Por Roberto García Hernández *
La
Habana (PL) Los planes del presidente Barack Obama de ejecutar una
acción militar contra Siria enfrentan dificultades que obstaculizan, al
menos temporalmente, la realización de esa acción bélica.
A pesar de la ofensiva política en el Capitolio y con sus principales
aliados europeos y de Oriente Medio, la idea de propinar un golpe contra
el país árabe continúa con un bajo nivel de aceptación, aunque el jefe
de la Oficina Oval pudiera llevar a cabo la acción sin apoyo
legislativo.
En el plano interno, una encuesta reciente del
diario The Washington Post y la cadena ABC mostró que 59 por ciento de
los estadounidenses están en contra de los planes de Obama contra el
país del Levante, mientras 36 por ciento los apoyan.
Los
principales líderes del Comité de Relaciones Exteriores del Senado
aprobaron, en la noche del 3 de septiembre, un borrador de la resolución
que sustenta la estrategia de la Casa Blanca contra el país del
Levante.
El presidente de dicha comisión senatorial, Robert
Menéndez, y la figura principal de los republicanos en esa instancia,
Bob Corker, pusieron como condición que no se utilizaran fuerzas
terrestres estadounidenses en las operaciones militares.
Además,
Obama debe presentar en un término de 30 días posteriores a la
aprobación del texto, un plan para la solución pacífica del conflicto en
Siria, añade el documento.
La propuesta legislativa establece
también que la operación militar estaría limitada a 60 días, aunque
pudiera extenderse a otros 30 si el Ejecutivo argumenta la necesidad de
esa ampliación.
Obama sostuvo reuniones en los últimos días con
los principales líderes del Congreso, incluyendo el presidente de la
Cámara de Representantes, el republicano John Boehner y la congresista
Nancy Pelosi, líder de la minoría demócrata en ese cuerpo legislativo.
Ambos expresaron su apoyo irrestricto a la decisión de realizar la operación bélica.
En la Cámara de Representantes, de mayoría republicana y con un total
de 435 miembros, hasta la fecha solo 16 legisladores -de 200
consultados- expresaron su apoyo abierto a los planes de Obama y otros
60 se inclinan por el no, señaló el diario The Washington Post.
Según la publicación, 32 representantes se manifiestan contra la opción
bélica y otros 90 se mantienen indecisos, lo que constituye una muestra
del trabajo que todavía tiene pendiente el Ejecutivo para convencer a
los miembros del Capitolio, estima el Post.
En el Senado, tres
legisladores son contrarios a un ataque militar contra Siria y otros 17
manifestaron que pudieran votar también de forma negativa, mientras
alrededor de 60 aseguraron que todavía están indecisos y una veintena
apoya la operación bélica.
El Congreso reinicia sus sesiones el
próximo 9 de septiembre y se espera que durante la semana valore la
resolución de apoyo presentada por la Casa Blanca, que pudiera enfrentar
maniobras obstruccionistas si no tiene inicialmente los 60 sufragios
que necesita en el Senado para autorizar un voto final en el plenario.
En toda esta discusión tendrá un impacto significativo el llamado loby
judío, cuya organización insigne, el Comité Americano Israelí de Asuntos
Públicos (AIPAC), anunció el 3 de septiembre pasado su apoyo a la
intervención militar de Washington en Siria.
La presencia
constante de miembros de la administración en el legislativo es muestra
de la incertidumbre por la falta de apoyo a las intenciones del
mandatario de castigar al Gobierno de Damasco, al que acusa del supuesto
uso de armas químicas, alegación rechazada por las autoridades sirias.
El secretario de Estado, John Kerry, el jefe del Pentágono, Charles
Hagel y el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor de Estados
Unidos, general Martin Dempsey, defendieron los argumentos de Obama y
sus asesores para la realización de la eventual acción de fuerza contra
el país árabe.
Algunos congresistas habían presionado para que
todos los integrantes del Capitolio regresen a Washington de forma
inmediata, pero los líderes de los partidos y el propio Obama se
opusieron a dicha medida y dijeron que no existe mucha urgencia, según
el diario The Washington Times.
En medio de esta incertidumbre,
Obama emprendió una gira de tres días que incluye una visita a Suecia y
su participación en la Cumbre del Grupo de los 20 en Rusia.
Sin
embargo, horas antes de partir se reunió con los máximos dirigentes de
los comités senatoriales de Servicios Armados, Relaciones Exteriores,
Inteligencia y las comisiones homólogas en la Cámara de Representantes.
En el plano militar, Washington continuó la preparación del teatro de operaciones para cumplir sus objetivos.
El buque de transporte anfibio de Estados Unidos USS San Antonio, con
centenares de infantes de marina a bordo, se encuentra en las cercanías
de las costas de Siria.
Los marines forman parte de la 26 Unidad
Expedicionaria (MEU), integrada por más de dos mil 200 militares, que
disponen de capacidades de operaciones terrestres y aéreas, para
intervenir en áreas de conflicto en plazos relativamente breves.
La MEU está conformada además por el buque de asalto anfibio Kearsarge,
actualmente en el golfo Pérsico, y el de desembarco Carter Hall que se
mantiene en el océano Índico.
Sin embargo, el Pentágono aclaró
que estas fuerzas no forman parte de los planes para una eventual
operación contra Siria, que se prevé realizar solo con cohetes crucero
Tomahawk, de largo alcance, a bordo de buques norteamericanos en áreas
aledañas a territorio sirio.
En los últimos días, la Armada
estadounidense reforzó su presencia en la región del golfo Pérsico con
el arribo del portaaviones Harry S. Truman, con dos cruceros coheteriles
e igual número de destructores como buques escoltas.
Esta
agrupación relevará a su similar, del USS Nimitz, pero este a su vez
permanecerá en la región hasta nuevo aviso, pues su presencia sería
vital en la eventualidad de un golpe militar contra Siria.
Entretanto, militares estadounidenses en activo han expresado serias
dudas acerca de las ventajas de un ataque militar contra Siria, debido a
las restricciones impuestas al Pentágono por la actual crisis fiscal y
el desgaste de los servicios armados en otros conflictos recientes.
Según el diario The Washington Post, más de una docena de oficiales
estadounidenses, con rangos desde capitanes hasta generales, mostraron
su preocupación acerca de las probables consecuencias de un ataque con
cohetes crucero contra objetivos en Siria.
Algunos señalaron que
la Casa Blanca carece de una estrategia coherente contra el Gobierno de
Damasco, por lo que una eventual operación contra objetivos militares
sirios resulta al menos ambigua.
Otros estiman que las
proyecciones políticas de los líderes de las bandas armadas que intentan
derrocar por la fuerza al Gobierno de Damasco constituyen un peligro
para los intereses de Estados Unidos, añade el Post.
Entretanto,
Estados Unidos e Israel realizaron el 3 de septiembre una prueba
conjunta de lanzamiento de cohetes balísticos desde el centro del mar
Mediterráneo hacia la parte oriental y sobre una base militar israelí,
información confirmada por fuentes del Ministerio de Defensa de Rusia.
Para algunos especialistas, tal acción tuvo como objetivo realizar una
demostración de fuerza, comprobar los sistemas defensivos de las tropas
de Tel Aviv y a la vez monitorear la reacción de los medios de defensa
antiaéreos sirios y de otros países hostiles a Occidente en la zona.
*Periodista de la redacción Norteamérica de Prensa Latina.
ucl/rgh |
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