los recelos de cuantos dudan de paz y
concordia prometidas por los cabecillas de los insurgentes. Durante las
conversaciones habaneras ellos faltan frecuentemente a sus compromisos y
siguen atacando a los militares y civiles, toman rehenes, destruyen
empresas y granjas. Hace poco el ministro de Defensa del país Juan
Carlos Pinzón informó que a diario tres “efectivos” abandonan la
guerrilla, pasando con las armas al lado del ejército nacional. En los
últimos años el número de desertores llega a dos mil, con la
circunstancia de que el 17 % de ellos son personas que no han llegado a
la mayoría de edad. Entre los que abandonaron las FARC hay incluso ex
cabecillas que al rendirse dicen que “las armas ya no son la vía para
llegar al poder”.
Sin embargo, las negociaciones que
duran ya casi medio siglo en La Habana no dan resultados palpables. En
primer lugar porque los cabecillas no se apresuran a resolver problemas
sino que pretenden reparar su unidades diezmadas para no caer presos.
Dentro de varios días las delegaciones se reunirán en la capital de Cuba
para continuar el diálogo. Sus perspectivas no infunden esperanzas al
menos porque ayer llegó a La Habana el cabecilla cruel e insociable
Pablo Catatumbo. Se propone iniciar el diálogo con la discusión del
reparto de tierras entre los campesinos, dejando para más tarde la
cuestión de la paz. No revela su nombre al igual que la mayoría de los
negociadores. Pero las personas que lo conocen no asocian con él
esperanzas de conseguir el armisticio y acuerdos. Tiene otro objetivo:
distraer a la ciudadanía de la firma de una paz de verdad. Como señalan
políticos neutrales de Brasil, Argentina y Venezuela, con su llegada
reduce las posibilidades de llegar al acuerdo sobre los problemas más
agudos. Pero Bogotá no se deja engañar por falsas promesas. El
presidente del Congreso de Colombia Roy Barreras declaró que durante el
conflicto murieron ya cerca de cuatro millones de personas.
—El
país no necesita más víctimas ni héroes. Quiere la paz. Y cuanto más
llegue, mejor. El proceso de negociaciones no será interminable, como
afirman algunos escépticos. Queremos conseguir acuerdos antes de que
termine 2013.
A ver, pero parece que los pesimistas
tienen más razón. Los cabecillas del oprobioso grupo antinacional no
cambian nada, quedando en sus posiciones de antes, posiciones adversas a
millones de sus compatriotas. Pero al jefe del Congreso le asiste la
razón en que se debe proseguir en el diálogo. En aras de la paz en
Colombia.
vs/mo/er
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