Peña y la represión
Pedro Miguel
N
o hay razón para
minimizar las tendencias autoritarias y represivas de Enrique Peña Nieto
ni su propensión a recurrir a la violencia, no como recurso último del
poder sino para ahorrarse (Durkheim lo llamaría premoderno) la fatiga de
gobernar mediante las leyes y la política. Las demostró con creces en
Atenco, las ratificó el 1º de diciembre de 2012 y las ha exhibido en los
últimos dos años con encarcelamientos injustificados de dirigentes y
activistas y la preservación del margen de impunidad en el que tienen
lugar, desde la administración pasada, los excesos y atropellos de las
fuerzas del orden y las corporaciones policiales y militares. Las
atrocidades de septiembre en Iguala llevaron al Ejecutivo federal a
suavizar la represión. Tras la violencia homicida desatada por policías
regulares contra estudiantes en esa ciudad guerrerense, los gobiernos
estatales y el federal perdieron margen para recurrir a acciones que
pudieran hacerlos ver similares, ante la mirada de México y el mundo, a
la presidencia municipal de José Luis Abarca. De súbito, el peñato trató
de exhibirse pacífico, tolerante y dialogante –el ejemplo más claro es
el de las exhibiciones de Miguel Ángel Osorio Chong ante el movimiento
estudiantil politécnico– y las autoridades se cohibieron para reprimir
frontalmente acciones como la destrucción de edificios públicos en
Guerrero y las tomas y bloqueos de carreteras; en ausencia de represión
masiva han recurrido a la provocación atomizada.
Pero el sábado pasado Peña amenazó con echar mano de la facultad legítima del Estado para el uso de la fuerza pública–que es lo que Weber llama
el monopolio de la violencia física legítima–, para restablecer
el orden y la paz.
Siempre que se amenaza con emprender una acción determinada se formula, en forma implícita, una súplica al destinatario: que acceda a comportarse como el amenazador lo desea y no lo
obliguea recursos que le resultan indeseables. En el caso de referencia, las palabras balbuceantes denotan ese ruego:
aspiro y espero que no sea el caso de lo que el gobierno tenga que resolver... que no lleguemos a este extremo.
Para aplicar el monopolio de la violencia legítima es indispensable que exista tal monopolio, que quien lo use posea legitimidad y que resulte verosímil su aplicación uso con el objetivo específico de restablecer la legalidad, la convivencia y el orden, y el peñato no cumple con ninguno de esos requisitos. En contra del primero gravitan la gestación televisiva del candidato presidencial, su implantación en el cargo tras unas elecciones dudosas en las que proliferó el uso de dineros sospechosos para la compra masiva de votos y, para colmo, la riqueza inmobiliaria (inexplicable, hasta ahora) que le fue evidenciada a principios de este mes. Por otra parte, es innegable que antes de que el grupo gobernante sentara las bases legales para la destrucción de los monopolios estatales de la energía eléctrica y el petróleo, en los hechos cedió el monopolio de la violencia a diversos grupos delictivos que operan en diversas regiones del territorio nacional y que fungen en ellas como las autoridades reales. En tercer lugar el orden y la paz han sido afectados principal y originariamente desde el gobierno y las diversas expresiones de violencia social han sido, invariablemente, intentos desesperados de la base social por restaurar ambos términos. Ello es válido tanto para los casos de las autodefensas michoacanas como en las manifestaciones guerrerenses que han destruido algunos símbolos arquitectónicos del desgobierno, el caos, la indefensión ciudadana, la complicidad, el encubrimiento y la simulación. ¿Qué orden y qué paz podrían restablecerse mediante la represión? ¿La paz de las ejecuciones extrajudiciales en Tlatlaya, de los asesinatos y desapariciones de estudiantes en Iguala, de los homicidios de periodistas en Veracruz, de proliferación de feminicidios en el Edomex, de secuestros en Morelos? ¿La de las omisiones y el encubrimiento prolongado de José Luis Abarca por parte de la PGR? ¿El orden que hizo posibles concesiones como la de la Guardería ABC, impunidades como la de Grupo México, licitaciones amañadas como el
tren chinoMéxico-Querétaro?
En estas condiciones y con los antecedentes mencionados, el
recurso de la represión resulta peligroso para el régimen mismo y,
especialmente, para su jefe nominal. Es posible que éste lo sepa y que
su amenaza del sábado pasado haya sido una concesión a regañadientes a
presiones internas (priístas y empresariales) o superiores (empresas
trasnacionales) interesadas en deshacerse de él en el peor escenario
posible –al cabo, ya cumplió con su misión de imponer las reformas
estructurales– y, de paso, del lastre político que ya representa, cuando
no ha cumplido ni siquiera un tercio de su periodo.
Un arrebato represivo empeoraría y complicaría gravemente el panorama. La salida deseable, pacífica, institucional y constitucional a la crisis que vive México consiste en que Peña renuncie al cargo antes de que termine este mes, de modo que sea posible organizar elecciones presidenciales anticipadas el año entrante.
navegaciones.blogspot.com
Twitter: @Navegaciones
Un arrebato represivo empeoraría y complicaría gravemente el panorama. La salida deseable, pacífica, institucional y constitucional a la crisis que vive México consiste en que Peña renuncie al cargo antes de que termine este mes, de modo que sea posible organizar elecciones presidenciales anticipadas el año entrante.
navegaciones.blogspot.com
Twitter: @Navegaciones
No hay comentarios.:
Publicar un comentario