“Quería gritar: ‘Quiero vivir en paz”
Farah, una tuitera de 16 años que ha contado desde Gaza la ofensiva, suma 172.000 seguidores
Carmen Rengel
Jerusalén
11 AGO 2014 - 20:49 CEST95
Con sus dedos rápidos y su smartphone, Farah Baker, de 16 años, se ha convertido en la cronista ciudadana más seguida de Gaza.
Su cuenta de Twitter, que antes de la ofensiva militar rozaba los 800
seguidores, tiene más de 170.000 seguidores. Farah no es periodista,
intelectual ni portavoz de nadie. Es una adolescente de 16 años de ojos
azules, que no luce velo sino mallas y que habla inglés. Durante el
último mes le ha contado al mundo —en inglés— lo que veía y lo que oía,
descripciones sin intermediarios de cómo se vive el asedio desde dentro,
usando una de las redes sociales más potentes del mundo, en un idioma
universal, adjuntando fotos y vídeos y emoticonos que rompen con la
imagen estereotipada de la mujer gazatí.
Farah (@Farah_Gazan) tiene prisa, porque con la tregua en vigor llega la calma y eso le permite salir y ver a sus amigos tras un mes de encierro. Y reírse con ellos. Y plancharse el pelo de nuevo. Explica, en una entrevista mediante mensajes privados por Twitter, que está “sorprendida” por el enorme seguimiento de sus textos. Hija de un neurocirujano del hospital Al Shifa, el más importante de Gaza, vive cerca del centro médico, así que se decidió a ir narrando todo lo que ocurría alrededor con palabras sencillas y sin estridencias. “Yo no puedo empuñar un arma, yo no soy política, así que la manera que tengo de ayudar es contar lo que veo”, asegura. Su historia se multiplica con una media de mil retuits por mensaje. Tiene seguidores en 160 países.
Empezó sacando el móvil por su ventana. Luego se fue arriesgando a bajar a las calles. El generador de gasolina que su familia sí puede pagarse le permitía tener conexión a Internet y seguir narrando sus vivencias. Cada vez tenía la conciencia más sublevada. “En otras guerras yo no tenía claro lo que pasaba ni me sentía amenazada como civil. Ahora sí. Atacan a todo. Todos somos vulnerables. Yo sólo quería compartirlo en algún lado y gritar que quiero vivir en paz. Si sirve, es una alegría para mí”, abunda. Ahora es estudiante de instituto —vuelve a las clases en un mes—, pero su deseo, explica a Reuters, es ser abogada, para seguir ayudando a su pueblo.
Sus mensajes son de todo tipo. Desde reflexiones frenéticas que, reconoce, escribió a puro miedo — “No puedo parar de llorar. Podría morir esta noche”—, a descripciones de cómo un ataque altera su vida. —desde los cristales que dañan a su hermana de seis años a la almohada con la que tapa su cabeza para amortiguar el ruido—. Hay indicaciones de por dónde suenan las sirenas —“ambulancia”, dice varias veces, pura economía del lenguaje que le servía para decir que otro herido llegaba a Al Shifa—, o desahogos anímicos —“Echo de menos el mar, mis amigos, el helado, la alegría y la diversión. Echo de menos mi vida normal”—. En sus vídeos, apunta indicaciones de los barrios donde han caído los proyectiles o se pregunta sobre el tipo de armas usadas. A más de un periodista le han venido bien sus indicaciones.
En los días de calma, Farah no cede. Explica cómo es el cerco de Gaza cuando no suenan las bombas, cómo “nunca” ha podido viajar a Cisjordania o Jerusalén, cómo se vive “sin poder escapar a otro lado o sin tener refugio en el que esconderte”.
Convertida en fenómeno, la joven ha sido entrevistada por los principales medios del mundo. Pero lleva con calma estar en el escaparate. “Sólo he contado cómo se ataca Gaza”, dice. Y no quiere volver a hacerlo. “Porque no quiero ser testigo de otra guerra”.
Farah (@Farah_Gazan) tiene prisa, porque con la tregua en vigor llega la calma y eso le permite salir y ver a sus amigos tras un mes de encierro. Y reírse con ellos. Y plancharse el pelo de nuevo. Explica, en una entrevista mediante mensajes privados por Twitter, que está “sorprendida” por el enorme seguimiento de sus textos. Hija de un neurocirujano del hospital Al Shifa, el más importante de Gaza, vive cerca del centro médico, así que se decidió a ir narrando todo lo que ocurría alrededor con palabras sencillas y sin estridencias. “Yo no puedo empuñar un arma, yo no soy política, así que la manera que tengo de ayudar es contar lo que veo”, asegura. Su historia se multiplica con una media de mil retuits por mensaje. Tiene seguidores en 160 países.
Empezó sacando el móvil por su ventana. Luego se fue arriesgando a bajar a las calles. El generador de gasolina que su familia sí puede pagarse le permitía tener conexión a Internet y seguir narrando sus vivencias. Cada vez tenía la conciencia más sublevada. “En otras guerras yo no tenía claro lo que pasaba ni me sentía amenazada como civil. Ahora sí. Atacan a todo. Todos somos vulnerables. Yo sólo quería compartirlo en algún lado y gritar que quiero vivir en paz. Si sirve, es una alegría para mí”, abunda. Ahora es estudiante de instituto —vuelve a las clases en un mes—, pero su deseo, explica a Reuters, es ser abogada, para seguir ayudando a su pueblo.
Sus mensajes son de todo tipo. Desde reflexiones frenéticas que, reconoce, escribió a puro miedo — “No puedo parar de llorar. Podría morir esta noche”—, a descripciones de cómo un ataque altera su vida. —desde los cristales que dañan a su hermana de seis años a la almohada con la que tapa su cabeza para amortiguar el ruido—. Hay indicaciones de por dónde suenan las sirenas —“ambulancia”, dice varias veces, pura economía del lenguaje que le servía para decir que otro herido llegaba a Al Shifa—, o desahogos anímicos —“Echo de menos el mar, mis amigos, el helado, la alegría y la diversión. Echo de menos mi vida normal”—. En sus vídeos, apunta indicaciones de los barrios donde han caído los proyectiles o se pregunta sobre el tipo de armas usadas. A más de un periodista le han venido bien sus indicaciones.
En los días de calma, Farah no cede. Explica cómo es el cerco de Gaza cuando no suenan las bombas, cómo “nunca” ha podido viajar a Cisjordania o Jerusalén, cómo se vive “sin poder escapar a otro lado o sin tener refugio en el que esconderte”.
Convertida en fenómeno, la joven ha sido entrevistada por los principales medios del mundo. Pero lleva con calma estar en el escaparate. “Sólo he contado cómo se ataca Gaza”, dice. Y no quiere volver a hacerlo. “Porque no quiero ser testigo de otra guerra”.
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