I. Salido de su burocrática trayectoria
en el gobierno del Estado de México, Peña no se preparó en la práctica
ni mucho menos en la teoría de las ideas políticas, y resultó, en
consecuencia, políticamente inmaduro para la Presidencia de la
República. En la cúpula administrativa no miró abajo y despreció al pueblo; y careciendo hasta del sentido del pragmatismo, estuvo volando con las alas
de la ilusión metafísica de sus “cambios estructurales”, aconsejado por
Videgaray y los mensajes de la globalización del neoliberalismo
económico, que lo dejaron estrellarse en su tardanza para actuar
en los asuntos de Tlatlaya y Ayotzinapa con el seudoargumento de que la
desaparición de los estudiantes era “un asunto local”. Y de la noche a la mañana Peña terminó su sexenio de 2 años. Quedaron en veremos
sus 11 reformas con las que dizque “movería a México”, sin respuesta de
los inversionistas en la venta de Petróleos Mexicanos, su factor común;
y lo han estancado fiscal, financiera, económica y socialmente,
vislumbrándose una tormenta de revueltas, protestas y críticas a su mal gobierno.
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II.
Peña apresuró al Congreso (todavía) de la Unión (pues lleva al régimen
de regreso al centralismo de los conservadores y Santa Anna, que fascina
a los panistas) para que aprobara sus cambios a los principios
fundamentales de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos (con la complicidad de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación y los serviles congresos de los estados), y que han pisoteado y
suprimido de facto el Artículo 136, cancelando la fracción VIII del
Artículo 35 sobre los derechos del ciudadano de: “Votar en las consultas
populares sobre temas de transcendencia nacional”. Luego aprobaron
cientos de leyes reglamentarlas para las 11 reformas que ya sepultaron
las manifestaciones encabezadas por los padres y el pueblo de
Ayotzinapa. Supuso Peña que privatizar lo único que tiene la nación (el
petróleo) lo encumbraba como “estadista”, y que las
porras de los empresarios
a la Hinojosa Cantú eran suficientes para iniciar un sexenio de
primaveras. Y a la vuelta de su
borrachera de efímeros éxitos está ya con un
pie fuera del cargo al haber concluido el sexenio.
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III. Con cáncer, sin su clásico copete y
acosado por el odio del pueblo en sus vanguardias sociales que lideran
los 43 estudiantes desaparecidos, y tras ellos los campesinos,
trabajadores, maestros, mineros y la clase media degradada por la crisis
económica, la pavorosa inseguridad, sus
palos de ciego en Michoacán y Guerrero, el señor Peña y los peñistas
ya no quieren el queso, sino salir de la ratonera.
No tiene margen de maniobra ni cambiando por otros a sus amigos bisoños
que tampoco estaban maduros para la Presidencia. Echaron a perder todo
lo que quisieron cambiar apoyados en la democracia representativa y
despreciando a la democracia directa. Aunque no se vaya, Peña tiene la
soga al cuello del final de su sexenio. La
jala para renunciar o permanece
colgado
de ella tambaleándose para llevar a la nación a un mayor desastre; o
que con sus actuales activistas, ésta se decida a una movilización
social expansiva a sus 130 millones de mexicanos en desgracia.
*Periodista
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