La falta de transparencia
nos costará a todos
Hay momentos que definen el rumbo
histórico de una nación. Distintos países y sus pueblos han dado lo
mejor de ellos en momentos de crisis. Eso podría afirmarse del Reino
Unido en la Segunda Guerra Mundial, una crisis externa; o de Estados
Unidos en su Guerra de Secesión, que pudo haber partido en dos al país.
En ambos casos, surgieron líderes poco convencionales, Churchill y Lincoln, capaces de mantener unida a una nación detrás de un proyecto, a pesar de enorme sacrificio económico y de vidas humanas. En el caso de Lincoln, éste asumió la presidencia después de obtener el débil mandato que provenía de recibir menos de 40% de los votos.
Pero, lo que hace a Lincoln un político genial fue su elección de gabinete, después de la reñida elección. En éste, no nombró a sus más leales colaboradores o amigos cercanos, sino a sus más ilustres rivales. De acuerdo a las palabras de Doris Goodwin, autora del libro Team of Rivals (Equipo de Rivales), Lincoln formó un gabinete de hombres “notables por derecho propio”, incluyó a sus más poderosos enemigos del partido Republicano (su partido) en secretarías clave: la de Estado, la del Tesoro y la de Guerra, los dos primeros tenían “particularmente poca estima por las habilidades y promesas de Lincoln”.
Según la historiadora, Lincoln no buscaba aliados incondicionales, sino críticos feroces difíciles de ignorar. En el extremo, después de reelegirse nombró a Salmon Chase, quien fuese el único de sus “rivales” al que nunca logró conquistar, como jefe de la Suprema Corte, fortaleciendo así la credibilidad de un poder judicial inobjetablemente autónomo. Lincoln tenía claro que ante la amenaza de la división que desencadenó la guerra más terrible jamás peleada en territorio estadounidense, lo que el país requería no era de un equipo de amigos, sino de un gabinete formado por los líderes más probados y capaces de su tiempo.
México enfrenta peligrosas amenazas que también nos definirán como nación. La primera y más peligrosa proviene del cáncer de la corrupción que corroe a nuestra estructura social y roba el futuro de nuestros jóvenes. Ésta ha alimentado al narcotráfico y al crimen organizado que controlan regiones enteras del país.
No deja de sorprender, sin embargo, que ante un entorno tan complejo y retador, la estrategia tanto de Enrique Peña Nieto, como lo fue previamente de Felipe Calderón, es rodearse de colaboradores seleccionados por su lealtad más que por su capacidad. Ante las pésimas reacciones de esta administración, uno se pregunta quién asesora al presidente, a quién escucha. Urgen cambios profundos en el gabinete, atrayendo talento, no sumisión; convocar a quien se atreva a decir lo que EPN no quiere oír.
El entorno político y económico está crecientemente en contra de la administración peñista. La caída de casi 60 por ciento en los precios del petróleo tendrá fuerte impacto sobre los ingresos fiscales. La pésima calidad del gasto público –más clientelar y enfocado a obras espectaculares– que estratégico y buscando incrementar competitividad, provocan que los mercados de crédito internacionales empiecen a preocuparse del deterioro fiscal que viene. Algunos analistas temen que la deuda pública podría crecer 50 por ciento, relativa al PIB, en el próximo lustro.
Los 250 mil millones de dólares de inversión extranjera, que la administración peñista esperaba este sexenio, no llegarán debido al menor atractivo del sector energético y por el descuento que se le aplicará a la inversión ante la falta de transparencia mostrada en las primeras licitaciones. Una preocupación real en Estados Unidos es que el entorno favorece a los inversionistas chinos, dispuestos a dar “mordida” sin ambages, pero perjudica a empresas estadounidenses, maniatadas por leyes que lo prohíben.
Recientemente, Robert McDonnell, exgobernador de Virginia, fue condenado a dos años de prisión por recibir un reloj Rolex, con valor de siete mil dólares, de un empresario de su estado. La prueba contundente provino de una foto del político con el empresario, mostrando sonriente el reloj en su muñeca, después de haber alegado que fue el regalo de Navidad de su esposa. La sentencia provocó crítica por ser demasiado laxa.
Que salga a la luz pública una segunda casa que el presidente Peña Nieto “compró” de otro contratista mexiquense, que ascendió para volverse contratista federal, y que éste afirme que no hay conflicto de interés, nos hace ver como un país bananero en el cual no sólo no existe Estado de derecho, sino que diputados y senadores de todos los partidos se rehúsan a hacer su trabajo y no son más que corruptas comparsas.
México necesita infraestructura y obra pública. Nos urge implementar las importantes reformas logradas. Si la administración peñista no está dispuesta a incrementar la transparencia, todos pagaremos el costo. Todos, menos Andrés Manuel López Obrador, a quien tal falta de liderazgo le garantiza su acceso a la silla presidencial.
En ambos casos, surgieron líderes poco convencionales, Churchill y Lincoln, capaces de mantener unida a una nación detrás de un proyecto, a pesar de enorme sacrificio económico y de vidas humanas. En el caso de Lincoln, éste asumió la presidencia después de obtener el débil mandato que provenía de recibir menos de 40% de los votos.
Pero, lo que hace a Lincoln un político genial fue su elección de gabinete, después de la reñida elección. En éste, no nombró a sus más leales colaboradores o amigos cercanos, sino a sus más ilustres rivales. De acuerdo a las palabras de Doris Goodwin, autora del libro Team of Rivals (Equipo de Rivales), Lincoln formó un gabinete de hombres “notables por derecho propio”, incluyó a sus más poderosos enemigos del partido Republicano (su partido) en secretarías clave: la de Estado, la del Tesoro y la de Guerra, los dos primeros tenían “particularmente poca estima por las habilidades y promesas de Lincoln”.
Según la historiadora, Lincoln no buscaba aliados incondicionales, sino críticos feroces difíciles de ignorar. En el extremo, después de reelegirse nombró a Salmon Chase, quien fuese el único de sus “rivales” al que nunca logró conquistar, como jefe de la Suprema Corte, fortaleciendo así la credibilidad de un poder judicial inobjetablemente autónomo. Lincoln tenía claro que ante la amenaza de la división que desencadenó la guerra más terrible jamás peleada en territorio estadounidense, lo que el país requería no era de un equipo de amigos, sino de un gabinete formado por los líderes más probados y capaces de su tiempo.
México enfrenta peligrosas amenazas que también nos definirán como nación. La primera y más peligrosa proviene del cáncer de la corrupción que corroe a nuestra estructura social y roba el futuro de nuestros jóvenes. Ésta ha alimentado al narcotráfico y al crimen organizado que controlan regiones enteras del país.
No deja de sorprender, sin embargo, que ante un entorno tan complejo y retador, la estrategia tanto de Enrique Peña Nieto, como lo fue previamente de Felipe Calderón, es rodearse de colaboradores seleccionados por su lealtad más que por su capacidad. Ante las pésimas reacciones de esta administración, uno se pregunta quién asesora al presidente, a quién escucha. Urgen cambios profundos en el gabinete, atrayendo talento, no sumisión; convocar a quien se atreva a decir lo que EPN no quiere oír.
El entorno político y económico está crecientemente en contra de la administración peñista. La caída de casi 60 por ciento en los precios del petróleo tendrá fuerte impacto sobre los ingresos fiscales. La pésima calidad del gasto público –más clientelar y enfocado a obras espectaculares– que estratégico y buscando incrementar competitividad, provocan que los mercados de crédito internacionales empiecen a preocuparse del deterioro fiscal que viene. Algunos analistas temen que la deuda pública podría crecer 50 por ciento, relativa al PIB, en el próximo lustro.
Los 250 mil millones de dólares de inversión extranjera, que la administración peñista esperaba este sexenio, no llegarán debido al menor atractivo del sector energético y por el descuento que se le aplicará a la inversión ante la falta de transparencia mostrada en las primeras licitaciones. Una preocupación real en Estados Unidos es que el entorno favorece a los inversionistas chinos, dispuestos a dar “mordida” sin ambages, pero perjudica a empresas estadounidenses, maniatadas por leyes que lo prohíben.
Recientemente, Robert McDonnell, exgobernador de Virginia, fue condenado a dos años de prisión por recibir un reloj Rolex, con valor de siete mil dólares, de un empresario de su estado. La prueba contundente provino de una foto del político con el empresario, mostrando sonriente el reloj en su muñeca, después de haber alegado que fue el regalo de Navidad de su esposa. La sentencia provocó crítica por ser demasiado laxa.
Que salga a la luz pública una segunda casa que el presidente Peña Nieto “compró” de otro contratista mexiquense, que ascendió para volverse contratista federal, y que éste afirme que no hay conflicto de interés, nos hace ver como un país bananero en el cual no sólo no existe Estado de derecho, sino que diputados y senadores de todos los partidos se rehúsan a hacer su trabajo y no son más que corruptas comparsas.
México necesita infraestructura y obra pública. Nos urge implementar las importantes reformas logradas. Si la administración peñista no está dispuesta a incrementar la transparencia, todos pagaremos el costo. Todos, menos Andrés Manuel López Obrador, a quien tal falta de liderazgo le garantiza su acceso a la silla presidencial.
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