La verdadera “implosión” de PEMEX: Romero Deschamps y su corrupción
La primera
“instantánea” que le vino a la mente a la mayoría fue un “bombazo”, y
volteamos a la mirada a Colombia, ahora que dicho país sudamericano está
tan de moda por su exportación masiva de series noveladas sobre el
narcotráfico, sus alcances e implicaciones.
La segunda
“instantánea”, menos difundida, fue imaginarnos a grupos subversivos
afines a las ideas de la no privatización de la petrolera nacional,
ataviados con máscaras de AMLO, colocando explosivos en la torre de
nuestra mayor empresa gubernamental, para así situar entre la espada y
la pared al “impuesto” presidente tricolor.
Una tercera
“instantánea” de los “mal pensados” es que, efectivamente, se trate de
un lamentable accidente, debido a las condiciones deplorables de las
instalaciones, de la dañada infraestructura del edificio, causa de la
falta de mantenimiento, y que todo esto sea utilizado y aprovechado como
excusa por EPN, para impulsar su reforma energética encaminada hacia la
privatización de nuestro “soberano” bien público, el “oro negro” que
los políticos siempre aseguran es de “todos” los mexicanos.
Una cuarta
“instantánea” de las mentes que en todo crean una teoría de la
conspiración, es que la “implosión” haya sido realizada por alguna
fuerza “oscura”, cuya “negra” intención es desviar la atención de la
exoneración del PRI en el caso Monex por parte del IFE, o de la
exculpación de López Obrador por similares motivos, entre ellos, la
acusación de los “moralinos” priístas que aseguraban que el ex candidato
presidencial de izquierda recibió, de manera irregular, mil 200
millones de pesos.
La quinta, pero
no menos inquisidora “instantánea” mental de los mal pensados
mexicanos, es la de que todo es culpa del Sindicato Nacional de
Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), y de sus
caciques, entre los que destaca su líder, el senador priísta Carlos
Romero Deschamps, quien lleva 16 años al frente, y al que todavía le
faltan otros seis, pues se acaba de reelegir un par de meses atrás.
Ese es el líder
“anquilosado” que acompañó a Peña Nieto a recorrer el trágico lugar de
los hechos en la Torre de Pemex. El mismo líder que dice defender los
intereses de los trabajadores de Petróleos Mexicanos, y en cuya
responsabilidad recaen las 33 muertes, al no intervenir de forma
oportuna para verificar las condiciones en que se encuentran los lugares
de trabajo de los hombres y mujeres que dice representar.
He ahí un
hombre, cínico, rapaz, espeluznante, que desconoció la fundamental
propuesta de cambio a la Ley Federal del Trabajo, cuando esta se
discutía en el Senado, misma que afectaba a millones de trabajadores.
He ahí al
hombre beneficiario indirecto del “Quinazo” del 10 de enero de 1989,
ordenado por Carlos Salinas de Gortari para eliminar a Hernández
Galicia, “La Quina”, quien fue encarcelado por acopio ilegal de armas y
corrupción, so pretexto de iniciar una “modernización” en ese gremio
sindical.
He ahí el
desagradable ser humano que ostenta una inmensa fortuna, “amasada” de
forma inexplicable -por lo menos para él-, y que dice ganar tan sólo 24
mil pesos mensuales como un simple obrero, cuando nunca se ha manchado
el traje o la cara chamarra de cuero que usualmente viste.
He ahí el líder
sindical que posee un departamento en Cancún, frente al Bulevar
Kikulkán; además de un yate de nombrado “El Indomable”, valuado en un
millón y medio de dólares; una colección de coches antiguos, valorada en
5 millones de dólares; una lujosa residencia en el exclusivo
fraccionamiento Paseos de la Reforma, en el Estado de México; una
flotilla de carros tanque; algunos ranchos y cabezas de ganado y,
además, es socio mayoritario de Banorte.
He ahí el
hombre cuya hija, Paulina Romero Deschamps, presumía en su página de la
red social de Facebook, sus viajes por el mundo, en avión privado y
acompañada de sus tres perros; sus paseos en yate y comidas en sitios de
lujo; sus bolsos Hermés de miles de dólares y tomar vinos de 500 euros
por botella. He ahí el humilde obrero, cuyo hijo es cliente frecuente
del Smith & Wollensky, lujoso restaurante de carnes en Miami,
Florida, al que llega conduciendo un Ferrari de siete millones de
dólares.
He aquí el
“Judas” petrolero que protagonizó el “Pemexgate”, que le valió ser
acusado, como uno de los presuntos responsables del desvío de 640
millones de pesos de recursos públicos asignados al gremio para la
campaña presidencial del PRI en el año 2000.
Sí, el mismo
hombre que Peña Nieto defendió aún siendo candidato a la presidencia,
asegurando que Romero Deschams “es un dirigente que ha trabajado y que
tiene el respeto de su gremio”, aunque la mayoría de la opinión pública y
la vox populi lo señale por corrupto y ladrón. La verdadera implosión
de Pemex es Romero Deschamps y su Sindicato, que socavaron por dentro
las estructuras de lo que fuera la mina de oro nacional... la auténtica
caja chica de todos los gobiernos federales, sin excepción, desde que se
creó en el año de 1938.
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