Washington,
jul (PL) La reforma migratoria en Estados Unidos enfrenta hoy un
diverso y complicado escenario, en el cual se debaten los que están a
favor y contra del cambio de una ley que para la mayoría debe ser
modificada.
En este contexto destaca la batalla que libran los que están en contra y
a favor del proceso en la televisión, la radio y la Internet, pagando
millones de dólares en anuncios para que los electores influyan en sus
representantes en el Congreso.
En los últimos meses, sindicatos,
asociaciones religiosas, cámaras de comercio, asociaciones
empresariales, partidos políticos y otros grupos de interés pujan por
influir en un cambio que apoya la mayoría de los estadounidenses.
Por ejemplo, el Sindicato Internacional de Empleados de Servicio (SEIU)
gastó más de un millón de dólares en al menos seis comerciales en
inglés y uno en español para buscar apoyo al cambio de las leyes.
No obstante, otros grupos ponen su aporte en contra de la reforma e
invierten considerables cantidades de dinero en comerciales que enmarcan
la reforma migratoria en un mensaje negativo, que traerá más desempleo e
inseguridad a los estadounidenses, según dicen.
Pese a esto, la
mayoría de estadounidenses favorece que la Cámara de Representantes
apruebe una iniciativa de reforma migratoria que incluya una ruta a la
ciudadanía a favor de millones de inmigrantes indocumentados, indican
recientes sondeos.
El 55 por ciento de personas apoya la
inclusión de una ruta a la ciudadanía en la encuesta conjunta del
periódico The Washington Post y la cadena televisiva ABC, en contraste
con un 41 por ciento que se declaró en contra.
Mientras esa es
la situación, según los sondeos, el presidente de la Cámara de
Representantes, el republicano John Boehner, se negó ayer a precisar si
apoyaría abrir una vía a la ciudadanía para los 11 millones de
indocumentados en el país o si permitirá que el pleno del hemiciclo
debata un proyecto de ley que la contenga.
Boehner reiteró que
no respalda el proyecto de reforma que aprobó el Senado el pasado 27 de
junio, y que sí contempla una vía para la legalización y eventual
ciudadanía de los indocumentados, porque en su opinión no protege lo
suficiente la frontera.
La Cámara de Representantes, bajo
control republicano, aún no ha presentado su propia versión de la
reforma, y el criterio es que ese proyecto de ley probablemente no esté
listo antes del receso legislativo de agosto próximo.
Según el
diario en Internet Politico, cuando se trata de la inmigración, la
Cámara de Representantes es un escenario conflictivo, donde hay más
desacuerdos que acuerdos.
Boehner no logró presentar algo en
agosto, un panel bipartidista incumple los plazos autoimpuestos para
presentar su proyecto de ley. El representante Paul Ryan coquetea con
los demócratas para alcanzar un acuerdo y el líder de la mayoría Eric
Cantor aboga por ayudar a los niños indocumentados.
En concreto
no hay avances, pese a que Boehner dijo este domingo que su trabajo es
facilitar el diálogo y avanzar en el proceso.
Sobre el tema hay
señales de que algo pudiera ocurrir y algunos análisis consideran que
las gestiones de Ryan, a quien nadie discute sus atributos
conservadores, pudieran ayudar en el avance del cambio de las leyes.
En el lado del panel bipartidista, se habla de que dan los toques
finales al un proyecto de ley de cerca de 500 páginas, pero nada antes
de septiembre.
Mientras el liderazgo republicano en la Cámara
busca un camino para solucionar el asunto aunque insisten en
aproximaciones individuales que rompen la integralidad del proyecto de
ley aprobado por el Senado.
En este complejo escenario, también
se mueven los que tienen una posición de línea dura sobre la inmigración
y tratan de matar la iniciativa aprobada por el Senado, entre ellos el
representante Steve King (R-Iowa), quien aseguró no estar obligado a
resolver el problema de los inmigrantes indocumentados.
En
general, la solución migratoria en Estados Unidos está en manos de la
Cámara de Representantes, y lo que sean capaces de aprobar a esa
instancia, debe ir a un comité de conciliación para adecuarse con la
propuesta del Senado. Los conservadores extremos no quieren llegar a ese
punto.
Los porqué son muy variados, pero, esencialmente, temen
perder y que salga la regularización de los 11 millones de sin papeles
como la columna vertebral de la reforma migratoria.
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