Los dueños de la educación
Claudio X. González, presidente de Mexicanos Primero |
El pasado 9 de noviembre, dicho grupo de presión dirigió una “misiva”, como la llamaron, al secretario de Gobernación (periódico Reforma), en la que aseguran que el mismo secretario y su equipo están negociando con la CNTE (un grupo “subversivo y corrupto”) “el orden jurídico en materia educativa que tanto trabajo nos ha costado darnos a los mexicanos”. Desde su diatriba, este último ha sido el “inicio de una reforma normativa” para “transformar a profundidad un sistema educativo que por décadas ha puesto a nuestros niños y jóvenes contra la pared”, y que ahora se está obstaculizando, cediendo a favor de “quienes delinquen y buscan mantener prebendas mal habidas”. Su exigencia fue total: no debe haber ninguna negociación sobre lo que se ha pactado y legislado, aunque se aportaran aspectos positivos.
La respuesta fue inmediata y sumisa. Al alimón, el secretario de Gobernación y el presidente del PRI dejaron en claro ante quién había que ceder, explicar, congeniar y conceder. La reforma educativa, señaló contundente Osorio Chong ,“no ha sido lastimada ni vulnerada por ningún acuerdo entre la Segob y la CNTE”, y agregó, envalentonado, que “cualquier acuerdo que busque tocar o trastocar la reforma topará con la pared” (Reforma, 12/11). César Camacho Solís, por su parte, refrendó que en la aplicación de la reforma educativa “no hay lugar para el chantaje ni el disimulo”, y mandó la bolita del problema magisterial a los gobernadores de los estados.
La iniciativa de reforma a los artículos 30 y 73 constitucionales se impulsó con la idea de que era indispensable recuperar la “rectoría del Estado” en materia educativa, y ahora ya se sabe en manos de quién quedó: en las propuestas que han impulsado algunos empresarios del país, sus voceros televisivos y los legisladores del PRI, del PAN y del PRD que votaron a favor de una reforma política y laboral orientada a ajustar la oferta educativa y a reestructurar el sistema en sus aspectos jurídicos y de operación. Se trata de una reforma que busca mantener el papel del Estado como el de uno de tipo “evaluador”, que ejerce su control sobre todo hacia los docentes y trabajadores de la educación, pero que vuelve a dejar en el abandono sus obligaciones de “educador”.
De ninguna manera estas reformas podrán estar a favor de una sustancial y necesaria transformación de la muy deteriorada vida escolar, de la calidad del desempeño de estudiantes y profesores, de las condiciones de inequidad y desigualdad desde donde se reproduce la ignorancia social y ocurre el abandono de generaciones enteras de niños y jóvenes. Mucho menos servirán para aprovechar los conocimientos y aprendizajes que satisfagan los requerimientos básicos de un desarrollo humano, ahora prácticamente perdido como objetivo de las políticas públicas.
En el reciente informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, marzo de 2013), bajo el título de El ascenso del Sur: progreso humano en un mundo diverso, se da cuenta de los avances o retrocesos durante el periodo 2009-2013 en un índice que mide la calidad de vida de las poblaciones en tres dimensiones: una vida larga y saludable, logros en educación e ingreso. Resultado: que México ha descendido de forma anual al pasar del lugar 53 en 2009, al 56 en 2010, al 57 en 2011 y al 61 en 2013, es decir, tuvo un retroceso de 12 lugares en dicha etapa. (Véase Ángeles Palacios, El informe de desarrollo humano 2013. Economía Informa, Facultad de Economía de la UNAM, septiembre-octubre de 2013, número 382, p. 38).
Muy al contrario de lo que opina el grupo de presión Mexicanos Primero, la reforma legislativa en materia de regulación laboral y normativa que fue aprobada no será la punta de lanza para eventuales mejoramientos en la calidad de la educación ni en el desempeño académico de profesores y estudiantes ni en lo que tiene que ver con su desarrollo humano. Se está evitando, más bien, que esto ocurra en el país, porque la intención es cerrar las puertas a todo tipo de mejora sustancial en el sistema educativo, con la idea de que todo está hecho y que no habrá marcha atrás, en un ámbito en donde los avances y los cambios van a mil por hora.
Mal tino dejar en manos de los conservadores y burócratas lo que ocurre en la ciencia, el aprendizaje social y los conocimientos.
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