jueves, 28 de noviembre de 2013

"Fumas y te vas": la marihuana en México

"Fumas y te vas": la marihuana en México

"Fumas y te vas": la marihuana en México

Se sabe, aunque nadie lo reconozca explícitamente, que ningún presidente de México se atreverá a legalizar droga alguna mientras dure su sexenio. A lo sumo admitirá que se debata el tema, siempre y cuando quede clara su postura en contra. Incomodar a EEUU pesa más que abanderar una propuesta que eventualmente podría cambiar el rostro de la violencia en el país.

Por ello es que hasta ahora el expresidente Vicente Fox (2000-2006) se lanza a hablar de la despenalización de la producción y distribución de la marihuana en México; y aunque asegura que no lo mueve ningún interés monetario –“afortunadamente con mi pensión vivo bien”–, sino el acabar con la violencia asociada al narcotráfico, llama la atención que tampoco se niegue a cultivarla en su rancho en San Francisco del Rincón, Guanajuato, “el día que sea legítimo y legal”.
La legalización de la marihuana en México es uno de esos temas que polarizan cualquier discusión. Mientras para unos es la solución a la fracasada guerra contra el narcotráfico, para otros propiciaría un aumento en el consumo, además de servir como estímulo para la legitimación de otros estupefacientes.
Uno de los argumentos favoritos de los defensores de la legalización de la cannabis es que el alcohol, cuya producción y consumo son lícitos, resulta más adictivo que la marihuana y responsable de más muertes que ésta, premisa desconcertante, toda vez que apuesta por la demonización estadística de las bebidas alcohólicas para resaltar la aparente inocuidad de la marihuana.
Se olvida que en un posible escenario de yerba legalizada se tendría que contar con pruebas rápidas y efectivas (que aún no existen) para testar los niveles de intoxicación de una persona y actuar en consecuencia, tal como se hace hoy con el simple análisis del aliento de un conductor alcoholizado al que ya no se le permite manejar. Se olvida asimismo que quienes la fuman buscan la percepción alterada de la realidad como fin último, a diferencia del bebedor que puede proponerse ser responsable en su consumo.
Otro sobado argumento es poner de ejemplo lo sucedido en EEUU con la Ley Volstead, mejor conocida como Ley Seca. Cierto que su aprobación propició el surgimiento de una delincuencia organizada capaz de todo con tal de monopolizar el contrabando de alcohol, pero cierto es también que su derogación no acabó con el gangsterismo: las bandas criminales sencillamente cambiaron de giro. La misma situación se repetiría en México, pues pretender que el crimen organizado cambiaría sus “cuernos de chivo” (fusil de asalto AK-47) por una pala y un azadón para cultivar legalmente la droga que hoy trafican a escondidas es tener una percepción alterada de la realidad mexicana. De hecho ya se ha visto cómo algunos grupos narco criminales, ante la presión ejercida por el Ejército y la Marina o por cárteles rivales, han optado por diversificar su actuar y dedicarse a la extorsión y el secuestro para compensar la pérdida de ingresos derivados del narcotráfico.
No sé si ello explique los resultados de la encuesta realizada por el Gabinete de Comunicación Estratégica, la cual arrojó que el 49,6 % de los mexicanos son contrarios a la legalización de la marihuana. Quizás para ellos sea mejor “narco conocido que secuestrador por conocer”. En todo caso lo que sí resulta evidente es que la legalización de la marihuana y otras drogas no debe verse como una simple cuestión acerca del derecho de cada quien a inhalar o inyectarse lo que libremente decida, muchos menos como una presunta solución a los problemas del campo en México.
Asimismo, de nada sirve clonar experiencias ajenas, pues el impacto de una posible legalización no sería el mismo en un país de apenas tres millones y medio de habitantes, como Uruguay, que en México con sus poco más de ciento doce millones, mientras que el paradigma holandés tampoco resulta idóneo por tratarse de un país que si bien admite la legalidad del consumo controlado en los famosos coffee shops, sanciona su producción. El caso de Portugal, que no admite el consumo, pero no criminaliza a los drogadictos, no se ajusta a las proposiciones más abarcadoras que se manejan en este lado del Atlántico.
Entiendo que Fox defienda con ahínco su iniciativa, en aparente olvido del hecho de que tuvo seis años para encauzar lo que apenas si es hoy una simple propuesta a debatir, quién sabe cuándo, en el Congreso de la Unión. Y aunque ya no debe temer la ira del vecino poderoso, e incluso tiene en mente al mercado estadounidense si se legaliza el cultivo y la producción de marihuana en México, no puedo menos que imaginarlo diciéndole a alguien “Fumas y te vas” si ello le hiciera quedar bien con algún poderoso amigo del Norte.
we/as
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.

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