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Obama, sus discursos y la política imperial
24 mayo 2013
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Por Íñigo Sáenz de UgarteLo dijo un alto cargo del Pentágono hace unos días en el Congreso: la guerra contra el terrorismo (o Al Qaeda o cualquier fuerza a la que se relacione con Al Qaeda) durará de 10 a 20 años más. Que es tanto como decir que nunca tendrá final. Las guerras acaban. Lo decían en The Wire cuando un policía se burlaba de ese concepto de ‘guerra contra las drogas’. Incorrecto, porque las guerras tienen un punto final y su pelea en las calles nunca gozará de ese privilegio.
Lo mismo se puede decir de la “guerra contra el terrorismo”, y ha quedado bastante claro en el discurso del jueves de Obama. La única diferencia con la Administración de George Bush es que a Obama le duele que sea así, pero no hay ningún cambio estratégico en la concepción norteamericana de este conflicto. Es como decir ‘a mí me duele tanto como a ti’, pero no tenemos alternativa.
Lo que sí ha prometido es que habrá menos ataques de ‘drones’ (aviones no tripulados) en los frentes de esa guerra, principalmente Yemen y Paquistán, en comparación con el frenético ritmo de su primer mandato. La clave parece ser adjudicar esa responsabilidad a los militares antes que a la CIA. Suponen que así habrá criterios más estrictos y en teoría menos errores. ¿Por qué será así? Básicamente, Obama pide aquí un acto de fe.
En el mundo real, que no se rige por las frases bellamente encadenadas que arman los discursos de Obama, no hay que esperar tantas diferencias. Obama continuará aplicando los principios de la presidencia imperial que Bush y Cheney, en especial el segundo, aplicaron en sus años en el poder. El Congreso autorizó el uso de la fuerza después de los atentados del 11-S y firmó en ese momento un cheque en blanco que permite cualquier operación militar en cualquier país del mundo contra cualquier grupo armado. La carga de la prueba reside en los mensajes de ese grupo. Si adopta la retórica de Al Qaeda o desafía el poder global de EEUU, entonces es un objetivo legítimo para Washington.
Lo decía perplejo el senador independiente de Maine, Agnus King. “Ustedes han reescrito en la práctica la Constitución”. Han inventado la expresión “fuerzas relacionadas” (con Al Qaeda) que no aparecía en la autorización original del Congreso. “Eso lo justifica todo y deja sin ningún valor los poderes de guerra (para autorizar la declaración de guerra) del Congreso”. Algo parecido dijo John McCain: ninguno de nosotros “pensamos al votar esa ley en 2001 que iba a servir para autorizar ataques en Yemen y Somalia”.
Como es habitual en sus discursos, las palabras de Obama han sonado razonables y mesuradas: “Decir que una táctica militar es legal o incluso eficaz no quiere decir que sea inteligente o moral en cualquier situación”. Con su típica actitud de guerrero reticente, ha pedido a los congresistas que colaboren en el intento de dotar a esa norma de normas claras, criterios sólidos… en definitiva, apariencia de legalidad y moralidad.
Es cierto que este año el número de ataques con drones se ha reducido. Spencer Ackerman repasa los números. En Pakistán, 45 en los años de Bush. Con Obama en los años sucesivos, 117, 64, 46 y 13 (en 2013). En Yemen hubo 17 entre 2002 y 2011. En 2012: 42. Este año: 10.
La idea de Obama expresada en el discurso es trabajar con el Congreso para alcanzar un consenso con el que poner fin a este estado de guerra permanente sin final en el horizonte. Ya sabemos cómo han terminado otros de sus intentos por llegar a acuerdos con el legislativo. Ni él se ha mostrado especialmente habilidoso (definitivamente, no es Lyndon Johnson) ni los republicanos le han dado muchas opciones de éxito.
“No todo grupo de criminales que se adjudiquen a sí mismos el nombre de Al Qaeda será una amenaza creíble para EEUU”, ha dicho (obvio). “A menos que establezcamos unos límites a nuestro análisis estratégico y a nuestras acciones, nos veremos arrastrados a más guerras que no necesitamos luchar o continuaremos concediendo a los presidentes poderes ilimitados más apropiados para conflictos armados tradicionales entre naciones”.
Hace falta valor. Obama ha seguido al pie de la letra el esquema estratégico de las relaciones entre el poder ejecutivo y el legislativo habitual en la época de Bush, aunque sin la retórica belicista, en lo que se refiere al uso de la fuerza en guerras asimétricas. Traducción: el Gobierno hace lo que quiere e informa de vez en cuando al Congreso a posteriori y sólo si los medios de comunicación se han adelantado con sus informaciones.
“Pero esta guerra, como todas las guerras, tiene que acabar. Eso es lo que recomienda la historia. Eso es lo que exige nuestra democracia”.
Una vez más, palabras estupendas, majestuosas. La pregunta es: ¿qué va a hacer Obama al respecto? Hay congresistas de ambos partidos, no una mayoría, que llevan tiempo intentando que se apruebe una ley que anule la declaración que dio poderes ilimitados al Gobierno después del 11S. Otros se conformarían con una nueva versión que actualizara su contenido y en la práctica limitara al poder ejecutivo en su capacidad para emprender acciones militares en cualquier punto del planeta.
Una vez más, hay que preguntarse. ¿Habrá una política de Obama que esté a la altura de sus discursos?
(Tomado de Guerra Eterna)
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