¿Acaso somos los únicos que estamos en lo correcto? No, sólo negamos la realidad
El Jue, 22 de Enero de 2015, por Ángel Verdugo
Ángel Verdugo
Columnista en Excélsior
La
situación económica mundial, lejos de componerse para retomar la ruta
del crecimiento, va en la dirección contraria o si lo prefiere usted,
parece haberse detenido en el estancamiento e inestabilidad lo que
constituye, sin duda, el mayor de los riesgos.
Un elemento que ha venido a elevar la preocupación de los que siguen el comportamiento de la economía mundial, es la caída de la tasa de crecimiento de la economía de la República Popular China. Este hecho, lejos de ser algo coyuntural, es reflejo de un profundo cambio estructural que marca el principio de una nueva etapa donde, las tasas de crecimiento del PIB por encima de 10% que le vimos durante decenios, se han ido para no volver.
De la misma manera, para contribuir a la inestabilidad económica, los pronósticos en relación con el petróleo van de lo gris oscuro, a lo negro; los precios bajos que posiblemente no nos abandonarán en los próximos 24 meses cuando menos, han empezado a tener efectos negativos severos en las grandes compañías petroleras y por supuesto, en la casi totalidad de los países exportadores de petróleo y en los que sin serlo, lo extraen sólo para consumo interno.
Compañías y gobiernos por igual, aceptan la nueva realidad que les ha traído —casi de manera totalmente inesperada—, la caída brutal del precio del petróleo; pocos fueron los actores que entendieron lo que el mercado empezó a decir desde hace dos años cuando menos, y más claramente desde fines de junio del año 2014.
Entre los países que uno ubicaría entre los más afectados, México evidentemente, no está entre ellos; por el contrario, si nos atuviéremos al discurso oficial, habría que reconocer que quien afirme aquello estaría completamente equivocado porque, México no sólo no forma parte de ese grupo sino que además, no sufre ni sufrirá efecto negativo alguno con la caída del precio del petróleo.
Bien pueden las grandes compañías petroleras mandar a su casa a miles de trabajadores y empleados, así como cancelar proyectos de inversión; asimismo, pueden no pocos gobiernos reconocer desde hace semanas la inevitabilidad de los recortes al gasto, y cancelar o posponer planes de crecimiento debido a las perspectivas que se dan hoy como un hecho en materia de precios del petróleo.
Todo eso y más lo pueden hacer ambos, cuyos ejecutivos las primeras y sus funcionarios los segundos, carecen de la preparación de nuestros funcionarios quienes, con la visión de futuro y previsión que los distingue, adquirieron a tiempo un paquete de coberturas las cuales, junto con tres o cuatro fondos a los cuales van a despelucar, nada negativo enfrentaremos en materia de finanzas públicas con motivo de la caída brutal del precio de nuestro petróleo.
Sin embargo, ya ve usted cómo somos los pesimistas y aguafiestas, que ante aquello preguntamos, impertinente como es uno, si efectivamente nosotros somos los únicos que estamos en lo correcto y el resto del mundo, por decirlo suavemente, está equivocado.
Ante la pregunta, justificada y oportuna, habría que decir que no es
que nuestros funcionarios estén en lo correcto y los otros no; lo que
sucede, es que los nuestros pretenden, simplemente desconocer la
realidad y los otros parten de ella. Nada más eso.
Un elemento que ha venido a elevar la preocupación de los que siguen el comportamiento de la economía mundial, es la caída de la tasa de crecimiento de la economía de la República Popular China. Este hecho, lejos de ser algo coyuntural, es reflejo de un profundo cambio estructural que marca el principio de una nueva etapa donde, las tasas de crecimiento del PIB por encima de 10% que le vimos durante decenios, se han ido para no volver.
De la misma manera, para contribuir a la inestabilidad económica, los pronósticos en relación con el petróleo van de lo gris oscuro, a lo negro; los precios bajos que posiblemente no nos abandonarán en los próximos 24 meses cuando menos, han empezado a tener efectos negativos severos en las grandes compañías petroleras y por supuesto, en la casi totalidad de los países exportadores de petróleo y en los que sin serlo, lo extraen sólo para consumo interno.
Compañías y gobiernos por igual, aceptan la nueva realidad que les ha traído —casi de manera totalmente inesperada—, la caída brutal del precio del petróleo; pocos fueron los actores que entendieron lo que el mercado empezó a decir desde hace dos años cuando menos, y más claramente desde fines de junio del año 2014.
Entre los países que uno ubicaría entre los más afectados, México evidentemente, no está entre ellos; por el contrario, si nos atuviéremos al discurso oficial, habría que reconocer que quien afirme aquello estaría completamente equivocado porque, México no sólo no forma parte de ese grupo sino que además, no sufre ni sufrirá efecto negativo alguno con la caída del precio del petróleo.
Bien pueden las grandes compañías petroleras mandar a su casa a miles de trabajadores y empleados, así como cancelar proyectos de inversión; asimismo, pueden no pocos gobiernos reconocer desde hace semanas la inevitabilidad de los recortes al gasto, y cancelar o posponer planes de crecimiento debido a las perspectivas que se dan hoy como un hecho en materia de precios del petróleo.
Todo eso y más lo pueden hacer ambos, cuyos ejecutivos las primeras y sus funcionarios los segundos, carecen de la preparación de nuestros funcionarios quienes, con la visión de futuro y previsión que los distingue, adquirieron a tiempo un paquete de coberturas las cuales, junto con tres o cuatro fondos a los cuales van a despelucar, nada negativo enfrentaremos en materia de finanzas públicas con motivo de la caída brutal del precio de nuestro petróleo.
Sin embargo, ya ve usted cómo somos los pesimistas y aguafiestas, que ante aquello preguntamos, impertinente como es uno, si efectivamente nosotros somos los únicos que estamos en lo correcto y el resto del mundo, por decirlo suavemente, está equivocado.
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